El ciclo de protesta catal¨¢n frente al espa?ol
Las movilizaciones pierden fuelle cuando divergen los que las convocan
La confesi¨®n de Pujol, y el consiguiente desprestigio del partido nacionalista que fund¨®, han creado la esperanza en Madrid de que por fin se desinfle el llamado sufl¨¦ catal¨¢n. A lo cual tambi¨¦n podr¨ªa contribuir la creciente expectativa de recuperaci¨®n econ¨®mica, que restar¨ªa razones para la protesta popular. Pero desde Barcelona se tiende a rechazar ese empe?o por atribuir la movilizaci¨®n catalana a la manipulaci¨®n de las ¨¦lites o al malestar econ¨®mico. Por el contrario, como escrib¨ªa en estas p¨¢ginas Llu¨ªs Orriols hace pocos d¨ªas, se se?ala que el proceso catal¨¢n del derecho a decidires una creaci¨®n espont¨¢nea de la sociedad civil, organizada por movimientos sociales como ANC y surgida desde abajo como muestra irreversible de desafecci¨®n pol¨ªtica que ni est¨¢ manipulada por las ¨¦lites dirigentes ni tampoco cesar¨¢ por mucho que mejoren las condiciones materiales. ?Cu¨¢l de estas dos visiones es la m¨¢s acertada? En el inicio del curso pr¨®ximo podremos averiguarlo, a partir del ¨¦xito que alcance la Diada del 11-S y de la respuesta que se d¨¦ a la prohibici¨®n de la consulta del 9-N. Pero cualquiera que sea su resultado, bien podr¨ªa ser que ambos enfoques tengan raz¨®n.
Aqu¨ª voy a presentar una descripci¨®n del llamado proceso catal¨¢n interpretado en los t¨¦rminos de la teor¨ªa del ciclo de protesta propuesta por Sidney Tarrow (Zona Abierta, n¨²mero 56, p¨¢ginas 53-75, 1991). Para este influyente disc¨ªpulo del malogrado Chuck Tilly, las movilizaciones colectivas se concentran en el tiempo y en el espacio en torno a ciertos momentos de locura que representan la c¨²spide de un ciclo de protesta caracterizado por un inicio, una fase ascendente, un cl¨ªmax y una fase descendente en la que el ciclo se agota a s¨ª mismo. La evidencia que Tarrow estudi¨® fue el ciclo italiano de 1968 a 1974 (desde el autunno caldo del 69 hasta los a?os de plomo de la violencia terrorista), pero su curso de desarrollo segu¨ªa una curva an¨¢loga a todos los ciclos semejantes que le precedieron, ya fuera que triunfasen (como la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en EE?UU de 1955 a 1963) o que fracasaran (como el m¨¢s c¨¦lebre de todos: la Comuna de Par¨ªs).
Como primer int¨¦rprete de los ciclos de protesta, Tarrow cita al gran Hirschman, quien en su c¨¦lebre obra Shifting Involvements destac¨® la alternancia pendular entre fases de ascenso de la movilizaci¨®n, en que los ciudadanos se comprometen con la protesta colectiva movidos por el desafecto y la indignaci¨®n, as¨ª como por la esperanza de cambio y el entusiasmo de participar, seguidas de otras fases opuestas en que los ciudadanos abandonan su compromiso p¨²blico decepcionados por la deriva de la movilizaci¨®n y se retiran hacia el refugio de la privacidad. Pero Tarrow observa con acierto que Hirschman entiende la decisi¨®n de participar en la protesta o retirarse de ella como una elecci¨®n puramente personal, considerando el compromiso pol¨ªtico como un resultado agregado de las decisiones individuales. Y frente a ello Tarrow propone entender los cambios de preferencias de los ciudadanos como resultado estrat¨¦gico del juego interactivo entre los agentes movilizadores.
Tras el entusiasmo por participar se produce el regreso al refugio
de la privacidad
La fase ascendente del ciclo se inicia cuando surgen movimientos sociales que innovan nuevos repertorios de movilizaci¨®n, despertando y estimulando la propensi¨®n a participar de los ciudadanos. Conforme el ciclo progresa, aparecen nuevos agentes movilizadores que emulan a los pioneros y compiten con ellos tratando de captar nuevos sectores de ciudadanos mediante actuaciones (performances) m¨¢s espectaculares, radicales y electrizantes. As¨ª se llega a la c¨²spide del ciclo, un momento de locura en que se intensifica la concurrencia de m¨²ltiples empresarios pol¨ªticos que compiten entre s¨ª por ver qui¨¦n demuestra mayor radicalismo movilizador. Y a partir de ah¨ª se inicia la fase descendente del ciclo, pues los ciudadanos comienzan a retraerse y retirarse de la movilizaci¨®n no tanto desmotivados por el cansancio como sobre todo desbordados por el extremismo de la radicalizaci¨®n.
Ahora ya podemos aplicar este modelo al ciclo catal¨¢n de protesta, que contemplado as¨ª hay que entenderlo como asociado al concurrente ciclo espa?ol. El inicio de ambos ciclos hay que fecharlo en 2010, cuando coinciden en producirse dos acontecimientos precipitantes. Del 9 al 10 de mayo, el presidente Zapatero se cree obligado a plegarse a la voluntad de sus colegas europeos que le imponen un giro copernicano en su pol¨ªtica de lucha contra la crisis, que pasa a invertirse bruscamente desde el est¨ªmulo keynesiano al ajuste neoliberal. Es el inicio del austericidio que abre el ciclo de protesta espa?ol. Y dos meses despu¨¦s se hace p¨²blica la sentencia del Tribunal Constitucional contra el nuevo Estatut catal¨¢n, convoc¨¢ndose al d¨ªa siguiente (10-7-10) una gigantesca manifestaci¨®n con el lema ¡°Som una naci¨®, nosaltres decidim¡±. Es el inicio del proceso por el derecho a decidir que abre el ciclo catal¨¢n. A partir de ah¨ª se desarrolla la fase ascendente de ambos ciclos de protesta, el espa?ol contra el austericidio de Zapatero y Rajoy, y el catal¨¢n en pos de la consulta de autodeterminaci¨®n. Ambos ciclos est¨¢n coordinados, pero obs¨¦rvese que los catalanes participan en el ciclo de protesta espa?ol sum¨¢ndose a todas sus movilizaciones, pero no a la inversa, pues no se dan movilizaciones espa?olas confluyentes con el ciclo catal¨¢n.
En el a?o 2011 la protesta se inaugura con el surgimiento del movimiento de los indignados, que a partir del 15-M ocupa las plazas mayores de todas las capitales espa?olas con Madrid y Barcelona a la cabeza. En el a?o 2012 las movilizaciones alcanzan su m¨¢xima expresi¨®n como respuesta a los severos recortes y reformas que impone Rajoy, destacando las mareas blanca y verde y los escraches de la PAH, as¨ª como la gran manifestaci¨®n de la Diada catalana que aconsej¨® al president Mas encabezar el proceso secesionista. Finalmente, el ciclo de protesta alcanza su cl¨ªmax en 2014, cuando la candidatura Podemos supone la gran sorpresa de las elecciones europeas reclamando un nuevo proceso constituyente, mientras la movilizaci¨®n catalana se dispone a conmemorar el tricentenario de la ca¨ªda de Barcelona con la V de la victoria como m¨¢s ingente manifestaci¨®n de su historia. Y a partir de aqu¨ª es cuando cabe esperar que se inicie la fase descendente, y ello por dos tipos de argumentos extra¨ªdos del modelo de Tarrow.
La competencia por la misma base electoral obliga a los partidos
a radicalizarse
Ante todo porque si hasta ahora los movimientos sociales impulsores del ciclo de protesta catal¨¢n y espa?ol han podido cooperar entre s¨ª puesto que ten¨ªan objetivos comunes, multiplicando sus fuerzas para impulsar la fase ascendente del ciclo, parece sin embargo llegado el momento en que comenzar¨¢n a divergir entre s¨ª, compitiendo por la participaci¨®n de la misma base social de seguidores, pues en las pr¨®ximas elecciones municipales los votantes catalanes tendr¨¢n que elegir entre ERC o las CUP, que reclaman un proceso secesionista, frente a Podemos y Guanyem Barcelona, que reclaman un proceso constituyente. Una divergencia de intereses que les har¨¢ dividir sus fuerzas neutraliz¨¢ndose mutuamente. Y adem¨¢s, la competencia entre ambos por el favor de los electores se traducir¨¢ en demostrar qui¨¦n exhibe mayor capacidad de radicalizaci¨®n: los soberanistas amenazar¨¢n con proclamar la independencia unilateral mientras los indignados pretender¨¢n desbordar la legalidad vigente mediante la desobediencia civil. Una radicalizaci¨®n que, seg¨²n previene Tarrow, acabar¨¢ por inhibir a muchos de sus seguidores, impuls¨¢ndoles a evadirse de un compromiso pol¨ªtico que antes parec¨ªa prometedor, pero que al final se revela nihilista.
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