La aventura de la ciencia europea
Se cumplen 50 a?os del EMBO, el marco de investigaci¨®n de la biolog¨ªa molecular
Hoy m¨¢s que nunca la ciencia representa un motor de cambio social y de desarrollo econ¨®mico, pero tambi¨¦n representa la duda permanente, la duda que nos mantiene j¨®venes y contribuye a retrasar la inevitable vejez. La ciencia es una feliz angustia, pero es a la vez el mayor invento del hombre. Como dice S. Brenner, la religi¨®n no es fiable, la magia no es cre¨ªble y solo nos queda la ciencia. Y para confiar en la ciencia es saludable mirar al pasado para entender c¨®mo se ha producido el avance cient¨ªfico, concretamente en Europa y en el ¨¢rea de la biolog¨ªa molecular. Quiz¨¢ as¨ª podamos aprender y evitar errores en el futuro, ya que, como dec¨ªa Teilhard de Chardin, somos la suma de todos los que nos precedieron, de todo lo que fue antes de nosotros.
La biolog¨ªa molecular ha supuesto un paso fundamental para el avance cient¨ªfico en las ciencias de la vida y la biomedicina. Constituye un ¨¢mbito transdisciplinar con ramificaciones en la antropolog¨ªa, la susceptibilidad a las enfermedades y su tratamiento, en el diagn¨®stico prenatal, la ecolog¨ªa y otras varias ¨¢reas. Sin ella muchos de los avances del conocimiento actual sobre el genoma, las c¨¦lulas madre o los avances en el sector farmac¨¦utico, dif¨ªcilmente se hubieran generado. Su nacimiento hace alrededor de 60 a?os en Estados Unidos, pero gracias a la contribuci¨®n de cient¨ªficos europeos provenientes de la f¨ªsica de part¨ªculas que estaban interesados en la biolog¨ªa, como Max Delbr¨¹ck o Salvador Luria, no despert¨® gran inter¨¦s ni apoyo entre los pol¨ªticos del momento. Ese desinter¨¦s inicial era debido a la previsible ausencia de implicaciones militares, o comerciales comparables a las de la industria militar, la investigaci¨®n en f¨ªsica de altas energ¨ªas o el espacio.
En Europa, su nacimiento no fue f¨¢cil, por novedosa y porque tampoco fue comprendida por los pol¨ªticos. Surgi¨® por el compromiso de un grupo de cient¨ªficos europeos conscientes del posible retraso que para Europa pod¨ªa constituir quedarse al margen de esta nueva ¨¢rea. Fueron ellos quienes pusieron en marcha una iniciativa que ahora cumple su 50? aniversario, la European Molecular Biology Organization (EMBO) que permitiera la plena incorporaci¨®n de la biolog¨ªa molecular europea al marco internacional, evitando as¨ª quedar descolgados de las ya claras aportaciones de la ciencia americana.
Corr¨ªan los a?os sesenta y el CERN, toda una instituci¨®n de investigaci¨®n en f¨ªsica de altas energ¨ªas, representaba el modelo europeo exitoso de un desarrollo cient¨ªfico conjunto, financiado por un buen n¨²mero de pa¨ªses y consecuentemente ideal para ser imitado en esta nueva ¨¢rea. No fue por tanto sorprendente que la EMBO usara en sus comienzos un modelo institucional y una estrategia parecida al CERN para promover su propio desarrollo. Contaba adem¨¢s con la ventaja de que al igual que hab¨ªa sucedido en EE?UU, una buena parte de los cient¨ªficos europeos creadores de la EMBO tambi¨¦n proven¨ªan de la f¨ªsica. Fue por tanto l¨®gico que la nueva organizaci¨®n cient¨ªfica promovida entre otros, por Max Perutz, y Kellemberger y constituida en 1964 fuera aplaudida por el director general del CERN, a la saz¨®n Victor Weiskopt.
Los pasos iniciales de la nueva organizaci¨®n fueron dif¨ªciles
Desgraciadamente, la EMBO carec¨ªa del apoyo pol¨ªtico y de la financiaci¨®n econ¨®mica necesaria para promover el avance de la biolog¨ªa molecular y ello se obvi¨® mediante la puesta en marcha de dos nuevas iniciativas: una fundaci¨®n europea para financiar proyectos de investigaci¨®n en los centros europeos y el intercambio y movilidad de los cient¨ªficos y la puesta en marcha de un laboratorio para la formaci¨®n de las nuevas generaciones de bi¨®logos moleculares.
Afortunadamente, la financiaci¨®n inicial se consigui¨® gracias a una subvenci¨®n de la Fundaci¨®n Volkswagen, que permiti¨® mantener la autonom¨ªa en sus objetivos.
Los pasos iniciales de la nueva organizaci¨®n fueron dif¨ªciles porque la EMBO se acerc¨® a organizaciones intergubernamentales como las de Unesco, OMS, OCDE, que la ve¨ªan con simpat¨ªa, pero tambi¨¦n como un competidor m¨¢s a la hora de conseguir financiaci¨®n y apoyo pol¨ªtico, aunque con una clara diferencia con respecto a todo lo existente: una visi¨®n cient¨ªfica transdisciplinar de la biolog¨ªa molecular, no burocr¨¢tica y con dimensi¨®n europea.
Mejores perspectivas se obtuvieron a trav¨¦s de los contactos con Suiza que, a trav¨¦s de su Ministerio de Asuntos Exteriores, organiz¨® la primera reuni¨®n del consejo cient¨ªfico liderado por Max Perutz junto con Kallemberger, con delegados de los pa¨ªses participantes en el CERN. La respuesta fue desigual, pero se lograron establecer los principios para poner en marcha una conferencia intergubernamental para lanzar un programa general y la posibilidad de desarrollar proyectos especiales bajo los auspicios de un presidente y un secretario general, que necesariamente tendr¨ªa que ser cient¨ªfico y miembro de la EMBO. Se estableci¨® as¨ª el acuerdo de constituci¨®n de la Conferencia Europea de Biolog¨ªa Molecular (EMBC) en 1969 para cinco a?os, con la EMBO como organizaci¨®n ejecutora de un programa basado en la puesta en marcha de becas, de profesores visitantes y de cursos avanzados en biolog¨ªa molecular.
Alrededor de 70 cient¨ªficos espa?oles forman parte del organismo
La decisi¨®n sobre la puesta en marcha del laboratorio fue m¨¢s problem¨¢tica, y no fue compartida por todos los participantes; gener¨® adem¨¢s discusiones acerca de su ubicaci¨®n, inicialmente en Niza apoyada por Monod, o en N¨¢poles, mediante el apoyo de Adriano Buzzatti-Traverso, a manera del laboratorio Americano de Cold Spring Harbor. Finalmente, se decidi¨® la ubicaci¨®n del Laboratorio Europeo de Biolog¨ªa Molecular (EMBL) en Heidelberg en 1974, 10 a?os despu¨¦s de las discusiones iniciales.
Lo que inicialmente se concibi¨® como un ¨¢rea carente de inter¨¦s, ha cambiado nuestra percepci¨®n del mundo de las ciencias de la vida, de nuestra aproximaci¨®n al diagn¨®stico y tratamiento de las enfermedades, a comprender y quiz¨¢ actuar sobre el envejecimiento, y al desarrollo econ¨®mico mediante la creaci¨®n de nuevas empresas que movilizan muchos puestos de trabajo y generan millones de euros de beneficios. En esta exitosa aventura Espa?a estuvo presente a trav¨¦s de los primeros miembros de la EMBO: ?ngel Mart¨ªn Municio, Alerto Sols, Eladio Vi?uelas, Antonio Garc¨ªa Bellido, David V¨¢zquez y Margarita Salas, entre otros, y quienes con su visi¨®n, dedicaci¨®n y generosidad contribuyeron a que Espa?a participara en la iniciativa casi desde sus or¨ªgenes.
Hoy, la EMBO representa la excelencia europea en ciencias de la vida, edita tres prestigiosas revistas cient¨ªficas, posee casi 2.000 miembros que se incorporan mediante cooptaci¨®n y de los que alrededor de 70 son espa?oles. Casi una generaci¨®n de bi¨®logos moleculares espa?oles ha sido financiada con recursos de las EMBO?/?EMBC obtenidos por m¨¦rito y capacidad y la pertenec¨ªa a la EMBO o la consecuci¨®n de una beca EMBO es motivo de orgullo por la comunidad cient¨ªfica internacional.
En el EMBL se han formado una buena parte de nuestros cient¨ªficos. Con la sede central en Heidelberg est¨¢ constituido por tres oustations especializadas y ubicadas en Hinxton, Monterrotondo, y Hamburgo, adem¨¢s de programas espec¨ªficos en otros pa¨ªses. Tiene una plantilla de casi mil personas, sin puestos permanentes, y con gran rotaci¨®n de sus investigadores, ha contribuido de manera seminal a la formaci¨®n de nuevas generaciones de bi¨®logos, en ¨¢reas como la biolog¨ªa molecular, la digitalizaci¨®n de las secuencias de DNA, el desarrollo de las t¨¦cnicas de bioimagen molecular o la transferencia del conocimiento al sector productivo.
Han pasado 50 a?os desde la puesta en marcha de esta iniciativa europea que una vez m¨¢s ha puesto de manifiesto que la ciencia no es como la econom¨ªa: se tardan d¨¦cadas en desarrollarla, pero es muy f¨¢cil de destruir, porque la aventura de la ciencia no es un producto, es una actividad, quiz¨¢s la actividad compartida m¨¢s grande de la humanidad y que m¨¢s la honra porque quien la hace no la disfruta. Terminemos haci¨¦ndonos eco de aquello de Hip¨®crates: ¡°Quien ama a la ciencia ama a la humanidad¡±.
Carlos Mart¨ªnez-Alonso es profesor del CSIC.
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