Arte y reliquias
La religi¨®n desempe?¨® un papel importante en la legitimaci¨®n de la pintura y la escultura
Los dos museos principales de arte moderno, el MoMA de Nueva York y el Centre Pompidou de Par¨ªs, presentan sus colecciones en dos pisos superpuestos y lo hacen en orden cronol¨®gico descendente: las obras m¨¢s antiguas en el superior, las m¨¢s recientes en el inferior. Aunque se debe, en principio, a razones de espacio, la divisi¨®n refleja la existencia de dos ¨¢mbitos museogr¨¢ficos diferentes; los conservadores que se ocupan de uno raramente se ocupan del otro. Refleja tambi¨¦n una divisi¨®n del mercado. Antiguamente las grandes casas de subastas ten¨ªan una secci¨®n denominada ¡°arte moderno y contempor¨¢neo¡±. Hoy en su lugar hay dos secciones, dirigidas por especialistas diferentes. En la secci¨®n ¡°contempor¨¢nea¡± el mercado se expande m¨¢s deprisa y los r¨¦cords de precios son m¨¢s frecuentes. Esto la hace m¨¢s atractiva para los inversores. No puede decirse lo mismo del p¨²blico. Cuando en el MoMA o en el Pompidou se baja del piso ¡°moderno¡± al ¡°contempor¨¢neo¡± los visitantes son menos numerosos y van m¨¢s deprisa. Si se paran es para leer las largas cartelas explicativas que pueblan las paredes, raramente para contemplar las obras.
Un amigo pintor, originario de Valencia, me comentaba hace poco que el contraste entre esos dos pisos le recordaba una visita que hicimos juntos, hace muchos a?os, al Colegio del Patriarca de Valencia. Esta instituci¨®n tiene una peque?a, pero interesante, colecci¨®n de pintura del siglo XVI. La reuni¨® su fundador, san Juan de Ribera, arzobispo y virrey de Valencia y uno de los grandes protagonistas de la Contrarreforma. Por mandato testamentario la colecci¨®n se ha conservado exactamente como ¨¦l la dej¨®; no se ha vendido ni comprado nada. Hoy est¨¢ abierta al p¨²blico, pero en la ¨¦poca de nuestra visita los cuadros colgaban en varias salas de uso com¨²n situadas en la planta primera del colegio. Tras ver la pintura, se nos invit¨® a bajar a la sacrist¨ªa, situada en la planta baja, para admirar la colecci¨®n de reliquias. El contraste era tremendo. Parec¨ªa mentira que la misma persona que hab¨ªa reunido los cuadros que acab¨¢bamos de ver (El Greco, Morales, Ribalta, un Gossaert maravilloso...) hubiera comprado tambi¨¦n lo que los armarios y cajones de la sacrist¨ªa ofrec¨ªan a nuestra mirada: una astilla de madera, un trozo de pa?o, un huesecillo...
En el siglo XVI el coleccionismo de pintura y el de reliquias estaban interrelacionados. Como los clientes eran muchas veces los mismos, el comportamiento de los dos mercados era parecido (con la salvedad de que el de reliquias tend¨ªa a ser m¨¢s propicio a la picaresca). Es interesante observar que san Juan de Ribera, en su testamento, atribu¨ªa la misma funci¨®n a sus dos colecciones: estimular la devoci¨®n de los colegiales, una peque?a ¨¦lite clerical destinada a renovar la Iglesia cat¨®lica siguiendo la doctrina establecida por el Concilio de Trento.
La concepci¨®n del arte como una actividad? libre de funciones religiosas o ideol¨®gicas, se la debemos a los escritores ilustrados del siglo XVIII.
Los historiadores del arte solemos olvidar que las creencias religiosas desempe?aron un papel importante en la legitimaci¨®n de la pintura y la escultura, no s¨®lo durante la Edad Media, sino tambi¨¦n durante el Renacimiento y el Barroco. La concepci¨®n del arte como una actividad aut¨®noma, libre de funciones religiosas o ideol¨®gicas, es posterior; se la debemos a los escritores ilustrados del siglo XVIII. De entre ellos, fue Kant quien mejor formul¨® y argument¨® la tesis de que era precisamente su autonom¨ªa respecto de cualquier utilidad pr¨¢ctica (su car¨¢cter est¨¦tico) la que daba al arte su validez universal.
Los ilustrados cre¨ªan que los particularismos y el esp¨ªritu de secta eran nocivos para la humanidad, especialmente si eran de car¨¢cter religioso. No les faltaban motivos. Europa acababa de salir de dos siglos de matanzas mutuas entre seguidores de confesiones religiosas diferentes. Volviendo a san Juan de Ribera, el empe?o pol¨ªtico en el que invirti¨® m¨¢s tiempo y esfuerzos fue expulsar de Espa?a a los moriscos. Lo consigui¨® en 1609, causando con ello sufrimientos enormes (en muchos casos la muerte) a centenares de miles de personas. Por otra parte, cuando no mostraba su cara tr¨¢gica, el sectarismo presentaba muchas veces en la vida diaria manifestaciones picarescas o rid¨ªculas que lo convert¨ªan en blanco f¨¢cil de la cr¨ªtica ilustrada. Especialmente cuando se hablaba de reliquias.
Es en el pensamiento ilustrado donde se encuentran las bases del desarrollo que conocieron los museos tras la ca¨ªda del Antiguo R¨¦gimen. Los museos fueron concebidos en el siglo XIX para ofrecer las im¨¢genes o reliquias de los cultos antiguos a una mirada universal, abierta a todo el mundo. Esto implicaba poner entre par¨¦ntesis los mitos, relatos o discursos que hac¨ªan de ellas s¨ªmbolos identitarios de sus respectivos grupos particulares de devotos. En el ¨¢mbito de la museograf¨ªa contempor¨¢nea, por desgracia, este principio parece estar en regresi¨®n.
En la planta contempor¨¢nea del MoMA hay una sala con una pared en blanco donde se ve un r¨®tulo que dice: ¡°Abatir la pared a tiros¡± (o algo parecido). Una cartela explica que el r¨®tulo es lo que queda (el relictum) de una obra cuya existencia es inmaterial, ya que se trata de una ¡°acci¨®n¡±. Puede ser ejecutada de dos maneras: bien escribiendo el r¨®tulo, bien pegando los tiros. El conservador del museo encargado de la tarea eligi¨® en esta ocasi¨®n la primera manera, dice la cartela. ?Menos mal!, piensa el visitante, apart¨¢ndose r¨¢pidamente de la pared. En la sala siguiente hay tres o cuatro vitrinas con telas, papeles, trocitos de tiza, una vieja pizarra escolar, pellejos como de conejo y otras cosas que no recuerdo. Una gran cartela explica que se trata de reliquias (relics) de Joseph Beuys. Las recogieron sus seguidores, hace no s¨¦ cuantos a?os, en una conferencia que dio en Chicago.
Tom¨¢s Llorens es historiador del arte y exdirector del Reina Sof¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.