Coronado, el conquistador
La televisi¨®n le ha dado nueva vida y sigue sumando t¨ªtulos en la gran pantalla. El tipo duro del cine espa?ol
Se abre la puerta y al otro lado hay una mujer de tez oscura en uniforme de asistenta. Nos hace pasar y lo primero que uno encuentra es un perro faldero con cara de ewok. Acude a husmear al extra?o. El recibidor no parece el de una casa, sino el interior de un bar. Hay una mesa de billar, una barra de cocteler¨ªa, un estante repleto de botellas. Y toda una pared cubierta con la ampliaci¨®n de una fotograf¨ªa en blanco y negro del rodaje de La vuelta de El Coyote que dirigi¨® Mario Camus en 1998. La escena transcurre en una cantina. El justiciero hispano se yergue a la derecha bajo un enorme sombrero mexicano, cubierto con el antifaz. Empu?a dos rev¨®lveres. Los ca?ones apuntan hacia el equipo de la pel¨ªcula, que tambi¨¦n aparece en la imagen. Se est¨¢ filmando. En torno a una docena de personas concentradas en el plat¨®. Destaca una mujer en el extremo izquierdo, quiz¨¢ una ayudante de producci¨®n, observando a El Coyote con la cabeza ladeada, como si ¨¦ste o el actor que se encuentra bajo la m¨¢scara le acabara de arrancar un suspiro. Jos¨¦ Coronado.
Tras unos segundos, el int¨¦rprete surge 16 a?os m¨¢s viejo de un pasillo que parece comunicar con los dormitorios de la vivienda. Saluda y mira la pared. Dice que plant¨® ah¨ª la instant¨¢nea porque para ¨¦l representa ¡°el cine¡±. Una camiseta negra con cuello de pico deja asomar el vello canoso de su pecho; viste pantalones frescos que podr¨ªan ser de pijama. El perro corretea entre sus pies desnudos, y se esfuma cuando dejamos atr¨¢s la sala de billar para adentrarnos en un sal¨®n inmenso, donde se ha dispuesto una mesa camilla con mantel y servicio para dos personas. La luz se adentra en la estancia con mimo atravesando la terraza y los amplios ventanales; apenas llega el ruido del tr¨¢fico cinco pisos m¨¢s abajo. Hay en la sala una calma como de claxon lejano y fundido bajo un sol inclemente. Es un viernes cualquiera de verano ah¨ª fuera, en el centro de Madrid. Nos sentamos a esperar la comida con una cerveza fr¨ªa. Coronado bebe directamente de la lata. Enciende un cigarrillo y el humo queda suspendido. Sus primeras palabras, seg¨²n queda registrado en la grabadora, remiten a otra ¨¦poca. Cuando ¨¦l era ¡°el gal¨¢n del cine espa?ol¡± y llevaba aquel sombrero charro en pantalla. El chico guapo y con fama de noct¨¢mbulo en la vida real al que las revistas del coraz¨®n persegu¨ªan a la caza de alg¨²n titular. Dice: ¡°Yo no soy una persona con un modo de vida al uso, sino que siempre he dado tumbos, y por suerte o por desgracia los sigo dando. Pero lo que no voy a dejar de hacer es vivir como me apetece, ?no? Todos tenemos un pasado, pero he intentado que mi carrera y mi vida sean conocidas a trav¨¦s de mis personajes¡±.
Ha hecho de todo. En sus palabras: ¡°De homosexual, cura, bombero, polic¨ªa, periodista, enfermero¡ M¨¢s de 50 pelis. Voy creciendo con el pa¨ªs, y voy haci¨¦ndome viejo¡±. Es un superviviente. Un hombre que ha logrado reinventarse. Con 57 a?os, los rizos cenicientos y un rostro surcado por arrugas gruesas como la corteza de un ¨¢rbol con historia, asegura que siempre manej¨® las claves de una carrera a largo plazo: ¡°Para acabar de abuelete de los escenarios, ten¨ªa que jugar a las tres barajas¡±. Curtirse en la tele. Afinarse en el teatro. Ser constante en el cine. Muy pocos int¨¦rpretes habr¨¢n vivido tanto y con tanta intensidad como ¨¦l. Hasta el punto de que sus amigos de la profesi¨®n lo llaman Coronator (pronunciado ¡°coroneitor¡±) por su entrega infatigable y obsesiva; y tambi¨¦n, quiz¨¢, por su f¨ªsico contundente (mide 1,80 y posee una espalda poderosa), porque suele conducir una motocicleta de gran cilindrada, a menudo con una gruesa chupa de cuero, adem¨¢s de por su voz grave y ¨¢spera, como de lija, que ¨¦l modula seg¨²n el efecto que quiera darle a la conversaci¨®n, pasando del susurro al bramido en segundos, haciendo pausas y aceler¨¢ndose al punto, guiando a su interlocutor con destreza por la monta?a rusa de su existencia, que ha sido y sigue siendo como una atracci¨®n de feria. Pero sin todo eso, a?ade, no ser¨ªa hoy quien es.
Y lo deja claro al tratar de explicar d¨®nde ha tenido que rascar para sacar esos personajes oscuros con los que se ha ganado la fama del ¡°tipo duro del cine espa?ol¡± en la ¨²ltima d¨¦cada. ¡°Creo que es un problema que le pasa a muchos actores que llevan desde los 17 a?os, y se meten ah¨ª con Stanislavski, con el m¨¦todo, a hacer la gallina, y ahora eres un ¨¢rbol y ahora un no-s¨¦-qu¨¦¡ Eso est¨¢ muy bien, pero [?plaf! Da un golpe en la mesa con la mano] la verdad est¨¢ en la calle. Y eso a m¨ª me salv¨® en un principio. La segunda pel¨ªcula que hice fue Berl¨ªn Blues, con Ricardo Franco (1988). Y le dijeron: ¡®Pero, ?c¨®mo has cogido a este t¨ªo si est¨¢ m¨¢s verde que la hostia?¡¯. Estar¨¢ m¨¢s verde que la hostia y no sabr¨¢ qui¨¦n es Stanislavski, pero¡ sabe mirar a una mujer¡±. Y esto ¨²ltimo, que da a entender como la respuesta de Franco, lo pronuncia levemente con tono de locutor radiof¨®nico. Suena casi a t¨ªtulo de pel¨ªcula de su ¨¦poca de gal¨¢n: Mirar a una mujer. ¡°Muchos actores est¨¢n ah¨ª¡¡±, palmea ahora fren¨¦ticamente. ¡°Pero luego no han vivido. No han conocido la noche y el lujo y la corrupci¨®n¡±.
Su m¨¦todo. La universidad de la calle. Antes que actor, Coronado fue ¡°un culo inquieto¡±. Un adolescente ¡°muy osado¡±, que disfrutaba con los deportes de riesgo. Motocross. Trial. Caballos. ¡°Hasta hice paracaidismo y no se me abri¨® el paraca¨ªdas¡¡±. La primera anilla se le enganch¨®; se acord¨® de la segunda, la de la lona de seguridad, a 300 metros del suelo; el tir¨®n le parti¨® dos costillas; ten¨ªa 20 a?os. ¡°Pas¨¦ 36 horas durmiendo de la adrenalina que hab¨ªa gastado en ver a la muerte de cerca¡±, dice. ¡°Era un ni?ato, un gilipollas¡±. La edad, la experiencia, los hijos lo volvieron m¨¢s prudente. ¡°Pero en cine me sigue pasando. Tengo un punto inconsciente. Dicen acci¨®n, y si hay que saltar por ah¨ª se salta, si hay que ir con el coche hasta el precipicio, voy y casi me paso. Odio que me doble nadie una puta escena. Todas mis secuencias de acci¨®n creo que las he hecho yo. A costa de pelearme con el productor y el director. Normal. ?Por qu¨¦ te vas a arriesgar? Porque lo quiero vivir, lo quiero sentir¡±. Su vertiente imprudente le hizo romperse la mano de un pu?etazo a la pared, durante el rodaje de la serie policial RIS Cient¨ªfica. Y liarse a espadazos con el enemigo franc¨¦s en una secuencia ingobernable en la grabaci¨®n de un telefilme del don Juan Tenorio. ¡°Fall¨® la coreograf¨ªa, el cabr¨®n de Berlanga [hijo] no cortaba, y yo dije, ?cu¨¢l es mi objetivo? Defender a mi general. Y franc¨¦s que venga, no pasa¡±. El sable cuelga hoy como un trofeo en la pared de uno de los ba?os de la casa. Un aseo profusamente decorado en el que hay un p¨®ster de Gilda quit¨¢ndose el guante, un ojo que te mira sobre la taza del inodoro, y un poema enmarcado de Rudyard Kipling para leer sentado en ella. Comienza: ¡°Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor / todos la pierden y te echan la culpa¡±.
Coronado, tal y como lo recuerda, enseguida quiso manejar ¡°el tim¨®n¡± de su barco. Se quit¨® la mili a los 17. A los 18 se fue de casa. Dur¨® un a?o en la Facultad de Medicina. Otro en Derecho en la Complutense, donde aprendi¨® a jugar al mus. Sigui¨® probando suerte como jurista en la Universidad de Alcal¨¢ de Henares. Nunca acab¨® la carrera. En esa ¨¦poca, su f¨ªsico hizo que, a trav¨¦s de ¡°alguna novia¡± (en gran parte de sus an¨¦cdotas hay presente una ¡°amiga¡± o similar), empezara a tocar a su puerta el mundo de la moda. Lo llamaron de una agencia. Al principio se resisti¨®. Hasta que le hicieron la oferta que no pudo rechazar: ¡°Un anuncio de whisky en Menorca, con dos suecas en un barco, y me pagaban una pasta. Dije: ?C¨®mo? A esto hay que ir¡±. Enseguida vio que se pod¨ªa sacar sus ¡°primeras pelas¡± con su porte. Viaj¨® como modelo por el mundo durante tres a?os. Cuando volvi¨® a Espa?a, a los 26, mont¨® su agencia y se hizo core¨®grafo de desfiles. ¡°Un morro que te cagas¡±, confiesa. ¡°Porque no tengo sentido de la m¨²sica, y la moda me la pela. En treinta y pico a?os no me he comprado ropa. Todo lo que visto es de mis personajes¡±. Tambi¨¦n mont¨® un restaurante llamado Zona Centro, en Hortaleza. Y de pronto, un d¨ªa cualquiera, se le cruz¨® la interpretaci¨®n por delante.
Como lo cuenta ¨¦l: ¡°Estaba superestresado. Entre las lechugas y las modelos no pod¨ªa m¨¢s. Y una amiga, que estaba dando unos cursos de arte dram¨¢tico, me dijo: ¡®?Por qu¨¦ no te metes y te olvidas de todo?¡±. Como lo cuenta la actriz Maru Valdivielso: ¡°Est¨¢bamos saliendo juntos. Yo tendr¨ªa 20 a?os. Creo que nos conocimos bailando en Pach¨¢. ?l viv¨ªa una ¨¦poca espl¨¦ndida, dirigiendo la agencia y llevando el restaurante m¨¢s moderno de Madrid con otro socio extranjero que era modelo. Yo estaba tan enamorada de Jos¨¦ que le dije que se viniera a las clases para verle todos los d¨ªas. Y como ¨¦l es as¨ª, que no le tiene miedo a nada y todo le apetece, entr¨® a estudiar en la escuela de Cristina Rota¡±.
Como lo sigue contando ¨¦l: ¡°Fui a los cursos, y a la semana me lo estaba pasando¡, empec¨¦ a ver que ah¨ª jugaban con las emociones, con la imaginaci¨®n, con la desinhibici¨®n, que estabas rodeado de chicas¡ Y ahora nos besamos y ahora no-s¨¦-qu¨¦. Pens¨¦: ¡®?De esto se puede vivir?¡¯. Y me dijo Cristina [Rota], hombre, tienes planta, tienes voz, y si trabajas, ?por qu¨¦ no? Al mes estaba para unas pruebas en el Centro Dram¨¢tico Nacional, con Luis Pascual, para hacer una obra de Lorca que se llama El p¨²blico. Debut¨¦ en el teatro Piccolo de Mil¨¢n al mes, en un papel de lanza. Y luego me tir¨¦ a?os de aprendizaje hasta que empec¨¦ a considerarme actor, despu¨¦s de diez pel¨ªculas, tres series, dos obras de teatro¡ La gente se piensa que lo de actor es¡, bah, es mentir. Yo tuve la suerte de que cuando empec¨¦ hab¨ªa cuatro gatos. Y el aprobado estaba mucho m¨¢s barato. Si no, me hubieran echado seguro. Porque veo trabajos del principio y digo: ¡®Qu¨¦ hijoputa, qu¨¦ bloqueado est¨¢s, qu¨¦ tenso, qu¨¦ falso, qu¨¦ maquillado¡¯. Pero bueno, es lo que se necesita: tiempo¡±.
Toda mi vida he dado tumbos, y por suerte o por desgracia los sigo dando¡±
Una d¨¦cada, en su caso. Esfuerzo, disciplina. Y, sobre todo, teatro. Coronado siente que se gan¨® los galones como int¨¦rprete sobre el escenario, con la obra Algo en com¨²n, en la que daba vida a un homosexual que perd¨ªa a su pareja, v¨ªctima del sida. Ten¨ªa 39 a?os. Dice que le toc¨® teclas profundas. Que se le acercaba gente llorando al camerino para contarle c¨®mo hab¨ªa encontrado luz a trav¨¦s de su papel. Que le ayud¨® a ser mejor persona. Y mejor actor: ¡°Hasta entonces yo sab¨ªa que ment¨ªa¡±. Lo cuenta con el almuerzo desde hace un rato sobre la mesa. Una bandeja con carne picada. Otra con tortillas de ma¨ªz. Una m¨¢s con lechuga, tomate y guacamole. De tal forma que la entrevista prosigue con mucho juego de manos para preparar los tacos, a ratos con la boca llena, y grasa chorreando por los dedos. En el momento en que menciona su rol de homosexual, uno descubre la presencia de otro Jos¨¦ Coronado a la espalda del que engulle comida mexicana. Est¨¢ de pie en una sala contigua apunt¨¢ndonos con un arma. Junto a la chimenea del despacho. Una figura de cart¨®n casi a tama?o real. El verdadero Coronado explica que pertenece a la mercadotecnia de la serie El pr¨ªncipe (Telecinco), un ¨¦xito de audiencia la pasada temporada del que estos d¨ªas rueda la segunda tanda de episodios. Y aclara c¨®mo ha acabado all¨ª: su hija de 11 a?os (la tuvo con M¨®nica Molina) anda ¡°loca¡± con el grupo One Direction. ?l mismo la acompa?¨® al concierto en Madrid hace poco. ¡°Ten¨ªa un mu?eco de estos de One Direction en su habitaci¨®n. Y sent¨ª unos celos tremendos. Cuando vi que estren¨¢bamos la serie, y que yo ten¨ªa mi propio mu?eco, habl¨¦ con la productora. Y enga?¨¦ a mi hija: ¡°Mira, he conseguido uno para que cuide de Harry [Styles, de One Direction]¡±. Al cabo de unos d¨ªas, me dijo: ¡®Papi, es que me despierto por las noches y te veo ah¨ª y me da miedo, casi mejor si lo sacas¡¡±.
Que Coronado puede dar mucho miedo ya nadie lo pone en duda. Y casi siempre esa veta negra tiene que ver con la noche, el lujo y la corrupci¨®n. Con la escuela de la calle. Y con Enrique Urbizu, el cineasta que le dio un giro perturbador a su trayectoria. Desde 2002, han trabajado juntos en tres pel¨ªculas. Cuando a¨²n no se conoc¨ªan, ¨¦ste le hizo llegar el guion de La caja 507, la historia paralela de un buen tipo, director de una sucursal bancaria, al que la vida se le va torciendo; y la de un mat¨®n ambicioso al servicio de la mafia en la Costa del Sol. En aquella ¨¦poca, Coronado protagonizaba la serie televisiva Periodistas, con cierto aire a Clark Kent y el aura de hombre honesto. Tras leer el libreto, actor y director quedaron. El int¨¦rprete le coment¨® que estaba encantado de ponerse a sus ¨®rdenes para el papel del pobre hombre de la caja de ahorros. Error. ¡°Enrique dijo: ¡®No, no. Ese es para Antonio Resines. Yo quiero que hagas el killer¡¯. Y claro, para m¨ª primero fue una sorpresa. Y luego¡ me puso cachondo como una perra¡±.
Urbizu confiesa que lo suyo fue un p¨¢lpito. Se hab¨ªa fijado en el actor en televisi¨®n y en el cine. ¡°Recuerdo, por ejemplo, cuando vi en Bilbao la de Yo soy esa (1990), que protagonizaba con la Pantoja [aquella pel¨ªcula fue ¡®un toro dif¨ªcil de torear¡¯, en palabras de Coronado]. Aparec¨ªa con un f¨ªsico impecable y una gran voz. No me preguntes por qu¨¦, pero siempre me hab¨ªa parecido que este t¨ªo con unos guantes de cuero, una escopeta y algo por lo que luchar dar¨ªa muy bien de personaje negativo¡±. En La caja 507 comenzaron a explorar el m¨¦todo que ambos denominan ¡°menos es m¨¢s¡±, y que Urbizu define: ¡°El personaje oculta sus emociones, pero se tiene que notar el infierno que lleva por dentro; trabajamos con cierto hieratismo, y teniendo solo la mirada¡±. Eso y los guantes de cuero. La recortada. El pelo de marine. Y una muerte memorable al final de la historia: un disparo en la nuca le revienta los sesos a Rafael Mazas (Coronado). Su cabeza estalla como una sand¨ªa, su cuerpo se desploma y parte el cristal de una mesa con la cara l¨ªvida. Con aquel fallecimiento, comenz¨® a dejar atr¨¢s al gal¨¢n inmaculado. Por si acaso, Urbizu volvi¨® a matarlo nueve a?os m¨¢s tarde. Esta vez lo sent¨® a desangrarse en una silla, p¨¢lido e inerte y rodeado de mugre. Acababa de salvar el mundo de un atentado; pero no cae como un h¨¦roe, sino como un canalla desgre?ado y con mostacho de motero al que por fin le ha alcanzado su sombra. Con esta segunda muerte (No habr¨¢ paz para los malvados, 2011) le dieron un Goya como mejor int¨¦rprete protagonista. El primero en 25 a?os de carrera.
Tuve la suerte de que cuando empec¨¦ hab¨ªa cuatro gatos. el aprobado era m¨¢s barato¡±
El galard¨®n, colocado sobre la chimenea, le hace compa?¨ªa al Coronado armado y de cart¨®n que nos apunta desde el despacho. El real ha dejado ya de comer. Y se inclina discretamente mientras sigue hablando, estirando el brazo bajo el mantel con alguna migaja entre los dedos. Uno intuye que le debe de estar dando de comer al perrito, escondido desde hace rato en el fald¨®n de la mesa. Ya con el caf¨¦ y envuelto de nuevo en el humo de tabaco, dice que se ha notado desde entonces inmerso en un nuevo ciclo: ¡°Con aquella bestia humana llamada Santos Trinidad se produjo un cambio a los ojos de la gente, que vieron en m¨ª algo que hasta entonces no hab¨ªan visto¡±. Ahora lo buscan para personajes que frecuentan esa delgada l¨ªnea que separa el bien y el mal. Por ejemplo, en su pr¨®ximo estreno, Betib¨², un ¡°policial argentino¡± dirigido por el bonaerense Miguel Cohan, que llega a Espa?a el 12 de septiembre, hace un papel secundario que, a la fuerza, ha de tener interiorizado. Periodista. Coronado pas¨® cuatro a?os (1998-2002) y m¨¢s de un centenar de episodios interpretando en televisi¨®n a Luis Sanz, jefe de la secci¨®n de local del Cr¨®nica. Pero el papel de Betib¨², el director de un diario argentino, muestra motivaciones m¨¢s brumosas. Tiene amante. Un perfil maquiav¨¦lico. Y como si se tratara del propio Sanz, pero tres lustros despu¨¦s, ¡°se mueve entre los c¨ªrculos de poder. Mi personaje, cuando ve la supernoticia quiere sacarla. Pero el poder establecido le corta las alas, y le hace pasar por el aro¡±.
Como si fuera una evoluci¨®n l¨®gica y tr¨¢gica, una met¨¢fora del paso del tiempo. ¡°Uno va cumpliendo a?os y, s¨ª, empiezas con esp¨ªritu de cambiar el mundo. Luego te encuentras con el mundo como es, y te das cuenta de que el poder financiero es el que lo mueve todo¡±. Luego a?ade su frase favorita de La caja 507: ¡°Al final de todo siempre hay un banco¡±.
En Fuego, prevista para octubre, da vida a un polic¨ªa (el papel que, de largo, m¨¢s ha repetido), cuya familia ha sufrido la violencia de ETA. A?os despu¨¦s, busca aplacar su sed de venganza tratando de aniquilar a la familia del etarra. De nuevo ese infierno interior. En el horizonte hay otra de Urbizu en la que, si todo sale adelante, dar¨¢ vida a ¡°un financiero, tibur¨®n y bastante implacable¡±, seg¨²n el director. ¡°Uno de los facinerosos sin pistola que mueven el cotarro y destrozan la vida de mucha gente con una sonrisa¡±, define el actor. Incluso es posible que comience en breve un rodaje en el que har¨ªa de asesino en serie. Se encuentra c¨®modo en ese fango. ¡°Siempre digo, aunque suena a barbaridad, que lo de matar da mucho placer. Es algo que el ser humano tiene desde que nace. Jugamos de ni?os a que nos matamos. Luego la sociedad te ense?a que est¨¢ mal. Pero es instintivo. Y si t¨² cuentas con una justificaci¨®n, porque est¨¢s haciendo ficci¨®n y es mentira, est¨¢s jugando, se pasa muy bien¡±. En esos par¨¢metros se mueve el nuevo Coronado. El hombre con un abismo corri¨¦ndole por dentro en cuanto frunce el ce?o y se le inflama la mirada. Un actor que se siente ¡°respetado¡±, y ¡°agradecido¡± de que le hayan dejado ganarse la vida ¡°bien¡± con una profesi¨®n que ama. ¡°Llego a las ocho de la ma?ana a un rodaje, y doce horas m¨¢s tarde dicen que estamos acabando y respondo: ¡®?Pero hemos comido?¡¯. Ni me entero¡ Es como si fuese all¨ª en la moto. A morir. Estoy¡ ?Coronator! Lo vivo con una pasi¨®n como en ninguna otra faceta de mi vida¡±.
Aunque suena a barbaridad, jugar a matar en la ficci¨®n da mucho placer¡±
Con los posos del caf¨¦ en la taza y varias colillas en el cenicero, nos levantamos y el perro sale de su escondite bajo la mesa. Al dejar el sal¨®n, es inevitable posar los ojos en un gran cuadro colgado sobre el sof¨¢. P¨¢jaros. Lo pint¨® su hijo Nicol¨¢s (lo tuvo con Paola Domingu¨ªn), que estudi¨® Bellas Artes, ha llenado la casa de lienzos, y ahora comienza a seguir sus pasos. Coronado se muestra comprensivo: ¡°Vive conmigo desde los nueve a?os. Ha mamado cada d¨ªa de rodaje. Sabe de qu¨¦ va este mundo. Y estuvo ah¨ª, como yo cuando ten¨ªa su edad, buscando que si Bellas Artes, que si Publicidad¡ Ahora est¨¢ con el mundo del modeleo, en Alemania, intentando sacarse sus pelas. Buscando su camino. A m¨ª me importa tres huevos que sea actor. Que sea lo que quiera mientras sea feliz y no me toque los cojones. Pero, hombre, yo creo que posee facultades para la interpretaci¨®n y, sobre todo, cuando a ¨¦l le sale algo le ilusiono, le cargo¡ Tiene 25 a?os. Yo encontr¨¦ mi camino a los 30. Qu¨¦ le voy a decir: que siga buscando¡±. Ahora lo usan menos, pero el billar lo compr¨® cuando se mud¨® a esta casa hace diez a?os, siendo Nicol¨¢s adolescente, porque los dos eran ¡°muy jugones¡±. Padre e hijo. Dejamos el tapiz a un lado antes de enfilar la salida. Coronado se detiene un instante ante El Coyote y repite: ¡°El cine en estado puro¡±.
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