Convocando apus con hojas de coca en Per¨²
El turismo puede ser Atila: arrasando la cultura local all¨¢ por donde pasa. Pero bien gestionado, tambi¨¦n puede ser una importante (si no la ¨²nica) fuente de ingresos para muchas comunidades que de otra manera acabar¨ªan desestructuradas y desapareciendo.
Ayer estuve visitando en Per¨² uno de estos proyectos: el de la comunidad quechua Misminay, un poblado de unas 170 familias de agricultores peruanos que viven a casi 4.000 metros de altitud en los altiplanos que separan Cuzco del valle Sagrado del Urubamba.
Siguiendo las reglas ancestrales de la minka, el trabajo colectivo al que est¨¢ obligado todo miembro de la comunidad, construyeron un par de comedores, otros tantos aseos y una cocina donde reciben a grupos muy peque?os y selectos de turistas que quieran conocer de verdad c¨®mo es y c¨®mo vive una comunidad altoandina peruana.
Te reciben con guirnaldas de flores y m¨²sicas de quenas y tambores a la entrada del poblado y te llevan en procesi¨®n hasta la explanada que podr¨ªa hacer las veces de plaza principal de la aldea. All¨ª ense?an a los visitantes c¨®mo se hace la ceremonia del pago a la Pachamama (la madre Tierra) para implorar una buena cosecha. Cada uno de los asistentes toma en las manos tres hojas de coca y siguiendo los pasos del cham¨¢n implora a los apus (monta?as-dioses) que acojan sus peticiones.
Luego te ense?an c¨®mo trillan el cereal, hilan el algod¨®ny preparan tintes naturales, y para terminar te agasajan con una watia, comida tradicional andina que consiste en cocer en un horno bajo tierra los productos que les dan estas huertas de altiplano: camote, papas, tamales, jud¨ªas.
Es un acto sencillo, pero tan real que todos los que ayer asistimos a la experiencia salimos encantados, con la sensaci¨®n de haber sido parte de la comunidad durante unas horas. Es verdad que act¨²an para los visitantes, pero no sientes que sea una turistada. Todo lo contrario: lo que experimentas es que una comunidad ind¨ªgena te acoge, te ense?a su estilo de vida y t¨² contribuyes con una peque?a cantidad a que esa cultura siga viva y no se pierda.
La tarde anterior estuve en una conferencia que dio Roger Valencia, profesor de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, presidente de la C¨¢mara de Comercio de Turismo de Cuzco y uno de los hombres que m¨¢s sabe de turismo comunitario en Per¨². Explicaba otro caso de ¨¦xito en el que ¨¦l particip¨® junto a una comunidad altoandina que vive a los pies del Ausangate (6.372 mts), la quinta monta?a m¨¢s alta de Per¨² y en la que seg¨²n la mitolog¨ªa inca nace la fuerza masculina que fecunda la tierra.
Sus pobladores decidieron construir mediante trabajo comunal un albergue para monta?eros a 4.800 metros de altitud desde el que ahora ofrecen rutas de trekking y de escalada a la cima y alrededores del Ausangate. Con solo 600 turistas por a?o han logrado que la renta media de cada familia de la comunidad pase de 1.000 a 4.000 d¨®lares anuales.
?Puede ser ¨¦ste el futuro del turismo en zonas donde a¨²n se conserva una potente identidad local?
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