La muralla de Jordi Pujol
No basta una disculpa del expresidente catal¨¢n. Tiene que restituir
Es muy probable que Jordi Pujol, en su juventud, tuviese la oportunidad de ver la versi¨®n teatral o cinematogr¨¢fica de la obra de Joaqu¨ªn Calvo Sotelo (La muralla,1954) que agit¨® las estancadas aguas del debate intelectual de una dictadura que ofrec¨ªa a sus s¨²bditos un desolador panorama. El tema resultaba vidrioso para los esquemas morales y pol¨ªticos de la ¨¦poca. Un militar del bando vencedor consigue, con malas artes, apoderarse de una finca que pertenec¨ªa a uno de los vencidos. Cuando llega el final de sus d¨ªas le asaltan sentimientos de culpa que desea borrar para salvar su alma. Consulta con un confesor que con arreglo a la ortodoxia cristiana le dice que no basta con el arrepentimiento, es necesaria la restituci¨®n de los bienes a sus leg¨ªtimos due?os. Comenta esta soluci¨®n a su muy cristiana familia que se opone rotundamente a esta posibilidad.
El protagonista, que por cierto se llama Jorge, va dilatando su decisi¨®n y muere, en una escena de alto contenido melodram¨¢tico, interpretada a su estilo por Rafael Rivelles, en medio de angustiosos lamentos ante su condenaci¨®n inminente. La familia aliviada por el desenlace recupera la calma.
Es evidente que la fortuna de Jordi Pujol y su familia tiene, por lo menos, unos or¨ªgenes turbios. Ahora bien el desenlace no puede pasar por un simple arrepentimiento, porque su protagonista no es un miembro m¨¢s de la comunidad. Ha encarnado, en la oposici¨®n a la dictadura y en su papel protagonista en la Transici¨®n democr¨¢tica, el papel que las circunstancias hist¨®ricas reservan a personajes con una especial aureola ante sus conciudadanos. Representa un s¨ªmbolo del catalanismo tradicional y supo potenciar su carisma interno como elemento estabilizador de la inestable pol¨ªtica nacional, cuando el partido gobernante carec¨ªa de la mayor¨ªa absoluta. Era decisivo, y eso lo llev¨® a creerse intocable, fuese cual fuese su papel en las actividades econ¨®micas que desarrollaba su entorno familiar.
Pens¨® que cualquier irregularidad le estaba permitida. En 1984 estall¨® el esc¨¢ndalo del caso de la Banca Catalana. El entonces fiscal general del Estado, Luis Antonio Bur¨®n Barba, autoriz¨® la presentaci¨®n de la querella criminal por apropiaci¨®n indebida, estafa y falsedad, que hab¨ªan redactado los fiscales de Barcelona Villarejo y Mena.
Su reacci¨®n fue furibunda y grandilocuente. No se le estaba persiguiendo como banquero sino como encarnaci¨®n de la Catalu?a tradicional. Sin embargo, las claves que manejaba no explicaban la naturaleza del suceso. El Gobierno era socialista y los fiscales, de intachable trayectoria democr¨¢tica. No solo la prensa y la opini¨®n p¨²blica catalana se volcaron en la campa?a victimista, tambi¨¦n los sectores tradicionales del espa?olismo se pusieron parad¨®jicamente a su lado y arremetieron contra los fiscales por sus conocidos antecedentes pol¨ªticos de izquierdas. Sin embargo, los hechos eran dif¨ªciles de rebatir. La presi¨®n sobre el Gobierno socialista surti¨® efectos. El fiscal general del Estado decidi¨® dimitir pero no consigui¨® que se diera orden de retirar la querella. El Pleno de la Audiencia Territorial de Catalu?a, no sin disidencias minoritarias, archiv¨® la causa.
El pol¨ªtico ha reaccionado con insolencia, soberbia y prepotencia
El asunto judicial estaba zanjado, pero sus secuelas marcaron las costumbres pol¨ªticas de nuestro pa¨ªs. Confirmada la impunidad de actividades delictivas, como cobrar comisiones por adjudicaci¨®n de obra p¨²blica, la corrupci¨®n se instal¨® en la vida p¨²blica y la ¨¦tica se bati¨® en retirada.
Cuando se descubren sus actividades corruptas, Jordi Pujol reacciona con insolencia, soberbia y prepotencia. Cuando un personaje que tiene una aureola de estadista y referente pol¨ªtico, queda al desnudo, la ¨²nica salida digna pasa por restituir el producto del saqueo de las arcas p¨²blicas si quiere recuperar la dignidad perdida.
Su reacci¨®n, hasta el momento, ha sido la habitual en personas que se mueven por mundos de ese tipo. Procurarse, como es l¨®gico, un buen abogado y exprimir al m¨¢ximo todas las garant¨ªas del sistema. La reacci¨®n de querellase contra la Banca Andorrana, que posiblemente facilit¨® a la polic¨ªa datos econ¨®micos, es simplemente bochornosa. Esgrimir las barreras de la privacidad y despreciar la transparencia es contradictorio con su imagen p¨²blica y con las obligaciones de una estadista. Est¨¢ en su derecho, pero por mucho que consiga anular pruebas por falta de requisitos formales, las cuevas de Ali Baba siguen siendo un recinto de ladrones.
El estrambote final lo ha puesto, como en la obra La muralla, la familia. No solo la natural, tambi¨¦n la pol¨ªtica. Haber demorado su comparecencia en el Parlament catal¨¢n es una condescendencia que destruye la credibilidad institucional. Para que nada faltase, en el Parlamento nacional el partido gobernante le echa un capote oponi¨¦ndose a que el ministro de Hacienda facilitara datos sobre la amnist¨ªa fiscal. Esgrimir leyes previstas para las relaciones entre los particulares y la Administraci¨®n tributaria como escudo en la sede de la soberan¨ªa nacional es, sencillamente, grotesco y desolador. ?D¨®nde estuvieron los letrados de la Corte para informar de que la excusa no es posible ante una petici¨®n de los grupos pol¨ªticos? Creo que no se ha calculado debidamente su repercusi¨®n externa. Los dem¨®cratas de la Uni¨®n Europea no pueden entender la sumisi¨®n de los valores constitucionales y la cultura democr¨¢tica ante un asunto de esta envergadura pol¨ªtica. Alguien piensa seriamente que un pol¨ªtico extra¨ªdo de ese caldo de cultivo puede presidir el Eurogrupo. ?Conservamos alguna credibilidad y decencia democr¨¢tica?
Se?or Jordi Pujol, restituya. Es su ¨²nica salida y su ¨²ltimo servicio a la regeneraci¨®n democr¨¢tica por la que luch¨® en su juventud. El arrepentimiento no es suficiente.
Jos¨¦ Antonio Martin Pall¨ªn es abogado, magistrado em¨¦rito del Tribunal Supremo y comisionado de la Comisi¨®n Internacional de Juristas (Ginebra).
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