Los paraguas del banquero
Con gran visi¨®n y lucidez, Emilio Bot¨ªn mantuvo muchos paraguas abiertos en los tiempos del diluvio
Es famosa la frase de Mark Twain seg¨²n la cual ¡°un banquero es alguien que te presta un paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve¡±. Si el brillante escritor americano hubiera conocido a Emilio Bot¨ªn hubiera aceptado que hay siempre excepciones que confirman la regla. Emilio era una de ellas, alguien desde luego at¨ªpico entre los miembros de su tribu, dotado de un instinto fabuloso para los negocios pero tambi¨¦n poseedor de un genuino compromiso social y pol¨ªtico. Su inesperada desaparici¨®n abre no solo interrogantes sobre el futuro del banco que presid¨ªa, donde la continuidad de sus pol¨ªticas parece garantizada, sino m¨¢s que nada acerca del vac¨ªo que genera en sectores relevantes del escenario espa?ol e internacional. Entre ellos descuellan su contribuci¨®n y apoyo al desarrollo universitario y su discreta aunque poderosa influencia en la configuraci¨®n de nuestra democracia.
Descuellan su contribuci¨®n y apoyo al desarrollo universitario y su discreta aunque poderosa influencia en la configuraci¨®n de nuestra democracia
Conoc¨ª a los Bot¨ªn hace d¨¦cadas, cuando Jes¨²s de la Serna me convocara a la redacci¨®n del peri¨®dico Informaciones, adquirido a finales de los a?os sesenta por un grupo de bancos liderados por el Santander. Gracias al apoyo de este pudimos desarrollar un peri¨®dico decididamente adscrito a la causa de la libertad en los a?os dif¨ªciles del tardofranquismo. Cuando un ministro del Opus Dei, propagandista del crep¨²sculo de toda ideolog¨ªa que no fuera la suya, exigi¨® al patriarca de la familia mi personal defenestraci¨®n, Don Emilio, padre de quien ahora nos deja, respondi¨® de inmediato con un recado que le mand¨® a mi director: quiero conocer a ese tal Cebri¨¢n y que le suban el sueldo. Siempre he recordado aquella an¨¦cdota, reveladora del car¨¢cter de esta saga de c¨¢ntabros incombustibles, cuya condici¨®n de ciudadanos universales es capaz de convivir con su recio apego a la tierruca que les vio nacer. De entonces ac¨¢ han sido muchas las ocasiones en las que de una forma u otra he tenido oportunidad de ser testigo de la visi¨®n y el coraje de esta estirpe de banqueros, cuyos miembros mantienen un compromiso activo con el mundo de la filosof¨ªa, el arte y la educaci¨®n sin renunciar por eso a sus responsabilidades profesionales.
No son estos tiempos, desde luego, los m¨¢s apropiados para hacer el elogio de la banca que, por la naturaleza de su propia actividad, concita con frecuencia la expresi¨®n de iras y agravios, muchas veces agitados por el populismo pol¨ªtico. Pero asumiendo los excesos e injusticias derivados del funcionamiento del sistema financiero, y por mucho que pese a sus detractores, la figura de Emilio Bot¨ªn reluce con brillo propio entre quienes han contribuido de forma activa al mejoramiento de la sociedad espa?ola, al prestigio de nuestro pa¨ªs en el mundo y al desarrollo de nuestros est¨¢ndares econ¨®micos e intelectuales. Los numerosos di¨¢logos que mantuve con ¨¦l en vida, siempre marcados por la sobriedad de sus palabras y su admirable capacidad de escuchar, fueron claro ejemplo de sus convicciones liberales y su decidido apoyo a cuantas instituciones oficiales o de la sociedad civil pudieran contribuir a consolidar la democracia en nuestro pa¨ªs. Llev¨® a cabo esa tarea muchas veces contra la opini¨®n de sus asesores t¨¦cnicos que ve¨ªan multitud de riesgos all¨ª donde ¨¦l solo vislumbraba oportunidades.
Conocedor de que el dinero, en frase de McLuhan, es antes que nada un medio de comunicaci¨®n, parec¨ªa capaz de multiplicarlo como en el milagro de los panes y los peces, conjugando los intereses del banco con su deseo de hacer una Espa?a mejor, sin aspiraciones de lucimiento personal alguno, poseedor como era de un limitado protagonismo. Sufri¨® como nadie por las dificultades de Ferrari en la F¨®rmula 1, sin que ello le llevara a renunciar al esfuerzo puesto, y disfrut¨® como nadie con los rectores, profesores y alumnos de las universidades a las que generosamente patrocin¨®. Con una visi¨®n y una lucidez que habr¨ªan sorprendido al propio Mark Twain, mantuvo muchos paraguas abiertos en los tiempos del diluvio. Espa?a y Am¨¦rica Latina le deben mucho m¨¢s de lo que aparece en los balances de sus bancos. Y esa s¨ª es, desde luego, una deuda del todo impagable, por mucho que mejore la coyuntura.
Juan Luis Cebri¨¢n es presidente de?El PA?S y del Grupo PRISA.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.