Adelante, adelante: ?sin ideas y sin plan?
Para Converg¨¨ncia, la autonom¨ªa de Catalu?a era la etapa de ¡®paciencia¡¯ que deb¨ªa dar paso a la independencia y durante la cual sembr¨® la semilla del soberanismo. Ahora, el radicalismo prostituir¨¢ hasta el t¨¦rmino catalanismo
?Ser¨¢ el 11 de septiembre que se celebra hoy en Catalu?a un ensayo premonitorio del escenario que se dibuja para el 9 de noviembre, d¨ªa fijado para la consulta soberanista? No creo que nadie, ni siquiera aquellos que parecen estar en el secreto de lo que va a suceder ¡ªpor ejemplo, Mas, Junqueras o Rajoy¡ª, sean capaces de responder con la seguridad de acertar.
Este verano ha fallecido prematuramente una gran figura del mundo cultural, el editor Jaume Vallcorba. Un hombre bueno y cordial, un intelectual independiente, con un poso de conocimientos human¨ªsticos dif¨ªcilmente igualable. Para quienes le conoc¨ªan su muerte ha constituido una dolorosa p¨¦rdida en el plano humano, para todos los dem¨¢s ha sido una aut¨¦ntica cat¨¢strofe cultural. Los aficionados a la literatura, al arte y a las humanidades saben valorar esta desgraciada p¨¦rdida del editor de Quaderns Crema y de Acantilado, un personaje quiz¨¢s sustituible pero, en todo caso, como sucede con los grandes editores, absolutamente irrepetible.
Pues bien, Vallcorba, que era un pozo de erudici¨®n, al describir la situaci¨®n de Catalu?a durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, sol¨ªa recordar a sus amigos una frase que ¨¦l atribu¨ªa a Pompeu Gener, un atrabiliario escritor y periodista catal¨¢n de fines del siglo XIX y principios del XX: ¡°Endavant, endavant, sense idea i sense plan¡±. Esta era, seg¨²n Vallcorba, la estrategia emprendida por el nacionalismo catal¨¢n, acentuada en la ¨²ltima d¨¦cada. ?Ten¨ªa raz¨®n el editor? No estoy seguro. Aunque tampoco estoy seguro de lo contrario. Veamos.
El catalanismo pol¨ªtico se encontr¨® en 1978 y 1979 con un gran problema: sus reivindicaciones hist¨®ricas m¨¢s importantes se hab¨ªan alcanzado. En efecto, primero se reconoc¨ªa la singularidad de Catalu?a como nacionalidad diferenciada. Segundo, se atribu¨ªan a la Generalitat ampl¨ªsimas competencias sobre las m¨¢s variadas materias y la transferencia de los correspondientes servicios fue muy r¨¢pida. Y tercero, la lengua catalana fue declarada oficial, junto con el castellano, y su conocimiento y uso se ha extendido enormemente pese a no ser lengua materna de la mayor¨ªa de catalanes.
Por tanto, se hab¨ªa conseguido constitucionalizar la diferencia, el poder pol¨ªtico y la singularidad cultural. Naturalmente, como es lo habitual en todas las Constituciones democr¨¢ticas, no se reconoc¨ªa la soberan¨ªa de los ciudadanos de una parte del territorio, en este caso del pueblo catal¨¢n, ya que ello es contradictorio con la autodeterminaci¨®n de todo el pueblo, que esto es lo que, en definitiva, significa el acto constituyente que aprueba una Constituci¨®n. Se reconoc¨ªa, sin embargo, el derecho a la autonom¨ªa, que era la aspiraci¨®n hist¨®rica mayoritaria del catalanismo pol¨ªtico.
Los nacionalistas crean fantasmales diferencias en lugar de cultivar las evidentes similitudes
Ante esta situaci¨®n, los catalanistas deb¨ªan plantearse el famoso interrogante: ?qu¨¦ hacer? A primera vista, parec¨ªa que hab¨ªa solo dos opciones: primera, darse por satisfecho y desarrollar las capacidades que le ofrec¨ªa la nueva situaci¨®n; y, segunda, rechazarla y seguir planteando la reivindicaci¨®n de la soberan¨ªa como objetivo irrenunciable.
ERC, en aquel momento un partido muy minoritario, as¨ª como parte del mundo literario y art¨ªstico en catal¨¢n, optaron claramente por esta segunda opci¨®n. La mayor¨ªa de los votantes de CiU y buena parte de sus dirigentes optaron por la primera. Miquel Roca Junyent y su malogrado Partido Reformista ¡ªuna ocasi¨®n perdida¡ª eran un buen ejemplo de ello. Pero no todo el mundo convergente aceptaba esta v¨ªa. Algunos, entre ellos Jordi Pujol, estaban pensando en una matizada tercera opci¨®n, que no implicaba renunciar al principio nacionalista de que ¡°a toda naci¨®n le corresponde un Estado soberano¡± y era m¨¢s inteligente, ya que pod¨ªa recabar m¨¢s apoyos que la puramente independentista de ERC.
Esta tercera opci¨®n consist¨ªa en lo siguiente: de momento se aceptaba la situaci¨®n determinada por el marco constitucional y estatutario de 1978 y 1979, con un doble objetivo: primero, ¡°nacionalizar¡± la sociedad catalana, es decir, diferenciarla lo m¨¢s posible del resto de Espa?a; segundo, desde el punto de vista institucional, ir creando bajo el manto de la autonom¨ªa una especie de embri¨®n de Estado catal¨¢n ¡ªlo que ahora se denomina, sin ocultarlo, unas ¡°estructuras de Estado¡±¡ª, que facilitara, en el momento m¨¢s conveniente, el paso definitivo hacia la independencia.
Esta era la v¨ªa de la ¡°construcci¨®n nacional¡±, la que realmente acab¨® triunfando y que refleja bien el eslogan convergente ¡°hoy paciencia, ma?ana independencia¡±. En la etapa de la paciencia se llevaba a cabo la construcci¨®n nacional que deb¨ªa dar paso a la independencia futura. Sin embargo, la mayor¨ªa de la sociedad no fue consciente de todo ello, a pesar de que instrumentalizaron convenientemente la lengua, la historia, la cultura y los medios de comunicaci¨®n. La semilla del soberanismo estaba sembrada.
Con superactuado dramatismo se pretende que Espa?a lleva 300 a?os oprimiendo a Catalu?a
En los ¨²ltimos 15 a?os, todo este proceso se aceler¨® abruptamente. El Estado de las autonom¨ªas se hab¨ªa ido transformando en una forma de Estado federal en los a?os noventa mediante el pacto suscrito en 1992 entre el PSOE y el PP seg¨²n el cual todas las comunidades aut¨®nomas asumir¨ªan las mismas competencias, a excepci¨®n de determinados hechos diferenciales establecidos en la Constituci¨®n: lengua, derechos hist¨®ricos, derecho civil e insularidad. Eran diferencias justificadas en la cultura, la historia, el derecho y la geograf¨ªa. Sin embargo, establec¨ªan la igualdad entre comunidades aut¨®nomas, el vilipendiado por los nacionalistas ¡°caf¨¦ para todos¡± que no es otra cosa que una estructura federal del Estado. Pero ello no puede ser admitido por los nacionalistas, que ante todo se dedican a fomentar las fantasmales diferencias en lugar de cultivar las evidentes similitudes.
Habiendo acertado en los tiempos o no, esto hay que comprobarlo, a partir de 2010 la tercera v¨ªa estrat¨¦gica que CiU ha estado propugnado ¡ªprimero paciencia y luego independencia¡ª ha llegado a su culminaci¨®n: Converg¨¨ncia y Esquerra ya sostienen lo mismo, la independencia, con alg¨²n peque?o matiz. Se ha llegado al final de un camino.
Por tanto, volviendo a la frase de Pompeu Gener que repet¨ªa Vallcorba, la de ¡°?adelante, adelante, sin idea y sin plan!¡±, no puede decirse que fuera exacta, pues hab¨ªa una idea y hab¨ªa un plan. Lo que no s¨¦ con seguridad es si este plan ha acertado en los tiempos, si este es el momento de dar el gran paso que se ha estado preparando con tanto cuidado. El ¡°endavant, endavant¡± afecta al resto de la frase porque, efectivamente, produce un apresuramiento irreflexivo, da preferencia a lo urgente y no a lo importante. Por ah¨ª es por donde flaquea todo, donde tiene raz¨®n Vallcorba. Ciertamente, es m¨¢s meditado que el golpe del 6 de octubre de 1934, aunque esto no resulta dif¨ªcil. Pero da la sensaci¨®n de que se han precipitado los acontecimientos, aprovechando una situaci¨®n econ¨®mica de debilidad y forzando, con un superactuado dramatismo, que Espa?a oprime a Catalu?a desde hace 300 a?os para que coincida con la fecha m¨¢gica de 1714. ?La mayor¨ªa de catalanes cree tales barbaridades? Pienso sinceramente que no.
Lo que sucede es que nadie, o casi nadie, defiende en p¨²blico aquella primera v¨ªa de catalanismo realista, inteligente y sensata que fue satisfecha con la Constituci¨®n y el Estatut, que ha dado 30 a?os de gran prosperidad y en la que podemos coincidir una gran mayor¨ªa de catalanes sin entrar en ninguna agria disputa con el resto de espa?oles ni entre nosotros mismos. El radicalismo nacionalista acabar¨¢ prostituyendo, incluso, el t¨¦rmino catalanismo. Algunos que nos declar¨¢bamos catalanistas, pero no nacionalistas, que nos sentimos satisfechos con la Constituci¨®n y el Estatuto de 1979, ahora se nos hace dif¨ªcil utilizar esta denominaci¨®n de catalanista, no sea que se nos confunda. A esto hemos llegado, a esto nos han llevado.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional y autor del libro Paciencia e independencia, publicado recientemente.
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