EI
Ahora se refuerza d¨ªa tras d¨ªa el integrismo yihadista, una patol¨®gica ceguera que ofrece a los esp¨ªritus d¨¦biles respuestas para todo, cobijo tribal, sentido y consuelo
Un par de lectores me han pedido que escriba un art¨ªculo sobre los criminales del nuevo Estado Isl¨¢mico. Los que crucifican a sus compatriotas por ser tibios (tardan tres d¨ªas en morir); los que decapitan con peque?os cuchillos a heroicos cooperantes que fueron a Siria a llevar agua, como el brit¨¢nico Haines. A decir verdad, me conmueve que los lectores crean que mi art¨ªculo pueda servir para algo; que las palabras, sean de quien sean, puedan contener la creciente marea de este espantoso infierno.
Aunque, si lo pienso bien, las palabras s¨ª sirven. Eso dice Malala, la ni?a a la que los talibanes dispararon en la cabeza por querer estudiar: ¡°Un l¨¢piz es m¨¢s poderoso que una pistola¡±. Y ella ha empe?ado la vida en demostrarlo. Y, si analizamos la evoluci¨®n hist¨®rica en Occidente, por ahora van ganando las plumas contra las hogueras inquisitoriales. Pero con qu¨¦ costes, a trav¨¦s de cu¨¢ntos siglos y cuant¨ªsimos m¨¢rtires. Oc¨¦anos de dolor hasta llegar a esta insegura playa. Y ahora aparecen los de EI. Que son igual de delirantes que los talibanes. Ahora se refuerza d¨ªa tras d¨ªa el integrismo yihadista, una patol¨®gica ceguera que ofrece a los esp¨ªritus d¨¦biles respuestas para todo, cobijo tribal, sentido y consuelo. S¨ª, yo tambi¨¦n creo que son un grav¨ªsimo peligro para el planeta entero. Son tan contagiosos como un virus y de una ferocidad de pesadilla. Y lo primer¨ªsimo que hay que tener en cuenta para combatirlos es que no representan al islam. Si musulmanes y occidentales caemos en la tentadora trampa de considerarnos enemigos, esos energ¨²menos nos comer¨¢n a todos. Tenemos que unirnos a los isl¨¢micos de bien, que son legi¨®n. Y no hablo s¨®lo de una ef¨ªmera coalici¨®n b¨¦lica, sino de intentar estrechar lazos, de compartir el mundo y respetarnos.
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