Literatos a cara descubierta
Desde que naci¨® la fotograf¨ªa, escritores y retratistas oscilaron de la desconfianza a la admiraci¨®n Escenas singulares que se re¨²nen para conmemorar los tres siglos de la Real Academia Espa?ola
¡°Lloremos, pues, y traduzcamos¡±. En la mente de Larra estaba la literatura, pero su frase podr¨ªa aplicarse a la fotograf¨ªa si la imagen no fuese un lenguaje universal. A los escritores espa?oles les cost¨® apreciar aquella nueva t¨¦cnica que arrebataba a la pintura el poder de atrapar la realidad. No hubo visionarios como Edgar Allan Poe, que en 1840, con la daguerrotipia reci¨¦n nacida, proclam¨® que era el m¨¢s extraordinario triunfo de la ciencia moderna. Gracias a ella se conserva un retrato del escritor tomado el mismo a?o de su muerte (1849). Tal vez Larra (cuyo rostro perdur¨® en grabados) habr¨ªa hecho lo propio, pero se suicid¨® tres a?os antes del nacimiento formal de la fotograf¨ªa en 1839. Desde entonces y hasta comienzos del siglo XX, la relaci¨®n entre escritores y fot¨®grafos bascul¨® entre el desprecio y la pasi¨®n, extremismos frecuentes en la pendular vida espa?ola. En esa interacci¨®n hist¨®rica indaga la exposici¨®n El rostro de las letras, organizada por la Comunidad de Madrid, Acci¨®n Cultural Espa?ola y la Real Academia Espa?ola en la Sala Alcal¨¢ 31 desde el 24 de septiembre, que adem¨¢s de las im¨¢genes que ilustran estas p¨¢ginas incorpora tambi¨¦n documentos, objetos y un audiovisual con filmaciones de la ¨¦poca.
La fotograf¨ªa arranc¨® a trompicones y minusvalorada. ¡°Espa?a no est¨¢ nunca en las vanguardias art¨ªsticas. Adopta tarde el pictorialismo a finales del XIX y tambi¨¦n lo abandona tarde, en los a?os veinte¡±, se?ala Publio L¨®pez Mond¨¦jar, una suerte de quijote de la memoria gr¨¢fica espa?ola, comisario de esta exposici¨®n y autor de un cat¨¢logo hist¨®rico sobre la relaci¨®n entre imagen y letras entre 1839 y 1939.
Quiz¨¢ la ausencia de referencias a la fotograf¨ªa en la obra de los escritores espa?oles se deba al desprecio de las clases dirigentes por la cultura¡±
La daguerrotipia pasa de puntillas ¨Ca menudo gracias a extranjeros como Th¨¦ophile Gautier, que viaja por Espa?a con una c¨¢mara en 1840¨C y apenas deja huellas. ¡°Quiz¨¢ la causa de esta asombrosa escasez de daguerrotipos y la consecuente ausencia de referencias a la fotograf¨ªa en la obra de los escritores espa?oles se deba al secular desprecio de nuestras clases dirigentes por la cultura, y a la ceguera y falta de iniciativa de los responsables pol¨ªticos y culturales a la hora de promover la emergente industria que nac¨ªa¡±, escribe L¨®pez Mond¨¦jar.
Ni siquiera uno de los pocos capaces de intuir el impacto de la nueva t¨¦cnica como el escritor Pedro Antonio de Alarc¨®n esquiv¨® el desd¨¦n. En 1859 reclut¨® a un fot¨®grafo en M¨¢laga para que le acompa?ara a los escenarios del conflicto en Marruecos. A su vuelta escribi¨® Diario de un testigo de la guerra en ?frica, donde no encontr¨® espacio para identificar al reportero gr¨¢fico, aunque s¨ª para presumir por la iniciativa. ¡°Alarc¨®n, tan amigo de s¨ª mismo como encendido patriota en un tiempo en que el patriotismo cotizaba al alza en los patios de la naci¨®n, olvidaba a las decenas de fot¨®grafos que hab¨ªan trabajado ya en Marruecos antes¡±, advierte el comisario.
Hasta la primera mitad del XIX hay que recurrir a los grabadores para conocer el rostro de autores espa?oles. Luego hay avances. Manuel Castellano, pintor y obsesivo coleccionista, acumul¨® casi 20.000 retratos realizados entre 1855 y 1875, entre los que figuran creadores como Eugenio de Hartzenbusch o Carolina Coronado. Castellano ¨Ccuya colecci¨®n se conserva en la Biblioteca Nacional¨C, ser¨ªa hoy un feliz usuario de Instagram. No debe estar lejos la necesidad actual de compartir selfies con el af¨¢n que mov¨ªa a los decimon¨®nicos a intercambiarse cartas de visita con sus im¨¢genes.
V¨ªdeo promocional de la exposici¨®n en Madrid.
Cuando tener un ¨¢lbum de retratos se convierte en un signo de distinci¨®n, la fotograf¨ªa explota. Sin embargo, ni escritores ni fot¨®grafos ten¨ªan grandes razones para el optimismo en el XIX (no siempre el pasado fue mejor). ¡°Ser escritor entonces, lo mismo que fot¨®grafo, era a¨²n algo extravagante y lleno de contrariedades¡±, se?ala Publio L¨®pez. No se le¨ªa por una raz¨®n elemental: m¨¢s del 70% de la poblaci¨®n era analfabeta en 1875, y entre las preocupaciones de quienes gobernaban no figuraba como prioridad que dejaran de serlo.
En aquella sociedad isabelina, los autores posan en manieristas im¨¢genes de estudio. Fotos que envejecen mal, con m¨¢s valor documental que art¨ªstico. Un peaje que pag¨® incluso Laurent, considerado el m¨¢s grande de los fot¨®grafos del XIX por Publio L¨®pez, que se refiere as¨ª al retrato que tom¨® a B¨¦cquer en 1865: ¡°Lo que prima en ¨¦l, m¨¢s que la persona del poeta, es la desmesura de una escenograf¨ªa de inspiraci¨®n caribe?a, que se ense?orea de la escena y del propio escritor, empeque?ecido por el exceso del decorado y de su levit¨®n con leontina (¡). No es f¨¢cil adivinar en este lechuguino que nos muestra Laurent al escritor que habit¨® siempre en la gruta baudeleriana, condenado al infierno de la libertad; al poeta que a?os antes hab¨ªa retratado su hermano Valeriano, con la mirada atormentada de un ¨¢ngel desterrado¡±.
El artificio iconogr¨¢fico ser¨¢ sustituido cuando se afianza el fotoperiodismo. ¡°El retrato fotogr¨¢fico cambi¨®¡±, se?ala el historiador, ¡°cuando el periodismo gr¨¢fico es capaz de introducir la fotograf¨ªa en otros escenarios a finales del XIX con la salida de publicaciones como Blanco y Negro o Nuevo Mundo¡±. Los autores son retratados en sus domicilios, en sus lechos de muerte ¨Clas fotos con el cad¨¢ver de Blasco Ib¨¢?ez en su cama se convirtieron en una gran exclusiva¨C o en tertulias de caf¨¦s, otro decorado donde letraheridos y retratistas van de la mano. M¨¢s que un decorado, a decir de Valle-Incl¨¢n, ¡°el Caf¨¦ de Levante ha ejercido m¨¢s influencia en la literatura y en el arte contempor¨¢neo que dos o tres universidades y academias¡±.
¡°Conozco 200 fotos de Gald¨®s y en 180 est¨¢ con un gato y un perro¡±, bromea el historiador Publio L¨®pez Mond¨¦jar
Si hay un autor que sintetiza en s¨ª mismo la evoluci¨®n del retrato es Benito P¨¦rez Gald¨®s. Las instant¨¢neas de sus primeros a?os en Madrid, adonde lleg¨® en 1862, le muestran formal y lejano para las tarjetas, nada equiparable a la calidez que desprenden los retratos que le har¨ªan Alfonso o Calvache a comienzos del siglo XX. ¡°Conozco 200 fotos de Gald¨®s y en 180 est¨¢ con un gato o un perro¡±, bromea el fotohistoriador L¨®pez Mond¨¦jar. Era un t¨ªmido que amaba la fotograf¨ªa, que contribuy¨® a convertirle en uno de los escritores m¨¢s populares.
Gald¨®s fue tambi¨¦n el impulsor de uno de los pocos retratos que se conservan de Leopoldo Alas. Y hubo sus m¨¢s y sus menos. Despu¨¦s de vencer su reticencia y aguantar las puyas de su colega, Clar¨ªn escrib¨ªa al autor de Fortunata y Jacinta: ¡°C¨®rtese usted el pelo y la barba, madrugue, vaya a casa del fot¨®grafo, col¨®quese en una actitud digna y modesta a la par, seg¨²n entiende el fot¨®grafo la modestia y la dignidad, haga usted todo esto por un amigo, y despu¨¦s aguante que el tal le llame perro nada m¨¢s porque usted no le ha enviado todav¨ªa el retrato y el de mi primog¨¦nito¡±.
Este intercambio que hoy parece ?o?o fue una costumbre duradera. ¡°Estuve en tu casa la otra noche y te hab¨ªas ido ya. Te dej¨¦ mi retrato para ti. M¨¢ndame el tuyo¡±, le escribi¨® Juan Ram¨®n Jim¨¦nez a Antonio Machado en 1914. Esta ¨¦poca luminosa para los fot¨®grafos se quebrar¨¢ con la dictadura a partir de 1939, cuando se recupera un trasnochado pictorialismo y se expulsa a los grandes reporteros al exilio (geogr¨¢fico o profesional). Uno de los castigados fue Alfonso, que en sus a?os de gloria recib¨ªa entregadas dedicatorias de escritores: ¡°Al m¨¢ximo Alfonso del m¨ªnimo Azor¨ªn¡±.
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