Kurdist¨¢n, el otro Irak
No hay una frontera formal, pero un abismo separa a la comunidad kurda del resto de Irak Hace apenas dos d¨¦cadas sufr¨ªa la ira genocida de Sadam Husein Hoy, gracias a la autonom¨ªa pol¨ªtica y al petr¨®leo, la regi¨®n est¨¢ en plena expansi¨®n econ¨®mica Una prosperidad amenazada por la violencia extremista del Estado Isl¨¢mico
Familias y parejas pasean despreocupadas por los pasillos refrigerados del centro comercial, o charlan animadamente en las cafeter¨ªas que salpican cada una de sus tres plantas. En las salas de cine proyectan Los Mercenarios 3 y Guardianes de la Galaxia. En el supermercado, de una cadena francesa, venden el mismo chocolate que en Par¨ªs o en Madrid. Y el elenco de tiendas de ropa incluye Mango y Springfield, entre otras marcas internacionales. S¨®lo el cacheo a la entrada del Family, como se llama el ¨²ltimo mall inaugurado en Erbil, la capital kurda, da una pista de que nos encontramos en Irak. Al menos formalmente.
Ni por la carretera que llega de Bagdad ni por la que conecta con Mosul se cruza frontera alguna. Sin embargo, ya antes de que las huestes del autodenominado Estado Isl¨¢mico cortaran esos accesos exist¨ªa una intangible l¨ªnea divisoria que marcaba la diferencia entre la regi¨®n aut¨®noma de Kurdist¨¢n y el resto de Irak. No hay una barrera f¨ªsica. Las elevadas monta?as de la cordillera de los Zagros a¨²n est¨¢n m¨¢s al norte, se?alando las lindes con Ir¨¢n y Turqu¨ªa. Aqu¨ª el paisaje sigue siendo ¨¢rido, y los puestos de control de los peshmergas (las milicias kurdas reconvertidas en una especie de Guardia Nacional) no piden el pasaporte sino la ikama, el permiso de residencia.
A partir de ese momento, desaparece la bandera roja, blanca y negra de Irak para dejar paso a la roja, blanca y verde con un sol en medio. La colorida (alaya rengin), como los kurdos llaman a su ense?a, se hace omnipresente en lo alto de las cimas que se divisan en el horizonte, adem¨¢s de en todos los edificios oficiales de las localidades que se atraviesan. Es, junto a los bombachos del traje nacional masculino, el s¨ªmbolo m¨¢s visible de su hecho diferencial.
¡°No somos ¨¢rabes¡±, es lo primero que aclara cualquier kurdo al visitante extranjero. Con una lengua y una cultura propias, ese pueblo se vio privado de un Estado independiente cuando tras la I Guerra Mundial se distribuyeron los despojos del Imperio otomano. Desde entonces los kurdos quedaron repartidos entre Turqu¨ªa, Irak, Ir¨¢n y Siria. Pero ha sido en la antigua Mesopotamia donde la historia reciente les ha abocado a un autogobierno que hace evidente el abismo con la parte ¨¢rabe. En buena medida, el Kurdist¨¢n iraqu¨ª se ha convertido en un escaparate de lo que podr¨ªa haber sido todo el pa¨ªs sin el sectarismo que lo infecta desde que Estados Unidos derribara a Sadam Husein en 2003.
La diferencia se percibe desde que se aterriza en Erbil, Hawler en kurdo. Su flamante aeropuerto, con un centenar de vuelos semanales, da una imagen organizada y eficaz, sin la sensaci¨®n de estar bajo el permanente estado de excepci¨®n que se percibe en Bagdad. A la salida se puede coger sin peligro un taxi hasta el hotel. La oferta de estos no deja de crecer. Varias cadenas internacionales han apostado por abrir establecimientos, algo demasiado arriesgado en aquella ciudad que sufre atentados y asesinatos sectarios casi a diario. Al mismo ritmo han llegado inversores, hombres de negocios y, sobre todo, ejecutivos de compa?¨ªas de petr¨®leo.
El a?o 2003 es una fecha clave para la regi¨®n aut¨®noma. La Operaci¨®n Libertad para Irak, que muchos iraqu¨ªes ¨¢rabes (y no s¨®lo sun¨ªes) vieron como una ocupaci¨®n, fue para los kurdos una liberaci¨®n. Hasta entonces este pueblo orgulloso de sus tradiciones se hab¨ªa sentido bajo el yugo de Bagdad. A pesar de que la antigua Constituci¨®n reconoc¨ªa su identidad diferenciada, en la pr¨¢ctica bajo los Gobiernos panarabistas del Baaz, y sobre todo bajo Sadam, se reforz¨® el proceso de arabizaci¨®n lanzado a principios de los a?os sesenta del siglo pasado y que incluy¨® importantes desplazamientos de colonos ¨¢rabes. Pero lo m¨¢s grave fue el intento de aniquilarlos f¨ªsicamente.
Para entender el Kurdist¨¢n iraqu¨ª hay que visitar la localidad de Halabja. All¨ª se levanta un triste (y feucho) monumento en memoria de las v¨ªctimas de los ataques qu¨ªmicos con los que Sadam castig¨® los anhelos de independencia kurda a finales de la guerra con Ir¨¢n (1980-1988). Seg¨²n la fiscal¨ªa iraqu¨ª, la ominosa Operaci¨®n Anfal mat¨® a 182.000 personas, destruy¨® 4.500 aldeas y desplaz¨® a un tercio de los 3,5 millones de habitantes que entonces ten¨ªa la regi¨®n. Hoy la poblaci¨®n se ha duplicado, pero aquella atrocidad sigue grabada en la memoria colectiva alentando una desconfianza instintiva hacia los ¨¢rabes.
¡°No, no tengo amigos ¨¢rabes. No son de fiar y adem¨¢s no tenemos nada en com¨²n¡±, confiesa Hogar, un estudiante universitario
¡°No, no tengo amigos ¨¢rabes. No son de fiar y adem¨¢s no tenemos nada en com¨²n¡±, confes¨® Hogar M., un universitario a quien le extra?aba que se le hiciera la pregunta. El recelo es general y ahora, tras la ofensiva del Estado Isl¨¢mico, se ha agravado con la obsesi¨®n de que existen c¨¦lulas durmientes entre los cientos de miles de desplazados que han sido acogidos en territorio kurdo. Los ¨¢rabes, por su parte, se quejan de la existencia de filtros que limitan a qui¨¦nes pueden entrar en la regi¨®n aut¨®noma, de restricciones una vez all¨ª para trabajar o desplazarse y de discriminaci¨®n.
Un par de a?os despu¨¦s de la Operaci¨®n Anfal, la ocupaci¨®n de Kuwait por el dictador dio pie a un nuevo levantamiento kurdo y Estados Unidos instaur¨® una zona de protecci¨®n a¨¦rea que hizo realidad la autonom¨ªa que de boquilla le conced¨ªa la vieja Constituci¨®n iraqu¨ª. Fue tambi¨¦n el inicio de un proceso de autogesti¨®n al margen del Gobierno central que oblig¨® a los pol¨ªticos kurdos a replantearse sus enemistades internas y a ocuparse de la gobernanza de un territorio de 40.600 kil¨®metros cuadrados (similar a Extremadura), pero cuyas reclamaciones hist¨®ricas casi duplican esa extensi¨®n. Tras la guerra civil de mediados de los noventa, los dos principales grupos pol¨ªticos, la Uni¨®n Patri¨®tica y el Partido Democr¨¢tico, hicieron las paces con la mediaci¨®n de Washington, a quien luego ayudaron para derribar a Sadam, y sentaron las bases para la cuasi independencia de que disfrutan.
Hoy el Kurdist¨¢n iraqu¨ª es un Estado en formaci¨®n. Tiene todos los elementos de una naci¨®n, como elecciones, Parlamento o Gobierno, pero no pol¨ªtica exterior, presupuesto y Ej¨¦rcito propios (aunque la seguridad interna est¨¦ en manos de los peshmergas y el Ej¨¦rcito iraqu¨ª s¨®lo pueda entrar en territorio kurdo con permiso de sus autoridades). A pesar del sue?o de emancipaci¨®n pol¨ªtica que todo kurdo alberga en su coraz¨®n, la prioridad de sus dirigentes ha sido hasta ahora el desarrollo que haga sostenible ese objetivo.
¡°El deseo de independencia ha estado ah¨ª desde 1991-1992 cuando elegimos el primer Gobierno [regional] y los l¨ªderes lo han contenido por realismo¡±, explicaba hace poco a esta corresponsal Dlawer Ala¡¯Aldeen, presidente del Middle East Research Institute (MERI), un centro de estudios que aspira a ser independiente en un entorno donde el propio Ala¡¯Aldeen reconoce que todo el mundo est¨¢ afiliado.
La regi¨®n, a menudo descrita como ¡°el otro Irak¡± por su estabilidad, seguridad y prosperidad, ha experimentado un verdadero boom econ¨®mico. Con unas reservas estimadas de 45.000 millones de barriles de petr¨®leo y cantidades desconocidas de gas natural, ha atra¨ªdo 20.000 millones de d¨®lares desde que la Ley de Inversiones abriera la puerta a las compa?¨ªas internacionales de petr¨®leo en 2006. Seg¨²n datos del Gobierno aut¨®nomo, unas dos mil empresas han invertido directamente o abierto oficinas de representaci¨®n en la regi¨®n. La mitad de ellas son turcas y tres centenares iran¨ªes, lo que indica que ambos vecinos han actuado con rapidez para aprovechar las oportunidades que abri¨® el final de la dictadura.
La econom¨ªa del Kurdist¨¢n iraqu¨ª se encuentra entre las de mayor crecimiento de Oriente Pr¨®ximo. Tras varios a?os con tasas de dos d¨ªgitos, desde 2012 se ha estabilizado en torno al 7%-8%. Su renta per capita, cifrada en 11.400 d¨®lares anuales, es casi el doble que la media nacional. Pero es sobre todo la seguridad lo que marca la diferencia con el resto de Irak, sumido en el sectarismo, y hace posible ese desarrollo.
A los pies de la Ciudadela de Erbil, declarada patrimonio de la humanidad el pasado junio, se han instalado una veintena de consulados y representaciones extranjeras, un claro reconocimiento de su creciente peso. Ese recinto, que se precia de ser el asentamiento habitado de forma ininterrumpida m¨¢s antiguo del mundo, es objeto de un ambicioso plan de rehabilitaci¨®n que aspira a transformar el coraz¨®n de la ciudad, dando cabida a un barrio orientado a la promoci¨®n del patrimonio hist¨®rico, las artes y la cultura.
Urbanizaciones con nombres como English Village, Empire o Downtown, destinadas a las ¨¦lites y a los extranjeros, apuntan a que Erbil se mira en el espejo de Dub¨¢i y otras ciudades del golfo P¨¦rsico. Como en ellas, han surgido modernas torres de oficinas, centros comerciales, concesionarios de coches de alta gama y tiendas de marcas de lujo. Su estabilidad atrae a acomodados sirios, libaneses o egipcios que huyen de la violencia y la incertidumbre pol¨ªtica de sus pa¨ªses. Pero no s¨®lo se construye en la capital. Hasta en el pueblo m¨¢s remoto se est¨¢n levantando barriadas enteras para reemplazar a las modestas viviendas existentes, que en muchos casos carecen de electricidad, agua corriente o servicio de alcantarillado. Tambi¨¦n nuevas carreteras, campus universitarios y, por supuesto, infraestructuras para la industria de los hidrocarburos.
Este r¨¢pido crecimiento tiene no obstante claroscuros. Adem¨¢s de las recurrentes denuncias de clientelismo y corrupci¨®n, inevitablemente asociadas con una sociedad que todav¨ªa mantiene una estructura de clanes, hay importantes debilidades estructurales.
El deseo de independiencia ha estado ah¨ª desde los a?os 1991-1992, cuando elegimos el primer Gobierno regional¡±
¡°Se trata de una econom¨ªa rentista, que no produce nada m¨¢s que petr¨®leo y basada en las transacciones en efectivo¡±, se?ala el economista Roger Guiu, de MERI. A falta de un sistema bancario, los petrod¨®lares obtenidos se van sobre todo al sector inmobiliario, lo que hace temer que ese auge del ladrillo termine convirti¨¦ndose en un lastre. De hecho, ya empiezan a verse edificios que se han quedado a medio construir, bien porque el propietario carece de fondos para terminar el proyecto o porque a¨²n no ha decidido su destino.
Otro problema es la ausencia de incentivos para invertir en el sector productivo. Todo se importa, desde los materiales de construcci¨®n hasta los alimentos. La agricultura, que en tiempos fue la principal fuente de sustento de la regi¨®n, casi ha desaparecido. Las rentas del petr¨®leo hacen innecesaria la diversificaci¨®n.
Adem¨¢s, las tensiones con el Gobierno central, en especial sobre la explotaci¨®n directa del petr¨®leo, han frenado a muchas empresas que temen verse atrapadas en un embrollo legal o castigadas con el veto de Bagdad para participar en sus licitaciones. De momento, la interrupci¨®n de las transferencias de su parte del presupuesto ha ocasionado un par¨®n tanto de proyectos como de consumo. Desde enero se producen retrasos en el pago a los funcionarios p¨²blicos (el 60% de la poblaci¨®n activa), quienes se han visto obligados a tirar de ahorros o a restringir sus gastos a lo imprescindible.
La prevenci¨®n se ha transformado en miedo este verano, a ra¨ªz del ataque del Estado Isl¨¢mico a las posiciones de los pesh?mergas. Aunque Erbil se va recuperando poco a poco de la sacudida, el susto ha puesto de relieve la vulnerabilidad de los logros alcanzados. Las compa?¨ªas a¨¦reas suspendieron sus vuelos, las empresas petroleras enviaron fuera a sus trabajadores extranjeros y, de repente, el futuro qued¨® pendiente de un hilo.
¡°El Estado Isl¨¢mico ha mostrado el fracaso del sistema iraqu¨ª, lo que constituye una oportunidad para los kurdos¡±, interpreta el anteriormente citado Ala¡¯Aldeen. Los peshmergas aprovecharon la huida del Ej¨¦rcito iraqu¨ª ante el avance de los yihadistas para adelantar sus posiciones hasta lo que consideran sus fronteras hist¨®ricas. No obstante, el polit¨®logo admite que lo ocurrido plantea retos. Por un lado, ese grupo ¡°tambi¨¦n se ha vuelto contra los kurdos y sacado partido de [sus] debilidades, como la falta de preparaci¨®n de [sus] fuerzas frente al terrorismo¡±. Por otro, ¡°la Administraci¨®n kurda no es s¨®lida; carece de un presupuesto [propio] y la poblaci¨®n no est¨¢ lo suficientemente cohesionada¡±.
¡°A¨²n estamos en proceso de construcci¨®n del Estado, necesitamos m¨¢s apoyo internacional¡±, se?ala convencido de que Kurdist¨¢n puede convertirse en esa isla de estabilidad que los kurdos desean, si son capaces de superar sus ¡°tendencias a la divisi¨®n¡±. ¡°Resulta dif¨ªcil, pero hay voluntad y determinaci¨®n de hacerlo¡±, asegura. En su opini¨®n, los pol¨ªticos ya no tienen alternativa porque est¨¢n sujetos a la presi¨®n de una prensa libre que no permite que se guarden esqueletos en el armario; los votantes pueden castigarles; existe una oposici¨®n crecientemente vocal; los inversores internacionales no est¨¢n dispuestos a arriesgar si no hay seguridad y Estado de derecho; y finalmente ha llegado el Estado Isl¨¢mico y ha mostrado la necesidad de estar unidos. ¡°Si esas presiones desaparecen, no somos distintos del resto de Irak¡±, advierte sin embargo Ala¡¯Aldeen. ¡°Tenemos la misma diversidad ¨¦tnica y confesional, una mentalidad pol¨ªtica similar y, si no cambiamos, podemos deteriorarnos exactamente a la misma velocidad¡±, concluye.
A 200 kil¨®metros de la capital y recientemente unida por una autov¨ªa, Suleimaniya ha apostado por convertirse en el centro cultural de la regi¨®n. La ciudad, que alberga dos universidades, est¨¢ llena de caf¨¦s, galer¨ªas de arte y museos. Como en el caso del monumento de Halabja, uno de ellos est¨¢ dedicado a preservar la memoria de la historia reciente. Se trata de la C¨¢rcel Roja (Amna Suraka, en kurdo), una prisi¨®n de la ¨¦poca de Sadam donde estuvieron detenidos y fueron torturados muchos presos pol¨ªticos kurdos hasta que los peshmergas la tomaron en 1991. All¨ª se recuerda, con crudeza, c¨®mo funcionaban las t¨¦cnicas de la dictadura, otra buena raz¨®n para llevar el desarrollo m¨¢s all¨¢ de los centros comerciales y profundizar en la democratizaci¨®n de Kurdist¨¢n.
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