Lo privado
Este pa¨ªs maleducado cree que lo suyo es inviolable, pero viola lo p¨²blico
Escribo ¡°lo privado¡± porque quiero referirme a lo p¨²blico. Lo p¨²blico es lo privado por otros medios. Cuidamos lo privado porque es nuestro, lo consideramos inviolable, como nuestra intimidad. Sin embargo, a lo p¨²blico lo consideramos ajeno, parte de un Estado que aborrecemos, elemento de una Administraci¨®n que no nos gusta, manejada adem¨¢s por pol¨ªticos y por funcionarios que llevan a?os disgust¨¢ndonos.
Este pa¨ªs maleducado cree que lo suyo es inviolable, pero viola lo p¨²blico. En Madrid, donde escribo, el verano pas¨® de puntillas por la ciudad porque la Administraci¨®n municipal no tuvo el decoro de limpiarla. Maldito Ayuntamiento, es verdad. Pero los desperdicios que ve¨ªamos por la ma?ana los que pase¨¢bamos en agosto por sus calles principales (incluidas las adyacentes al Palacio de Correos) fueron arrojados o vertidos o dispuestos la noche anterior por cientos o miles de viandantes que consideraron que era m¨¢s pr¨¢ctico hacer que la ciudad fuera un v¨¢ter que buscar un v¨¢ter.
As¨ª que los que nos encontr¨¢bamos con el detritus maldec¨ªamos a Ana Botella y a los suyos, pero no nos acord¨¢bamos de que somos nosotros mismos los que consideramos que como el aire es libre hay que empobrecerlo. Tenemos, pues, en gran estima lo privado, pero tratamos lo p¨²blico con el desprecio que usamos para referirnos a nuestros adversarios como si tuvieran que desaparecer debajo del manto de nuestra indiferencia o de nuestro rencor.
Cuanto menos respeto tengamos por el otro individuo, menos respeto tendremos por lo que significa lo p¨²blico
No es tan solo un asunto administrativo o pol¨ªtico el desprecio de lo p¨²blico desde la esfera privada; es tambi¨¦n una cuesti¨®n sentimental, y educativa. Cuanto menos respeto tengamos por el otro individuo (privado), menos respeto tendremos por lo que significa lo p¨²blico. En la base de este desafuero est¨¢ nuestra falta de educaci¨®n, que no es tan solo expresi¨®n de urbanidad, sino que tiene que ver con los presupuestos y con la pol¨ªtica, por tanto. Sobre todo, con la pol¨ªtica. Si la pol¨ªtica condujera de veras los presupuestos de un pa¨ªs nuevo y mejor, la educaci¨®n estar¨ªa en el primer rengl¨®n, pero esa es una asignatura que no conseguimos aprobar.
Eso es lo p¨²blico, que no sabemos respetar. Ahora ya hemos visto lo que ha pasado con el dinero p¨²blico (?o privado?) de la vieja Caja Madrid, de qu¨¦ manera dispon¨ªan (para lo privado) los que hab¨ªan sido elegidos para administrar lo p¨²blico. Eso no solo sonroja porque muestra el poco respeto que estos se?ores ten¨ªan por lo de otros, sino por el poco respeto que se ten¨ªan. ?C¨®mo no tuvieron la pulsi¨®n de decir que eso no era suyo? ?C¨®mo es posible ese desverg¨¹enza en la gesti¨®n p¨²blica? Pues es f¨¢cil deducir que porque tienen poco respeto tambi¨¦n por lo privado, porque en circunstancias iguales ser¨ªan capaces de apropiarse tambi¨¦n de lo privado. ?Que no es as¨ª? Probablemente, pero a veces si no exageras no te agarran la met¨¢fora.
Ahora se publica un libro admirable de Javier Pradera (Corrupci¨®n y pol¨ªtica. Los costes de la democracia. Galaxia Gutenberg). Hombres de ese rigor sab¨ªan que la democracia es como la silla del dictador portugu¨¦s que describe Jos¨¦ Saramago. Poco a poco la silla se va hundiendo con sus termitas, mientras nosotros pensamos que como las termitas no son nuestras no importa que la silla se vaya al garete.
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