Vocablos disponibles para resolver conflictos
Vamos a necesitar que las palabras y su historia nos ayuden mucho a partir de ahora
La palabra ¡°d¨ªa¡± representa un concepto que abarca tanto el d¨ªa como la noche, porque en sus 24 horas se producen momentos en que es de noche y otros en los cuales es de d¨ªa. De ese modo, el d¨ªa y la noche forman parte del d¨ªa; y la expresi¨®n ¡°el d¨ªa¡± puede oponerse a ¡°la noche¡±, pero tambi¨¦n incluirla.
El t¨¦rmino ¡°signo¡± contiene tanto el signo (la letra, por ejemplo) como su ausencia (el espacio en blanco que indica el final de una palabra y el comienzo de otra). De tal manera, el vocablo ¡°signo¡± incluye el signo y el no signo, porque el espacio en blanco ¡ªla ausencia de signo¡ª es asimismo un signo; y los dos forman parte de la escritura del mismo modo que la m¨²sica y el silencio forman parte de la m¨²sica.
La voz ¡°Tierra¡± nombra un planeta que no s¨®lo contiene tierra, sino tambi¨¦n mar, y hablamos de la Tierra, pero sabemos que con esa palabra estamos nombrando igualmente el agua.
Convivimos, pues, con significados de palabras que se contienen a s¨ª mismas.
De igual manera que el d¨ªa
Muchos catalanes consideran que su territorio y sus gentes constituyen una naci¨®n, y algunos representantes quisieron llevar esa vinculaci¨®n sentimental al articulado del nuevo Estatut. Otros opusieron a ello que la palabra ¡°naci¨®n¡± (quiz¨¢ sin recordar que anta?o fue ¡°el acto de nacer¡±, y de ah¨ª ¡°ciego de naci¨®n¡±, ¡°aragon¨¦s de naci¨®n¡±¡) est¨¢ reservada a Espa?a, as¨ª que ese t¨¦rmino se difumin¨® en el pre¨¢mbulo con esta frase insuficiente: ¡°El Parlamento de Catalu?a (¡) ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Catalu?a como naci¨®n¡±. Y se perdi¨® una oportunidad de encontrarse m¨¢s cerca en las palabras.
De igual manera que el d¨ªa incluye el d¨ªa, existen Estados formados por Estados, y pueden darse naciones formadas por naciones. Alemania es un Estado de Estados, lo mismo que M¨¦xico, Brasil y muchos otros pa¨ªses, como Estados Unidos.
La expresi¨®n ¡°naci¨®n de naciones¡± fue rechazada durante los debates sobre el nuevo Estatut por quienes reservaban ¡°naci¨®n¡± para su concepto de ¡°Espa?a¡±. Pero Espa?a ya ten¨ªa su palabra: ¡°Espa?a¡±, precisamente. Y si pensamos en una Espa?a plural, con ella puede designarse, si de tal modo lo deciden los espa?oles, una realidad formada por varias Espa?as.
No nos referimos aqu¨ª a ¡°las dos Espa?as¡± de Machado que nos hielan el coraz¨®n, sino a ¡°las Espa?as¡± sobre las que reinaron Carlos I y sus sucesores, denominados ¡°reyes de las Espa?as¡±; y a ¡°las Espa?as¡± en boca de autores como Pierre Vilar (1962), Ernest Lluch (1999) o Santiago Mu?oz Machado (2014). Una expresi¨®n que, contra lo que pudiera pensarse, no se us¨® para abarcar las tierras de ultramar (naci¨® mucho antes de 1492, y adem¨¢s aquel t¨ªtulo dec¨ªa ¡°rey de las Espa?as y de las Indias¡±), sino para evocar los distintos territorios de la corona y su gran extensi¨®n.
La Constituci¨®n espa?ola de 1837 manten¨ªa ese plural. Su texto comenzaba as¨ª: ¡°Do?a Isabel II, por la gracia de Dios y la Constituci¨®n de la Monarqu¨ªa Espa?ola, Reina de las Espa?as, y en su Real nombre¡¡±. Y recalcaba m¨¢s adelante, en el art¨ªculo 50: ¡°La Reina leg¨ªtima de las Espa?as es Do?a Isabel II de Borb¨®n¡±. Espa?a, en efecto, ha sido un reino de reinos, una corona de coronas, un conjunto de Espa?as.
Las palabras no son en s¨ª mismas culpables de nada. No deber¨ªamos temerlas cuando se dirigen al mutuo entendimiento. Incluso en la actual Constituci¨®n se pudo escribir ¡°naciones¡± (en vez del t¨¦rmino eufem¨ªstico ¡°nacionalidades¡±) para diferenciar entre comunidades espa?olas. Pero hubo miedo, entonces comprensible.
Los idiomas de Espa?a disponen de recursos suficientes para facilitar el encuentro de quienes lo busquen. Las Constituciones, los estatutos, las leyes se elaboran con palabras. Con palabras viejas se puede construir una Constituci¨®n nueva; y un nuevo Estatuto, y leyes renovadas. Vamos a necesitar que las palabras y su historia nos ayuden mucho a partir de ahora. Y la voluntad de convivir tendr¨¢ siempre palabras disponibles, que vendr¨ªan en nuestro socorro si las llam¨¢semos. ¡°Naci¨®n¡± entre ellas.
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