?A la trena?
Hay una gran divisi¨®n de la opini¨®n sobre el saqueo del dinero con las tarjetas m¨¢gicas que utilizaban los consejeros de Caja Madrid
Observo que hay una gran divisi¨®n de la opini¨®n en los lugares p¨²blicos sobre el saqueo del dinero con las tarjetas m¨¢gicas que utilizaban los consejeros de Caja Madrid. Las voces m¨¢s moderadas sugieren que los principales implicados deber¨ªan estar ya en la c¨¢rcel, mientras los m¨¢s indignados reclaman su inmediato ingreso en la trena. Pero todo este clamor de la multitud suele ser atemperado por los m¨¢s esc¨¦pticos, los ¨²ltimos en hablar, que ponen a pie de p¨¢gina la nota realista en esta Espa?a de serie negra: ¡°A mi lo que me preocupa es la suerte del juez. Este hombre acaba en el ¨¢rbol del ahorcado¡±. Y todo el mundo se calla porque hay tiempos en que la hip¨®tesis m¨¢s canalla es la m¨¢s veros¨ªmil. Una posible salida ser¨ªa tratar el caso como un problema de salud p¨²blica. Como una toxicoman¨ªa. La adicci¨®n de las tarjetas m¨¢gicas tiene una gran semejanza con el efecto efusivo, de omnipotencia, que producen algunas sustancias psicoestimulantes. La gran diferencia es que las tarjetas funcionaban. No eran un espejismo ef¨ªmero. El capitalismo m¨¢gico exist¨ªa de verdad: un cajero incesante, inagotable. Y tambi¨¦n exist¨ªa, al fin, el superhombre. All¨ª estaba, con su pin m¨¢gico, como un apuesto macho de la Escuela de Chicago. Ese es otro detalle: entre los principales saqueadores solo hay una se?ora. La mayor¨ªa de las mujeres que administran no concilian bien con el capitalismo m¨¢gico: en lugar de fundir la pasta de los ahorradores en clubes y safaris tienen esa tendencia a preocuparse por el hambre, la enfermedad o la pobreza. No le deseo la chirona a nadie. Ser¨ªa ejemplar, e incluso m¨¢gico, asignar a los saqueadores trabajos comunitarios. A Blesa, la limpieza de letrinas de ancianos estafados por las preferentes. Y a Rato, un seminario sobre el d¨¦ficit p¨²blico en el Hospital Carlos?III.
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