Mercadillo de ropa: hoy por ti, ma?ana por m¨ª
Estoy esperando gemelos, lo que implica muchas cosas, pero sobre todo significa que tengo que aprovechar la espera para preparar su llegada. Y la preparaci¨®n se traduce, lo quieras o no, en invertir dinero para conseguir todo aquello que no tienes y que impepinablemente vas a necesitar. Y m¨¢s cuando tu ¨²nico hijo tiene 6 a?os y todos los trastos y cachivaches de beb¨¦ que en su momento inundaron la casa pasaron ya ¡°in illo tempore¡± a otras manos agradecidas.
Por suerte aqu¨ª en Francia, donde vivo, existe mucha tradici¨®n en la compra y venta de productos de segunda mano. A nadie se le caen los anillos por deambular en los rastros, que florecen especialmente en primavera y verano, y de paso aprovechar el pase¨ªllo para amueblar la casa o equipar a los ni?os para la nueva temporada. Tengo unos amigos, gente bien, propietarios de una casa con jard¨ªn y de una segunda residencia, felices padres de 3 hijos, que confiensan sin rubor vestir a sus 3 v¨¢stagos a base de ropa de segunda mano. El inter¨¦s por parte del consumidor por lo ¡°usado pero a¨²n usable¡± est¨¢ all¨ª, est¨¢ claro.
Y las facilidades que da la administraci¨®n p¨²blica, junto con las asociaciones c¨ªvicas y sociales, hacen el resto. Para esos amigos m¨ªos resulta f¨¢cil acceder a ropa usada porque su peque?o municipio organiza peri¨®dicamente un mercadillo de ropa. Y si no les convence ni el producto expuesto en esa edici¨®n ni les va bien la fecha del encuentro, ning¨²n problema, porque todos los municipios de los alrededores montan igualmente sus mercadillos, algunos con periodicidad mensual o incluso semanal. Pienso a menudo que Francia es un pa¨ªs rico porque sabe lo que vale un jersey. Y por eso lo conserva, lo remienda, lo revende, lo recompra. Y el dinero sobrante se invierte en lo que realmente merece la pena.
En el mercadillo no va uno s¨®lo de consumidor pasivo sino tambi¨¦n en modo de vendedor activo. La gracia consiste en que un a?o vas a proveerte, como es ahora mi caso. Y al a?o siguiente te conviertes t¨² en el vendedor ocasional. Si no hay verg¨¹enza en comprar cosas usadas tampoco la hay en revender lo que ya no te sirve. ?De d¨®nde viene ese apego nuestro a coleccionar la ropita del ni?o? ?De d¨®nde ese deseo de guardar y almacenar, como si los pantaloncitos fueran a crecer a su mismo ritmo o como si atesorarlos fuera a garantizarnos su futura felicidad? Como dec¨ªa m¨¢s arriba, me siento afortunada de vivir en Francia.
En mi ciudad, una ciudad peque?a sin trascendencia, y en mi barrio, un barrio casi sin nombre, hay sin embargo un centro sociocultural muy activo, que organiza 2 veces al a?o un mercado de ropa de segunda mano para ni?os (de 0 a 16 a?os) y embarazadas. Y no s¨®lo ropa. Tambi¨¦n se compran y venden juguetes, libros infantiles y material de puericultura. Los vecinos pueden ir a deshacerse de lo que ya no necesitan o a adquirir lo que les resulta indispensable. Me gast¨¦ unos 15 euros y sal¨ª con kilos de ropa: pijamas, bodys, conjuntos de paseo, sacos de dormir, incluso un par de cuadros para decorar la habitaci¨®n de los gemelos. En realidad, los mercadillos de compra-venta como estos no son m¨¢s que los antepasados del hipermoderno consumo colaborativo.
El centro sociocultural del barrio es una asociaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro, financiada en gran parte por la administraci¨®n p¨²blica. Para el mercadillo movilizan a unas 15 personas voluntarias, quienes los d¨ªas previos a la venta se dedican a registrar las prendas que entran y a ordenarlas y el d¨ªa D ejercen de vendedoras. Las voluntarias suelen ser mujeres mayores, ya retiradas, quienes no sacan un provecho directo del mercadillo, pero encuentran en este tipo de actividades una ocasi¨®n para salir de casa, ser ¨²tiles a otros y encima pasarlo bien. Suelen repetir a?o tras a?o porque con el tiempo se traban relaciones de amistad entre ellas. En un fin de semana de mercadillo pueden llegar a vender casi 2.000 art¨ªculos y a recaudar unos 1.000 €.
El dinero va directamente a las familias, un centenar, que se han decidido a poner a la venta sus art¨ªculos. La asociaci¨®n cobra a cada familia s¨®lo 1,50 € por dejarles participar en la venta de sus productos. Con esta suma consiguen cubrir los gastos de iluminaci¨®n de la sala, que es de hecho un gimnasio y por un fin de semana se convierte en tienda improvisada. Y tambi¨¦n sirve el dinero para pagar una persona que est¨¦ a cargo de la guarder¨ªa que se monta en paralelo a la venta, y as¨ª los pap¨¢s y mam¨¢s pueden comprar en paz, sin tener que vigilar a la vez a sus reto?os.
Coincidi¨® el mercadillo en mi barrio con la publicaci¨®n de unos datos sobre la venta de objetos de ocasi¨®n en Espa?a por segundamano.es. Al parecer el 91% de las familias espa?olas acumula una media de hasta cuatro objetos que ya no utiliza ni necesita y que podr¨ªa vender en el mercado de segunda mano. Y seg¨²n ese mismo estudio, quienes decidieron revender lo que ya no necesitaban recuperaron el 44% del valor de esos productos. Al argumento econ¨®mico, que cae por su propio peso, podr¨ªamos a?adirle el ecol¨®gico, no menos contundente: el impacto que estamos provocando en el medio ambiente con nuestro consumo impulsivo. As¨ª pues argumentos no faltan para sumarse a los mercadillos, f¨ªsicos o virtuales: hoy por ti, ma?ana por m¨ª.
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