Los a?os que vivimos t¨¢cticamente
Occidente necesita saber qu¨¦ mundo quiere para las pr¨®ximas d¨¦cadas
?Vivimos una ilusi¨®n. Durante a?os pensamos que la transici¨®n desde la unipolaridad hasta la multipolaridad se llevar¨ªa a cabo de manera pac¨ªfica, ordenada y estable; esperando que los nuevos actores se adaptaran a los marcos multilaterales existentes de manera natural y armoniosa. Nada m¨¢s lejos de la realidad: en los a?os de tr¨¢nsito hacia la multipolaridad han crecido la inestabilidad, las tensiones y los motivos de preocupaci¨®n. Dicho tr¨¢nsito se ha visto perturbado por la irrupci¨®n de la crisis econ¨®mica, que ha acelerado algunos procesos y retrasado otros, modificando las tendencias preexistentes surgidas como consecuencia de la globalizaci¨®n.
Durante estos ¨²ltimos a?os, Occidente se ha dejado llevar por la visi¨®n t¨¢ctica cortoplacista. No hemos sido capaces de articular una estrategia inclusiva que modele y dise?e una manera de entender el mundo, y como consecuencia se presentan muchos de los problemas de hoy. El tacticismo tiene ecos en todos los niveles, desde los Gobiernos locales y nacionales hasta las instituciones supranacionales.
Una visi¨®n estrat¨¦gica compartida implica la puesta en com¨²n de objetivos y capacidades al servicio de un fin realizable en el largo plazo. Su ausencia ha generado realidades inconexas y desacompasadas que han podido confundir a otros actores. Ha habido, sin embargo, excepciones notables. En los ¨²ltimos tiempos, tras el cambio de gobierno en Ir¨¢n, se est¨¢ avanzando hacia la resoluci¨®n de la cuesti¨®n nuclear. Sea cual sea el resultado final, se ha hecho un esfuerzo por consolidar una visi¨®n estrat¨¦gica constructiva.
Obama ha pecado de falta de visi¨®n estrat¨¦gica en pol¨ªtica internacional
Tras el estallido del conflicto en Ucrania, los acontecimientos han puesto de relieve que la relaci¨®n con Rusia no era lo que cre¨ªamos que era. Las dificultades para integrar a la Rusia pos-sovi¨¦tica en el mundo ¡ªsumado a los problemas internos de una Rusia que ha renunciado a la modernidad¡ª ha terminado por generar un nacionalismo retrospectivo que expande su estrategia basada en esferas de influencia, una realidad que cay¨® con el muro de Berl¨ªn y que ya no tiene raz¨®n de ser. No nos esper¨¢bamos que, para algunos, la transici¨®n hacia el futuro mirara al pasado. Un pasado que Rusia, aunque no solo ella, a?ora con nostalgia. Es una aproximaci¨®n da?ina para el proceso de tr¨¢nsito a la multipolaridad, ya que provoca que haya diferentes puntos de llegada incompatibles entre s¨ª: unos quieren volver atr¨¢s; otros, seguir hacia delante. Rusia no puede desconectarse de la realidad internacional, del mismo modo que debemos asegurar que todos nos regimos por las mismas normas, cumpli¨¦ndolas y no trampeando con ellas. Frente a distanciamiento y expansi¨®n imperial, el largo plazo exige marcos multilaterales donde todos los actores se sientan representados y en pie de igualdad.
Las intervenciones en Oriente Medio, continuo foco de inestabilidad desde la ca¨ªda del Imperio Otomano, hace casi un siglo, se han desarrollado ¡ªy fracasado¡ª bajo modelos y objetivos absolutamente dispares. No fuimos capaces de anticiparnos a las consecuencias de apoyar autocracias, materializadas en las revueltas ¨¢rabes, ni tampoco de prever las consecuencias de sucesivas acciones militares, desde Irak hasta Libia pasando por Siria. El abanico de actores y alianzas es ahora m¨¢s complejo que nunca, y la manera de aproximarse a ellos desde Occidente ha sido puramente t¨¢ctica, buscando intereses propios a corto plazo. Hoy nos estalla en la cara, confirm¨¢ndose como el principal motivo de preocupaci¨®n global arrastrado por problemas hist¨®ricos todav¨ªa latentes. En Oriente Medio, como en la frontera oriental europea, tambi¨¦n prolifera la nostalgia de ¨¦pocas gloriosas, sea por los ecos de viejos Imperios, retrocesos pol¨ªticos o Califatos fundamentalistas. Las soluciones en esta convulsa regi¨®n deben ser percibidas como propias por los propios actores locales: nada impuesto desde fuera ha funcionado hasta ahora, por lo que nada lleva a pensar que funcione en el futuro.
No fuimos capaces de anticiparnos a las consecuencias de apoyar autocracias
Asia, la gran protagonista de este siglo, ha ocupado infinidad de an¨¢lisis, documentos y hasta una supuesta reorientaci¨®n estrat¨¦gica de la pol¨ªtica exterior estadounidense. Mientras, la ¨²ltima reuni¨®n del Fondo Monetario Internacional ¡ªque acaba de reconocer que China es la primera econom¨ªa del mundo seg¨²n su PIB medido en paridad de poder adquisitivo¡ª termin¨® sin aumentar la cuota de votos chinos. China tiene una proporci¨®n de votos en el FMI poco mayor que la de Italia, que es un quinto de la econom¨ªa del gigante asi¨¢tico, mientras que Estados Unidos tiene m¨¢s de cuatro veces los votos de China. Es una muestra de ceguera. La visi¨®n estrat¨¦gica que exige tanto la creaci¨®n y fortalecimiento de estructuras regionales de integraci¨®n y seguridad como la integraci¨®n de China en el sistema internacional ha sido relegada a segundo plano. Asia es un continente multipolar en s¨ª mismo y, a diferencia de Europa, nunca cerr¨® las heridas de la Segunda Guerra Mundial. Las disputas territoriales y los nacionalismos excluyentes amenazan la estabilidad global sin que se hayan creado marcos inclusivos donde dirimir las tensiones de manera pac¨ªfica.
No nos olvidemos de la dimensi¨®n interior. Los esfuerzos del presidente Obama en pol¨ªtica internacional han pecado de falta de visi¨®n estrat¨¦gica, s¨®lo justificable por un sistema pol¨ªtico polarizado y disfuncional que impone la t¨¢ctica sobre la estrategia, tanto hacia fuera como hacia dentro. Algo parecido ocurre al otro lado del Atl¨¢ntico. Las pol¨ªticas puestas en marcha en Europa para combatir la crisis olvidaron las consecuencias sociales, y la fractura norte-sur o el auge de partidos antieuropeos es un reto de gran calado que apenas ha comenzado. La aproximaci¨®n t¨¢ctica que est¨¢n llevando a cabo los gobiernos de los Estados miembros, cada uno con sus problemas, redunda en la falta de liderazgo y estrategia en Europa. Es el momento de priorizar estrat¨¦gicamente las pol¨ªticas de crecimiento, el I+D+I o el libre comercio transatl¨¢ntico. S¨®lo as¨ª, con visi¨®n estrat¨¦gica, se podr¨¢ frenar el avance antieuropeo en tantos lugares del continente.
Como europeo y espa?ol no puedo dejar de lamentar la notable falta de visi¨®n estrat¨¦gica tambi¨¦n en mi pa¨ªs por parte de muchos de los agentes pol¨ªticos y econ¨®micos. Me temo que un triunfalismo econ¨®mico exagerado pueda esconder una mera yuxtaposici¨®n de medidas t¨¢cticas y, en demasiadas ocasiones, contradictorias. La crisis econ¨®mica, pol¨ªtica, institucional y territorial exigen valent¨ªa y visi¨®n estrat¨¦gica: un proyecto de pa¨ªs que hoy parece pospuesto indefinidamente por exceso de complacencia.
Occidente necesita saber qu¨¦ mundo quiere para las pr¨®ximas d¨¦cadas. La t¨¢ctica se agota en el corto plazo, y tiene consecuencias imprevistas que derivan en otros problemas sobre los que se aplica m¨¢s t¨¢ctica, volviendo a iniciar el ciclo de manera infinita. La estrategia configura un eje de actuaci¨®n completamente distinto, consciente de c¨®mo se tejen las redes de la interdependencia, c¨®mo afecta cada movimiento al resto de actores y qu¨¦ consecuencias tienen la acci¨®n y la inacci¨®n. Para Occidente, hoy por hoy, es la ¨²nica manera de no renunciar a un mundo seguro, libre, pr¨®spero y habitable.
Javier Solana es distinguished senior fellow en la Brookings Institution y presidente de ESADEgeo, el Centro de Econom¨ªa y Geopol¨ªtica Global de ESADE.
? Project Syndicate, 2014.
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