Schopenhauer no ense?ar¨ªa en esta universidad
No reina el m¨¦rito sino la rencilla acad¨¦mica, la envidia y la maledicencia
Entre los l¨²cidos ensayos de Parerga y paralip¨®mena(1851), el libro que lanz¨® a la fama al fil¨®sofo alem¨¢n Arthur Schopenhauer (1788-1860), destaca ¡®Sobre la filosof¨ªa en la Universidad¡¯; un ¡°panfleto de batalla¡± ¡ªen palabras de su autor¡ª que a¨²n hoy contin¨²a siendo una de las mayores diatribas jam¨¢s publicadas contra la filosof¨ªa acad¨¦mica y los profesionales de esta disciplina.
?Es necesario que exista la filosof¨ªa en la universidad?, se pregunta el autor. Est¨¢ bien que as¨ª sea, afirma, porque con ello mantiene cierta presencia p¨²blica; adem¨¢s, permite que alg¨²n joven esp¨ªritu se familiarice con su estudio. Pero asimismo objeta que mejor ser¨ªa que en los institutos de ense?anza media se leyese ¡°aplicadamente¡± a Plat¨®n, porque tal es ¡°el remedio m¨¢s eficaz para despertar en el esp¨ªritu de la juventud el anhelo filos¨®fico¡±.
La experiencia del joven Schopenhauer y la de otros muchos pensadores revela que el trato directo con las obras de los grandes fil¨®sofos es lo primero que anima el pensamiento; aunque tambi¨¦n lo es el magisterio de un profesor ejemplar, la gu¨ªa de una de esas personas excepcionales que ense?e c¨®mo encarar con rectitud el estudio de las distintas disciplinas (la filosof¨ªa entre ellas) y c¨®mo debemos comportarnos frente al saber. Lo malo es que esos seres profesorales casi ideales escasean, y tampoco Schopenhauer los encontr¨® all¨ª donde se supone que deben de estar m¨¢s a gusto: en las facultades de filosof¨ªa.
S¨®lo ve¨ªa ¡°mediocridad¡± por quintales entre los profesores de filosof¨ªa de su ¨¦poca
El fil¨®sofo pesimista arremet¨ªa en su furibunda fil¨ªpica contra esos c¨¢tedros nada ejemplares que, apolillados en sus prejuicios, viven de la filosof¨ªa ¡ª¡°s¨®lo piensan en cobrar el sueldo que les paga el Estado¡±¡ª, en lugar de vivir para la filosof¨ªa, es decir, ¡°consagr¨¢ndose a la b¨²squeda de la verdad¡± o, al menos, a fomentar este noble sentimiento en sus alumnos. As¨ª ve¨ªa ¨¦l a los malos profesionales que desatienden su tarea, aunque lo peor de todo es que a menudo entre ellos hay tambi¨¦n malas personas que, ¡°envueltas en un solemne manto de gravedad y erudici¨®n, ocultan su maldad junto a su median¨ªa intelectual¡±.
La indignaci¨®n contra estos paup¨¦rrimos embajadores de la filosof¨ªa no es originaria de Schopenhauer. Plat¨®n inici¨® la ofensiva en el siglo IV a.C. al mostrar su desprecio por los sofistas y sus marruller¨ªas en el libro VII de Rep¨²blica: ¡°El descr¨¦dito se ha abatido sobre la filosof¨ªa porque no se la cultiva dignamente; ya que no deben cultivarla los bastardos sino los bien nacidos¡±. Entendemos que son las personas de coraz¨®n puro y mente libre que tienen por ideal la adquisici¨®n del Bien, la Belleza y la Verdad aunque sean inalcanzables.
Kant se ocup¨® tambi¨¦n de este asunto profesional de la filosof¨ªa en su escrito El conflicto de las Facultades (1798). Seg¨²n su parecer, las universidades y en especial las facultades de filosof¨ªa deben constituir espacios lib¨¦rrimos en los que imperen el amor por el saber y la b¨²squeda de la excelencia con independencia de los poderes dominantes y sus intereses. Para el sabio de K?nigsberg ¡ªque lo pas¨® mal en la Universidad Albertina debido a ninguneos y rencillas¡ª servilismo es signo de mediocridad, y lo m¨¢s opuesto a la lealtad y la nobleza, valores que deber¨¢n encarnar los verdaderos fil¨®sofos.
S¨®lo ¡°mediocridad¡± era lo que ve¨ªa Schopenhauer por quintales entre los profesores de filosof¨ªa de su ¨¦poca que, embobados ante vacas sagradas de estilo oscuro y ampuloso como ¡°el catedr¨¢tico¡± Hegel (a quien el pesimista tachaba de ¡°filosofastro de pega¡± y ¡°soplagaitas¡±), lavan el cerebro a la juventud con ¡°palabrer¨ªa insustancial¡±. ¡°Piensan muchos ¡ªa?ad¨ªa el autor de Parerga¡ª que basta un estilo oscuro y embrollado para parecer que se dice algo serio, cuando en realidad no se dice nada en absoluto¡±. Y recordaba estas sentencias tan suyas que deber¨ªan esculpirse en el frontispicio de todas las facultades universitarias: ¡°Quien piensa bien escribe bien, y quien sabe algo con claridad lo dice claramente¡±. ¡°El mejor estilo es el que nace de tener algo que decir¡±. La inoperancia de estas reglas tambi¨¦n en la actualidad causa en gran parte la solemne confusi¨®n intelectual que domina en los ¨¢mbitos acad¨¦micos.
¡°Quien piensa bien escribe bien, y quien sabe algo con claridad lo dice claramente¡±, escribi¨®
Muchas de las cr¨ªticas de Schopenhauer en aquella Alemania hiperfilos¨®fica de su tiempo hacia los profesionales acad¨¦micos las secund¨® Jos¨¦ Ortega y Gasset en la Espa?a de 1914, clamando por la mejora de la universidad. Dec¨ªa que es costumbre muy espa?ola ¡ªtanto en lo social como en lo intelectual¡ª premiar la median¨ªa en detrimento de la excelencia. Cien a?os m¨¢s tarde tal proceder sigue siendo moneda corriente en la actualidad, cuando menos en nuestras facultades de filosof¨ªa; s¨®lo hay que constatar los resultados de los denominados ¡°concursos de m¨¦ritos¡± con los que se selecciona a los nuevos docentes para darse cuenta de que Plat¨®n, Kant, Schopenhauer y Ortega clamaron en el desierto; hoy, como ayer, no es el m¨¦rito lo que abre las puertas de la universidad, sino el servilismo. No es el amor a la filosof¨ªa lo predominante en las facultades que la imparten, sino la rencilla acad¨¦mica, la envidia y la maledicencia. La bajeza intelectual se codea con la bajeza moral incluso all¨ª donde s¨®lo deber¨ªan reinar el gusto por el saber y la altura espiritual, cualidades que deber¨ªan revestir a quienes supuestamente profesan la inteligencia.
Schopenhauer reprobaba a los fil¨®sofos de profesi¨®n por venderse al Estado prusiano que les daba un sueldo y una c¨¢tedra a fin de que proclamasen las bondades de la tradici¨®n militarista y clerical; hoy, desde el Gobierno de Espa?a se conspira para que desaparezca la filosof¨ªa de los planes de estudio de la ense?anza secundaria. Muchos profesionales de esta disciplina claman con raz¨®n tambi¨¦n desde la universidad que ¡°la filosof¨ªa ense?a a ser cr¨ªticos¡± y que por eso quieren eliminarla de los institutos; lo cual queda muy bien dicho. Lo malo es que olvidan que esa ¡°cr¨ªtica¡± tan estimulante han de ejercerla en primer lugar sobre ellos mismos y sobre los usos (y abusos) que se estilan en su magna instituci¨®n. Salvo honrosas excepciones, los grandes, los verdaderos fil¨®sofos o nunca entraron en las universidades o fueron expulsados de ellas.
Luis Fernando Moreno Claros, doctor en Filosof¨ªa, es cr¨ªtico literario. Ha publicado recientemente Schopenhauer. Una biograf¨ªa (Trotta, 2014).
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