El coraz¨®n del Pr¨ªncipe
La barriada del Pr¨ªncipe Alfonso, en Ceuta, es considerada la m¨¢s peligrosa de Espa?a. Es una de las m¨¢s pobres. All¨ª no entra la polic¨ªa y las casas carecen de t¨ªtulos de propiedad Un mundo que se mueve entre la violencia de la droga, la amenaza del yihadismo y las ansias de salir adelante de muchos de sus vecinos
Existen dos barriadas del Pr¨ªncipe Alfonso. Una, la del terror; otra, la de la miseria. La primera fue catalogada ya hace dos d¨¦cadas como la m¨¢s peligrosa de Espa?a. Un submundo donde gobiernan las mafias del hach¨ªs, abundan las armas de fuego, se suceden los ajustes de cuentas y bulle el extremismo yihadista entre los j¨®venes sin trabajo ni esperanza. Aqu¨ª se masca el miedo. Sus habitantes dicen que este lugar se le ha ido al Estado de las manos. Que es una olla a presi¨®n que cuando reviente salpicar¨¢ a toda la ciudad. Un agente de un servicio de informaci¨®n lo describe as¨ª: ¡°Aqu¨ª no alcanza la soberan¨ªa nacional; no existe el Estado de derecho; es Espa?a, pero no es Espa?a, porque no se cumple la ley¡±.
En el Pr¨ªncipe no hay sitio para la polic¨ªa (que rara vez patrulla por su trazado laber¨ªntico, carece de una comisar¨ªa y, cada vez que interviene, lo hace con unidades especiales); los servicios p¨²blicos (las ambulancias y bomberos nunca acuden sin protecci¨®n) ni, por supuesto, los extra?os, que se exponen a recibir un diluvio de piedras en cuanto asoman la nariz por los dos extremos del barrio: el puente del Quemadero (en direcci¨®n al acuartelamiento de La Legi¨®n) o la calle de San Daniel, que conecta con la miserable frontera del Tarajal, transitada cada d¨ªa por decenas de miles de porteadores de mercanc¨ªas adquiridas en un pol¨ªgono industrial donde no se fabrica nada, con destino a Marruecos, a cambio de apenas 20 euros. En algunos casos, esos hombres y mujeres tortuga duermen y se esconden aqu¨ª, en el Pr¨ªncipe, convertido en un ¡°barrio cama¡± para sin papeles en la puerta de Europa; un barrio frontera dentro de una ciudad frontera en un enclave estrat¨¦gico del planeta.
En el Pr¨ªncipe reina el silencio. Y, seg¨²n cuentan, proliferan los confidentes. Es otra forma de ganarse la vida. Como el hach¨ªs, al que un oficial del Servicio de Informaci¨®n de la Guardia Civil define como ¡°la ¨²nica industria del norte de Marruecos; la que m¨¢s empleo crea y dinero aporta a su PIB, y la que financia el yihadismo (como se vio el 11-M)¡±. En torno al brumoso negocio de la droga y sus ramificaciones han muerto cuatro vecinos a manos de sicarios en lo que va de a?o. Nadie parece saber el motivo. Ni siquiera sus familias. Es el caso de F¨¢tima, la madre del ¨²ltimo de los asesinados, Mohamed Ennakra, de 35 a?os, que recibi¨® tres disparos una madrugada de agosto y fue rematado mientras intentaba escapar: ¡°Mohamed no ten¨ªa antecedentes ni manejaba dinero; se ganaba unos euros haciendo portes con la moto; c¨®mo iba a ser traficante si era pobre como una rata¡±, se pregunta F¨¢tima, ante la puerta de su casa de la calle de la Agrupaci¨®n Norte (que es imposible saber en qu¨¦ punto comienza y d¨®nde termina dado el endiablado urbanismo del barrio y sus claustrof¨®bicas callejuelas de metro y medio de anchura), en la que nacieron sus ocho hijos. ¡°Si el Gobierno hubiera limpiado esto a tiempo no estar¨ªamos ahora llorando; se ha quedado la mala gente mientras que los mejores j¨®venes se marchan; desde el asesinato de mi hijo no ha venido ning¨²n polic¨ªa a vernos; solo suben a repartir palos; ?c¨®mo vamos a confiar en ellos!¡±. Su hija Saba intenta dar alguna pista m¨¢s sobre la muerte de Mohamed: ¡°Aqu¨ª se muere porque conoces a alguien que tiene una deuda de droga con alguien. Lo que hace a?os resolv¨ªan los hombres a pu?etazos hoy lo solucionan los ni?atos con dos tiros en la nuca. Ese s¨¢bado le toc¨® a mi hermano¡±.
En el Pr¨ªncipe nadie abre la boca. Y el que lo hace exige no ser citado. En alg¨²n muro alguien ha pintado ¡°muerte a los chotas¡± (chivatos en el argot del hampa). Es un aviso. Aqu¨ª se practica una suerte de c¨®digo de honor seg¨²n el cual los trapos sucios se lavan en casa. Todos parecen saber algo. Muchos parecen saber todo. Pero hablan con ambig¨¹edad mientras miran inquietos hacia los lados. ¡°Nos conocemos muy bien; esto es un pueblo y sabemos qu¨¦ palo toca cada uno¡±. El que se conf¨ªa con un extra?o queda marcado. Por las mafias de los tr¨¢ficos ilegales del Estrecho y tambi¨¦n por los distintos servicios de informaci¨®n (Polic¨ªa, Guardia Civil, CNI, Ej¨¦rcito y Polic¨ªa Municipal) que intentan desbrozar este territorio donde es imposible a un investigador camuflarse, infiltrarse y menos a¨²n hacer un seguimiento a un sospechoso (a no ser que se utilicen balizas electr¨®nicas con GPS) sin ser detectado; y cuya ¨²nica fuente de informaci¨®n son los confidentes y el acceso a los correos electr¨®nicos y las redes sociales en las que se mueven los implicados. ¡°Sin embargo, en estos momentos es incluso m¨¢s f¨¢cil investigar a los yihadistas, por la colaboraci¨®n internacional y, sobre todo, por el apoyo de Marruecos, que a la delincuencia organizada de la droga; el pa¨ªs vecino siempre ha mirado hacia otro lado en los temas del hach¨ªs¡±, explica un mando de la Guardia Civil. ¡°En cambio, con el integrismo, sus servicios de informaci¨®n enseguida se ponen nerviosos y nos ayudan. En Marruecos hay dos cosas que no se perdonan policialmente: los ataques al rey y el yihadismo¡±.
Algunas se?ales de tr¨¢fico aparecen atravesadas por las balas de los aspirantes a capos. Es una advertencia. Tambi¨¦n es corriente encontrar casquillos usados en los mugrientos descampados que enmarcan el barrio. Un vecino relata c¨®mo hace unos d¨ªas un jefe de banda (no hay m¨¢s de tres o cuatro) se paseaba con una HK (un arma muy sofisticada de fabricaci¨®n alemana) por el centro del barrio, mientras un grupo de j¨®venes le segu¨ªan y aclamaban como si fuera Cristiano Ronaldo. ¡°Aqu¨ª los chavales no tienen como superh¨¦roe a Batman, sino al mafioso de turno, que se pasea en el coche m¨¢s caro y vive en la casa m¨¢s grande. En cuanto a las armas, hay muchas, esta es una ciudad de militares, pero es que es m¨¢s dif¨ªcil subirse a Espa?a un kilo de chocolate que bajarse a Ceuta una Parabellum. Cuando entras nadie te registra¡±.
Aqu¨ª se muere porque conoces a alguien que tiene una deuda de droga con alguien¡± Saba Ennakra, hermana de Mohamed asesinado en agosto
Tipos acribillados; disparos en la noche; piernas destrozadas a balazos; navajazos; encapuchados; un barrendero con el rostro rebanado con un c¨²ter porque hac¨ªa ruido; un menor respondiendo al bofet¨®n de un adulto con un balazo. Esa es la hemeroteca del Pr¨ªncipe. El cartel de bienvenida a esta ciudad sin ley mientras se asciende en el autob¨²s de la L¨ªnea 8, el ¨²nico que llega desde el centro de Ceuta (tarda casi una hora), y concluye su servicio a las diez de la noche. Una patrulla policial lo custodi¨® durante meses para evitar altercados. Aquel tiempo se acab¨®. Cuando cae la noche, el Pr¨ªncipe se queda aislado. No suben ni los taxis. Ni el repartidor de Telepizza. No hay farmacia de guardia. Ni cibercaf¨¦. Es un mundo aparte. En el resto de Ceuta, especialmente en los rincones m¨¢s favorecidos de la ciudad, se repite esta frase: ¡°Que se maten entre ellos¡±. Esa sentencia resume, seg¨²n el presidente de la Asociaci¨®n de Vecinos, Kamal Mohamed, la ra¨ªz de los problemas del barrio: ¡°Vivimos un apartheid. Somos ciudadanos de segunda por ser musulmanes y vivir aqu¨ª. Pagamos impuestos, pero no tenemos los mismos derechos ni obligaciones que el resto. Ni, por supuesto, las mismas oportunidades. Con el estigma del Pr¨ªncipe, ?qui¨¦n le va a dar un trabajo o una vivienda a un chaval de este barrio? Aqu¨ª es dif¨ªcil entrar, pero a¨²n es m¨¢s dif¨ªcil salir¡±.
Para Karim Mohamed, treinta?ero, transportista, vecino e hijo de vecinos del barrio (de los que llegaron en los cuarenta y plantaron una chabola que creci¨® y se convirti¨® en una vivienda ilegal que paga el IBI, pero no pertenece legalmente a nadie): ¡°En Ceuta desde los ochenta se hizo la vista gorda con el narcotr¨¢fico y esa decisi¨®n desmoviliz¨® a varias generaciones del Pr¨ªncipe; ya se hab¨ªa hecho antes la vista gorda con la edificaci¨®n ilegal; pero en el asunto de la droga se dej¨® que muchos vecinos (que eran pescadores o alba?iles) se buscaran la vida con el hach¨ªs mientras no molestaran al resto de la ciudad. No hab¨ªa ni que estudiar. Se ganaban miles de euros en una noche pasando fardos. Los j¨®venes crecieron sin ley ni horizonte. La idea era que los moros nos muri¨¦ramos de asco encerrados aqu¨ª y comi¨¦ramos del hach¨ªs. Y esto, que era un barrio pobre, un poblado donde viv¨ªa gente humilde y honrada, donde la mitad eran cristianos, donde se conviv¨ªa, se fue convirtiendo en un gueto musulm¨¢n con sus propias reglas y costumbres. Su red de favores. Y sus padrinos. El Estado se olvid¨® de nosotros. ?Cu¨¢ntos barrios conoce usted en Espa?a donde no entre la polic¨ªa? A un chaval de aqu¨ª le puede sorprender que le digas que no puede fumar en un caf¨¦ por la ley del tabaco, y menos a¨²n porros (cuyo consumo est¨¢ normalizado en el barrio). Y te puede contestar: ¡®Yo cre¨ªa que esas eran las leyes de Ceuta, no del Pr¨ªncipe¡±.
La barriada del Pr¨ªncipe Alfonso es famosa por la delincuencia, el narcotr¨¢fico y las espectaculares detenciones de yihadistas transmitidas en directo. Una imagen patibularia que ha venido a reforzar a¨²n m¨¢s la serie televisiva del mismo nombre, que fue la estrella de la programaci¨®n la pasada temporada (con picos de m¨¢s de seis millones de espectadores), y cuya segunda parte volver¨¢ pronto a la pantalla. Una escenificaci¨®n de la vida del barrio que a nadie parece gustarle aqu¨ª. ¡°Despu¨¦s de la serie, qui¨¦n nos va a quitar la etiqueta de terroristas y a nuestras mujeres, de putas¡±, rumia un vecino ante el asentimiento de muchos. ¡°Nos hemos convertido en los mafiosos del pa¨ªs, aunque no seamos tan guapos como Faruk (Rub¨¦n Cortada, el protagonista de la serie)¡±.
Hay otro Pr¨ªncipe m¨¢s real que el de la televisi¨®n y que se define en pocas palabras: es uno de los barrios m¨¢s pobres de Espa?a y el ¨²nico de poblaci¨®n totalmente musulmana. Un producto del colonialismo, la dictadura y, ya en democracia, del abandono y la dejadez de la Administraci¨®n. Y de la mala administraci¨®n de los fondos estatales y europeos destinados al desarrollo de este vecindario marginal que nadie sabe d¨®nde han ido, aumentando la desconfianza y el victimismo cong¨¦nito de sus vecinos. Denuncian que los pol¨ªticos solo pisan sus calles en campa?a. Y rodeados de polic¨ªas. Un voto que pocos en el Pr¨ªncipe creen que sea libre y secreto. ¡°Mucha gente vota aqu¨ª al PP (que gobierna en la ciudad) porque est¨¢n convencidos de que si votan otra cosa y se enteran los que mandan, les van a quitar las ayudas y subsidios que reciben, que suponen la mitad de los ingresos de las familias del Pr¨ªncipe¡±, explica el ¨²nico abogado del barrio, Mohamed Mustaf¨¢ Madani, de 28 a?os, de los pocos que se pasea en p¨²blico con nosotros por el barrio. ¡°Aqu¨ª la democracia a¨²n no ha llegado¡±.
¨C?Por qu¨¦ no se ha ido usted del Pr¨ªncipe?
¨CPorque he nacido aqu¨ª y soy el ¨²nico abogado. Por eso no me puedo marchar.
Pateando durante d¨ªas la calles del Pr¨ªncipe junto a Mohamed y, poco a poco, con otros vecinos (en especial Isma Mohamed, de 30 a?os, trabajadora social, activista y una imagen de modernidad entre las mujeres del barrio, o Motad, de 23, empleado en una escuela taller por 480 euros al mes); entre miradas de odio y de curiosidad; entre insultos y t¨ªmidos saludos de ¡°salam aleikum¡±, entre la vida de un barrio como cualquier otro y la presencia desasosegante de los capos en el zoco colgados al tel¨¦fono, se llega a la conclusi¨®n de que esto no es el Bronx ni Kabul. Tiene m¨¢s que ver con una favela. Un mundo aparte, colgado en un cerro donde todo es informal: el origen de su poblaci¨®n, su econom¨ªa, el mercado de trabajo, la ocupaci¨®n del espacio, los servicios p¨²blicos. Y que muestra un culto enfermizo a la inmediatez. Lo explican el psic¨®logo Emilio D¨ªaz y Jos¨¦ Sillero, que trabajan en el entorno del Pr¨ªncipe: ¡°La gente m¨¢s desfavorecida y con menor nivel cultural busca la satisfacci¨®n inmediata de sus necesidades; salen cada d¨ªa a buscarse la vida y no miran m¨¢s all¨¢; no creen en la satisfacci¨®n diferida; no comprenden el matarse a estudiar para lograr un trabajo diez a?os despu¨¦s. Trabajan, trapichean y gastan. No prev¨¦n. Y los j¨®venes admiran ese modelo que personifican los malos del lugar¡±.
¨C?Esto tiene soluci¨®n?
Con el estigma del Pr¨ªncipe, ?qui¨¦n le va a dar trabajo en Ceuta a un chaval de aqu¨ª?¡±
Kamal Mohamed, presidente de la Asociaci¨®n de Vecinos
¨CHay que despertar a la gente. Si logramos sacar a un solo chaval de esa din¨¢mica, ser¨ªa un triunfo.
Este es un barrio donde los frigor¨ªficos est¨¢n vac¨ªos, los muros se tambalean cuando llueve, las infraviviendas se deslizan por las laderas, se duerme en el suelo y los hombres y las mujeres salen cada d¨ªa a la calle para dar de comer a sus hijos. Pidiendo o robando. Trapicheando, pasando unos fardos a Marruecos, contrabandeando tabaco o vendiendo falsa ropa de marca. Y gracias a la solidaridad de los c¨ªrculos familiares y vecinales, como podremos presenciar en casa de Dina, una adolescente empe?ada en terminar la secundaria, que vive con su madre, su abuela y tres hermanos peque?os, sin ning¨²n ingreso, en una casa casi en ruinas, rodeada de ratas, y a los que una vecina ampara y alimenta. En casa de Dina se respira una gran pobreza envuelta en una enorme dignidad. Hace meses pidieron una vivienda social. Ni les han contestado.
El Pr¨ªncipe es un gueto maloliente (por su antediluviana red de saneamiento) donde nadie sabe a ciencia cierta si viven 12.000, 15.000 o 20.000 personas. En el que al menos 3.000 vecinos no tienen papeles y, por tanto, carecen de acceso a los servicios sociales y los planes de empleo p¨²blico. La totalidad de las casas (nadie sabe si hay 1.500 o 3.000; ni cu¨¢ntas familias habitan en cada una) carecen de t¨ªtulo de propiedad. A esas condiciones materiales hay que sumar un ¨ªndice de paro casi absoluto, unas cifras de fracaso escolar que llegan al 90%,unos niveles de analfabetismo funcional estratosf¨¦ricos, una ausencia total de ordenamiento urbano (solo dos calles son transitables en coche) y unas normas de moral p¨²blica m¨¢s conservadoras que en el pa¨ªs vecino. El control del grupo sobre el individuo es asfixiante en este rompecabezas de callejuelas plagadas de casas de colores colgadas en la ladera sur del Monte Chico, donde las mujeres visten de forma tradicional y con velo. Y donde reina el qu¨¦ dir¨¢n. ¡°Especialmente en materia religiosa¡±.
Esta sociedad es un matriarcado, pero al tiempo el 80% de las mujeres est¨¢ ausente del mercado laboral y el resto, desempleadas. Muchas familias numerosas viven con los 400 euros del M¨ªnimo de Inserci¨®n Social. Los ¨ªndices de natalidad superan los del resto del Estado. En el Pr¨ªncipe no hay comercios ni negocios, a excepci¨®n de algunas peque?as tiendas de comestibles, cafetines y barber¨ªas; no hay escaparates, sino ancianas que despliegan cada d¨ªa sus pobres frutas y verduras por los suelos de la calle de Mar¨ªa Ja¨¦n. No hay zonas verdes y apenas alumbrado; arriesgarse de noche por sus callejas es un suicidio; la recogida de basura es irregular y se amontona en el coraz¨®n del barrio, en la escueta plaza del Padre Salvador Cerv¨®s, en pleno ¡°zoco¡±; no hay servicio de limpieza a partir de las tres de la tarde; cuando llueve, el precario sistema de saneamiento arroja la porquer¨ªa al exterior. El uso del castellano ha retrocedido frente al dariya local (un ¨¢rabe trufado de espa?ol). Como confirma Jorge Sillero, director del colegio Juan Carlos I, al que acuden muchos de los ni?os con discapacidad del barrio: ¡°Los peque?os hablan cada vez peor el espa?ol; no lo practican; en el Pr¨ªncipe no hace falta: no se comunican con gente de fuera; no van a Ceuta ni nadie de Ceuta va al Pr¨ªncipe¡±.
Miseria, droga y violencia. Una espiral maldita. La barriada del Pr¨ªncipe fue un territorio de chabolas y pobreza al que le toc¨® en los ochenta la siniestra loter¨ªa del hach¨ªs. Ya antes, la inmensa mayor¨ªa de los cristianos lo hab¨ªan abandonado en direcci¨®n a las viviendas de protecci¨®n oficial que les proporcionaba el Gobierno. Los miles de musulmanes de Ceuta, que hasta 1986 no tuvieron derecho a la nacionalidad espa?ola (solo contaban como documentaci¨®n con una farsa de DNI denominado Tarjeta Estad¨ªstica, que ellos llamaban la ¡°chapa del perro¡±), no tuvieron derecho a acceder a ese tipo de casas subvencionadas; tampoco pod¨ªan adquirir inmuebles ni viajar con su tarjeta a la Pen¨ªnsula. Eran ap¨¢tridas consentidos. Encerrados en su barrio. As¨ª se fue hinchando el Pr¨ªncipe de resentimiento.
Hasta que Ceuta se convirti¨® en la capital del hach¨ªs. Cada noche sal¨ªan de su costa medio centenar de lanchas que cargaban en Marruecos miles de kilos con destino a la Pen¨ªnsula. El negocio se divid¨ªa entre pocos capos: El Nene, Abdelhila y Tafo Sod¨ªa (este ¨²ltimo asesinado el a?o pasado en pleno centro de la ciudad). Corr¨ªa el dinero. Por el Pr¨ªncipe y por Ceuta, que vivi¨® un particular boom inmobiliario. En 1986, unos 15.000 musulmanes afincados en Ceuta consiguieron regularizar su situaci¨®n y obtener la nacionalidad espa?ola. Fue una victoria hist¨®rica. La reconciliaci¨®n con miles de musulmanes que llevaban d¨¦cadas en Ceuta. En el Pr¨ªncipe recuerdan esos a?os con embeleso. Hach¨ªs y papeles. Sin embargo, sobre esos cimientos de dinero f¨¢cil se edific¨® la maldici¨®n del Pr¨ªncipe.
Sentado en una discreta cafeter¨ªa de la calle Real, el centro neur¨¢lgico de Ceuta, un viejo agente de Informaci¨®n del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa describe el auge y ca¨ªda del hach¨ªs: ¡°Era la forma de vida; el dinero lleg¨® hasta aqu¨ª, hasta el centro de la ciudad; se compraron pisos, garajes y taxis. Y proliferaron los testaferros. En los noventa hab¨ªa gente que se hac¨ªa cuatro viajes con hach¨ªs por noche: cargaban en Marruecos y lo sub¨ªan a M¨¢laga o C¨¢diz y vuelta a empezar; un buen barquero pod¨ªa ganar 300 euros por kilo. Esa es una historia que se jode por la ambici¨®n de las mafias. Porque se metieron en el tr¨¢fico de seres humanos, donde pod¨ªan sacar 100.000 euros por noche sin ning¨²n peligro. Y ah¨ª reaccion¨® la Uni¨®n Europea. Y se mont¨® el SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), con un centenar de radares y c¨¢maras en todo el litoral, que acab¨® con las pateras en el Estrecho y, de paso, con el descaro del hach¨ªs de Ceuta. El negocio pas¨® a localizarse en T¨¢nger. Y hoy llega a Europa en contenedores¡±.
Mucha gente vota aqu¨ª al PP porque creen que si votan otra cosa les van a quitar las ayudas¡±
Mohamed Mustaf¨¢ Madani, ¨²nico abogado del barrio
¨CQu¨¦ pas¨® despu¨¦s¡
¨CSe acab¨® ese man¨¢ descarado. Y fue una bomba, un descalabro en el Pr¨ªncipe, donde muchos com¨ªan de eso. Y esa decadencia del negocio ha llevado a los actuales ajustes de cuentas. Son los restos del crimen organizado en decadencia. Hay luchas encarnizadas entre las mafias de la droga; viejas deudas y una lucha a muerte por el poco tr¨¢fico que queda. Ya hay poco que repartir. Se est¨¢n reclamando deudas de hace muchos a?os, de cuando hab¨ªa mucho, se robaban entre ellos y apenas importaba, porque hab¨ªa mucho m¨¢s. Ahora, cuando no hay, se exigen esas deudas y se mata por ellas. Los agravios salen a relucir. Hay una mezcla de viejas bandas y tambi¨¦n de ni?atos, que es gente joven que tiene poco que perder y es, por tanto, muy peligrosa. Vivimos una guerra mortal por lo que queda del negocio de la droga. Este a?o se ha cobrado cuatro muertos en el entorno del Pr¨ªncipe. Y la soluci¨®n no es policial. Se lo dice un polic¨ªa.
Para el intruso; para el periodista; moverse por el Pr¨ªncipe es una tortura. Nadie quiere hablar; nadie quiere ser fotografiado; incluso en las situaciones m¨¢s cotidianas, como cortarse el pelo en una barber¨ªa o tomar un t¨¦ en alg¨²n cafet¨ªn, en el Chato o en el Mojito (en ninguno de ellos se expende alcohol, pero se permite el consumo de cannabis: los j¨®venes, en porros; los viejos, en pipas de kif). Si se atraviesa la sensible l¨ªnea de su intimidad, si se pregunta m¨¢s de lo conveniente, uno se topa con voces, insultos, miradas de odio y situaciones de tensi¨®n que nunca se sabe c¨®mo van a acabar. Las mujeres no se dejan fotografiar por respeto al marido; los hombres para que no les identifiquen con el yihadismo o el narcotr¨¢fico (o porque est¨¢n en busca y captura); los adolescentes vestidos de latin kings, por chuler¨ªa; los viejos, por desconfianza; siempre hay alg¨²n espont¨¢neo tras una ventana dispuesto a afear la conducta del vecino que habla; o, incluso, a arrojar un ladrillo desde una azotea que caer¨¢ a los pies de los periodistas en una callejuela de imposible salida.
Mientras ascendemos por la calle de San Daniel, en la puerta de un taller de tapicer¨ªa repleto de hombres con barba y aspecto severo, nuestra mirada se cruza con la de Hamed Abderrahman Ahmed, alias Hamido, el ¨²nico espa?ol que estuvo preso en Guant¨¢namo, la c¨¢rcel de Estados Unidos para yihadistas posterior a la invasi¨®n de Afganist¨¢n, donde pas¨® dos a?os y medio. Hamido se convirti¨® en un mito en este barrio. Y su casa de la calle del Fuerte, en lugar de peregrinaci¨®n. Era alguien que hab¨ªa escapado del Pr¨ªncipe, fue a hacer la yihad, la guerra global contra el infiel, y volvi¨® para contarlo. Extraditado, juzgado y absuelto en Espa?a por el Tribunal Supremo, sigue siendo una figura que se tiene en cuenta en este barrio. Nuestras miradas se cruzan y, en segundos, desaparece.
Un miembro del Servicio de Informaci¨®n de la Guardia Civil asegura que a finales de los noventa, cada vez que enviaba un informe a Madrid sobre los peligros del yihadismo en el Pr¨ªncipe, ¡°se descojonaban¡± de ¨¦l. La ¨²nica preocupaci¨®n de la Seguridad del Estado sobre Ceuta era su soberan¨ªa nacional; la presi¨®n territorial de Marruecos y las actividades de los partidos musulmanes. Exclusivamente. Hasta despu¨¦s de los atentados del 11-M de 2004 no se terminaron de creer que esto era un avispero. A partir de entonces se ha invertido en medios de investigaci¨®n y hay personas muy preparadas investigando el yihadismo, pero lo que hace falta es ganarse a la gente del Pr¨ªncipe, y eso se hace con inversi¨®n, no con polic¨ªa. ?Asaltar el barrio para limpiarlo como se ha hecho con las favelas? Ni de broma. Provocar¨ªa una batalla campal con muertos¡±.
Lo cierto es que en esta barriada, poblada por 14 mezquitas, se ha vivido en los ¨²ltimos 10 a?os un claro retorno al islam. Ha tenido mucho que ver la crisis econ¨®mica. Las comunidades isl¨¢micas llegan hoy con su solidaridad donde no llega la Administraci¨®n, y poniendo en pr¨¢ctica su proselitismo religioso. Desde 2006 se han realizado en el Pr¨ªncipe medio centenar de detenciones relacionadas con el terrorismo internacional. Sin embargo, Laarbi Maateis, el l¨ªder religioso de la ciudad (preside la Uni¨®n de Comunidades Isl¨¢micas de Ceuta, que controla 55 comunidades, 32 mezquitas y a 14 profesores de religi¨®n que dan clase a 5.000 ni?os), amable, rigorista y vestido a la europea, repite mil veces que no hay yihadismo en el Pr¨ªncipe. ¡°Tenemos controlados y regulados a los 90 imames de Ceuta y a los 100 encargados de las mezquitas. Y le puedo jurar que en toda la ciudad no hay un solo imam extremista. El Estado no debe temer la expresi¨®n del islam en Ceuta, lo que tiene que hacer es regularizar e integrar".
¨C?El Pr¨ªncipe es el caldo de cultivo ideal para el extremismo?
¨CEl fanatismo no se transmite a trav¨¦s de imames extremistas ni de tal o cual mezquita, sino de las redes sociales, y eso pasa en Par¨ªs, Londres o Barcelona. Es cierto que la pobreza puede favorecer el extremismo, y m¨¢s cuando te sientes como un ciudadano de segunda. Por eso hay que dar trabajo, tirar casas, poner alcantarillas y dar una imagen de ley. As¨ª la gente no se meter¨ªa en l¨ªos.
Este barrio a¨²n fue peor. M¨¢s sucio y abandonado. Hoy cuenta en sus inmediaciones con el mejor hospital de la ciudad, media docena de colegios, un par de pistas deportivas, un par de talleres escuela y un edificio polifuncional para educaci¨®n y preparaci¨®n para el empleo, donde se han instalado cuatro polic¨ªas municipales como mediadores sociales que se marchan del barrio a las tres de la tarde. Est¨¢, adem¨¢s, la labor de la Cruz Blanca, la ONG m¨¢s respetada del Pr¨ªncipe, dirigida por Isabel Larios, que reparte alimentos a las familias a cambio de un compromiso de estas por la educaci¨®n, los h¨¢bitos saludables, el deporte, la igualdad de g¨¦nero y el rechazo a la violencia. Desde hace cinco a?os los poderes p¨²blicos tambi¨¦n han comenzado a poner parches a toda m¨¢quina. Seg¨²n el Ayuntamiento, ¡°entre 2014 y 2020 la barriada ser¨¢ objeto de inversiones por valor de 20 millones de euros para su regeneraci¨®n urbana¡±.
Cuando uno abandona a pie el Pr¨ªncipe, siente no haber pasado m¨¢s tiempo aqu¨ª, intentado entender mejor la vida y esperanzas de sus vecinos. Luego, la vista se posa en un torpe grafiti que aparece en distintas paredes del barrio, destinado a los confidentes: ¡°No hagas y no temas. Siembra y recoger¨¢s¡±. Cae el sol. Y el Pr¨ªncipe queda muy atr¨¢s.
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