Mis vecinos est¨¢n muertos
350 familias conviven con los difuntos en un cementerio de Manila El ¨¦xodo masivo del campo a las urbes ha doblado la poblaci¨®n en los ¨²ltimos 25 a?os
A primera vista, el cementerio de Navotas, a 11 kil¨®metros de Manila, se parece a cualquier otro: un lugar pac¨ªfico ideal para el descanso eterno. Nichos, tumbas, cruces, v¨ªrgenes, flores y recordatorios con mensajes cari?osos hacen inmortales a los que yacen en ese lugar. Pero al final del camino asfaltado, el ambiente cambia bruscamente y un charco de agua negruzca marca una frontera f¨ªsica. Cruzarlo significa entrar en el pueblo de los vivos y los muertos. El cementerio cobra vida con los pasos: ni?os correteando sobre las tumbas, carritos de helados, parrillas humeantes, mujeres limpiando la ropa, hombres lav¨¢ndose sobre tumbas, el cacareo de los gallos y la m¨²sica de karaoke confirman que hay mucha vida en este camposanto.
350 familias conviven con los muertos. Es algo tan habitual para ellos que aqu¨ª se pierde el misticismo de un lugar en principio reservado para los no vivos. La muerte, un tema a veces complejo de hablar con los m¨¢s peque?os, y no tan peque?os, es una compa?era con la que aqu¨ª se nace y no preocupa especialmente. No ocupa una parte lejana de la mente, no es un tema tab¨² o que uno evite pensar, sino que ya est¨¢ ah¨ª, delante de uno o durmiendo debajo.
La poblaci¨®n de Filipinas se ha doblado en los ¨²ltimos 25 a?os. Con una de las tasas de natalidad m¨¢s elevadas de todo el continente asi¨¢tico, se calcula que unos 95 millones de personas habitan el pa¨ªs. Benigno Aquino, presidente del pa¨ªs, reconoci¨® que la superpoblaci¨®n es un problema a la hora de hacer frente a la pobreza. Las propuestas del Gobierno para llevar a cabo programas de planificaci¨®n familiar se han encontrado de frente con la Iglesia Cat¨®lica. Una sentencia de la Corte Suprema pone fin a esta batalla despu¨¦s de 16 a?os. En marzo del 2014 se reconoci¨® la constitucionalidad de la Ley sobre salud reproductiva, que regula el acceso a la informaci¨®n sobre m¨¦todos anticonceptivos y salud reproductiva para las personas adultas, y que hab¨ªa sido bloqueada el a?o anterior por el Tribunal Supremo del pa¨ªs.
Los primeros habitantes del cementerio llegaron en los a?os setenta. Proced¨ªan de las islas vecinas y zonas rurales. Eran vidas humildes que buscaban el sue?o americano en versi¨®n filipina. Ricardi Alberca fue uno de los primeros en ocupar el recinto. Lleg¨® de Mindanao buscando nuevas oportunidades y las tuvo: la familia ?lvarez, con una posici¨®n econ¨®mica buena, contrat¨® a Alberca para cuidar la tumba de la familia. "Cuando llegu¨¦ a Manila no ten¨ªa dinero y el hecho de trabajar en el cementerio me ofrec¨ªa la oportunidad de vivir aqu¨ª. Es una zona p¨²blica y eso supone no pagar alquiler. Llevo 30 a?os viviendo junto a mi familia aqu¨ª". Mientras cuida con esmero la tumba de los ?lvarez, reflexiona y asegura sentirse satisfecho de su decisi¨®n. "En Mindanao no ten¨ªa nada; aqu¨ª tengo trabajo, casa, familia, y he conseguido que mis hijos vayan a la escuela".
Alberca tambi¨¦n es enterrador. En la necr¨®polis tampoco hay sitio para todos. Cuando un nicho lleva ocupado cinco a?os, se desaloja la sepultura para un nuevo difunto. A golpe de cincel, el enterrador rompe la tapia frontal y lo vac¨ªa, mete los restos en una bolsa y la deposita en una esquina de cementerio. Mientras Alberca est¨¢ inmerso en su trabajo, una docena de ni?os expectantes se re¨²ne bajo la tumba con la ilusi¨®n de recuperar monedas u otros objetos personales valiosos con los que el difunto fue enterrado.
Navotas comparte bah¨ªa con Manila y es el principal puerto pesquero de Filipinas. El 60% de la poblaci¨®n de esta ciudad vive de las actividades relacionadas con la pesca. La mayor¨ªa de los hombres del cementerio, tambi¨¦n.
![Pincha para ver la fotogaler¨ªa de Navotas.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/GURM5IM76PD2C2YWAECH54YBIY.jpg?auth=bb2e3fbc56d3e1164f6ace3ebfb19a9c7ff28a74cbd8c739c92e170078f60f1f&width=414)
Agosto Tamber es uno de ellos. Cada mediod¨ªa despu¨¦s de la faena descansa en la terraza de su casa con vistas a la bah¨ªa. A lo lejos, bajo la nube de poluci¨®n, se percibe un vaga silueta de los rascacielos de Gran Manila. Este hombre de complexi¨®n fuerte, sale todos los d¨ªas a pescar: "Los d¨ªas de buena faena puedo ganar unos 400 pesos (siete euros). Tengo varias barcas y dirijo a media docena de pescadores. Manila me ha dado la oportunidad de trabajar y tener mi propio negocio". Su casa est¨¢ elevada sobre el agua en primera l¨ªnea de playa, entre basura y nichos. Su mujer y los ocho hijos comparten un espacio min¨²sculo. Un tercio de la poblaci¨®n en Manila vive en circunstancias similares a la de Tamber: ocupan trabajos remunerados, son operarios, profesores o carpinteros pero habitan las zonas m¨¢s pobres y menos salubres de la ciudad. Estos suburbios, construidos en zonas de riesgo por inundaci¨®n, son azotados cada a?o por los tifones.
El Gobierno dirige un programa de realojamiento para la gente de Navotas. Las ayudas llegan con cuentagotas y la soluci¨®n no es muy efectiva. Este plan de realojamiento no estimula demasiado a las familias ya que mudarse implica alejarse de la capital y, tal vez, perder el trabajo. Muchas mujeres regentan negocios en espacios diminutos habilitados en sus casas; quien no tiene una tiendecita de verduras, tiene una peluquer¨ªa o un peque?o puesto de comida.
Gran Manila es el ¨¢rea metropolitana m¨¢s poblada de Filipinas, y la d¨¦cima del mundo, con una poblaci¨®n de 25 millones de habitantes
Vilma Simil es un ejemplo de mujer emprendedora. Su marido emigr¨® a Arabia Saud¨ª y con el dinero que le ha mandado ha comprado seis ordenadores y una impresora. La sala de estar de su casa se ha convertido en el ¨²nico servicio de estas caracter¨ªsticas en esta sacramental. El negocio es concurrido por toda la chiquiller¨ªa del barrio. Junto a seis ordenadores se apelotonan para dar vida a extraterrestres, boxeadores o super h¨¦roes por 12 pesos la hora. Bajo el sonido ensordecedor de los videojuegos, Vilma saca fotocopias para la escuela de primaria mientras organiza a sus tres hijas para que vayan a al escuela.
El cementerio se metamorfosea y si los mayores han construido aqu¨ª sus casas y negocios, los ni?os lo han convertido en zona de juego. Corretean sobre los nichos con mucha habilidad. Cada anochecer, decenas de cometas confeccionadas por ellos mismos sobrevuelan el cielo del cementerio. En otras ocasiones juegan un partido de baloncesto en la cancha construida entre nichos. Los ni?os tambi¨¦n son felices aqu¨ª.
El cementerio de Navotas posee la esencia de un barrio cualquiera. Han formado una asamblea llamada Bagong Silang, compuesta por voluntarios que viven en ¨¦l y en los bloques contiguos. Cada semana se re¨²nen con el fin de recoger las incidencias y necesidades del barrio para poder comunic¨¢rselo al ayuntamiento. Esta zona es delicada por temas de inseguridad, corrupci¨®n y tr¨¢fico de drogas. Para afrontarlo, un grupo especial de voluntarios se encarga de poner orden en el lugar. Susana Valencia es una de ellas. Cuando le toca el turno de vigilancia se pone su uniforme, una camiseta negra con letras blancas que dice peacekeeper (pacificador) y vigila la zona. En el barrio la respetan. Susana emigr¨® desde Samar en 1973 y desde peque?a habit¨® con sus padres en el camposano. M¨¢s tarde, form¨® aqu¨ª su propia familia.
La mitad de la poblaci¨®n mundial vive hoy en d¨ªa en grandes ciudades y se estima que en el 2050 esta cifra alcanzar¨¢ el 70% de la poblaci¨®n
Asegura ser feliz en Navotas. Vive en una casucha hecha de piezas de madera y un techo de pl¨¢stico y metal que afronta las fuertes lluvias. Su casa es una de las ¨²nicas que tiene plantas en la ventana. "Son plantas medicinales que uso para curar los catarros y las eczemas de la piel". Su nieto Rovy, de dos a?os, tiene esta afecci¨®n en los brazos y en los pies. Es una dolencia que afecta a la mayor¨ªa de los ni?os, ya que la falta de higiene es la causa principal. Dos ventiladores remueven el aire, dando una sensaci¨®n de frescor a la casa. El ¨²nico mueble de la casa sirve para guardar el aparato de DVD, el micr¨®fono y la gran televisi¨®n. Si el baloncesto es el deporte nacional filipino, el karaoke est¨¢ a punto de alcanzarlo. Su hija Beverly aprovecha la luz de la ventana para arreglarse las u?as. Es presumida, y a sus 25 a?os ya tiene dos bebes, Rovy y Altea, de 11 meses. Acaba de separarse y ha vuelto a la casa de su madre. El marido de Susana es carpintero, trabaja en la ciudad de Manila de sol a sol para mantener a su familia.
Los funerales son funciones diarias. Grandes procesiones f¨²nebres, con bandas de m¨²sica (cuando la familia se lo puede permitir), acompa?an al reci¨¦n fallecido por las callejuelas de la necr¨®polis. Los ni?os corretean y suben a los nichos para seguir de cerca la funci¨®n sin molestar. Los mayores siguen con sus tareas, cada cual tiene su rol y nadie molesta a nadie. Todos est¨¢n acostumbrados a esta situaci¨®n.
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