Los dos gitanos de Dal¨ª
Antes de conocer a Bu?uel, Lorca y Bello el artista se reun¨ªa muchas tardes con unos ni?os gitanos a los que dejaba entrar en su estudio

Soy un beato confeso de los dichos, y contradichos, de Karl Kraus. Puedo tener d¨ªas gozando y dejando pasar el tiempo acudiendo a su casa de citas. Contento intentando guardar distancia de los pedantes y de severos periodistas. Me apart¨¦ de eso que llaman deontolog¨ªa para poder disfrutar imaginando y elucubrando algo que nunca pude conocer. Ni, por supuesto, contrastar o investigar c¨®mo se debe escribir guardando las estrictas normas de mi oficio. Asumidas esas faltas, me confieso. Soy culpable del texto que hace unos meses se dej¨® llevar en esta secci¨®n y fue escrito con las fuentes principales de mi fantas¨ªa. ¡°La imaginaci¨®n tiene derecho a regodearse a la sombra del ¨¢rbol que convierte en bosque¡±, dice Kraus.
Eso hice al interpretar una hermosa foto in¨¦dita de Dal¨ª. Imagin¨¦ su gesto de felicidad como la prueba inequ¨ªvoca de su primer encuentro furtivo con Gala. All¨ª estaba el joven raro, sin hacer caso a la c¨¢mara, en una suerte de estado de ¨¦xtasis, acompa?ado por dos ni?os que parecen c¨®mplices y testigos del estado de quien acaba de disfrutar de un placer que asoci¨¦ a un coito cercano. Pues nada de eso. Al menos no sexo, no Gala, no coito. En este mundo de informaci¨®n abierta siempre nos amenaza la posible llegada de un investigador, un estudioso serio y hasta un periodista que sean capaces de contrastar los datos. Es decir, que la verdad siempre est¨¢ al acecho para jorobarte una buena historia.
Semanas despu¨¦s de que nadie, ni los m¨¢s eruditos, negaran mi versi¨®n de la foto in¨¦dita, lleg¨® por Internet el minucioso estudio de un daliniano y me mand¨® parar. Un desconocido y nuevo amigo, un amable venezolano llamado Mario Gonz¨¢lez Lares, nos hizo pensar, detenernos, mirar, comprobar, y adem¨¢s nos mand¨® las pruebas. Este entregado creador de una Dalipedia, colaborador del cat¨¢logo razonado del Centro de Estudios Dalinianos de la Fundaci¨®n Gala-Dal¨ª y desde la autoridad que le da su tiempo dedicado al genio de Figueras, me asegura que esa foto no es despu¨¦s del primer encuentro con Gala. S¨ª es in¨¦dita ¨C?menos mal!¨C, pero es de a?os anteriores, posiblemente de 1921. Dal¨ª ten¨ªa 17 a?os, estaba viviendo el ¨²ltimo verano de una vida que cambiar¨ªa radicalmente al ir a Madrid, a la Residencia de Estudiantes, y encontrar aquellos amigos: Luis Bu?uel, Federico Garc¨ªa Lorca, Pep¨ªn Bello.
Antes de esos amigos que cambiar¨ªan su vida y su pintura, se reun¨ªa muchas tardes con unos ni?os gitanos a los que dejaba entrar en su estudio. Le encantaba o¨ªr, sin apenas entender, sus charlas imaginativas y caprichosas. A ellos no les importaba que vistiera de forma extravagante, se dejara pelos largos o patillas. Para ellos era ¡°el se?or Patillas¡±. Adoraban a aquel chico raro que les retrataba y, seguramente, les daba algunas perras. Pintaba al temple, casi compulsivamente, casi todos aquellos cuadros est¨¢n perdidos. No todos. Aquellos ni?os a los que se refiere, aquellos que chillaban y se re¨ªan al verse retratados, esos que vemos en la foto del feliz Salvador adolescente, son los mismos de una pintura llamada Dos gitanos, registrada con el n¨²mero 356 en el cat¨¢logo razonado, y se encuentra en la colecci¨®n de The Dal¨ª Museum en San Petersburgo (Florida, EE UU). Reproducci¨®n del cuadro que nos env¨ªa el se?or Gonz¨¢lez Lares.
Existen verdades que demuestran una preocupante falta de ingenio. Otras que son se?al de nobles empe?os. Pero tambi¨¦n de vez en cuando nos viene bien que nos bajen, nos aticen con datos y eso que, dicen, es el rigor.
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