La melod¨ªa eterna de Jamaica
Entre los retos de un pa¨ªs que tiene todas sus esperanzas puestas en el turismo, Jamaica sigue siendo una factor¨ªa sonora muchos a?os despu¨¦s de la muerte de Bob Marley
Apuesto y elegante, vestido con pantalones negros, una casaca roja y mocasines a juego, la guitarra colg¨¢ndole del hombro, Albert Minott es el Compay Segundo de Jamaica. Vive en una humilde casita baja rodeada de caminos de tierra y palmeras a las afueras de Port Antonio, donde naci¨® hace 76 a?os. Esta peque?a localidad al noreste de la isla ba?ada por el mar Caribe fue tambi¨¦n morada en los a?os cuarenta y cincuenta del siglo pasado para estrellas de Hollywood como Errol Flynn, quien, seg¨²n la misma leyenda que Marilyn Monroe cont¨® a Truman Capote, amenizaba sus fiestas tocando el piano con su afamado miembro. El se?or Minott lleg¨® a actuar en alguna de las memorables veladas jamaicanas de Errol Flynn con su grupo, The Jolly Boys, una de las pocas bandas que a¨²n interpretan m¨²sica mento, g¨¦nero que constituye la m¨¢s pura ra¨ªz de donde despu¨¦s nacer¨ªan aqu¨ª el rocksteady, el ska y el reggae. Albert Minott y sus Jolly Boys son hoy lo m¨¢s parecido a una suerte de Buena Vista Social Club a la jamaicana.
Como tambi¨¦n ocurri¨® con los integrantes del cubano Social Club de Buena Vista, al se?or Minott la fama internacional le ha llegado en la vejez. ¡°Jam¨¢s pens¨¦ que conocer¨ªa China, que viajar¨ªa a Australia o visitar¨ªa Reino Unido, Espa?a¡ Hoy me siento como un chaval de 20 a?os¡±, dice su voz ¨¢spera como una lija. La misma con la que se lanza a entonar a media tarde, acompa?ado de su guitarra ac¨²stica bajo la sombra de un recio ¨¢rbol junto a la marina de Port Antonio, la canci¨®n que obr¨® el milagro de rescatarle del olvido.
El declive de la oferta hotelera local en los setenta dio paso al relevo de otros puntos clave del turismo jamaicano con la construcci¨®n de resorts en Ocho R¨ªos y Negril, al oeste de la isla, relegando a The Jolly Boys al circuito de bodas, bautizos y comuniones. Pero en 2008 una serie de afortunadas coincidencias que contaron con la mediaci¨®n de Patrice Wymore, la viuda de Errol Flynn, que ha seguido viviendo en Port Antonio hasta su reciente muerte, llevaron al se?or Minott a interpretar los sencillos y tiernos compases de la balada Evening Dress ante Jon Baker, productor y propietario de los vecinos estudios GeeJam, donde han grabado mitos de nuestro tiempo como la difunta Amy Winehouse. Tras quedar maravillado con el swing del entonces desdentado se?or Minott, Baker le pidi¨® que reuniera a los Jolly Boys y que regresaran otro d¨ªa a su estudio para versionar al son de maracas, guitarras y banjo grandes ¨¦xitos como el Rehab de Amy Winehouse. Y as¨ª naci¨® el disco Great Expectation, que ha llevado en los ¨²ltimos a?os a estos veteranos caballeros a conocer mundo en el oto?o de sus vidas y a experimentar un sorprendente inter¨¦s por el g¨¦nero que interpretan desde hace m¨¢s de 60 a?os. ¡°El mento es el alma de la m¨²sica jamaicana¡±, proclama Albert Minott. ¡°Hasta Bob Marley y Peter Tosh vienen de lo que nosotros tocamos. Todo lo que ellos inventaron despu¨¦s con el reggae bebe de nuestras fuentes¡±.
El ¨¦xito planetario de los Jolly Boys es tan solo otra muestra de que la m¨²sica sigue siendo, junto con el turismo, la comercializaci¨®n de az¨²car y bauxita y la creaci¨®n de atletas de alta velocidad, uno de los principales motores de esta isla del tama?o de Murcia que alberga cerca de tres millones de habitantes, de los que un 80% son negros y mulatos. Anta?o zona de paso de corsarios y bucaneros, vecina de Cuba, Rep¨²blica Dominicana y Hait¨ª, Jamaica perteneci¨® a Espa?a ¨CCol¨®n lleg¨® aqu¨ª en 1494 tras visitar Cuba y La Espa?ola¨C hasta que en 1655 pas¨® a manos inglesas, cuyo reino la convirti¨® en colonia con capital en Spanish Town hasta 1872, cuando Kingston tom¨® el relevo al sur del pa¨ªs. Desde la independencia proclamada el 6 de agosto de 1962, forma parte de la Commonwealth brit¨¢nica con su reina Isabel II como jefa de Estado. Y su capital, Kingston, conserva intactas las huellas por las que se hizo mundialmente famosa en el siglo pasado.
Todav¨ªa ignorada por muchos de los visitantes que corren hacia la exuberante franja costera del norte, Kingston sigue ejerciendo de irresistible im¨¢n musical. Cuesta encontrar por sus calles a alguien que no se dedique directamente al negocio de elaborar melod¨ªas o que no tenga un pariente cercano que sea productor, deejay o cantante. Por solo mencionar algunos centros de peregrinaci¨®n, compiten como reclamo tur¨ªstico con la Devon House o las Blue Mountains, donde se cultiva el cotizado caf¨¦ del mismo nombre, el Studio One ¨Cdonde han grabado muchos de los mejores artistas que ha dado la isla¨C y la casa de Bob Marley en la exclusiva Hope Road, hoy convertida en museo, as¨ª como algunas callejuelas del gueto de Trench Town donde se fragu¨® el m¨ªtico cantente de reggae cuyo legado sigue generando desde la tumba, seg¨²n Forbes, 15 millones de euros anuales. Pero el latido sonoro de Kingston se resiste a vivir exclusivamente de su pasado. La m¨²sica mueve las luces y sombras de su mill¨®n de habitantes por cada uno de sus barrios, desde las mansiones colgadas de las monta?as circundantes donde habitan potentados como el atleta Usain Bolt hasta los rincones menos recomendables del Downtown.
El legado de Bob Marley sigue generando desde la tumba 15 millones de euros anuales, pero el latido de Kingston se resiste a vivir del pasado
Una noche de mi¨¦rcoles, como viene ocurriendo desde hace m¨¢s de 40 a?os, la tropa del emblem¨¢tico Stone Love Movement ofrece una de sus sonadas fiestas en su cuartel general de la muy oscura avenida Burlington. Los miembros del Stone Love Movement componen uno de los m¨¢s veteranos y aclamados sound system (literalmente, discoteca m¨®vil) de Jamaica. Presenciar una de sus sesiones de deejay en vivo permite hacerse una idea del esp¨ªritu de aquellos descomunales equipos m¨®viles de sonido que hace medio siglo recorr¨ªan los barrios de Kingston liderados por un pinchadiscos que cuando agarraba el micr¨®fono convert¨ªa la escena, como escribi¨® Lloyd Bradley en Bass Culture. La historia del reggae (Acuarela y A. Machado), ¡°en el peri¨®dico del gueto¡±.
En el enorme patio del cuartel general del Stone Love Movement, el ambiente comienza a caldearse pasada la suave medianoche. Una neblina de marihuana sobrevuela las cabezas de los hombres y mujeres, de diversos tramos de edad, que mueven sensualmente las caderas alrededor de la cabina del pinchadiscos. Entre la concurrencia, como meros oyentes disfrutando del show, hay tambi¨¦n artistas consagrados como el insigne Jimmy Riley, padre de Tarrus Riley, uno de los m¨¢s talentosos artistas actuales de reggae. Junto a otro corrillo, tocado con gorra de los New York Yankees, el legendario Burro Banton l¨ªa un canuto de grandes dimensiones sin dejar de bailotear con algunas gruppies. En la cabina, los miembros del Stone Love Movement se van turnando al frente de los platos a medida que pasan las horas, escupiendo consignas por el micr¨®fono entre canci¨®n y canci¨®n que levantan los ¨¢nimos de la concurrencia. El l¨ªder del clan, Winston Powell, m¨¢s conocido como Wee Pow, un expolic¨ªa grandull¨®n vestido con bermudas y camisa blanca, agita su vaso a rebosar de ron jamaicano con hielo y se presenta con un fort¨ªsimo apret¨®n de manos: ¡°Soy el CEO, el jefazo de todo esto¡±.
Como tal, va dando ¨®rdenes a todo el que se cruza en su camino mientras atraviesa el enorme patio del chal¨¦ que acoge el fiest¨®n de esta noche. ¡°Aqu¨ª no suele entrar nunca nadie que no pertenezca a la tropa¡±, advierte Wee Pow mientras abre uno tras otro los candados de las puertas de seguridad de la vivienda central que dan acceso a un gran almac¨¦n de descomunales columnas hi-fi, que emplean cuando act¨²an fuera de este recinto, y el estudio de grabaci¨®n. ¡°La polic¨ªa es muy aficionada a venir a pararnos la fiesta. Pero m¨¢s de 40 a?os despu¨¦s, seguimos en pie. Cada mi¨¦rcoles y cada s¨¢bado. Te aseguro que vamos a mantener el esp¨ªritu del sound system hasta el ¨²ltimo aliento¡±.
La utilizaci¨®n de la m¨²sica como contrapunto al poder establecido sigue formando parte de la identidad jamaicana. La cara m¨¢s amable de la isla, encarnada por su primera ministra, Portia Simpson-Miller, que lidera una peque?a naci¨®n donde la esperanza de vida supera los 70 a?os, el promedio de hijos por mujer es de 2,36 y m¨¢s de un 80% de la poblaci¨®n est¨¢ alfabetizada, convive con un ¨ªndice de pobreza que afecta al 17% de la poblaci¨®n entre altos ¨ªndices de criminalidad (1.087 asesinatos en 2012; el mejor dato en el ¨²ltimo decenio). Las guerras urbanas de Kingston que arrancaron en los noventa con el auge del tr¨¢fico de coca¨ªna tuvieron su m¨¢s reciente apogeo durante la persecuci¨®n en 2010 del narco Christopher Dudus Coke, l¨ªder de la Shower Posse (banda de la ducha, apodo que hac¨ªa dudoso honor a la costumbre de regar a balazos a sus adversarios) reclamado por la justicia estadounidense. Desde el punto de vista musical, la estrella del g¨¦nero dancehall Vybz Kartel ha sido uno de los exponentes de la violencia m¨¢s s¨®rdida hasta su encarcelamiento este a?o, condenado por asesinato. En la otra cara de la moneda, reclamando un activismo sofisticado, afloran artistas como Chronixx que pertenecen a la joven estirpe de talentosos creadores encuadrados en el movimiento de reggae revival que reclaman una vuelta a las esencias del g¨¦nero desde el pacifismo de las letras y los sonidos m¨¢s cl¨¢sicos.
Una vuelta a las ra¨ªces que coincide con la apuesta de algunos j¨®venes que, tras probar suerte en la capital, han regresado a sus remotos lugares de origen para montar negocios de hosteler¨ªa ligados a la despampanante naturaleza. Es el caso de Susan, una joven emprendedora que abri¨® el sencillo bed & breakfast Raf Jam en plenas colinas del Irish Town, muy cerca de la comunidad de Middleton donde se crio, a m¨¢s de mil metros de altitud, y por cuyas empinadas calles sin asfaltar ella ejerce de cicerone entre el paso de rastafaris que siguen colina arriba en busca de meditaci¨®n, pipas de ganja y armon¨ªa con el entorno. Uno de los habitantes de la colonia de Middleton resume as¨ª su apego a esta tierra monta?osa, alejada del caos de la capital y con sus propias normas de convivencia: ¡°?Sabe usted por qu¨¦ nunca podr¨ªa vivir en otro sitio que no fuera este? Por la pureza del agua que cae de esos montes. Toda esa vegetaci¨®n, esas cascadas, esos pl¨¢tanos y tomateras son nuestras y nadie podr¨¢ quit¨¢rnoslas. Tampoco nadie nos dice aqu¨ª c¨®mo tenemos que vivir¡±.
El polo opuesto al modelo de negocio de la joven Susan perdido en las remotas Blue Mountains lo representa el muy lujoso resort Gol?denEye, en el centro de la l¨ªnea norte de la costa jamaicana, en las inmediaciones de las paradis¨ªacas playas de Oracabessa. El propietario de tan significativo enclave, que acogi¨® la morada de Ian Fleming en la que el creador de James Bond se recluy¨® para escribir hasta 14 entregas de las aventuras del agente especial 007, no es otro que Chris Blackwell, el londinense blanco que, en palabras de Jimmy Cliff, ¡°catapult¨® las ventas de discos en Jamaica¡±. Impulsor de la expansi¨®n global de Bob Marley, dio la campanada al vender su sello Island Records a Polygram en 1989 por m¨¢s de 200 millones de euros. Cuenta la leyenda que el acercamiento de Blackwell a la m¨²sica comenz¨® al ser rescatado por unos pescadores rastas despu¨¦s de sufrir un naufragio con su barco. Levant¨® un emporio a partir de la exportaci¨®n de ¨¢lbumes a Londres de los m¨¢s destacados artistas de la escena jamaicana. A los 77 a?os, desvinculado de la industria musical, mantiene sin embargo el inter¨¦s por la nueva hornada de artistas como Chronixx, Jesse Royal, No-Maddz, Protoje y ¡°muchos otros que conforman ese nuevo movimiento de canciones positivas y culturales; el secreto musical de Jamaica reside en que est¨¢ bendecida por la naturaleza¡±.
El productor Chris Blackwell, hoy apartado del negocio musical, puso a jamaica en el mapa: ¡°Esta isla est¨¢ bendecida por la naturaleza¡±
A pie de playa del complejo GoldenEye del se?or Blackwell se divisa sobre un acantilado abierto al mar Caribe la que fue vivienda de Ian Fleming hasta su muerte en 1964, hoy convertida en una cotizad¨ªsima estancia del resort a raz¨®n de hasta 7.000 euros la noche. El resto de la l¨ªnea de la costa norte jamaicana sigue salpicada de villas rodeadas de palmerales al borde de playas de arena fin¨ªsima como Treasure Beach y de resorts m¨¢s econ¨®micos repartidos desde las cataratas de Ocho R¨ªos hasta Montego Bay y Negril, alternando con los puestos de comida t¨ªpica jerk al borde de las sinuosas carreteras, y atracciones como las cascadas del r¨ªo Dunn que hacen las delicias de las hordas de turistas estadounidenses. M¨¢s alejada del bullicio, hacia el este de la isla, la localidad de Port Antonio lucha por recuperar parte del brillo que tuvo a mediados del siglo pasado entre estrellas de Hollywood como Errol Flynn. En esa pelea andan personalidades como Jon Baker, que abri¨® el estudio de grabaci¨®n GeeJam en medio de un hotelito con restaurantes mirando al mar para acoger a destacados m¨²sicos que vienen de todas partes del globo para empapar sus discos de los ecos jamaicanos. Uno de los j¨®venes ingenieros de sonido del estudio GeeJam fue quien dijo refiri¨¦ndose a Albert Minott y sus Jolly Boys: ¡°Si quieres encontrar las ra¨ªces de la m¨²sica jamaicana tienes que conocer a este tipo¡±.
Y as¨ª fue como llegamos al populoso barrio de calles sin asfaltar del se?or Minott a las afueras de Port Antonio. ?l ya hac¨ªa m¨²sica mucho antes de que Bob Marley revolucionara el reggae y de que el dancehall acabara convertido en el g¨¦nero imperante de la actualidad con una fuerte carga de actitudes del gansta rap estadounidense. A pesar de guardar cierto paralelismo, no ha logrado con sus Jolly Boys tanto ¨¦xito como el que lograron los integrantes cubanos del Buena Vista Social Club. Pero han sido capaces de labrarse una jubilaci¨®n casi tranquila a los setenta y tantos.¡°Me gustar¨ªa tener una casa m¨¢s bonita¡±, dice Albert Minott con su voz aguardentosa. Al menos le ha quedado para una nueva dentadura. Y, contra todo pron¨®stico, para dejar sus huellas fuera de Jamaica gracias a la m¨²sica. ¡°Lo que nos ha pasado demuestra que ten¨ªamos raz¨®n: a veces, para tener ¨¦xito, solo hace falta mantenerte fiel a tus ra¨ªces¡±.
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