T¨² apuntas, yo disparo
Una investigaci¨®n estadounidense logra conectar dos cerebros a distancia Un voluntario ejecuta lo que le ordena otro gracias a una conexi¨®n cerebral por internet
Investigadores estadounidenses han demostrado c¨®mo se puede controlar el cerebro de otra persona a distancia. Lo que pensaba un individuo era ejecutado por otro situado a m¨¢s de un kil¨®metro. La ¨²nica conexi¨®n entre ellos era un complejo interfaz cerebro a cerebro conectado a internet. Aunque la comunicaci¨®n era a nivel inconsciente, las comunicaciones cerebrales est¨¢n m¨¢s cerca que nunca.
Los cient¨ªficos, del departamento de neurociencia de la Universidad de Washington, idearon un juego en el que hab¨ªa que defender la ciudad de los cohetes que le lanzaban unos piratas. Dos voluntarios contaban con un ca?¨®n para abatir los misiles. Pero hab¨ªa un problema. Mientras uno de los defensores pod¨ªa ver el juego en la pantalla, el disparador del ca?¨®n se encontraba bajo la mano de otro defensor, situado en otro edificio del campus y sin poder ver la escena. As¨ª que el primero deb¨ªa concentrarse y pensar con todas sus fuerzas en disparar. En menos de un segundo, el dedo de su compa?ero deb¨ªa salvar a la ciudad.
Se trata de uno de los primeros casos de comunicaci¨®n cerebral entre humanos. Los investigadores dise?aron un interfaz cerebro a cerebro capaz de interpretar las ¨®rdenes de un emisor y que un receptor situado a 1.500 metros las ejecutara. El primero llevaba en su cabeza un sistema de electroencefalograf¨ªa (EGG, por sus siglas en ingl¨¦s) que registraba las se?ales el¨¦ctricas de su cerebro. El segundo ten¨ªa un aparato de estimulaci¨®n magn¨¦tica transcraneal (TMS) sobre la zona cerebral que controla las se?ales motoras.
Entre medias, un software descodificaba las se?ales el¨¦ctricas del "quiero disparar" del emisor, las enviaba por internet y las volv¨ªa a codificar en pulsos magn¨¦ticos para que el cerebro del receptor diera la orden de pulsar el disparador. Toda la comunicaci¨®n no super¨® los 650 milisegundos de media.
El sistema registra la actividad cerebral de un sujeto y la convierte en pulsos? en el cerebro de otro
Adem¨¢s de la velocidad y la pericia, contaban los reflejos. Ocasionalmente, en el cielo aparec¨ªa un avi¨®n aliado con suministros al que no hab¨ªa que derribar. El sistema fue ensayado durante tres meses por tres parejas diferentes de emisor-receptor, alcanzando una eficacia de entre el 25% y el 83%.
"Estos n¨²meros no reflejan la eficacia de la tecnolog¨ªa, que debe ser evaluada por separado de la exactitud de la que sean capaces los sujetos", recalca el coautor del estudio, Andrea Stocco. "Para que funcione correctamente, tanto el emisor como el receptor deben hacer su trabajo: el remitente debe identificar los cohetes y la mano del receptor debe golpear el teclado. A veces, al remitente se le escapa un cohete y, en ocasiones, la mano del receptor se mov¨ªa de manera err¨®nea. Estos fallos ocurren cuando se juega a cualquier juego y reflejan la exactitud de los sujetos", a?ade. Y lo compara con el Tetris. "Si uno no pasa de nivel es problema del jugador, no del juego", recuerda.
Esta serie de experimentos, cuyos resultados han sido publicados en la revista cient¨ªfica PLoS ONE, son continuaci¨®n de una primera fase que tanto Stocco como su colega Rajesh Rao realizaron el a?o pasado. Entonces las pruebas las realizaron con ellos mismos y ahora quer¨ªan ver si su sistema pod¨ªa funcionar con alguien no relacionado con el estudio.
"Pasamos de una fase piloto a una real, una prueba experimental. Eso significa que los sujetos eran completamente ajenos a la tecnolog¨ªa, el software fue desarrollado para trabajar sin tener que intervenir durante el experimento. Aunque todav¨ªa es un prototipo, esta vez el software y la tecnolog¨ªa estaban listos para ser usados: el sujeto se sienta y dejamos que suceda. Mediante el uso de sujetos ajenos y limitando la intervenci¨®n entre bastidores de los experimentadores, realmente podemos ver si nuestra interfaz cerebral funciona de verdad y cu¨¢nto de bien", explica Stocco.
Experimento espa?ol
Este trabajo recuerda al liderado por el investigador barcelon¨¦s Giulio Ruffini, de la empresa Starlab. Hace unas semanas, su equipo, en colaboraci¨®n con investigadores de las universidades de Barcelona y Harvard, dio a conocer un sistema que permit¨ªa una especie de comunicaci¨®n telep¨¢tica: Alguien pensaba en decir "hola" y ese pensamiento llegaba directamente al cerebro de otra persona situada a 7.700 kil¨®metros de distancia.
"Las t¨¦cnicas son muy similares. En ambos casos se usan tecnolog¨ªas no invasivas para interaccionar con el cerebro", comenta Ruffini. Pero hay una diferencia fundamental. "Nuestro objetivo era demostrar que es posible transmitir informaci¨®n directamente de un cerebro a otro de forma consciente. Dicho de otra manera, quer¨ªamos acercarnos lo m¨¢ximo posible al concepto de transmitir pensamientos. Por eso no estimulamos el cortex motor, que es lo hace el equipo de Washington", explica.
La diferencia, por tanto, est¨¢ en el nivel de consciencia de la comunicaci¨®n entre los cerebros. "Si estimulas el cortex motor con TMS produces un efecto similar al que se provoca golpeando la rodilla: una especie de reflejo motor. Puedes hacer mover m¨²sculos estimulando el cerebro. ?Se ha transmitido informaci¨®n de cerebro a cerebro? S¨ª. Pero ?la informaci¨®n llega a la parte consciente del sujeto directamente? No. Parte de un cerebro, llega al otro cerebro sin acceso consciente (al menos de forma demostrable), sigue hacia la mano, y de la mano, a trav¨¦s de sensores propioceptivos [que informan al organismo de la posici¨®n de los m¨²sculos], alcanza finalmente la parte consciente del sujeto", sostiene Ruffini.
Los investigadores estadounidenses son conscientes de esta limitaci¨®n pero quieren ir m¨¢s all¨¢. "Nuestro objetivo es, precisamente, explorar hasta d¨®nde podemos ir en la escala de la informaci¨®n compleja. Por ahora, no podemos transmitir nada m¨¢s complejo que simple informaci¨®n motora sensorial. Pero esperamos llegar a algo m¨¢s interesante en el futuro. Si lo logr¨¢ramos, podr¨ªamos romper la barrera de la lengua y transmitir pensamientos simples sin utilizar palabras o s¨ªmbolos", aventura el investigador estadounidense.
En un art¨ªculo de la revista Scientific American, Stocco y su colega Rao dibujan las posibilidades de una ciencia cada vez menos ficci¨®n. Una persona paralizada, por ejemplo, podr¨ªa compartir sus pensamientos y emociones con los que le rodean. Quiz¨¢, en el futuro, un virtuoso del viol¨ªn pueda comunicar a su pupilo su destreza mentalmente. O, por qu¨¦ no, un profesor podr¨ªa colarse en el cerebro de sus alumnos para que entiendan esa ecuaci¨®n diferencial tan dif¨ªcil de explicar.
Cuando sepamos 'inyectar' emociones, crearemos traductores para el intercambio de informaci¨®n entre cerebros", dice un investigador
Ruffini comparte esa visi¨®n de futuro. "Si yo visualizo una esfera, por ejemplo, es bastante probable que lo haga de forma muy similar a otras personas. Probablemente haya elementos bastante universales: conceptos geom¨¦tricos, matem¨¢ticos, pero tambi¨¦n emociones... Una vez sepamos c¨®mo inyectar emociones o conceptos matem¨¢ticos, desarrollaremos traductores para facilitar el intercambio de informaci¨®n entre cerebros. ?Llegar¨¢ esto alg¨²n d¨ªa? Sin duda. Pero no me pregunte cu¨¢ndo, todav¨ªa falta mucho. Estamos en los albores", comenta.
Enseguida aparece el fantasma del control mental. De hecho, los militares estadounidenses han financiado de forma simb¨®lica la investigaci¨®n de la Universidad de Washington. "El Ej¨¦rcito solo pag¨® el tiempo de los participantes, entre 500 y 1.000 d¨®lares", aclara Stocco. "Claro que podr¨ªa haber usos militares de nuestra tecnolog¨ªa pero ninguna de las agencias de inversi¨®n militares ha mostrado inter¨¦s por ahora, quiz¨¢ porque la tecnolog¨ªa es a¨²n tan nueva", a?ade. Lo que s¨ª cree Stocco es que ha llegado el momento de debatir sobre el dilema moral y los riesgos de la comunicaci¨®n entre cerebros.
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