Monago M¨¢rtir
Lapidado, humillado e impotente severo, dice haberse sentido el bar¨®n rojo pepero desde que le estall¨® en la cara el ob¨²s de sus viajes a Canarias
Ayer se me cay¨® el m¨®vil al excusado. S¨ª, que tire la primera piedra el que no haya teletrabajado alguna vez sentado en el trono. Porque eso es lo que estaba haciendo. Horas extra. Aprovechar los ratos muertos del curro para trabajarme a un lumbreras que me hab¨ªa entrado por Tinder sin faltas de ortograf¨ªa. La foto era lo de menos. Un tipo as¨ª rollo chulazo de Trivago, o sea, un fake como la catedral de Burgos. Pero, teniendo en cuenta que yo tengo la de la orla del instituto, no se puede una poner estupenda. El caso es que la cosa se fue calentando, le invit¨¦ a pasar a WhatsApp para aproximar posturas, y empec¨¦ a o¨ªr los doble clicks del nota como si lo tuviera pegado a la nuca. O sea, que el tipo estaba haciendo lo mismo que yo, pero sentado en el retrete de caballeros. Espalda contra espalda, nos hall¨¢bamos, por no decir otra cosa. Mira, del siroco que me entr¨® de pensar en salir y encontrarme al jefe jeta a jeta, hice tales malabares con el Android que acab¨® en el sumidero. Porque era ¨¦l, seguro. El Android, no; mi jefe. La prueba es que, desde entonces, me delega menos que la jueza Alaya. As¨ª que aqu¨ª estoy: se?alada, prejuzgada y condenada por un pecado que no he cometido, porque de consumar ya ni hablamos. Virgen y m¨¢rtir, como Monago.
Daba angustia o¨ªr a ese santo en vida, presidente de la Junta de Extremadura, confesar el G¨®lgota que ha tenido que atravesar la ¨²ltima semana. Lapidado, humillado e impotente severo, dice haberse sentido el bar¨®n rojo pepero desde que le estall¨® en la cara el ob¨²s de que viajaba mucho a Tenerife para ver a una se?ora con cargo al erario p¨²blico. Atrapado en una tormenta de arena, amarrado a la silla, llorando l¨¢grimas de sangre ante el ataque despiadado de los infieles y alg¨²n que otro correligionario, declama haber vivido, textualmente. Y todo, por marear la perdiz ¨¦l solito durante ocho d¨ªas. Primero, con que si los viajes eran de trabajo. Despu¨¦s, con que si iba a devolver hasta el ¨²ltimo c¨¦ntimo. Y, finalmente, con que donde dije digo, digo Diego, aqu¨ª van las facturas, y a m¨ª que me registren.
Luego, como todos los m¨¢rtires tienen vidas ejemplares, pas¨® a describirnos la suya con todo lujo de detalles. Para lagrimones, los m¨ªos, cuando le o¨ª gemir que cobra 3.500 pavos pelados. Que se paga su luz y su agua. Que vive en su casa de ¨¦l y no en ning¨²n casopl¨®n p¨²blico, como otros, sea La Moncloa de Rajoy en Madrid o el Monte P¨ªo de Feij¨®o en Galicia. Que, por no tener, no tiene ni parab¨®lica, dime t¨² si eso no es una renuncia intolerable. Y, ya en el colmo del sacrificio, que le conocen en muchos bares de carretera porque come de pie en la barra para no perder el tiempo ni que le cobren el suplemento de mesa.
Ah¨ª fue cuando me vine abajo del todo recordando los suplicios de Monedero, otro protom¨¢rtir de Podemos. Cuando tiene que coger preferente porque no hay plazas en turista, se pasa el viaje a pie derecho en la cafeter¨ªa del AVE por ¡°coherencia pol¨ªtica¡±, confiesa. Total, que veo urgente una reflexi¨®n colectiva sobre la mala vida que les estamos dando a nuestros pr¨®ceres. O, al menos, irle pidiendo al papa Francisco que agilice su proclamaci¨®n como santos s¨²bitos, por si las muertes en vida.
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