No me puedes mirar
Todos los amantes juegan a esconderse, a que no se sepa qui¨¦nes son
Pobre Orfeo! Una serpiente acaba con la vida de Eur¨ªdice el d¨ªa de su boda y su desesperaci¨®n es tan grande que pierde el deseo de vivir. Su canto se vuelve entonces tan triste que los dioses se apiadan de ¨¦l y le permiten descender al reino de los muertos en busca de su esposa con la condici¨®n de que no se detenga a mirarla hasta que no haya alcanzado con ella el mundo exterior y los rayos del sol ba?en su cuerpo. Pero Orfeo vuelve la cabeza antes de tiempo y la pierde para siempre. En su pel¨ªcula El testamento de Orfeo,Jean Cocteau hace una curiosa interpretaci¨®n del mito, ya que Eur¨ªdice consigue regresar al mundo de los vivos pero conserva la cualidad de no poder ser mirada, de forma que tiene que esconderse bajo la mesa o entre las cortinas de la casa cuando Orfeo vuelve a casa, dando lugar a un juego tan gracioso como disparatado que termina fatalmente cuando Orfeo sorprende por casualidad el reflejo de su rostro en un espejo.
Todos los amantes act¨²an as¨ª. Todos juegan a esconderse, a que no se sepa qui¨¦nes son, con qui¨¦n anduvieron antes de conocerse. No me puedes preguntar qui¨¦n soy, se dicen el uno al otro. Es una prohibici¨®n que se repite en un sin fin de historias. En la historia de Lohengrin y Elsa, en la de Psique y Eros, en El ¨²ltimo tango en Par¨ªs, la pel¨ªcula de Bertolucci. Ese ¡°tienes que vivir sin conocerme¡± ?no significa lo mismo que el ¡°no me puedes mirar¡± de Eur¨ªdice?
¡°No debes saber que estoy muerta¡± es lo que su amada le dice a Orfeo. La muerte sigue nuestros pasos, nos aguarda en las esquinas, llama a nuestra puerta cuando menos lo esperamos, tiene nuestro rostro al mirarnos al espejo. Se lleva a nuestros padres, a nuestros amigos, husmea en nuestros armarios, enmudece a los escritores que amamos. Los muertos est¨¢n en nuestras palabras, en nuestros recuerdos, cuando entramos en un cuarto, cuando recorremos una calle o visitamos un jard¨ªn, cuando leemos un libro. Nos siguen a todos los sitios, velan nuestros sue?os, se sientan en la mesa con nosotros. Los muertos no saben nada, se lee en el Eclesiast¨¦s. ?Es verdad esto o acaso nos dicen cosas que no queremos o¨ªr?
El mundo del relato est¨¢ poblado de personajes que nunca regresan
Est¨¢n ah¨ª, pero no debemos volver la cabeza para mirarlos. S¨®lo el psic¨®tico lo hace, s¨®lo ¨¦l se empe?a en mirarlos. Ve a los muertos, como el ni?o de El sexto sentido, la pel¨ªcula de Shyamalan. Por eso no vive ni deja vivir. Si hubiera un vampiro se acercar¨ªa a ¨¦l para servirle, porque el ¨²nico enigma que le interesa es el enigma de la muerte. ?Est¨¢ m¨¢s cerca que nosotros de la verdad? Es posible, pero ?qui¨¦n quiere vivir con la verdad? ?Qui¨¦n querr¨ªa tener un padre como Abraham, un Dios como el que tortura a Job, como el que vive en las p¨¢ginas del Antiguo Testamento?, ?qui¨¦n querr¨ªa vivir en un mundo como el que postulan hoy algunos cient¨ªficos?
Narrar es escapar a la tiran¨ªa de la verdad. Sherezade lo hace. Ella acude a la alcoba del sult¨¢n pero le pide, con cada una de las historias que le cuenta, que no la mate esa noche. Tambi¨¦n la joven esposa de Barba Azul acude a una alcoba as¨ª. Barba Azul ha tenido otras mujeres que han desaparecido misteriosamente, y en todo el reino del sult¨¢n es sabido que la muchacha que duerme en su lecho ser¨¢ decapitada por la ma?ana. Si las dos saben qu¨¦ pasa en esas alcobas ?por qu¨¦ van? Sherezade encandila al sult¨¢n con sus historias, y bien podemos imaginar a la joven esposa de Barba Azul haciendo otro tanto con las suyas. Si solo las moviera el temor sus historias no habr¨ªan podido ser tan cautivadoras. Van porque la alcoba que visitan es tambi¨¦n la alcoba del deseo. Son apenas dos muchachas al comienzo de la vida, y si acuden a la alcoba de los ogros es para desvelar el misterio de su sexualidad naciente. Porque ?qui¨¦n sabe m¨¢s de sexo que los ogros?
Fernando Colina dice que el psic¨®tico no sabe mentir. En la Odisea todos mueren menos Odiseo, que logra salvarse porque es el gran embaucador. El psic¨®tico es uno de esos marineros ahogados que jam¨¢s regresa con los suyos, uno de los pr¨ªncipes vencidos del cuento de los hermanos Grimm. Todos ellos carecen de astucia. En el ciclo de los Argonautas hay un personaje as¨ª. Se llama Hilas y es el favorito de Heracles. La nave en la que navegan en busca del Vellocino de Oro recala en una isla para abastecerse e Hilas se interna en ella en busca de agua. Mas nunca regresa, pues cautivadas por su belleza las ninfas le raptan y sus compa?eros no pueden dar con ¨¦l.
El mundo del relato est¨¢ poblado de personajes que como Hilas nunca regresan. Apenas reparamos en ellos, ya que es el relato de los h¨¦roes el que absorbe nuestra atenci¨®n. Pero en cierta forma el compromiso de Hilas con lo que encuentra, como pasa con el del psic¨®tico, es m¨¢s hondo que el del h¨¦roe y esa es la raz¨®n de que no encuentre la forma de regresar. La verdad es una ara?a tejedora, en el centro de sus telas siempre espera la muerte. En la novela del conde Dr¨¢cula es la alocada Luci la prisionera. Ella vive su sexualidad de una manera m¨¢s libre e intensa que la recatada Mina, y si cae en manos del conde es porque en el fondo est¨¢ m¨¢s viva y llena de deseo que su amiga. Las muchachas que precedieron a Sherezade ?eran menos cautivadoras que ella y por eso no se lograron salvar? No, no lo eran, simplemente se dejaron arrastrar por las promesas del placer del Sult¨¢n.
El enigma est¨¢ en una muchacha cont¨¢ndole historias a un ogro
?Qu¨¦ importa el ?rbol del Conocimiento, nos dice el Placer, son los frutos del ?rbol de la Vida los que debes probar! Sherezade no se deja seducir por tales promesas y por eso empieza a hablar. Tanto a ella como a Odiseo no les basta con vivir sino que quieren saber qui¨¦nes son, abandonar el ¨¢mbito del deseo puro, que pertenece a los ogros, para entrar en el de amor, que es siempre la espera de un otro al que escuchar y por el que ser escuchado. Hilas desaparece en ese Otro absoluto que es la naturaleza y Odiseo regresa due?o de una historia. Y tener una historia es ir al encuentro de los dem¨¢s, lo que solo el lenguaje nos permite. Es justo eso lo que simboliza la l¨¢mpara que enciende Psique para contemplar a Eros, su amante dormido. ¡°Quiero hablar¡±, dice la luz que desprende. Contar es llevar una l¨¢mpara, conformarse con el peque?o espacio de visi¨®n que su luz abre en la oscuridad. El psic¨®tico no se conforma con ese poco, lo quiere todo. No le basta con llevar una l¨¢mpara; quiere ver en la oscuridad. Pero en la oscuridad s¨®lo ven los ogros y su reino es un reino mudo. Por eso el psic¨®tico no sabe contar lo que le pasa, lo que es lo mismo que decir que no sabe amar, pues no hay amor sin palabras.
¡°Cuesta entender la vida, no la muerte. La muerte nunca encierra enigma alguno¡±, escribe Joan Margarit. Entonces ?por qu¨¦ Sherezade y la joven esposa de Barba Azul van a la alcoba de los ogros? Quieren contar la historia de las muchachas que murieron en ella, la historia de sus deseos. El enigma es la vida, todo lo que es peque?o y fr¨¢gil. El enigma est¨¢ en la debilidad, en una muchacha cont¨¢ndole historias a un ogro. S¨®lo ella guarda la verdad de lo humano.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.