Espa?a y el nacionalismo
El centralismo ha fracasado en la tarea de construir una naci¨®n; lo ideal ser¨ªa trabajar en la creaci¨®n de una identidad com¨²n, porque juntos somos m¨¢s fuertes
¡°Si naces para martillo del cielo te caen los clavos¡±. Me vino a la memoria esta frase de un cantante y pol¨ªtico paname?o cuando le¨ªa un d¨ªa en estas p¨¢ginas que el c¨¦lebre psic¨®logo Abraham Maslow afirmaba que para una persona que tiene un martillo como ¨²nica herramienta puede resultarle tentador tratar todos los problemas como si fueran clavos. Efectivamente, un utensilio as¨ª puede ser ¨²til para resolver ciertos problemas, sin embargo es dudoso que la contundencia de su uso consiga solucionarlos convenientemente, m¨¢s que nada porque ya se sabe lo que sucede cuando no se para en barras y se deja de lado la racionalidad: que las campanas tocan a rebato.?
El fen¨®meno nacionalista es un estado de conciencia que el tiempo se va encargando de cincelar por la v¨ªa del sentimiento, por ello cuando hablamos de los nacionalismos es prudente no emplear argumentos que infundan temor entre la grey nacionalista, sino que es preferible manejar otros de car¨¢cter pr¨¢ctico que aboguen por la construcci¨®n de estructuras de vocaci¨®n multinacional, sobre todo en aquellos Estados que plantean tensiones segregacionistas en su seno, caso de Canad¨¢, Reino Unido, B¨¦lgica o Espa?a. Hay que tener presente que la naci¨®n es la proyecci¨®n estrictamente pol¨ªtica de la idea de pueblo. En s¨ª misma ninguna naci¨®n actual es una realidad objetiva surgida por generaci¨®n espont¨¢nea sino que son realidades o, si se prefiere, modelos de pertenencia que tambi¨¦n se han ido construyendo y renovando en el tiempo gracias a la voluntad de sus gentes de vivir en comunidad y representadas por la misma asamblea legislativa en esa suerte de naci¨®n (pol¨ªtica) que E. Renan defini¨® como un plebiscito de todos los d¨ªas en aquella conferencia pronunciada all¨¢ por 1882 en la Sorbona y que se titulaba "?Qu¨¦ es una naci¨®n?"
El pragmatismo ¡ªarticular una salida pol¨ªtica para el "derecho
a decidir¡ª es la ¨²nica soluci¨®n ante
el inmovilismo defendido
por unos y otros
Sin duda, el ¨¦xito pol¨ªtico conseguido por los nacionalismos perif¨¦ricos para considerarse naciones ha sido desde esta perspectiva innegable; casi tan innegable como el fracaso del nacionalismo espa?ol o centralista no ya para hacer naci¨®n, sino para mantener la anteriormente construida. Primero la Restauraci¨®n y despu¨¦s cuarenta a?os de franquismo han pesado mucho y han provocado efectos devastadores en el proceso de construcci¨®n nacional espa?ol, algo que nuestra desdichada transici¨®n pol¨ªtica tampoco ha podido corregir a la vista de los resultados presentes.
En cuanto al desaf¨ªo soberanista actual y al encaje de Catalu?a en Espa?a son varias las posiciones que pueden tomarse pero b¨¢sicamente concentro en tres las posturas en disputa. En primer lugar, la del nacionalismo independentista catal¨¢n que aboga por una ruptura con Espa?a para formar en esa comunidad aut¨®noma un estado soberano e independiente, aunque para ello haya tenido que manipular la historia creando una atm¨®sfera victimista que incita a transgredir la legalidad vigente a pesar de saber que una comunidad aut¨®noma no tiene jur¨ªdicamente la competencia para votar sobre su secesi¨®n. En segundo lugar tenemos la postura del nacionalismo espa?ol, que apela a aspectos procedimentales de la actual legalidad constitucional para impedir que ning¨²n territorio espa?ol manifieste democr¨¢ticamente su deseo de decidir su futuro y pueda as¨ª poner en riesgo la unidad de Espa?a; aunque luego, sin embargo, desde distintos frentes se cebe la bomba con declaraciones que no dejan en buen lugar a Catalu?a y a todo lo catal¨¢n (el fomento al boicot de productos catalanes es el corolario de una sucesi¨®n de gestos poco amistosos).
Y, por ¨²ltimo, est¨¢ la posici¨®n pragm¨¢tica de los que en Catalu?a y en el resto de Espa?a no son ni nacionalistas -centralistas o perif¨¦ricos- ni independentistas, y que son partidarios de habilitar un marco de pronunciamiento en ese eufemismo que se ha llamado derecho a decidir, y que no es otra cosa que un derecho de autodeterminaci¨®n encubierto, lo cual no significa en absoluto que los partidarios de esta v¨ªa est¨¦n a favor de la descomposici¨®n de Espa?a sino que desean articular una f¨®rmula legal que permita que un territorio (Comunidad Aut¨®noma) pueda manifestar libremente su deseo o no de seguir perteneciendo al Estado del que forma parte. Y ante este men¨² el ¨²ltimo de los tres supuestos se antoja el m¨¢s razonable por una raz¨®n bien sencilla que disfrazo de met¨¢fora: un matrimonio mal avenido no ver¨¢ arreglados sus problemas de convivencia por el hecho de haberse declarado ilegal el divorcio.
Un Estado plurinacional? es
la soluci¨®n a nuestros desencuentros consustanciales
Es palmario que lo ideal ser¨ªa trabajar en la creaci¨®n de una identidad nacional com¨²n en el convencimiento de que juntos somos m¨¢s fuertes. Pero a falta de eso, y cuando lo que predominan son los portazos y la cerraz¨®n, el pragmatismo termina siendo la ¨²nica soluci¨®n ante el inmovilismo defendido por unos y otros desde sus respectivas trincheras. Ajenos a la tragedia que se avecina, ?son conscientes las partes enfrentadas de que con cada reacci¨®n al movimiento del otro se a?aden nuevas capas de tierra que luego habr¨¢ que excavar del foso donde se encuentra enterrada la soluci¨®n? Y es que tal situaci¨®n nos remite de alg¨²n modo a un pasaje de la pel¨ªcula Rebelde sin causa, en donde nadie quiere ser el gallina ni el primero en frenar su coche antes de precipitarse al vac¨ªo.
En un Estado de Derecho la Constituci¨®n cumple la labor de manual de instrucciones de nuestro ordenamiento jur¨ªdico y delimita el marco legal de actuaci¨®n. No obstante el Derecho y la Ley, por leg¨ªtima que sea, no es la panacea para todo y su "martillo" llega hasta donde llega, y ni un metro m¨¢s all¨¢. A partir de ah¨ª, si de verdad queremos dar una soluci¨®n a los desaf¨ªos nacionalistas es en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica practicada con inteligencia donde encontraremos la soluci¨®n a desencuentros consustanciales en el seno de un Estado plurinacional; confrontar objetivamente posiciones y argumentos desde el di¨¢logo y el respeto mutuo es lo sensato y lo que la sociedad desea, y si adem¨¢s se acompa?a de una necesaria argumentaci¨®n pedag¨®gica para explicar los pros y contras de los itinerarios para no llevarse a enga?o pues tanto mejor.
Plotino -fil¨®sofo alejandrino que vivi¨® en el siglo III de nuestra era- se?alaba que el arte de la comprensi¨®n radica en saber escuchar. Quien sabe adoptar una posici¨®n de escucha activa demuestra estar en posesi¨®n de una rara habilidad que es propia y necesaria si se pretenden el entendimiento y el acuerdo. Esperemos que todos est¨¦n a la altura del reto porque el mayor error ser¨ªa plantearse esta encrucijada como un pulso que solo conduce a la derrota y la frustraci¨®n de una parte, y de lo que se trata es de que el lance no acabe en un juego de suma cero.?
En todo este proceso los ¨²ltimos gobiernos centrales, y los partidos que los han sustentado, han estado m¨¢s preocupados de afirmar que el actual marco legal no posibilita el c¨®mo (procedimental) de la consulta que de centrarse en el por qu¨¦ hemos llegado a esta situaci¨®n y de analizar y entender las razones sociales y pol¨ªticas de esta desafecci¨®n de Catalu?a hacia Espa?a. De poco servir¨¢ sacar pecho por sentirse ganador de una batalla jur¨ªdica si luego se termina perdiendo la guerra ¨Cla ruptura de la unidad de Espa?a- por no haber sabido desenvolverse en la arena pol¨ªtica.
Miguel ?ngel Yag¨¹e Roll¨®n es polit¨®logo y funcionario de la Escala T¨¦cnica Superior de Administradores de la Universidad Rey Juan Carlos.
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