Juego de espejos rotos
Llevando al l¨ªmite la reinvenci¨®n personal, los impostores despliegan un juego de espejos que envuelve tambi¨¦n a los burlados, y que mezcla la comedia y el drama.
En los primeros a?os 2000, mientras Enric Marco se regodeaba en su papel de superviviente del genocidio nazi, la barcelonesa Alicia Esteve estrenaba el personaje que la catapult¨® a la fama: Tania Head, otra superviviente, en este caso del atentado contra las Torres Gemelas. Cont¨® con detalle su escapatoria del infierno en el que perdi¨® a Dave, su prometido. Presidi¨® con loable dedicaci¨®n una asociaci¨®n de v¨ªctimas del 11-S y se code¨® con las autoridades hasta que The New York Times destap¨® en 2007 su ficci¨®n: ni trabajaba en Merril Lynch, ni hab¨ªa vivido el atentado. Dave era el ¨²nico elemento real en su relato. Pero ella nunca lo hab¨ªa conocido.
Las tragedias inspiran a los impostores. La realeza, tambi¨¦n. Mary Baker y Franzisca Schanzkowska se coronaron con dram¨¢ticas puestas en escena. La primera, en una playa inglesa, en 1817. Vest¨ªa ropas estrafalarias y hablaba un lenguaje rar¨ªsimo. Logr¨® explicar que hab¨ªa escapado de un barco pirata: era la princesa Carab¨² de las islas Javasu, all¨¢ por el oc¨¦ano ?ndico. Nadaba desnuda, disparaba flechas y adoraba al dios Al¨¢ Tal¨¢, haciendo las delicias de las fuerzas vivas de Gloucestershire. Hasta que alguien descubri¨® que la princesa ex¨®tica era en realidad una humilde criada. Tuvo una vida trepidante, acab¨® vendiendo sanguijuelas e inspir¨® una pel¨ªcula de Michael Austin en 1994.
Schanzkowska, por su parte, se dio a conocer en Berl¨ªn en 1922. Aquella hermosa joven que estaba a punto de suicidarse en el r¨ªo Spree dijo llamarse Anna Anderson y acab¨® confesando ser la gran duquesa Anastasia, hija peque?a del infortunado zar Nicol¨¢s II. Schanzkowska, polaca y semianalfabeta, lleg¨® a desconcertar a los jueces y a la propia familia Romanov con la profusi¨®n de datos que aport¨® durante d¨¦cadas. Los an¨¢lisis gen¨¦ticos practicados en 2007 a los restos de la familia del zar acabaron con la supercher¨ªa. Para entonces, Franzisca-Anna-Anastasia hab¨ªa pasado a mejor vida. Pero tuvo tiempo de ver a Ingrid Bergman en su papel, en la pel¨ªcula dirigida en 1956 por Anatole Litvak.
La princesa Carab¨² y la falsa Anastasia cabalgaban sobre el delirio. Pero el militar escoc¨¦s Gregor MacGregor, que combati¨® en Am¨¦rica junto a Sim¨®n Bol¨ªvar (y se cas¨® con una prima del Libertador) estaba muy cuerdo cuando regres¨® a Inglaterra como el pr¨ªncipe de Poyais. MacGregor reparti¨® folletos y vendi¨® parcelas y bonos de aquel pa¨ªs caribe?o tan pr¨®spero como ficticio. El rey Jorge IV lo nombr¨® sir para promover las relaciones bilaterales. Decenas de colonos viajaron hasta Poyais para encontrarse con la muerte en la insalubre Costa de los Mosquitos nicarag¨¹ense. Mac?Gregor no sirve como ejemplo edificante: huy¨® a Francia y cuando gast¨® su fortuna regres¨® a Venezuela, donde recibi¨® el rango de general y una pensi¨®n vitalicia.
Frank Abagnale, en cambio, se pas¨® del lado de los buenos. Ha colaborado con el FBI en la lucha contra el fraude y hoy dise?a cheques antirrobos. Eso despu¨¦s de haber sido uno de los estafadores m¨¢s precoces de la historia. Ha pasado a la posteridad con el rostro de Leonardo di Caprio en la pel¨ªcula Atr¨¢pame si puedes, de Steven Spielberg.
El franc¨¦s Jean-Claude Romand tambi¨¦n ha inspirado pel¨ªculas, pero del g¨¦nero dram¨¢tico. A lo largo de 18 a?os, Romand teji¨® una existencia ficticia como exitoso investigador de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. En realidad no pas¨® del segundo a?o de Medicina, y no ten¨ªa trabajo. Sacaba el dinero a sus amigos con inversiones inexistentes. En 1993, cuando la trama se hizo insostenible, asesin¨® a su esposa, hijos y padres. Su familia, dijo, no habr¨ªa soportado saber la verdad. Hoy cumple cadena perpetua y es el protagonista del libro El adversario, de Emmanuel Carr¨¨re.
El l¨ªmite borroso entre la realidad y la impostura forma parte de nuestras vidas. Artur Baptista da Silva se presentaba como consultor econ¨®mico de la ONU y deslumbr¨® a sus compatriotas portugueses con frases como esta: ¡°Nos preocupan las consecuencias sociales de las medidas de austeridad, que llevan a Portugal al desastre¡±. Justo lo que quer¨ªa o¨ªr un pa¨ªs ahogado por los recortes y los impuestos. Da Silva se convirti¨® en gur¨². Daba conferencias, pontificaba en televisi¨®n. Cuando una periodista se tom¨® la molestia de documentarse, todo salt¨® por los aires. Al final, result¨® ser un expresidiario condenado por falsificaci¨®n de documentos. Da Silva nunca cobr¨® por sus conferencias. Y con sus parrafadas absurdas dej¨® en evidencia a los expertos.
Justamente en Lisboa corre una leyenda sobre un impostor inanimado. Es la estatua del rey Pedro IV, emperador de Brasil, en la plaza del Rossio. Hay quienes aseguran que el imponente jinete es Maximiliano de Austria, emperador de M¨¦xico, cuyo bronce qued¨® varado en Lisboa en 1867, cuando se supo de su fusilamiento en Quer¨¦taro. Poco importa. Como dec¨ªa el pintor Elmyr de Hory, cuyas falsificaciones adornan museos por todo el mundo: ¡°Si cuelgas una pintura falsa y la dejas el tiempo suficiente, termina por volverse aut¨¦ntica¡±.
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