La vida secreta de Javier Pradera
Era el enigma en may¨²scula porque estuvo siempre en el centro pero invisible. Tres a?os despu¨¦s de su muerte, emerge un ensayista brillante que destaca por su sutileza humor¨ªstica y la solvencia de sus an¨¢lisis
Durante muchos a?os Javier Pradera fue una fuente de angustia para m¨ª y para muchos de los amigos que rondamos hoy los 50. Pradera era el enigma en may¨²scula porque estuvo siempre en el centro pero invisible. Sal¨ªa por todos los sitios, en todas las cr¨®nicas, en todas las memorias y conspiraciones y algunos lo hab¨ªan tenido por una cabeza fuera de lo normal. Entre esos amigos estaban gentes de alguna envergadura, como Dionisio Ridruejo y Jorge Sempr¨²n. Pero no hab¨ªa modo de saber qui¨¦n hab¨ªa sido aquel hombre secreto tan p¨²blico.
Hoy las cosas han cambiado de forma sustancial. Tres a?os despu¨¦s de su muerte sabemos que Pradera era m¨¢s que Pradera, es decir, m¨¢s que editor en Fondo de Cultura Econ¨®mica primero y Alianza Editorial despu¨¦s, m¨¢s que editorialista primero y analista pol¨ªtico despu¨¦s en EL PA?S, m¨¢s que cofundador con Fernando Savater de Claves de raz¨®n pr¨¢ctica y, quiz¨¢, m¨¢s que eminencia gris de la Transici¨®n espa?ola, para decirlo con frase que a veces ha usado Javier Cercas cuando no sab¨ªamos de verdad qui¨¦n era Pradera. Hoy ya no, hoy ya lo sabemos y de forma verdaderamente rotunda.
No exagero nada. Pradera hoy es el autor de al menos dos libros deslumbrantes que no existieron en p¨²blico pero estaban escritos y reescritos en sus cajas, sus carpetas, sus rincones oscuros. La luz de Natalia Rodr¨ªguez-Salmones los ha alumbrado este ¨²ltimo a?o, y con ella un pu?ado de amigos competentes. Pero son m¨¢s de dos. El m¨¢s temprano estuvo en manos de Santos Juli¨¢, que titul¨® en 2012 Camarada Javier Pradera (Galaxia), una irresistible lecci¨®n de precisi¨®n sobre pol¨ªtica, sociedad e ideolog¨ªa a trav¨¦s de documentaci¨®n in¨¦dita en torno a Jorge Sempr¨²n y la militancia comunista compartida. Ha llegado despu¨¦s un breviario escrito en 1994 sobre la descomposici¨®n en marcha de la democracia espa?ola. El t¨ªtulo ha sido Corrupci¨®n y pol¨ªtica. Los costes de la democracia (Galaxia) y su editor, Fernando Vallesp¨ªn. El tercero ha llegado apenas hace unos d¨ªas, y es un formidable estudio de 500 p¨¢ginas sobre La mitolog¨ªa falangista (1933- 1936) (CEPC), terminado y abandonado hacia 1962. De haber aparecido en su momento, hubiese ahorrado buena parte de las insulseces y obviedades que los dem¨¢s hemos dicho sobre la fabricaci¨®n de una ideolog¨ªa de mistificaciones con finalidades pragm¨¢ticas (y el estudio introductorio lo ha puesto esta vez Jos¨¦ ?lvarez Junco).
Sus libros no existieron en p¨²blico, pero estaban escritos y reescritos en sus rincones oscuros
Y todav¨ªa hay una entrega m¨¢s, que no es exactamente in¨¦dita, pero es como si lo fuese. Joaqu¨ªn Estefan¨ªa ha reunido dos extensos trabajos de Pradera, publicados uno en 1992 y otro en 2010, en torno a la Transici¨®n y su origen hacia mediados de los a?os cincuenta, cuando todo empez¨® a cambiar, La Transici¨®n espa?ola y la democracia (FCE). Ya no es nueva la idea, o es casi com¨²n; cuando la formul¨® Pradera en 1992 era casi extravagante. Lo s¨¦ bien porque ese mismo a?o yo defend¨ªa mi tesis doctoral sobre el despertar de una conciencia cr¨ªtica bajo el franquismo entre la gente de la edad de Pradera y algo mayores. Intentaba explicar las causas ¨¦ticas e intelectuales para que muchachos forjados para perpetuar el poder franquista fuesen la aut¨¦ntica guardia de corps de un futuro de cambio. Digo cambio y no digo democracia porque Pradera se encarga de desmentir las figuraciones autobiogr¨¢ficas de algunos, demasiado dulcificadas para su puntillosa ¨¦tica de la veracidad. Ni ¨¦l ni los dem¨¢s, ni comunistas ni socialistas, so?aban con algo parecido a una democracia como la nuestra, sino con una ¡°democracia revolucionaria¡± que solo en las v¨ªsperas de la muerte de Franco se fue haciendo representativa o liberal. Tan enigma era Pradera que ni siquiera me enter¨¦ de que exist¨ªa esa cr¨®nica de la Transici¨®n y sus ra¨ªces.
Casi inevitablemente, y aunque se ocupe de La mitolog¨ªa falangista, Pradera tambi¨¦n ofrece apuntes para la actualidad del soberanismo y la miop¨ªa centralista, como si estuviese escuchando detr¨¢s de la puerta de nuestros apuros. Mientras desnuda las mentiras que el falangismo fabric¨® para legitimar su posici¨®n pol¨ªtica entre 1933 y 1936, mientras identifica en Ortega las ra¨ªces de la fanfarria falangista, acota el terreno y deplora que el verdadero ¡°Estado multinacional¡± que somos fuese sepultado por una Espa?a metaf¨ªsica unida por los Reyes Cat¨®licos. Esa fue una ¡°mera fantas¨ªa hist¨®rica¡± que convirti¨® ¡°los esfuerzos por la descentralizaci¨®n o federaci¨®n¡± del Estado durante la Segunda Rep¨²blica en ¡°ataques a la virginal unidad¡± de la naci¨®n. Las iron¨ªas ferlosianas de Pradera estaban ya en ese texto abandonado en 1962. Las burlas contra un Ortega cuajado de espa?olidad en el debate del Estatuto catal¨¢n de 1932, tambi¨¦n.
Con esas p¨¢ginas antiguas sobre el falangismo y con las m¨¢s recientes sobre corrupci¨®n pol¨ªtica y democracia, Pradera deja de despistarnos en las bambalinas y se convierte en uno de los primeros ensayistas de la segunda mitad del siglo XX. Hay mucho del motor mental de S¨¢nchez Ferlosio en este nuevo escritor, quiz¨¢ por puro contagio, quiz¨¢ incluso por contagio de Ferlosio de la prosa del propio Pradera (?ley¨® Ferlosio el manuscrito sobre Falange y sobre su padre Rafael S¨¢nchez Mazas, como cu?ados y amigos que eran?): la man¨ªa met¨®dica, la exigencia puntillosa, la intolerancia contra la banalidad y la flojera, la exactitud ret¨®rica, la sutileza humor¨ªstica y la solvencia raciocinante.
Un poco antes de escribir sobre todo ello se hab¨ªa quebrado su trayectoria acad¨¦mica como ayudante de c¨¢tedra de Manuel Jim¨¦nez de Parga (antes de venirse a Barcelona) y era inhabilitado tras sucesivas detenciones. De una de ellas debi¨® de salir el tiempo muerto para escribir ese an¨¢lisis anat¨®mico de una fabricaci¨®n ideol¨®gica. Pero quiz¨¢ tambi¨¦n por eso lo abandon¨®. Adem¨¢s, el enredo pod¨ªa meterse en casa si se publicaba esa desautorizaci¨®n radical de las ideas de su suegro S¨¢nchez Mazas, cuando a¨²n no viv¨ªa instalado tan ricamente en el Gran Hotel Vel¨¢zquez, donde muri¨®.
Todav¨ªa no circulaba la expresi¨®n ¨¦lites extractivas, pero el dinosaurio ya estaba ah¨ª
Pero el Pradera m¨¢s corrosivo e imbatible est¨¢ en el in¨¦dito Corrupci¨®n y pol¨ªtica en torno a las flaquezas de una democracia consentidora y tolerante con la caterva de vicios que un observador implicado detectaba a la altura de 1994. El an¨¢lisis se escribe cuando declina el primer ciclo pol¨ªtico socialista y no lo publica seguramente para evitar el espect¨¢culo de una hoguera en las narices de quienes hicieron nuevo este pa¨ªs y, al mismo tiempo, empezaron a retozar demasiado confortablemente en las deficiencias del sistema de partidos, de la ley de financiaci¨®n, de las corruptelas y corrupciones que se extienden estructuralmente en Espa?a con el singular concurso que aporta CiU (y todo lo clasifica Pradera como un entom¨®logo chiflado).
Ese ensayo viola los blindajes pol¨ªticos y nombra fantasmas que hoy pueblan todas las pantallas. Nos interpela agresivamente, pero tambi¨¦n obliga a poner distancia contra el masoquismo de una sociedad con religioso sentido de la redenci¨®n radical, del adanismo pueril. No deber¨ªamos estar abocados a volver a una imaginaria casilla de salida sin haber aprendido nada de la experiencia democr¨¢tica de 40 a?os: ni es condenable toda ella con un cerrojazo altivo ni vale embalsamarla como una momia. Por eso dos observaciones de Pradera son puro sabotaje sist¨¦mico: no fue el aparato institucional y jur¨ªdico de la Transici¨®n el que abort¨® una sociedad m¨¢s democr¨¢tica, sino la misma carencia de una sociedad democr¨¢tica la que abort¨® la eficacia del aparato jur¨ªdico e institucional. Y la segunda da temblor porque hace 20 a?os, en 1994, que Pradera sospech¨® que ¡°los partidos ya no son representantes de la sociedad dedicados a defender los intereses de sus electores sino instituciones aut¨®nomas que protegen ante todo sus propios intereses¡±. Todav¨ªa no circulaba la expresi¨®n ¨¦lites extractivas, pero el dinosaurio ya estaba ah¨ª. Se hab¨ªa perdido hacia 1960 un profesor ferlosiano, pero nac¨ªa como sin querer un escritor secreto.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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