Al rinc¨®n de pensar
No entiendo esta ca¨ªda del guindo colectiva, como si los desatinos hubieran ocurrido de manera imperceptible
Esta es la conmovedora historia de un pueblo inocente, esta es la historia de un pueblo que, tras 37 a?os de democracia, se sinti¨® de pronto profundamente estafado porque descubri¨®, cuando llevaba treinta y tantos a?os conviviendo en dicho r¨¦gimen de cosas, que el sistema le hab¨ªa enga?ado. Y este enga?o hab¨ªa sucedido a espaldas de ese pueblo calificado, hoy por hoy, por unos y por otros de inocente. As¨ª como a la Pantoja la enga?¨® Juli¨¢n Mu?oz dej¨¢ndole un dinerillo sucio para que se lo blanqueara; as¨ª como una infanta desconoc¨ªa que con el dinero de una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro no se pueden decorar los palacetes; as¨ª como los poseedores de unas tarjetas cojonudas con las que se pagaban desde una suite en el Ritz hasta el papel del v¨¢ter ignoraban que los gastos de trabajo hay que justificarlos y que los vicios se los paga uno de su bolsillo; as¨ª como el presidente de la Generalitat no cay¨® en la cuenta de declarar un dinerillo que ten¨ªa fuera de esa Espa?a que le robaba; as¨ª, as¨ª mismo, muchos Ayuntamientos y Comunidades favorec¨ªan en sus contratos a familiares y amigos, pero eso suced¨ªa, siempre, al parecer, a espaldas de un pueblo cuya inocencia era tan ciega que hicieron falta casi cuarenta a?os para caer en la cuenta de la estafa.
Esta es un poco la historia que ahora se nos cuenta, y hay mucha gente, por lo que veo, que est¨¢ dispuesta a trag¨¢rsela, o a comprarla, como ahora se dice. En realidad, alivia mucho estar del lado de los justos y pensar que en el curso de la vida de los pueblos es posible aislar, como si se tratara de una enfermedad contagiosa, pero perfectamente controlable, a un n¨²mero determinado de personas que han mancillado con sus actos una reputaci¨®n nacional que de otra manera ser¨ªa intachable. En este relato hay algo que no cuadra. Cierto es que ha sido asombrosa la cantidad de dinero que unos cuantos han aligerado y que en algunos casos los corruptos eran los mismos que predicaban honradez y se erig¨ªan como ejemplo de masas, pero no acabo de entender esta especie de ca¨ªda del guindo colectiva, como si los desatinos que saltaban a la vista en pueblos, costas y ciudades hubieran ocurrido de manera imperceptible. Pero la rabia se al¨ªa de pronto con una conciencia acr¨ªtica y no hay nadie dispuesto a decir, yo lo vi y, si yo lo vi, lo tuvo que ver mi vecino, premiamos los dos con el voto a los responsables de tales desmanes y sostuvimos que los errores cometidos por los nuestros eran m¨¢s perdonables que los del adversario.
Con la eliminaci¨®n de unos cuantos corruptos este pa¨ªs no quedar¨¢ libre de culpa y responsabilidad
Comprendo que es tal el abuso de los que se han enriquecido mientras otros perd¨ªan sus ahorros, su trabajo y su poder adquisitivo que resulta f¨¢cil alimentar el sentimiento de inocencia colectiva para se?alar a unos cuantos que nos alivien al resto de cualquier tipo de responsabilidad. De la misma forma que no creo que llevemos en nuestro c¨®digo gen¨¦tico una incapacidad insuperable para dominar el ingl¨¦s, tampoco podr¨ªa admitir que estamos condenados a la marruller¨ªa, al escaqueo o a la picaresca. Sin embargo, es cierto que hay costumbres muy arraigadas en nuestra cultura que nos salvan tanto como nos condenan. Son muchas las ocasiones en que podemos comprobar c¨®mo el compromiso que los pueblos del Sur asumimos con nuestras familias nos permiten superar fracasos y tropiezos que en otros pa¨ªses ser¨ªan la causa de un destino fatal. Los lazos familiares y amistosos nos rescatan de momentos como este que vivimos, no s¨®lo a nivel econ¨®mico, tambi¨¦n an¨ªmico. Sabemos apretarnos m¨¢s, cobijarnos, sortear la mala suerte. Eso es algo que admiran y envidian muchos de los que recalan por aqu¨ª provenientes de otros pa¨ªses de cultura m¨¢s implacable. Pero eso mismo que nos rescata de los tiempos sombr¨ªos tambi¨¦n nos ata a comportamientos algo irracionales que favorecen los t¨®picos que arrastramos de siempre: el enchufismo, el desprecio al m¨¦rito, el colegueo, la tendencia irrefrenable a favorecer a los tuyos por razones familiares, de amistad o de partido.
En mi opini¨®n es algo que se puede corregir, m¨¢s ahora en que los casos de corrupci¨®n han adquirido una visibilidad cotidiana y hemos comenzado a sentir la necesidad de saber lo que se hace con el dinero p¨²blico. Ha llegado el momento de que algunos paguen por lo que se llevaron il¨ªcitamente, con su dinero y con su libertad. Aunque, como no creo en la inocencia de los pueblos, no alcanzaremos un futuro menos turbio si no hay transparencia y leyes que detengan los desmanes antes de que se produzcan. Pero lo que de ninguna manera me parece constructivo es extender la idea de que con la eliminaci¨®n de unos cuantos corruptos este pa¨ªs estar¨¢ libre de culpa y responsabilidad. Ni tan siquiera de problemas, porque a¨²n m¨¢s determinante que la corrupci¨®n son el paro, el trabajo malamente remunerado y la falta de expectativas de futuro para la gente joven.
Yo no necesito que me halaguen coloc¨¢ndome en el lado de los inocentes. Ni me gusta el ambiente agresivo de revancha. Prefiero renunciar a una parte de mi inocencia y comenzar a entender que esto de ser ciudadano lleva un trabajo. Pero comprendo que esto que expreso de manera algo deslavazada no es lo que cuadra con el signo de los tiempos, y que m¨¢s de uno antes de terminar el art¨ªculo ya me habr¨¢ mandando al rinc¨®n de pensar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.