La tienda de la frustraci¨®n
Cuarta entrega del diario de viaje del periodista de la ONG, desplazado en el hospital Elwa3, donde se trata a enfermos de ¨¦bola en Monrovia, Liberia
El domingo qued¨¦ con Margareta, una periodista de la radio p¨²blica sueca que quer¨ªa visitar nuestro centro de tratamiento de ¨¦bola. Hab¨ªa llegado un viernes y al d¨ªa siguiente, con cara de no haber descansado mucho y con el miedo l¨®gico que todo el mundo tiene al llegar a Monrovia, se pas¨® por la oficina para reunirse con nosotros. La primera toma de contacto con los periodistas sirve para explicarles qu¨¦ es lo que van a ver cuando lleguemos al centro. Por un lado, pretendemos que entiendan el funcionamiento general del mismo y que nos cuenten el enfoque espec¨ªfico que le quieren dar a su trabajo. Estos preliminares nos permiten ahorrar algunos pasos innecesarios al d¨ªa siguiente y localizar a las personas que mejor les cuenten lo que necesitan saber.
Pero lo m¨¢s importante es que salgan de la oficina con una idea m¨¢s o menos clara de lo que van a poder hacer y de lo que no, por respeto a la privacidad de nuestros pacientes, pero tambi¨¦n por su propia seguridad.
Despu¨¦s de nuestra charla, decidimos que har¨ªamos la visita en dos d¨ªas: la primera tendr¨ªa lugar al d¨ªa siguiente y en ella entrevistar¨ªa a Amie Subah, una de los 15 supervivientes que se han unido al equipo de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) tras haber superado la enfermedad. El haber estado en la misma situaci¨®n que ellos y el no poder contagiarse de nuevo, unido al hecho de tener ciertas competencias profesionales, convierte a personas como Amie en los candidatos ideales para ofrecer apoyo psicosocial a los pacientes y a sus familias. Y ese era justamente el enfoque que buscaba Margareta.
Al d¨ªa siguiente nos encontramos en la puerta del Elwa3. Llegaba empapada en sudor por culpa del calor y la humedad, y supongo que tambi¨¦n por los nervios y la falta de aclimataci¨®n. A m¨ª me pas¨® lo mismo. Sal¨ª a recibirla y le ped¨ª que me acompa?ara hasta el lugar donde trabajan Amie y el resto de su equipo. Pareci¨® dudar por un momento.
-?Prefieres que hagamos primero el recorrido y luego vamos a ver a Amie?, le sugiero.
- Pues casi mejor que s¨ª¡. si no te importa, responde.
- No, claro que no. Vamos.
Entrar a un centro de tratamiento de ¨¦bola no es como entrar a hacer la compra en un supermercado, que puedes comenzar por el pasillo que te d¨¦ la gana y dar todas las vueltas que te plazca hasta que acabes pasando por caja. La verdad es que deber¨ªa haberme dado cuenta. Cambiamos la ruta y fuimos a ver en primer lugar a nuestros promotores de salud: Samuel, Jaycee y compa?¨ªa.
Los promotores de salud son quienes tienen el primer contacto con los pacientes o con sus familias y establecen el primer filtro para saber si quien llega es susceptible de pasar al ¨¢rea de ¡®triaje¡¯, que es donde los enfermeros deciden si una persona cumple con los requisitos para que le hagan las pruebas del ¨¦bola. Y son quienes hacen la importante labor de distribuir y explicar a los familiares c¨®mo usar los paquetes de autoprotecci¨®n. Estos estuches contienen varios pares de guantes finos y gruesos, cloro al 0,5 para la desinfecci¨®n de la casa y al 0,005 para lavarse las manos, mascarillas, un traje de protecci¨®n b¨¢sica y jab¨®n, y se pueden emplear si alguien comienza a tener v¨®mitos o diarrea.
La siguiente etapa en nuestro recorrido es el ¨¢rea de salud mental. Aqu¨ª varios compa?eros liberianos ofrecen informaci¨®n y apoyo psicol¨®gico a los familiares, y es donde se organizan las citas entre estos y el paciente, manteniendo la distancia de seguridad que marcan las vallas de pl¨¢stico naranjas, y s¨®lo en el caso de que este se encuentre suficientemente bien como para poder verles.
Despu¨¦s pasamos por delante de esa carpa a la que despu¨¦s de cuatro meses nadie le ha puesto todav¨ªa un nombre oficial. Simboliza una especie de fallo en el sistema que sirve para ilustrar uno de los problemas m¨¢s importantes que afectan ahora mismo a Liberia (tambi¨¦n a Sierra Leona y a Guinea): la falta de hospitales, recursos y profesionales para atender todas aquellas necesidades m¨¦dicas y enfermedades que no est¨¦n directamente relacionadas con el virus. S¨ª, claro que la gente se muere a causa del ¨¦bola, pero la malaria est¨¢ ah¨ª fuera, y sabemos que si no se trata tambi¨¦n te puede matar. Los partos con complicaciones no han dejado de producirse, pero sin ginec¨®logos ni matronas que puedan atenderlos, las mujeres y sus beb¨¦s seguir¨¢n muriendo. Las personas con VIH/sida necesitan antirretrovirales para poder vivir, y quienes tienen enfermedades cr¨®nicas precisan de m¨¦dicos que puedan hacerles seguimiento y prescribirles los medicamentos que necesitan. Sin embargo, la mayor¨ªa de los hospitales est¨¢n cerrados, los que han logrado reabrir no admiten a pacientes sospechosos de portar el maldito virus, y el personal sanitario tiene miedo de volver a sus puestos de trabajo; han perdido a muchos compa?eros en los ¨²ltimos meses y saben que el virus no se ha ido, as¨ª que muchos de ellos no est¨¢n dispuestos a seguir arriesgando sus vidas.
Me asomo discretamente por la puerta de la que a partir de ese d¨ªa empec¨¦ a llamar la tienda de la frustraci¨®n y a menos de dos metros me encuentro con un paciente en bastante mal estado. ¡°No podemos entrar Margareta. Hay alguien dentro y creo que no est¨¢ bien¡±, le explico. De pronto, me asalta una duda. Me quedo pensando por un momento y entreabro de nuevo la puerta para comprobar si estoy en lo cierto. ?No puede ser, es el hombre del otro d¨ªa! Pero, ?por qu¨¦ est¨¢ aqu¨ª otra vez?
- Rose, ?el paciente que est¨¢ ah¨ª dentro es¡?, le pregunto.
- S¨ª, es el mismo. Le trajeron de nuevo ayer, le hemos hecho los dos test y sigue dando negativo, me dice la enfermera antes de que termine siquiera la frase.
- Pero est¨¢ muy mal, insisto.
- S¨ª, ya lo s¨¦. Y lo peor es que probablemente se va a morir. Pero no tiene ¨¦bola. No podemos hacer nada por ¨¦l.
- Y entonces, ?se muere y ya est¨¢?, le respondo sin poder asimilar lo que me acaba de decir.
- Cuando le trajeron por primera vez decidimos hacerle las pruebas, porque a pesar de que no hab¨ªa tenido contactos con ning¨²n enfermo, s¨ª ten¨ªa fiebre, v¨®mitos y otros s¨ªntomas que le hac¨ªan susceptible de portar el virus. Una vez en el ¨¢rea de sospechosos (donde esperan 24 horas junto a otros pacientes en la misma situaci¨®n a los resultados de sus pruebas), le quitamos la camiseta para ponerle ropa limpia y descubrimos que ten¨ªa laceraciones por todo el cuerpo, heridas abiertas y signos de haber sido torturado. Seg¨²n nos cont¨® otro paciente que habl¨® durante esa noche con ¨¦l, parece ser que le hab¨ªan detenido por haber robado y que la hab¨ªan molido a golpes mientras le manten¨ªan atado con cuerdas a una silla. De ah¨ª los v¨®mitos y la fiebre. Cuando sus resultados dieron negativo, le sacamos del ¨¢rea de pacientes sospechosos, que fue cuando le viste la otra vez, y le trajimos aqu¨ª. Y despu¨¦s de hacerle una cura y desinfectarle, le enviamos al hospital JFK con la esperanza de que all¨ª le atendieran. Ya sabes, es lo mismo que hacemos con todos: les referimos a un hospital esperando que reciban la atenci¨®n que necesitan y pagamos sus facturas. No podemos hacer m¨¢s: esto es un centro de tratamiento de ¨¦bola y MSF tiene puestos todos sus recursos en esta emergencia. Por eso pedimos tan insistentemente que otras organizaciones ayuden a reabrir los hospitales. Nosotros tambi¨¦n hemos empezado a hacerlo.
- Ya Rose, ?pero por qu¨¦ est¨¢ de vuelta aqu¨ª si no tiene ¨¦bola? Y sobre todo, ?por qu¨¦ dices que se va a morir?
- Pues se va a morir porque probablemente necesite cirug¨ªa, y a d¨ªa de hoy no hay ning¨²n centro m¨¦dico que cuente con cirujanos que puedan operarle. Y porque necesita que alguien le limpie las heridas y le cambie los vendajes todos los d¨ªas. Y tampoco hay personal m¨¦dico que lo haga.
- ?Y por qu¨¦ nos lo mandaron de vuelta?
- ¡°Pues porque empez¨® a vomitar de nuevo y all¨ª siguen convencidos de que tiene ¨¦bola, as¨ª que le hicimos nuevos an¨¢lisis por si hubiera desarrollado la enfermedad en estos d¨ªas. Pero ya lo est¨¢s viendo: si est¨¢ en esa tienda es que ha vuelto a dar negativo. Como sigamos as¨ª, aunque sea por pura insistencia, al final va a acabar por contagiarse. En el estado que est¨¢, y compartiendo espacio con pacientes que probablemente s¨ª tengan ¨¦bola, al final le tocar¨¢ la loter¨ªa. Aunque ahora mismo ese el menor de sus problemas¡±.
- ?Y qu¨¦ vais a hacer ahora con ¨¦l?
- Pues le vamos a referir a otro hospital, el SOS. Y all¨ª probablemente ocurra lo mismo que en el JFK. No recibir¨¢ la atenci¨®n adecuada y al final fallecer¨¢. Y s¨ª, lo peor de todo es que ni siquiera ha cumplido los 18 a?os.
Dejamos atr¨¢s a Rose con el ¨¢nimo bastante m¨¢s bajo y continuamos en silencio con la visita hasta que llegamos al lugar donde nos esperaba Amie Subah, una mujer excepcional que est¨¢ sumamente orgullosa de poder ayudar a sacar adelante a otras personas que lo est¨¢n pasando muy mal.
"A menudo, vemos ni?os de la edad de los m¨ªos a los que se les escapa poco a poco la vida sin que podamos hacer nada por ellos. Pero cuando entro ah¨ª y consigo que algunos de ellos se levanten, que coman o que caminen un poco, yo ya s¨¦ que ese d¨ªa mi trabajo habr¨¢ valido la pena. ?Y adem¨¢s no todo son noticias negativas! El s¨¢bado dimos de alta a cinco personas en una misma tarde. Y si no hago mal las cuentas, que yo estoy casi segura de que no, ya somos m¨¢s de 450 las personas que hemos logrado dar esquinazo al virus en este centro¡±, le explica Amie a Margareta.
Y s¨ª, no podr¨ªa estar m¨¢s de acuerdo con Amie: Elwa3 es un lugar que siempre logra provocarte una mezcla de emociones. Aqu¨ª la felicidad raramente es completa, y sin embargo, la cantidad de historias de superaci¨®n que te encuentras cada d¨ªa, unidas a la enorme dedicaci¨®n que le ponen todas estas personas a su trabajo, hacen que en MSF todos sintamos que este es uno de los lugares donde tenemos que estar ahora mismo.
Fernando G. Calero es periodista y trabaja en M¨¦dicos sin Fronteras. Escribe desde el Elwa3, el centro para pacientes de ?bola de MSF en Monrovia, Liberia.
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