La nostalgia es un plato que se sirve caliente
El libro 'Yo fui a EGB 2' empieza por una cinta de casete de Mecano, un 'walkman' y una tartera escolar en forma de autob¨²s
"Justo la misma vajilla de color caramelo y marca Duralex que ten¨ªamos en mi casa¡±, dijo alguien, durante la cena. ¡°Pues ese cuarto de estar es clavado al de la m¨ªa, desde el aparador hasta el cuadro con una escena de caza¡±, respondi¨® otra de las personas que aquel d¨ªa de septiembre de 2001 ve¨ªa en la televisi¨®n de su casa el primer cap¨ªtulo de Cu¨¦ntame c¨®mo pas¨®. El ¨¦xito de la serie fue tan fulminante y multitudinario, con audiencias que en muchos episodios han bordeado los cinco millones de espectadores y en varias ocasiones los han superado, que 13 a?os m¨¢s tarde ya no usamos pesetas sino euros, la banda terrorista ETA ha desaparecido y Espa?a ha ganado un Mundial y dos veces la Eurocopa, pero las aventuras de la familia Alc¨¢ntara siguen en antena. Y no hay duda de que una parte importante de su triunfo se la debe a la nostalgia que provoca, un sentimiento que encierra en sus tres s¨ªlabas toda la capacidad de recuerdo y enso?aci¨®n que distingue al ser humano del resto de los animales.
Algo parecido, salvando todas las distancias, ocurri¨® con el libro Yo fui a EGB, que tras su aparici¨®n hace un a?o, bati¨® todas las marcas de ventas en Espa?a, ha facturado hasta la fecha 14 ediciones y ahora ofrece su primera secuela, Yo fui a EGB 2. El c¨®ctel que propon¨ªa la obra de Javier Ikaz y Jorge D¨ªaz, que empezaron a probar el ¨¦xito en un blog, era inmejorable: textos divertidos, cientos de im¨¢genes evocadoras de un tiempo que guardaba el aroma de la infancia y la juventud, y un olfato fin¨ªsimo a la hora de seleccionar marcas, personajes y objetos que hab¨ªan quedado grabados a fuego en la memoria colectiva. Todo el que hab¨ªa tenido entre los dedos una goma de borrar Milan o un rotulador Carioca, visto dibujos en un Cinexin, le¨ªdo Los Cinco o escuchado una canci¨®n de moda en su comediscos, sinti¨® que aquel tomo ilustrado de 250 p¨¢ginas, que empezaba con el helado frigopi¨¦ y acababa con los Guns n¡¯Roses y Sabrina, era su autobiograf¨ªa, al menos en parte.
Yo fui a EGB 2 sigue por el mismo camino y apunta a los escaparates de la Navidad: el nuevo volumen empieza por una cinta de casete de Mecano, un walkman y una tartera escolar en forma de autob¨²s, y acaba en unos Juegos Reunidos Geyper y un castillo de Grayskull, sin dejarse entremedias a Naranjito, Cobi, los tel¨¦fonos de g¨®ndola, las Aventuras de la Abeja Maya ni a Miguel Indur¨¢in, entre otras muchas cosas.
La nostalgia es una cadena, pero como no se puede cortar, es mejor intentar mantenerla brillante
Cada vez que alguien ha ido a mi casa en estas semanas y lo he puesto en sus manos, la habitaci¨®n se ha llenado de exclamaciones: ¡°?Mira, los dibujos de La vuelta al mundo de Willy Fog!¡±, ¡°?f¨ªjate, el Pral¨ªn de los postres!¡±, ¡°?qu¨¦ fuerte: Starsky y Hutch!¡±. La nostalgia es un veneno poderoso, pero tambi¨¦n un im¨¢n: una fotograf¨ªa o un nombre, y el pasado viene hacia nosotros como los cuchillos, hachas y tijeras de la Carrie de Stephen King hacia su madre, s¨®lo que en son de paz.
Otros autores han trabajado con materiales parecidos, por ejemplo Ignacio Elguero en sus ensayos Los ni?os de los Chiripitifl¨¢uticos y Los padres de Chencho, y recientemente en su novela Leif Garrett en el dormitorio de mi hermana, sabedores de que contar la propia vida sin ahorrarse los detalles exteriores, los iconos propios de su generaci¨®n y de su ¨¦poca, la puede convertir en un retrato colectivo: reconocerse es acordarse de lo que ¨¦ramos.
Y a partir de cierta edad, uno ya depende tanto de lo que ha dejado atr¨¢s como de lo que le espera. La nostalgia es una cadena, pero como no se puede cortar, es mejor intentar mantenerla brillante y golpearla contra el suelo de modo que produzca alguna clase de m¨²sica.
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