El pen¨²ltimo delirio
Una cultura civil degradada permite cotas desconocidas de frivolidad de la pol¨ªtica
La degradaci¨®n de la cultura civil en Espa?a ha provocado efectos como la rendici¨®n ante la fama sin m¨¦rito o la b¨²squeda de hilos conspirativos para explicar una crisis econ¨®mica y pol¨ªtica que se est¨¢ haciendo cr¨®nica. El ejercicio de poderes pol¨ªticos sin responsabilidad, un Parlamento convertido en escenario de broncas est¨¦riles o los casos de presuntos corruptos y asesinos convictos a los que se prestan grandes altavoces medi¨¢ticos han formado parte del paisaje p¨²blico de Espa?a durante los ¨²ltimos a?os.
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La eclosi¨®n del amarillismo pretende compensar la falta de seriedad en la vida p¨²blica, hasta culminar en el caso de un estudiante de 20 a?os, que utiliza plataformas medi¨¢ticas con la pretensi¨®n de ser tomado en serio cuando se presenta como instrumento del Centro Nacional de Inteligencia, de la Casa del Rey o de la vicepresidencia del Gobierno, nada menos que para intervenir en operaciones de Estado. Y que se recrea al explicar el mal rato que le supuso su detenci¨®n (tras haberse hecho pasar por quien no era).
El problema se agudiza cuando la pol¨ªtica deja de hacerse en los ¨¢mbitos institucionales donde deber¨ªa ser reconocible y las instituciones ni siquiera cuentan con un buen diagn¨®stico de las causas del deterioro de la confianza en aquellas. El escamoteo del debate pol¨ªtico, sustituido por su reducci¨®n a formatos televisivos informales, fuerza m¨¢s el escarnio que el respeto hacia las instituciones. La politiquer¨ªa, los discursos encorsetados basados en los argumentarios estereotipados de cada partido o el uso constante del ¡°y t¨² m¨¢s¡± han hecho mucho da?o a la credibilidad de la pol¨ªtica. Estamos en momentos de b¨²squeda de chivos expiatorios, explicaciones fabuladoras o soluciones tajantes para asuntos complejos. No cabe esperar de la pseudopol¨ªtica una gran capacidad de influencia en positivo: lo que hace es contribuir a la demolici¨®n de la confianza. Las bolsas de abstenci¨®n entre la ciudadan¨ªa de izquierdas y de derechas, y las dudas de muchos exvotantes sobre sus antiguos partidos constituyen un buen caldo de cultivo para buscar ¡°otras explicaciones¡± a la crisis.
Los conceptos de democracia, de transparencia y de responsabilidad est¨¢n en juego. Tama?o desatino ser¨ªa imposible si los verdaderos actores pol¨ªticos de Espa?a se comportaran como personas serias y reconocibles, que pueden acertar o equivocarse, pero no optar por formas de comunicaci¨®n como dirigir mensajes a trav¨¦s de pantallas de plasma, telefonear a un programa de cotilleos o abusar de declaraciones unidireccionales (es decir, sin preguntas).
No es raro, en ese contexto, que hasta el llamado ¡°peque?o Nicol¨¢s¡± se crea autorizado a participar en el gran espect¨¢culo. La frivolidad prospera debido, en amplia medida, a la falta de credibilidad de los actores de la vida p¨²blica y su pasividad a la hora de abordar la regeneraci¨®n de los comportamientos democr¨¢ticos.
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