?Esto tiene una pel¨ªcula!
La Pantoja es un personaje m¨¢s tr¨¢gico que Cayetana. Ha sido elegida para que aprendamos todos
Tal vez fuera porque la semana pasada estuve en el festival de cine de Miami, celebrando que las pel¨ªculas que se hacen en Espa?a gustan m¨¢s all¨¢ de nuestro espeso ambiente patrio; tal vez fuera eso, que estuve alejada de lo que de cerca parece un drama y la distancia hizo su efecto. Ya lo dijo Ernst Lubitsch, la comedia es tragedia m¨¢s tiempo. Yo a?adir¨ªa, y lejos de m¨ª la intenci¨®n de corregir al maestro, que nuestro particular drama se convierte en tragicomedia gracias a la ligereza que concede la distancia f¨ªsica. Esa distancia provoca en el entendimiento de quien se aleja el mismo efecto que los espejos deformantes del Callej¨®n del Gato. Espa?a a distancia se convierte en esperpento, Valle, los espejos de la risa, Camba, la saludable tragicomedia, Mihura, o sea, se le aligera a uno el peso gracias al humor, maldita sea, algo que tenemos ¨²ltimamente tan perdido, porque la vida puede ser dura, pero tampoco es cuesti¨®n de estar mostrando gravedad las veinticuatro horas del d¨ªa.
Pues eso. Que and¨¢bamos una peque?a troupe de peliculeros por los Miamis, que es como Benidorm pero a lo bestia, cuando nos iban llegando noticias asombrosas de la Espa?a inmortal. Porque inmortales o atemporales, en el sentido m¨¢s ca?¨ª del t¨¦rmino, fueron los personajes que protagonizaron la actualidad espa?ola en estos ¨²ltimos d¨ªas. Y cada vez que uno miraba su celular y nos pon¨ªa al d¨ªa de c¨®mo iba la cosa patria, otro comentaba, ¡°esto tiene una pel¨ªcula¡±. Y entonces se discut¨ªa en qu¨¦ tipo de g¨¦nero se deber¨ªa enmarcar la pel¨ªcula de estos inspiradores personajes:
Cayetana de Alba. Que nos gusta un entierro. Deber¨ªamos tener un Stephen Frears que nos tradujera este fen¨®meno en cine. Ser¨¦ directa: Cayetana es la mujer que naci¨® con una flor en el culo, porque no es normal. No es normal que en estos tiempos en los que el pueblo llano maldice a los ricos, a los empresarios y exige una justicia social que ciertamente no existe asistamos al espect¨¢culo de la rendici¨®n zalamera ante una arist¨®crata reconvertida en una especie de abanderada de la causa feminista. Nada de la escasa aportaci¨®n de su enorme patrimonio a este pobre pa¨ªs. Nada. Los comentarios eran: ¡°?Hizo lo que quiso!¡±. ¡°?Se salt¨® a la torera los convencionalismos!¡±. Se hubiera dicho que el pueblo llano que guardaba cola en la capilla ardiente se dispon¨ªa a dar su ¨²ltimo adi¨®s a una Rosa Luxemburgo rediviva. Por su parte, los cronistas del coraz¨®n amarillo, que tienen por costumbre despelotar a cualquiera, no acababan de aclararnos en qu¨¦ sentido esta se?ora hizo de su capa un sayo. Est¨¢ claro que ante la aristocracia se rinden. Total, que la historia libertina de la duquesa se le evita al pueblo llano al que hay que aleccionar para que adore, sin fisuras, a su hero¨ªna rebelde.
Parec¨ªa que el pueblo llano daba su ¨²ltimo adi¨®s a una Rosa Luxemburgo rediviva y no a una arist¨®crata
Nicol¨¢s el Peque?o. Cuando surgi¨® esta formidable historia pens¨¦ en escribir un art¨ªculo, pero como todo Dios se lanz¨® a escribir su chiste sobre Fran, me dije, ya para qu¨¦. Consult¨¦ con dos psiquiatras sobre el caso y con la prudencia que caracteriza a los buenos profesionales me esbozaron un diagn¨®stico. Nicol¨¢s el Peque?o tiene desde luego un problema de inmadurez, de personalidad, es sin duda un mentiroso compulsivo, pero eso no le exime de su responsabilidad penal (si la hubiera); tampoco hay que descartar que el muchacho tuviera un padrino y que el padrino contribuyera a que las fantas¨ªas de este ser ins¨®lito se hicieran realidad. Teniendo en cuenta el rumbo que lleva el pa¨ªs no ser¨ªa muy disparatado creer que de alguna manera hemos estado dirigidos por Nicol¨¢s el Peque?o en la sombra. ?Tiene una pel¨ªcula? S¨ª, pero no ser¨ªa El Gran Gatsby ni Atr¨¢pame si puedes, carece del elemento rom¨¢ntico. A nuestro h¨¦roe le falta encanto. Hay pel¨ªcula, cierto, pero ca?¨ª. Nicol¨¢s el Peque?o es muy nuestro.
La Pechotes. Y punto. No hay nada m¨¢s que declarar.
La Pantoja. Discrepo con los que le arrebataron la Medalla de Andaluc¨ªa. Muy al contrario, yo defender¨ªa que los que tuvieron a bien premiar su arte llevaran una chapa en la solapa que dijera: ¡°Yo le di la medalla a la Pantoja¡±. Que lo lleven como penitencia de por vida. A m¨ª la m¨²sica de Pantoja me quita el sue?o, literal. Y en estos d¨ªas, dado que la reproduc¨ªan sin piedad para ilustrar la noticia de su encarcelamiento, me ha hecho pasar unas noches muy malas. Se me incrustaba en el cerebro eso de ¡°hoy quiero confesar que estoy algo cansada de llevar esta estrella que pesa tanto¡± y no hab¨ªa manera de salir del bucle. De cualquier manera, la Pantoja es un personaje infinitamente m¨¢s tr¨¢gico que Cayetana. La justicia la ha elegido a ella para que aprendamos todos. Anda que no hay mujeres enamoradas para meter en la c¨¢rcel. Pues no, ha sido ella la se?alada para dar ejemplo. A m¨ª esta elecci¨®n me desasosiega porque, aunque tengo un problema irreconciliable con su m¨²sica, no me uno a la alegr¨ªa maliciosa que sienten algunos cuando ven a una famosa entregar su m¨®vil a la entrada de un centro penitenciario. De cualquier manera, hay un detalle que me ha conmovido: la Pantoja les ha dicho a las presas que van a formar un coro. ?Un coro! Esto puede acabar pareci¨¦ndose a Granujas a todo ritmo. Aqu¨ª hay un musical. Pero desconocemos el desenlace. Presiento que la Pantoja va a hacer algo grande.
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