Schneider y sus casas
Visitantes de la casa del artista dicen que al pasear all¨ª han experimentado sensaciones turbadoras y hasta muy agobiante
Gregor Schneider (1969) es un conocido artista que represent¨® a Alemania y gan¨® el Le¨®n de Oro en la Bienal de Venecia de 2001. Es propietario de una espaciosa casa en la localidad de Rheydt, cerca de M?nchengladbach, donde construye habitaciones dentro de otras habitaciones: las decora y redecora, les baja los techos, las a¨ªsla tras dobles tabiques, las hace invisibles e inaccesibles, las comunica mediante retorcidos corredores que siguen una l¨®gica propia, las transporta enteras a los museos donde le invitan. Algunos visitantes de su casa dicen que al pasear por esas estancias de arquitectura inmoral han experimentado sensaciones turbadoras y hasta muy agobiantes, lo que no es extra?o, pues la misma idea de esos trampantojos tridimensionales es bastante enfermiza y claustrof¨®bica, aunque sugestiva.
(De hecho, la misma idea de habit¨¢culo tiene algo sustancialmente espantoso, como muy bien explica Hermann Broch en las primeras p¨¢ginas de su novela La muerte de Virgilio: en esas p¨¢ginas donde el poeta, enfermo, es llevado en angarillas desde el puerto de Brindisi al palacio imperial por las callejuelas empinadas, y al pasar tumbado al nivel de los primeros pisos de las viviendas ve all¨ª dentro a la gente agazapada a la luz de las antorchas como bichos en sus guaridas¡).
Hace poco, Schneider descubri¨® que el ministro de Propaganda del III Reich Joseph Goebbels naci¨® en Rheydt, y que su casa natal estaba en venta. La ha comprado para derrumbarla ¨Cpreservar¨¢ los muros exteriores¨C y exponer sus escombros en Varsovia y en Berl¨ªn, a modo de denuncia, contrici¨®n o compensaci¨®n. Esta vez no acierta el interesante artista. Mala idea, Schneider: caprichosa, ruinosa, pol¨ªticamente correcta y filistea, pues ni esas habitaciones son culpables de los cr¨ªmenes de quien dio all¨ª sus primeros pasos, ni sus detritus tienen la menor posibilidad de formar una escenograf¨ªa tan impresionante como los desfiles, las pel¨ªculas, las ceremonias que llegar¨ªa a orquestar. Cabe dudar de que en Varsovia los reciban con agrado.
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