El capital seg¨²n Carlos Fuentes
La voluntad pol¨ªtica puede ganar la partida al peso de la maldici¨®n hist¨®rica
En 1865, Karl Marx afirm¨® que fue leyendo a Balzac como m¨¢s aprendi¨® sobre el capitalismo y el poder del dinero. En 2014 uno tender¨ªa a decir lo mismo: basta con actualizar los autores y los pa¨ªses. En La voluntad y la fortuna, un magn¨ªfico lienzo publicado en 2008, pocos a?os antes de su muerte, Carlos Fuentes hace un retrato edificante del capitalismo mexicano y de las violencias sociales y econ¨®micas por las que atraviesa su pa¨ªs, a punto de convertirse en la narconaci¨®nque hoy cubre las primeras planas de los peri¨®dicos.
Tambi¨¦n nos cruzamos con personajes pintorescos, con un presidente que se comunica al estilo Coca-Cola y que en ¨²ltimo t¨¦rmino no es m¨¢s que un pat¨¦tico arrendatario del poder frente a aquel, eterno, del capital, representado por un multimillonario todopoderoso que se parece mucho al magnate de las telecomunicaciones Carlos Slim, poseedor de la mayor fortuna del mundo. Unos cuantos j¨®venes vacilan entre la resignaci¨®n, el sexo y la revoluci¨®n. Terminar¨¢n siendo asesinados por una mujer bella y ambiciosa que quiere su herencia y no necesita la ayuda de un Vautrin para cometer su crimen, prueba clara de que el nivel de violencia ha subido desde 1820. La transmisi¨®n patrimonial ¡ªobjeto de deseo para todos los que est¨¢n al margen del c¨ªrculo familiar privilegiado, y a la vez una fuerza destructora de la personalidad individual para todos los que pertenecen a ¨¦l¡ª se encuentra en el coraz¨®n de la meditaci¨®n del novelista.
Vemos tambi¨¦n la influencia nefasta de los gringos, esos estadounidenses que poseen ¡°el 30% del territorio mexicano¡± y de su capital, y hacen que la desigualdad sea incluso un poco m¨¢s insoportable. Las relaciones de propiedad son siempre relaciones complejas, dif¨ªciles de organizar de manera pac¨ªfica en el marco de una misma comunidad pol¨ªtica: nunca es sencillo pagarle la renta a un propietario ni ponerse de acuerdo tranquilamente sobre las modalidades institucionales que rodean esa relaci¨®n y sobre la continuidad de la situaci¨®n misma. Pero cuando es un pa¨ªs entero el que le paga rentas y dividendos a otro, aquello se vuelve francamente complicado. A menudo siguen ciclos pol¨ªticos interminables que alternan fases de ultraliberalismo triunfante, autoritarismo y breves periodos de expropiaci¨®n ca¨®tica, que desde siempre han minado el desarrollo de Am¨¦rica Latina.
Y sin embargo el progreso social y democr¨¢tico sigue siendo posible en el continente. M¨¢s al sur, en Brasil, Dilma Roussef acaba de ser reelecta por poco gracias al voto de las regiones pobres y de los sectores sociales m¨¢s necesitados, que, a pesar de las decepciones y de los rechazos que sufrieron por parte del Partido de los Trabajadores (en el poder desde la elecci¨®n de Lula en 2002), siguen apegados a los avances sociales de los cuales se han beneficiado y que tem¨ªan ver suprimidos por el regreso de la ¡°derecha¡± (en realidad, el partido socialdem¨®crata, porque en Am¨¦rica Latina casi todo el mundo dice ser de izquierda, a condici¨®n, al menos, de que no le cueste demasiado caro a las ¨¦lites).
Y sin embargo el progreso social y democr¨¢tico sigue siendo posible en el continente
De hecho, la estrategia de inversi¨®n social adoptada por Lula y Roussef, con la creaci¨®n de la ¡°bolsa familia¡± (una suerte de ayuda familiar reservada a los m¨¢s pobres), y sobre todo el incremento del salario m¨ªnimo, permitieron una reducci¨®n notable de la pobreza en el transcurso de los ¨²ltimos 15 a?os. Estos fr¨¢giles logros sociales ahora est¨¢n amenazados por factores internacionales que afectan gravemente a la econom¨ªa brasile?a y la empujan a la recesi¨®n (la ca¨ªda de los precios de las materias primas, particularmente del petr¨®leo; los avatares de la pol¨ªtica monetaria estadounidense; la austeridad europea), y sobre todo por las enormes desigualdades que a¨²n lastran al pa¨ªs.
Volvemos a encontrar el peso de la maldici¨®n de la historia de la que nos habla Carlos Fuentes. Brasil fue el ¨²ltimo pa¨ªs en abolir la esclavitud, en 1888, en un momento en que los esclavos todav¨ªa representaban cerca de un tercio de la poblaci¨®n, y las clases poseedoras no han hecho nada para revertir esa desigualdad heredada.
La calidad de los servicios p¨²blicos y de las escuelas primarias y secundarias abiertas a todos sigue siendo baja. El sistema fiscal brasile?o es terriblemente regresivo y a menudo financia gastos p¨²blicos que tambi¨¦n lo son. Las clases populares pagan impuestos indirectos muy elevados, con tasas que llegan hasta el 30% en el caso de la electricidad, mientras que las grandes herencias pagan un impuesto irrisorio del 4%. Las universidades p¨²blicas son gratuitas, pero no benefician m¨¢s que a una peque?a minor¨ªa privilegiada. Con Lula se instauraron t¨ªmidos mecanismos de acceso preferencial a las universidades para las clases populares y las poblaciones negra y mestiza (lo cual caus¨® debates interminables sobre los problemas acarreados por la autodeclaraci¨®n racial en los censos y en los documentos administrativos), pero su presencia en las aulas sigue siendo irrisoria.
Se necesitar¨¢n muchos combates m¨¢s para romper la maldici¨®n de la historia y mostrar que la voluntad pol¨ªtica puede ganarle a la buena y mala fortuna.
Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI (FCE, 2014, presentado ayer en la FIL de Guadalajara, M¨¦xico), es director de estudios en la ?cole de Hautes ?tudes en Sciences Sociales y profesor en la ?cole d'Economie de Paris (piketty.pse.ens.fr).
Traducci¨®n de Adriana Beltr¨¢n del R¨ªo.
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