EDUCACI?N S.A (el mercado ataca de nuevo)
Aunque quiz¨¢s pocos lo hayan notado, la educaci¨®n ha sido la verdadera protagonista de algunos de los principales acontecimientos pol¨ªticos de la ¨²ltima semana en Am¨¦rica Latina. El hecho parece in¨¦dito. El estrellato de la educaci¨®n no se debi¨® esta vez a ninguna mala noticia, como suele ser habitual, sino m¨¢s bien a un inusual reconocimiento acerca del valor que ella tiene para resolver providencialmente los principales problemas que deber¨¢n enfrentar los pa¨ªses de la regi¨®n.
El hecho deber¨ªa alegrarnos. Finalmente, la educaci¨®n parece estar ganando el lugar que le cabe como gran apuesta al futuro, como oportunidad para hacer de las nuestras, sociedades m¨¢s democr¨¢ticas y justas.
Entre tanto, una revisi¨®n de las razones y argumentos que dirigieron hacia la educaci¨®n el centro de las atenciones en el debate regional, no dejan de ser frustrantes y, de cierta forma, lamentables.
Los d¨ªas 5 y 6 de diciembre pasado, se celebr¨® en Santiago de Chile la Conferencia ¡°Desaf¨ªos para asegurar el crecimiento y una prosperidad compartida en Am¨¦rica Latina¡±, organizada por el Fondo Monetario Internacional (FMI). All¨ª, diversos funcionarios del organismo alertaron que el ciclo de reformas sociales de la ¨²ltima d¨¦cada se hab¨ªa agotado y que las bajas tasas de crecimiento econ¨®mico del continente, en un contexto global cada vez m¨¢s incierto y riesgoso para la regi¨®n, obligaban a un mayor rigor fiscal y a una inmediata reorientaci¨®n de las pol¨ªticas macroecon¨®micas. La reuni¨®n cont¨® con la participaci¨®n de algunos ministros de econom¨ªa, presidentes de bancos centrales de diversos pa¨ªses latinoamericanos y un destacado conjunto de intelectuales y representantes de organizaciones internacionales. En la ocasi¨®n, la titular del FMI, Christine Lagarde, expuso algunas de las recomendaciones elaboradas por el organismo para enfrentar los desaf¨ªos futuros, poniendo especial ¨¦nfasis en que, la necesidad de reactivar las econom¨ªas, depender¨¢ de una progresiva y sistem¨¢tica mejora de ¡°la educaci¨®n, la infraestructura y la promoci¨®n de pol¨ªticas que conduzcan a un crecimiento m¨¢s equilibrado, inclusivo y sostenible¡±.
Dif¨ªcil es saber si alguno de los presentes, en su sano juicio, pudo haber confiado en semejante aspiraci¨®n de buena voluntad, por parte de un organismo que mucho ha tenido que ver con los mayores desastres econ¨®micos que ha vivido Am¨¦rica Latina durante los ¨²ltimos cincuenta a?os. Lagarde no perdi¨® oportunidad de exponer su particular visi¨®n sobre los avances en los procesos de integraci¨®n regional, descalificando con una met¨¢fora gastron¨®mica al Mercosur, la Unasur y el Alba, a los que tild¨® de ¡°plato de espagueti¡±, al mismo tiempo en que se?al¨® magisterialmente a Chile como ¡°un alumno que trabaja duro y trata de mejorar su destino¡±. (Esto ¨²ltimo no se supo si era un elogio o una advertencia al gobierno de Michel Bachelet). Por cierto, nunca ha sido la delicadeza ni la cordialidad la marca del trato que los funcionarios del FMI le han dispensado a Am¨¦rica Latina, algo habitual en sus anteriores gerentes, como el promotor de crisis globales Michel Camdessus, la poco amigable se?ora Anne Krueger, el eximio administrador de empresas Rodrigo Rato, o el festivo Dominique Strauss-Kahn.
Preocupada con los altos ¨ªndices de desigualdad y de violencia en la regi¨®n, Christine Lagarde sostuvo convencida que ¡°hay que realizar reformas estructurales, y eso incluye mejorar el nivel de educaci¨®n, asegurando que la formaci¨®n responda a las necesidades del mercado¡±.
Desde este punto de vista, los problemas de competitividad y productividad que limitan las posibilidades de crecimiento de las naciones latinoamericanas en el actual contexto internacional, dependen de la necesaria y urgente orientaci¨®n de la educaci¨®n a los requerimientos de la econom¨ªa. Por otro lado, en un contexto potencialmente recesivo, la disminuci¨®n del fondo p¨²blico obliga a orientar el gasto social de forma m¨¢s efectiva, priorizando la formaci¨®n profesional y el desarrollo de competencias que permitan una inserci¨®n m¨¢s competitiva de los individuos en el mercado, contribuyendo al dinamismo de la econom¨ªa. En otras palabras, la educaci¨®n debe reducirse a la capacitaci¨®n laboral ya que es el d¨¦ficit de formaci¨®n lo que explica, en buena medida, las trabas que impiden el desarrollo de las naciones latinoamericanas.
El desaf¨ªo atribuido a la educaci¨®n contrasta, naturalmente, con un diagn¨®stico muy negativo de las condiciones en que se promueven las pol¨ªticas educativas en la regi¨®n: la improductividad del sistema escolar, su p¨¦sima calidad, la mala formaci¨®n docente y los baj¨ªsimos niveles de aprendizaje de los alumnos, sumados a una mala gesti¨®n y administraci¨®n de los recursos invertidos. Reorientar la educaci¨®n hacia las demandas y necesidades del mercado es la soluci¨®n propuesta por el FMI, as¨ª como por el Banco Mundial, una receta que vienen repitiendo desde hace m¨¢s de treinta a?os y que siempre plantean con una sorprendente pretensi¨®n de originalidad.
En una l¨ªnea semejante, el d¨ªa de ayer, 9 de diciembre, la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina (CEPAL), la Corporaci¨®n Andina de Fomento (CAF) y la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), presentaron su publicaci¨®n conjunta, Perspectivas Econ¨®micas de Am¨¦rica Latina 2015: Educaci¨®n, Comptencias e Innovaci¨®n para el Desarrollo. El documento alerta tambi¨¦n sobre las incertidumbres y desaf¨ªos que impone la nueva coyuntura internacional a las econom¨ªas latinoamericanas:
¡°Para impulsar el crecimiento potencial y la equidad es necesario seguir avanzando en reformas estructurales. El crecimiento de la productividad contin¨²a siendo modesto con relaci¨®n a los pa¨ªses de la OCDE y otras econom¨ªas emergentes y, a pesar de las reformas recientes, Am¨¦rica Latina es la regi¨®n m¨¢s desigual del mundo. En particular, las bonanzas de los recursos naturales y los flujos de capital de corto plazo hacia la regi¨®n no se han reflejado en un incremento del crecimiento econ¨®mico potencial de la regi¨®n. Reformas para fortalecer la educaci¨®n, las competencias y la innovaci¨®n han de favorecer la expansi¨®n del potencial de crecimiento y la productividad a trav¨¦s de una mejora de las capacidades de los trabajadores. Igualmente, deber¨¢n garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso a una formaci¨®n de calidad¡±. (+)
No deja de llamar la atenci¨®n que la CEPAL y la CAF, cuya contribuci¨®n ha sido fundamental para entender cr¨ªticamente los procesos de desarrollo y la situaci¨®n social latinoamericana durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, ofrezca una visi¨®n tan limitada de la educaci¨®n y de su potencial como medio promotor del progreso y del bienestar. Reducida a un mecanismo de transmisi¨®n de competencias y capacidades laborales, la acci¨®n del sistema escolar acaba as¨ª subordinada a las demandas econ¨®micas, a un mecanismo de valorizaci¨®n y dinamizaci¨®n de la fuerza de trabajo que debe adaptarse a las exigencias del mercado. El documento presentado se aleja de la perspectiva m¨¢s amplia y cr¨ªtica a partir de la cual estos organismos han entendido los derechos sociales, entre ellos el derecho humano a la educaci¨®n, predominando aqu¨ª la visi¨®n tecnocr¨¢tica y economicista que la OCDE, el FMI y el Banco Mundial siempre han defendido. El gran desaf¨ªo de la educaci¨®n queda reducido a mejorar las competencias laborales y a reducir (o, en el mejor de los casos, priorizar) toda aspiraci¨®n de reforma educativa a la ampliaci¨®n de la formaci¨®n profesional.
El cap¨ªtulo uno del documento, ¡°Educaci¨®n, competencias e innovaci¨®n para una Am¨¦rica Latina m¨¢s din¨¢mica e inclusiva¡±, ampl¨ªa estos argumentos, afirmando que el aumento de la productividad y de la capacidad competitiva de las naciones latinoamericanas depender¨¢ de la mejora en las condiciones de formaci¨®n para el empleo, actualizando las competencias y la movilidad de los trabajadores. En tal sentido, ¡°la participaci¨®n y coordinaci¨®n con el sector privado es muy importante tanto para orientar las demandas presentes y futuras de las empresas, como para proveer directamente formaci¨®n en el lugar de trabajo¡±. (+)
El par¨¢metro de la formaci¨®n educativa son las demandas y necesidades empresariales y, por tal motivo, nadie mejor que los empresarios para determinar qu¨¦ y c¨®mo deben aprender nuestros alumnos.
Las referencias al car¨¢cter de la educaci¨®n como un factor de inclusi¨®n social se reducen as¨ª a un problema estrictamente laboral y de inserci¨®n productiva. Un argumento al que la OCDE nos tiene ya bastante acostumbrados, pero que no era la perspectiva de la CEPAL ni de los valiosos aportes que nos ha brindado su excelente Divisi¨®n de Desarrollo Social en los ¨²ltimos a?os.
El problema planteado no deja de ser muy semejante al del FMI: los sistemas educativos latinoamericanos deber¨¢n salvar nuestras econom¨ªas de un desastre quiz¨¢s inminente. Y para hacerlo, deben cambiar, ya que son de baj¨ªsima calidad, como lo demuestran, seg¨²n ellos, las pruebas PISA.
El documento citado fue divulgado mientras conclu¨ªa la XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno llevada a cabo en Veracruz los d¨ªas 8 y 9 de diciembre. Su lema ha sido: ¡°Iberoam¨¦rica en el siglo XXI: Educaci¨®n, Innovaci¨®n y Cultura¡±. Un evento de fundamental importancia para consolidar y ampliar los acuerdos de cooperaci¨®n e integraci¨®n educativa regionales. La Cumbre de Veracruz se realiza a cuatro a?os de la XX Cumbre de Mar del Plata, cuyo tema hab¨ªa sido ¡°Educaci¨®n para la Inclusi¨®n Social¡± y en cuyo ¨¢mbito se realizaron importantes acuerdos como las ¡°Metas 2021: la educaci¨®n que queremos para la generaci¨®n de los Bicentenarios¡±.
Los acuerdos de la Cumbre de Veracruz significaron un avance en el recorrido sinuoso de la integraci¨®n educativa regional, gracias a la creaci¨®n de una Alianza para la Movilidad Acad¨¦mica iberoamericana, el fortalecimiento y ampliaci¨®n del Programa Neruda para la movilidad estudiantil de posgrado y el relanzamiento del Programa Iberoamericano de Alfabetizaci¨®n.
El trabajo de la Secretar¨ªa General Iberoamericana (SEGIB) y de la Organizaci¨®n de Estados Iberoamericanos (OEI) ha sido, en este sentido, destacado y de gran valor. Sin embargo, las ausencias de los mandatarios de pa¨ªses de enorme importancia en la promoci¨®n de cualquier acuerdo regional, como Brasil, Argentina, Bolivia y Venezuela, sin lugar a dudas, poco ha ayudado a fortalecer una perspectiva de la educaci¨®n que supere las visiones reduccionistas y economicistas que amplifican los gobiernos m¨¢s conservadores y organismos como la propia OCDE.
Las Cumbres, a pesar de todas sus complejidades, fueron un espacio central para fortalecer una perspectiva que valoriza la dimensi¨®n de la educaci¨®n como un derecho humano fundamental y de la pol¨ªtica educativa como un factor de promoci¨®n de la igualdad y la justicia social. Algo bastante diferente a la visi¨®n que all¨ª mismo manifest¨® el Secretario General de la OCDE, ?ngel Gurr¨ªa, al sostener que ¡°si deseamos evitar una d¨¦cada de bajo crecimiento econ¨®mico en Am¨¦rica Latina, debemos mejorar el nivel educativo, fortalecer las capacidades de los trabajadores e impulsar la innovaci¨®n¡±.
El economicismo reduccionista de la OCDE quiz¨¢s s¨®lo haya sido ofuscado por las desatinadas declaraciones del presidente espa?ol Mariano Rajoy. Pareciendo querer justificar el ¨¦xodo cient¨ªfico que vive Espa?a, Rajoy propuso en la Cumbre que los pa¨ªses con ¡°excedentes de talentos¡± cooperen con las naciones menos desarrolladas de la regi¨®n. Adem¨¢s, como si uno de los m¨¦ritos de su gobierno hubiera sido la promoci¨®n de m¨¢s y mejores aportes financieros a los estudiantes m¨¢s pobres, sostuvo la necesidad de implementar amplios programas de becas para fomentar la formaci¨®n de calidad, ¡°evitando que la falta de recursos sea un obst¨¢culo¡±. Vaya, vaya¡
Mariano Rajoy y el presidente de M¨¦xico, Enrique Pe?a Nieto en la Cumbre de Veracruz. Foto: Henry Romero (Reuters)
?Qu¨¦ problema hay en todo esto?
Si Ud ha llegado a esta altura de la nota, quiz¨¢s se pregunte qu¨¦ problema puede haber en destacar la necesidad de que la educaci¨®n responda a las demandas productivas, que nuestros j¨®venes tengan una mejor formaci¨®n y que puedan insertarse competitivamente en el mercado de trabajo, mejorando sus ingresos y contribuyendo as¨ª con el desarrollo nacional.
Por supuesto que ninguno.
El problema no est¨¢ en reconocer que la educaci¨®n puede y debe contribuir con la econom¨ªa. El problema reside en reducir todas las funciones educativas a las demandas y necesidades que formula el mercado y, m¨¢s operativamente, a las demandas y necesidades de las empresas. Educar para el desarrollo social es algo m¨¢s complejo que educar para las Sociedades An¨®nimas. Pensar pol¨ªticas educativas de inclusi¨®n supone un desaf¨ªo mucho m¨¢s amplio, m¨¢s complejo, y ambicioso que desarrollar pol¨ªticas de formaci¨®n profesional.
Es absolutamente verdad que Am¨¦rica Latina es la regi¨®n m¨¢s desigual del planeta. Entre tanto, una perspectiva educativa como la defendida por el FMI, el Banco Mundial y la OCDE no hace otra cosa que cristalizar las enormes desigualdades que imperan en el sistema escolar, revirtiendo los importantes avances logrados por casi todos los pa¨ªses de la regi¨®n en la ¨²ltima d¨¦cada.
Am¨¦rica Latina ha vivido una important¨ªsima transformaci¨®n democr¨¢tica durante los ¨²ltimos a?os. Los niveles de pobreza, que a comienzos de los a?os 90 alcanzaban a casi la mitad de la poblaci¨®n, se redujeron dr¨¢sticamente llegando hoy a menos del 28%. En el per¨ªodo transcurrido entre el 2002 y el 2013, m¨¢s de 60 millones de latinoamericanos superaron la l¨ªnea de la pobreza y, la mitad de ellos, la l¨ªnea de la indigencia. La regi¨®n pas¨® de tener algo m¨¢s de 225 a 168 millones de pobres en diez a?os. La desigualdad, aunque m¨¢s t¨ªmidamente, tambi¨¦n disminuy¨®, inclusive en algunos de los pa¨ªses en que parec¨ªa haberse impreso como la marca estructural e indeleble de un modelo de desarrollo que siempre benefici¨® a unos pocos, despreciando los derechos y negando cualquier oportunidad de bienestar a las grandes mayor¨ªas. Podr¨ªa haberse hecho much¨ªsimo m¨¢s, sin lugar a dudas. Pero las transformaciones vividas comenzaron a revertir un ciclo de estancamiento econ¨®mico y de cristalizaci¨®n de injusticias sociales promovidas por las pol¨ªticas neoliberales que se multiplicaron en la regi¨®n desde los a?os 70 y, particularmente, con una radicalidad expresiva en los 90.
En este marco, uno de los m¨¢s significativos avances sociales del continente fue la ampliaci¨®n de las oportunidades educativas a millones de latinoamericanos y latinoamericanas. Los niveles de acceso y permanencia en la escuela aumentaron de forma exponencial, permitiendo que sectores tradicionalmente excluidos del sistema educativo accedieran a ¨¦l o superaran las barreras que les imped¨ªan su progresi¨®n hacia niveles que nunca antes hab¨ªan alcanzado. La matr¨ªcula universitaria creci¨®. Y lo hizo porque los hijos de los sectores populares, en algunos de los pa¨ªses de la regi¨®n, comenzaron a cursar, por primera vez, los estudios superiores, invadiendo un nivel del sistema que siempre hab¨ªa permanecido como privilegio de los m¨¢s ricos.
Lejos est¨¢ Am¨¦rica Latina de haber alcanzado la igualdad educativa. Pero los avances fueron notables y pusieron de relevancia no s¨®lo la dram¨¢tica persistencia de la desigualdad escolar, sino la posibilidad de revertirla por medio de pol¨ªticas p¨²blicas orientadas por gobiernos que, ampliando la inversi¨®n social y promoviendo programas de gran escala, asumieron ¨¦sta como una de sus deudas y como uno de sus desaf¨ªos m¨¢s ambiciosos en la promoci¨®n de la democracia y la justicia social. El inventario de lo que a¨²n falta hacer en el campo educativo es enorme. Pero solapar o desconsiderar los avances alcanzados no puede ser otra cosa que un gesto de indiferencia hacia una conquista colectiva que ha comenzado a cambiarle la vida a millones de personas.
El gran desaf¨ªo de la educaci¨®n latinoamericana es contribuir a afirmar y consolidar sociedades fundadas en los derechos humanos, ampliando el ejercicio de la ciudadan¨ªa y la participaci¨®n democr¨¢tica. Querer hacerlo por medio de la subordinaci¨®n de la educaci¨®n al mercado, no parece un buen camino. El mercado es el imperio de la desigualdad, de la necesidad, es el espacio de la diferenciaci¨®n y la clasificaci¨®n. Cuando la educaci¨®n se subordina al mercado acabamos aceptando que su funci¨®n no es ampliar la igualdad entre los seres humanos, sino profundizar sus diferencias sociales, de clase, de g¨¦nero, de raza, de origen. Atribuimos a la competencia y al m¨¦rito individual la virtud de seleccionar y elegir a los mejores, justificando as¨ª las injusticias y la reproducci¨®n sist¨¦mica de la desigualdad.
La educaci¨®n es el espacio que las sociedades democr¨¢ticas disponen para producir sentidos, conocimientos, saberes y pr¨¢cticas que nos ayudan a construir sociedades m¨¢s justas, igualitarias, solidarias y humanas.
Se trata de politizar la educaci¨®n, como una herramienta de transformaci¨®n y emancipaci¨®n social. Reducir toda aspiraci¨®n educativa a la capacitaci¨®n laboral no nos lleva a otro camino que a pensar en el sistema escolar de los pobres como una gran agencia de formaci¨®n profesional para empleos flexibles.
No debe as¨ª sorprender que, justo cuando Am¨¦rica Latina comienza a transitar de forma incipiente por un proceso de ampliaci¨®n de oportunidades ciudadanas, se activen de forma dr¨¢stica los discursos que insisten en recordarnos que a los pobres les cabe ocupar el lugar que siempre ocuparon, y que su tr¨¢nsito por la escuela no debe ser otra cosa que la apropiaci¨®n de un aprendizaje supuestamente ¨²til para su r¨¢pida inserci¨®n como fuerza de trabajo adaptada a las necesidades de aquellos que los contratar¨¢n, los cuales, por cierto, nunca aceptar¨ªan que a sus hijos les toque como ¨²nica oportunidad educativa un curso corto de inserci¨®n profesional.
La estrategia discursiva parece ser siempre la misma, aunque algunos t¨¦rminos se modernicen y ganen nueva fisonom¨ªa: se atribuye a la educaci¨®n un poder redentor (salvar a la naci¨®n del subdesarrollo y del atraso econ¨®mico), mientras se condena el sistema educativo realmente existente, aquel en el que se educan, d¨ªa a d¨ªa, millones de ni?os, ni?as y j¨®venes; aquel en el que trabajan miles de docentes, muchos de ellos quiz¨¢s mal preparados, pero que poco tienen que ver con el imagen caricaturesca que los presenta siempre como sujetos perezosos e indolentes. Hay una educaci¨®n salvadora que se dibuja en el horizonte de la esperanza conformista de un mercado que s¨®lo aspira a ser competitivo y din¨¢mico (s¨®lo eso). Y una educaci¨®n real, digamos de carne y hueso, degradada y despreciada por los que aspiran a reformarla desde su totalitarismo economicista, especialmente cuando ella es p¨²blica y la garantiza el Estado; esa educaci¨®n que, en apariencia, nos impide cumplir nuestro justo deseo de abandonar, de una vez por todas, el subdesarrollo.
Ya lo sabemos, ya lo hemos visto, escuchado y vivido a lo largo de los ¨²ltimos cincuenta a?os: para los economistas oficiales, para el mainstream pol¨ªtico y empresarial latinoamericano, la educaci¨®n pasa a tener alguna funci¨®n relevante cuando la econom¨ªa va mal y cuando hay que elaborar un pase de magia que permita prometer una salida r¨¢pida y milagrosa a los problemas que se avecinan. As¨ª, la econom¨ªa latinoamericana creci¨® gracias a la inteligencia y a las brillantes ideas de los economistas. Como ahora enfrentar¨¢ problemas por la ca¨ªda del precio de las materias primas, la desaceleraci¨®n de China, el alto costo del financiamiento externo y las baj¨ªsimas perspectivas de ingreso de capitales en los pa¨ªses de la regi¨®n, al sistema educativo le toca, providencialmente, cumplir su papel. Si no lo hace, estaremos mucho peor y la culpa ser¨¢ de ¨¦l. ?De qui¨¦n? De los docentes, de los funcionarios educativos, de las familias y los j¨®venes, de los sindicatos, de la ¡°cultura nacional¡±¡ o de quien sea, pero nunca del mercado.
Cuando el mercado funciona bien, los m¨¦ritos son del mercado. Cuando funciona mal, la culpa es de la educaci¨®n.
¡°Tanto va el c¨¢ntaro a la fuente que al final se rompe¡±, dec¨ªa mi abuela. Menos en este caso. El argumento ha sido utilizado hasta el hartazgo. Y se lo repite, se lo repite y se lo vuelve a repetir.
No deber¨¢ sorprender que, en este marco, en toda Am¨¦rica Latina, se multipliquen los cursos de formaci¨®n profesional como la mejor opci¨®n de educaci¨®n para los m¨¢s pobres y se amplifiquen las demandas y reclamos empresariales por una educaci¨®n que se adapte a sus necesidades de productividad y sus casi siempre poco modestas aspiraciones de ganancia. Tampoco deber¨¢ sorprender que cada vez m¨¢s la voz y la participaci¨®n empresarial en el campo escolar, inclusive en la formulaci¨®n y ejecuci¨®n de las pol¨ªticas educativas, tienda a ampliarse y multiplicarse; una tendencia que se observa de forma clara durante los ¨²ltimos 20 a?os.
La pol¨ªtica latinoamericana muchas veces parece una sesi¨®n de cine continuado: siempre vuelve a comenzar. Los avances sociales, uno de cuyas causas y al mismo tiempo consecuencia fue la ampliaci¨®n de las oportunidades educativas de los m¨¢s pobres, parecen irrelevantes porque, ante la posible inminencia de una nueva crisis econ¨®mica, los empresarios vuelven a reclamar que no producen m¨¢s y mejor porque no disponen de una fuerza de trabajo calificada y que contribuya a aumentar la calidad y la productividad de las empresas. Una vez m¨¢s, la culpa es del Estado y de los pobres.
Las discusiones de la Conferencia del FMI y el documento analizado, casi nada mencionan acerca de los problemas que hoy existen y persisten en el mercado de trabajo de los pa¨ªses latinoamericanos (y mundiales), como el racismo, la discriminaci¨®n de g¨¦nero, la negaci¨®n de oportunidades a las personas con discapacidad, a los j¨®venes, o las precarias condiciones de protecci¨®n y respeto a los derechos de los inmigrantes o a los que siendo del mismo pa¨ªs son tratados como si fueran indocumentados invisibles.
Tampoco mencionan que si hubo una disminuci¨®n de la pobreza (algo que todos festejan), pero la desigualdad no se redujo con la misma intensidad, esto quiere decir que, en estos ¨²ltimos a?os, a los m¨¢s ricos mal no les ha ido. Los pobres dejaron de ser tan pobres, pero los ricos no dejaron de ser tan ricos; por el contrario, en algunos casos, se volvieron a¨²n m¨¢s ricos.
Frente a los obst¨¢culos que enfrentar¨¢n las econom¨ªas latinoamericanas, el FMI, el Banco Mundial y la OCDE proponen cambiar a los pobres haci¨¦ndolos m¨¢s productivos, sin preocuparse siquiera c¨®mo los ricos producen y acumulan riqueza, c¨®mo la reproducen y garantizan intergeneracionalmente, en sociedades marcadas por la injusticia, la exclusi¨®n y falta de garant¨ªas para el ejercicio de los derechos fundamentales. Nada indica que arriando a las agencias de formaci¨®n laboral a los j¨®venes m¨¢s pobres, sus condiciones de vida mejorar¨¢n substantivamente. Lo que s¨ª parece claro es que el actual modelo de desarrollo econ¨®mico latinoamericano ha generado formas predatorias de apropiaci¨®n de ganancias que han beneficiado a algunos pocos. Por lo tanto, que colocar el problema en las capacidad de innovaci¨®n del sistema cient¨ªfico o tecnol¨®gico y en el formaci¨®n profesional de los j¨®venes, aunque no deja de ser importante, puede distraernos m¨¢s que concentrarnos en el asunto fundamental: para revertir los altos ¨ªndices de desigualdad hay que cambiar primero a los ricos, no capacitar a los pobres para que se conformen con lo que tienen.
El futuro nos se?ala la luna. El FMI, el Banco Mundial y la OCDE, s¨®lo le miran el dedo.
Las econom¨ªas latinoamericanas enfrentan, sin lugar a dudas, enormes desaf¨ªos. Y los enfrentar¨¢n en la pr¨®xima d¨¦cada. Ser¨ªa bueno comenzar democratizando las relaciones humanas en el mercado de trabajo, mejorando las condiciones de distribuci¨®n de la riqueza (cada vez m¨¢s concentrada), ampliando los derechos de los trabajadores, promoviendo reformas fiscales que reduzcan la regresividad tributaria estructural que tenemos y que poco se ha modificado.
Que el FMI, el Banco Mundial y la OCDE se dediquen a opinar acerca de c¨®mo mejorar todo esto. Si lo hacen, otros, bastante mejores que ellos, se ocupar¨¢n de la formaci¨®n humana de las futuras generaciones, sabiendo que al salir de la escuela los esperar¨¢ un sistema econ¨®mico inclusivo, democr¨¢tico y que no antepone la competitividad de las empresas al bienestar de los ciudadanos de una naci¨®n.
Desde R¨ªo de Janeiro
El par¨®n latinoamericano amenaza la ca¨ªda de la pobreza y la desigualdad - Alejandro Rebossio (El Pa¨ªs)
Salir de PISA - Pablo Gentili (Contrapuntos / El Pa¨ªs)
La integraci¨®n educativa iberoamericana: entre avances y desaf¨ªos - Pablo Gentili (Contrapuntos / El Pa¨ªs)
Superar la desigualdad educativa y ampliar el derecho a la educaci¨®n en Iberoam¨¦rica - Pablo Gentili (Contrapuntos / El Pa¨ªs)
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