Zanz¨ªbar: el para¨ªso perdido de las recolectoras de algas
La comercializaci¨®n de algas junto a algunas especies como el clavo son la fuente de ingresos m¨¢s rentables de la isla, despu¨¦s del turismo
A media cintura. El agua cristalina y templada cubre as¨ª a las cerca de quince mujeres que dibujan as¨ª un marco dif¨ªcil de igualar para cualquier postal. Fondo de palmeras, arena blanca y alg¨²n que otro dhow en la lejan¨ªa (embarcaci¨®n tradicional de la costa este africana). La marea est¨¢ alta y el sol comienza a ganar terreno a la humedad del alba. Deslumbra. El mimo, incorporado en el acompasado trabajo manual bajo el agua, trata de cuidar el pan de cada d¨ªa: la recolecci¨®n de algas.
Como cada ma?ana, Makame (59 a?os) y la tercera de sus hijas, Esther (35 a?os), se disponen a cruzar la bah¨ªa de orilla a orilla para llegar a sus granjas marinas de algas o mwani (en suajili). En Chwaka Bay, al Este de la isla de Zanz¨ªbar, un archipi¨¦lago semiaut¨®nomo que forma parte de Tanzania, el ritmo de las mareas determina la econom¨ªa dom¨¦stica. Aqu¨ª nadie pasa lista, ni hay patrones, pero son las siete de la ma?ana y el goteo de mujeres comienza a hacerse notar. Con ellas: nailon y alguna herramienta que pueda cortar. En la playa no hay nada salvo el para¨ªso anunciado por las agencias de turismo que viven al margen de esta realidad. ¡°?Que esto es el para¨ªso? Cambiar¨ªa s¨®lo una noche en cualquiera de estos hoteles por una semana de trabajo¡±, r¨ªe Esther mientras se coloca las zapatillas de pl¨¢stico, cada una de un n¨²mero, cada una de un color, antes de caminar por la arena.
La exportaci¨®n de algas marinas de Zanz¨ªbar se inici¨® en la d¨¦cada de 1930 cuando una variedad de alga roja, que vive de forma natural alrededor de la isla, se cosech¨® y se envi¨® a Francia, Dinamarca y a EE UU. Sin embargo, no ser¨ªa hasta la d¨¦cada de los noventa que se comenzar¨ªa a comercializar convirti¨¦ndose hoy, y junto al clavo, en la segunda entrada de divisas en la isla despu¨¦s del turismo. Algunos tipos de algas que se utilizan tanto para la industria alimentaria como para la farmac¨¦utica o la qu¨ªmica (agentes estabilizadores o emulsionantes, pasta de dientes, champ¨², perfumes o cremas) ten¨ªan una gran demanda en el extranjero, y el gobierno tanzano promovi¨® este sector como un cultivo de exportaci¨®n ¨²til y como una fuente de empleo. Como ya se hac¨ªa a gran escala en Indonesia o Filipinas.
Sin embargo, recientemente la industria ha comenzado a tener problemas, sobre todo por los cambios en las condiciones ambientales que han tenido un efecto negativo en el crecimiento de las especies de los dos cultivos m¨¢s rentables en la isla: la variedad cottonii y la spinosum.
Malos vientos: el cambio clim¨¢tico, que afecta a la producci¨®n natural, y las condiciones poco rentables e insalubres de los trabajadores est¨¢n cuestionando la supervivencia de este sector.
El precio de vivir en el para¨ªso
La mayor¨ªa de los cultivadores de algas marinas en Zanz¨ªbar, que cosechan unas 12.000 toneladas al a?o, son mujeres. As¨ª lo refleja el ¨²ltimo informe de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO) publicado en 2013. Pero detr¨¢s de las estad¨ªsticas y de los ceros a la derecha en los balances de algunas empresas quedan las condiciones de trabajo. Este es otro cantar.
A pesar de la desfavorable vida laboral, los ingresos generados por el cultivo de algas han permitido a las agricultoras mejorar sus est¨¢ndares de vida otorg¨¢ndoles entradas de dinero para pagar las cuotas escolares, comprar uniformes y libros para sus hijos, mejorar las casas en las que viven, as¨ª como la compra de ropa y alimentos para satisfacer sus necesidades diarias.
La joven Ndiwa de 31 a?os, madre de cuatro ni?os y viuda, explica que ha habido un antes y un despu¨¦s en el pueblo desde que comenzaron con la producci¨®n de algas. ¡°Art¨ªculos como radios, utensilios de cocina, bicicletas, motocicletas y muebles escaseaban antes. Yo, por ejemplo, antes s¨®lo ten¨ªa 3 mudas de ropa (en su mayor¨ªa khangas, pa?os tradicionales usados por las mujeres) y ahora tengo unos 20¡±, comenta mientras se atusa el velo de color rosa descolorido. El reloj marca las 14.27 y el sol se despacha a gusto en la piel de las trabajadoras.
Pero la vida en esta parte del ?ndico pierde alguna de sus letras. Envejece deprisa. M¨¢s de lo normal. Y trabajadoras como Kugoni (de 32 a?os) lo saben de primera mano. ¡°La temporada de lluvias es muy buena para el crecimiento, pero hace mucho fr¨ªo y las condiciones ralentizan mucho el secado de las algas porque no hay sol¡±, comenta. ¡°Lo que espero es que mi peque?o Musa pueda ir a la Universidad¡±, sentencia con la mirada perdida en las palmeras que le dan sombra en la playa. A lo lejos se puede escuchar el ¨²ltimo ¨¦xito de la cantante Shakira en el hilo musical de uno de los complejos tur¨ªsticos de la zona.
Otro factor desfavorable es el de las picaduras de peces piedra, erizos de mar o rayas. En la peque?a poblaci¨®n musulmana de Chwaka, con aires de un pasado con solera escoltado por alg¨²n que otro sult¨¢n, las agricultoras Marianna (47 a?os) y Guarisa (39 a?os) explican que el problema es el alto coste de las medicinas: ¡°Es caro curar a alguien que ha sido picado por un pez piedra ya que en algunos casos se necesita hasta un mes de reposo para recuperarse y no puede trabajar¡±. Un tratamiento puede oscilar entre los tres y cuatro euros.
Bajo el umbral de la pobreza: la mayor parte de las recolectoras son mujeres que cobran aproximadamente entre 25€ y 30€ por mes.
En el art¨ªculo ¡°El cultivo de algas marinas como proyecto de desarrollo en Zanz¨ªbar, ?frica del Este: ?un precio demasiado alto que pagar?, publicado en 2012 por varios investigadores de las universidades de Estocolmo y de Dar es Salaam, se alertaba de las p¨¦simas condiciones de los trabajadores que tienen que hacer frente, adem¨¢s, a las enfermedades de transmisi¨®n sexual, a los da?os en la vista provocado por una exposici¨®n prolongada a la luz solar intensa o a las irritaciones de la piel causadas por la sal y la arena. ?Suena a para¨ªso? S¨ª, pero perdido.
La globalizaci¨®n de las algas
Aqu¨ª sobreviven el ingenio y la econom¨ªa a base de remiendos. Algunas agricultoras, las que tienen una gran cantidad de algas, como le ocurre a Mesaria, emplean a familiares y vecinos contratados por ellas mismas con tal de evitar la p¨¦rdida de la cosecha. Ser¨ªan el ejemplo de una emprendedora.
Los precios son m¨¢s o menos estipulados por el propio pueblo y, seg¨²n apunta Mesaria, se pueden encontrar trabajos como: la preparaci¨®n de las maderas que se clavar¨¢n en la orilla para crear los huertos (0,2 euros); llevar las algas ya sea desde las granjas hasta los lugares de secado o de los secaderos a los hogares (0,7 euros por saco); sembrar las semillas cuando la marea est¨¢ baja (1,08 euros por d¨ªa); ayudar en la cosecha de algas (de 0,5 a 0,7 por saco); o llevar las algas secas de los hogares a los puntos de venta (0,7 por saco).
La cantidad de dinero que las agricultoras obtienen de la venta de algas depende de cu¨¢nto tiempo tardan en recogerlas antes de venderlas, de la estaci¨®n de crecimiento, y del propio esfuerzo. Cuando son recolectadas entre dos y cuatro semanas, pueden obtener entre 51 y 153 euros mensuales. Estas cifras son consideradas buenas ganancias y generalmente ocurren despu¨¦s de la temporada de lluvias (de marzo a mayo y de noviembre a diciembre). Durante las vacas flacas, el precio puede oscilar entre los 25 y 30 euros mensuales.
Zanzibar Seaweed from Berenika Stefanska on Vimeo.
Ahora bien. La reina mimada por los mercados es la variedad de alga cottonii debido a que su gel es m¨¢s fuerte que el extra¨ªdo de spinosum, y por su escasez relativa. En consecuencia, el precio de cottonii en Tanzania var¨ªa de los 0,15 hasta 0,25 euros por kilogramo de algas secas, mientras que la de spinosum ronda los 0,10 euros.
Lo curioso es que seg¨²n el informe del Ministerio de Recursos Naturales y Turismo sobre el plan de desarrollo estrat¨¦gico de las algas, los beneficios de los agricultores se estiman en cantidades netas, es decir, que el dinero que ganan es beneficio absoluto ya que ¡°no tienen que comprar sus propias necesidades como cuerdas, flotadores o semillas porque todas son prove¨ªdas por los empresarios¡±.
Sin embargo, la realidad a pie de orilla es otra. Salvo alguna ONG de comercio justo como la estadounidense Ten Thousand Villages, que ha proporcionado en el pueblo de Kidoti botas de goma y gafas de sol, ¡°los propios agricultores tienen que desembolsar dinero para comprar el nailon, la madera o las semillas de forma regular por lo que el empobrecimiento es a¨²n mayor¡±, explica la investigadora Flower Ezekiel Msuya, del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Dar es Salaam.
Una vez que las algas se han cosechado y secado, se venden a algunas de las empresas que monopolizan el sector en la isla: C-Weed Corporation Ltd.; Zanzibar Agro-Seaweed Company Limited (ZASCOL); ZANEA Seaweed Company; Birr Company Ltd.; Mwani Mariculture; ZanQue; y Zanzibar Shell. Despu¨¦s, el rumbo es variado en un mercado dif¨ªcil de entrar con m¨²ltiples competidores: EE UU, Francia, Dinamarca, Espa?a, Chile y China.
Arroz con agua de coco
Llega la noche. La vida es un poco m¨¢s f¨¢cil en la humilde casa de Juma construida de piedra y techo de paja. Su marido aporta una buena parte del sustento familiar porque es pescador. ¡°No siempre es buena la pesca pero entre los dos podemos mantenernos¡ A flote¡±, recalca Soleyman mientras se lava las manos antes de sentarse a la mesa. Ella pertenece a la cooperativa de mujeres Tusife Moyo, financiada por el Gobierno de Canad¨¢ y la Fundaci¨®n Agha Khan y que en suajili significa ¡°No debemos perder la esperanza¡±. Y mientras aparta el arroz para su marido, explica: ¡°con los jabones perfumados que hacemos m¨¢s o menos ganamos de 60 a 150 euros al a?o¡±. La venta a los hoteles locales y a los turistas que hacen incursiones fuera de estos complejos son parte de esa esperanza, que tarda en llegar.
La humedad se asienta en las calles de arena de Chwaka que no dejan de oler a mar y a sal. Ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa. Un mejor d¨ªa. Incluso para el gerente general de la empresa Zanea, Zubeir Khamis, quien admit¨ªa en un reportaje que ¡°el cultivo de algas es un trabajo intensivo y mal pagado, pero que creamos miles de puestos de trabajo para las mujeres no calificadas, que de otro modo carecer¨ªan de empleo¡±. Un debate sempiterno en el que se presupone que si la empresa tuviera mejores condiciones de mercado los salarios a los trabajadores ser¨ªan m¨¢s altos. Mientras, el umbral de la pobreza toma el sol al ritmo de las mareas.
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