Cambio clim¨¢tico: esas dos palabras malditas
Tenemos el reto de informar sin aburrir sobre el calentamiento global y sus consecuencias Se corre el riesgo de que los ciudadanos no crean ni a negacionistas ni catastrofistas
Desde 1988, en que se constituy¨® el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Clim¨¢tico (IPCC) ¡ªun organismo internacional en el que tiene un peso muy importante el componente acad¨¦mico¡ªcada vez se conoce con mayor precisi¨®n el efecto de la actividad humana sobre el clima. Adem¨¢s, cuando hay imprecisi¨®n en los datos, tambi¨¦n hay una estimaci¨®n cient¨ªfica, cada vez mayor, del grado de imprecisi¨®n correspondiente.
Millones de term¨®metros siguen en la tierra, la atm¨®sfera y los oc¨¦anos la evoluci¨®n de la temperatura; cientos de miles de sensores determinan la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos tanto por causas naturales como por actividades de origen humano (industria, transporte, agricultura, ganader¨ªa, etc¨¦tera). Podr¨ªamos decir que nunca se ha seguido tan de cerca la evoluci¨®n de tantos par¨¢metros f¨ªsicos y qu¨ªmicos de nuestro planeta. En contra de lo que podr¨ªa parecer a primera vista, la comunidad internacional s¨ª se ha tomado en serio el cambio clim¨¢tico. El calentamiento global est¨¢ fuera de cualquier duda, y el hecho de que influye en el clima, tambi¨¦n.
En contraste, frecuentemente la percepci¨®n de la humanidad es que no se est¨¢ haciendo nada. Hace pocos d¨ªas China y Estados Unidos han formalizado un acuerdo, que podr¨ªa ser hist¨®rico, para reducir (o al menos estabilizar) las emisiones. Pero, a¨²n as¨ª, muchos piensan que los pol¨ªticos no hacen nada. ¡°Se re¨²nen y se re¨²nen, y nada¡±. En los ¨²ltimos d¨ªas hemos visto un peque?o cambio: la t¨ªmida reacci¨®n de algunos de los mayores cr¨ªticos, que han pasado del ¡°no hacen nada¡± a ¡°algo parece que hacen, pero es insuficiente¡±. Tambi¨¦n ese cambio de discurso se puede calificar de hist¨®rico. Tal vez indica que estamos en el buen camino.
La cuesti¨®n es c¨®mo hacer llegar al ciudadano normal, cuyas preocupaciones est¨¢n tan pegadas a la tierra como saber si ma?ana va a tener trabajo, poder hacer la compra o seguir viviendo en su casa actual, que esa situaci¨®n, que muy probablemente no le va a afectar en lo que le queda de vida, va a influir en sus descendientes.
Para que la humanidad entienda que ya se ha empezado a hacer lo correcto con el cambio clim¨¢tico, sobra pol¨ªtica y falta divulgaci¨®n cient¨ªfica
Por eso es bueno mirar hacia atr¨¢s. Hace unos cuarenta y cinco a?os los cient¨ªficos se dieron cuenta de que los CFC perjudicaban la capa de ozono; unos a?os despu¨¦s se firm¨® el protocolo de Montreal para coordinar las actividades encaminadas a corregir ese error de la humanidad. Con unos medios de comunicaci¨®n de masas muy diferentes ¡ªen los que la divulgaci¨®n cient¨ªfica brillaba por su ausencia, y no exist¨ªa o al menos el gran p¨²blico no conoc¨ªa Internet¡ª se pusieron silenciosamente las bases para reparar unos da?os que se nos hab¨ªan ido de las manos. Cuando muchos a?os m¨¢s tarde, el agujero de la capa de ozono todav¨ªa segu¨ªa creciendo surgieron voces de alarma que pretendieron aprovechar el problema para beneficiarse haciendo creer que no se estaba haciendo nada. A partir de 2010, cuarenta a?os despu¨¦s de constatarse su peligro y menos de treinta despu¨¦s de empezar a tomar medidas, la capa de ozono entr¨® en regresi¨®n. Tardar¨¢ en solucionarse, pero se est¨¢ en v¨ªas de conseguirlo. La pregunta es: ?Sabe algo de esto el hombre de la calle? ?Le importa?
Para que la humanidad entienda que ya se ha empezado a hacer lo correcto con el cambio clim¨¢tico, sin duda, sobra pol¨ªtica y falta divulgaci¨®n cient¨ªfica. Al ciudadano que pasa fr¨ªo cuando, como ahora, llega por fin el invierno, no se le puede convencer de una manera simplista de que la tierra se est¨¢ calentando, porque corremos el riesgo de que nos diga que eso es lo que espera (no ser¨ªa la primera vez que se dice en p¨²blico, no por un ciudadano de a pie sino por alg¨²n l¨ªder carism¨¢tico y gracioso). Incluso algunas gu¨ªas divulgativas destinadas al p¨²blico, y la acci¨®n de organizaciones pseudocient¨ªficas, como lamentablemente algunas organizaciones ecologistas, que copan el escenario con bodegones estrafalarios que pintan el mundo engullido por una especie de tsunamis de pel¨ªcula serie B, hacen distraer la atenci¨®n del ciudadano que acaba por no creer ni a los negacionistas ni a los catastrofistas.
Para m¨ª, el reto que tenemos delante ahora mismo es llegar al p¨²blico en general, y creo que har¨ªa falta un especial esfuerzo por trasladar en n¨²meros sencillos, tal vez con s¨ªmiles de nuestro d¨ªa a d¨ªa, los par¨¢metros m¨¢s importantes que se est¨¢n manejando por parte de los comit¨¦s cient¨ªficos del IPCC.
Algunas de las conclusiones del ¨²ltimo informe de s¨ªntesis no son tan dif¨ªciles de poner en lenguaje cotidiano. El nivel del mar ha sido mucho m¨¢s alto que ahora, del orden de cinco a diez metros hace unos cien mil a?os, al igual que ha habido per¨ªodos de mucho m¨¢s fr¨ªo, pero ahora mismo tres mil¨ªmetros de subida cada a?o es un grav¨ªsimo problema. No pensemos que, porque nuestra casa est¨¦ diez metros por encima del nivel del mar, no nos va a afectar. El ciudadano tiene que saber que, aunque no lo vea, es un problema muy grave.
La temperatura es ahora m¨¢s alta que en los ¨²ltimos diez mil a?os. El hecho de que de invierno a verano haya treinta grados de diferencia en las temperaturas m¨¢ximas (o m¨ªnimas), no quiere decir que un aumento de dos d¨¦cimas de grado en la temperatura media del planeta no pueda ser catastr¨®fico. Hay que aprender la diferencia entre m¨¢xima, media... En fin, conceptos sencillos que tal vez podr¨ªan sustituir la tendencia actual de aburrirnos cada d¨ªa con cuarenta minutos de informaci¨®n meteorol¨®gico-folcl¨®rica que no llegan a entenderse por el ciudadano com¨²n. Al final, como tantas veces, hay que combatir el anumerismo, la incapacidad para entender el significado de unos cuantos n¨²meros b¨¢sicos.
As¨ª que por delante queda una tarea ingente. El quinto informe de s¨ªntesis que acabamos de citar reitera el peligro que corremos, pero hace ¨¦nfasis en que tenemos a nuestro alcance la soluci¨®n. Quede sobre la mesa el reto de saber educar sin aburrir.
Miguel Aballe es director de la Asociaci¨®n de Latas de Bebidas.
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