La hora de Felipe VI
Tras su defensa de la regeneraci¨®n, el Estado de bienestar y la unidad, el Rey debe pasar a la acci¨®n
El Rey ha aprobado con nota sus seis primeros meses de mandato, en los que ha dibujado una nueva Monarqu¨ªa basada en la transparencia, la ejemplaridad y la utilidad. Desde el 19 de junio, en que pronunci¨® su discurso de proclamaci¨®n, ha ido subiendo el tono de sus intervenciones hasta concluir en Nochebuena con un mensaje potente y directo en el que fij¨® sus prioridades como jefe del Estado: la regeneraci¨®n pol¨ªtica y la lucha contra la corrupci¨®n, la defensa del Estado de bienestar y la unidad de la Espa?a diversa. Sugiri¨®, adem¨¢s, la posibilidad de actualizar el marco de convivencia entre los espa?oles, como ya se?al¨® su padre, el rey Juan Carlos, en 2013.
Somos conscientes de que las funciones que atribuye la Constituci¨®n al Rey son muy limitadas: lo recoge bien la expresi¨®n que asegura que el Rey reina, pero no gobierna. Sin embargo, reinar puede significar mucho en una Monarqu¨ªa parlamentaria que otorga al Rey las funciones de jefe del Estado, s¨ªmbolo de su unidad y permanencia y ¨¢rbitro y moderador de la vida pol¨ªtica (T¨ªtulo II, art¨ªculo 56), adem¨¢s de representar internacionalmente al Estado y ser el jefe de las Fuerzas Armadas.
En el caso de Catalu?a, don Felipe puede jugar un papel destacado sin sobrepasar los l¨ªmites que marcan su funci¨®n constitucional. Lo lleva haciendo algunos a?os como Pr¨ªncipe de Girona, especialmente desde que se recrudeci¨® el proceso independentista. Sus continuos viajes a Catalu?a (pr¨¢cticamente todos los meses), su talante abierto y su llamamiento al di¨¢logo y al consenso deber¨ªan ser tomados en cuenta por el Gobierno de Mariano Rajoy, que podr¨ªa recurrir con mayor confianza a su funci¨®n mediadora en este asunto. No ser¨ªa la primera vez que ocurre en Espa?a: Felipe Gonz¨¢lez, siendo presidente del Gobierno, le pidi¨® varias veces al rey Juan Carlos que mediara en cuestiones diversas.
Espa?a necesita que Felipe?VI ejerza de Rey dentro del marco constitucional. Adem¨¢s de velar por la unidad del Estado y de seguir representando a Espa?a en un momento en que buena falta le hace, podr¨ªa impulsar ese proceso regeneracionista para el que hay que ¡°cortar de ra¨ªz y sin contemplaciones la corrupci¨®n¡±, como ¨¦l mismo dijo en su mensaje de Navidad. Aunque para ello tiene que estar libre de cargas y, desgraciadamente, el procesamiento de su hermana Cristina de Borb¨®n es un lastre que le resta credibilidad mientras ella permanezca en el sexto lugar en la l¨ªnea de sucesi¨®n a la Corona espa?ola.
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No basta con decir que la renuncia es decisi¨®n personal de la Infanta; habr¨¢ que buscar soluciones para que do?a Cristina la tome cuanto antes, porque el prestigio de la Corona es tambi¨¦n el de todos los espa?oles. La Constituci¨®n deposita la soberan¨ªa en manos del pueblo, y son los espa?oles ¡ªsus representantes leg¨ªtimos en el Congreso¡ª los que tienen que decidir qui¨¦nes ocupan la l¨ªnea de sucesi¨®n. No es algo que, a estas alturas, se puede dejar al capricho de una persona que se sienta herida en su orgullo y menosprecie las decisiones judiciales. Para resolver este y otros asuntos que puedan surgir en el futuro y dotar al Rey del marco legal que facilite el trabajo que le reclamamos, no hay otra f¨®rmula que la aprobaci¨®n de un Estatuto de la Corona. Al ritmo que se desarrollan los acontecimientos en la Espa?a actual, esta es una misi¨®n urgente que los partidos pol¨ªticos deber¨ªan acometer sin demora.
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