Un s¨¢ndwich en manos de abogados
Que alguien haga una interpretaci¨®n de tu bocadillo en su web y te cite con nombre y apellidos es bueno para tu popularidad; que le persigas por hacerlo, es p¨¦simo
Hoy tocar¨ªa cascarles una proyecci¨®n de tendencias para 2015 en gastronom¨ªa, pero, mira por d¨®nde, paso. No es por miedo a predecir el futuro, que yo tambi¨¦n llevo un Sandro Rey dentro y puedo soltar unas cuantas generalidades que se cumplir¨¢n s¨ª o s¨ª. Es por el estr¨¦s que me generan estas agendas anticipatorias tan t¨ªpicas de estos d¨ªas, que hacen spoilerde las cuatro cosas buenas y las 400 malas que ocurrir¨¢n en el a?o. As¨ª que les contar¨¦ una microhistoria local que no supondr¨¢ nada para el devenir de los pr¨®ximos 12 meses, pero que cuenta con el suficiente valor simb¨®lico como para aparecer en un peri¨®dico planetario como ¨¦ste.
Todo bilba¨ªno o persona adyacente conocer¨¢ los tri¨¢ngulos del bar Eme, una instituci¨®n tan emblem¨¢tica del Botxo como la r¨ªa, el Athletic o los bollos de mantequilla. Estos s¨¢ndwiches no pasar¨ªan de ser unos ¡°vegetales¡± m¨¢s a la espa?ola (es decir, con jam¨®n york) si no contaran con un pan por encima de la media y una deliciosa salsa picante, de f¨®rmula ultrasecreta desde que el fundador del negocio la inventara en los a?os cincuenta. Muchos los adoran y otros creen que est¨¢n sobrevalorados; yo me quedo en el medio porque he comido ejemplares que me han puesto en armon¨ªa con el universo y ejemplares con los que bien podr¨ªa haber emprendido alguna obra de mamposter¨ªa.
La noticia es que el Eme se ha renovado por dentro y por fuera. Por dentro, reformando el local y acabando con su tambi¨¦n emblem¨¢tico suelo lleno de servilletas de papel rezumantes de mayonesa, y por fuera, emprendiendo una loca cacer¨ªa contra los que usan su nombre en vano en Internet. El bloguero Eneko Mart¨ªnez, que public¨® hace tiempo en su web una versi¨®n personal del s¨¢ndwich, contaba esta semana en Twitter c¨®mo los representantes legales del local le han instado v¨ªa burofax a eliminar del texto cualquier menci¨®n al establecimiento. Le acusan de ¡°infracci¨®n de derechos¡±.
Dejando a un lado el peque?o detalle de que, por suerte para la cocina, la propiedad intelectual no se extiende a las recetas, ¨¦ste es uno de los ejemplos m¨¢s disparatados que conozco de esa man¨ªa tan siglo XXI de controlar hasta el absurdo el uso de marcas, por la que muchas empresas mal asesoradas por malos abogados pierden m¨¢s de lo que ganan. Que alguien haga una interpretaci¨®n de tu bocadillo estrella en su web y te cite con nombre y apellidos es bueno para tu popularidad; que le persigas por hacerlo no es s¨®lo antip¨¢tico, sino p¨¦simo para tu reputaci¨®n en la Red.
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