Andr¨¦s de Inglaterra, mencionado en un caso de abuso de menores
Una mujer declara en una denuncia contra el millonario Jeffrey Epstein que, cuando ten¨ªa 17 a?os, fue forzada a mantener relaciones sexuales con el hijo de Isabel II
El palacio de Buckingham ha estrenado el nuevo a?o con una crisis en toda regla al verse obligado a desmentir que Andr¨¦s de Inglaterra, tercer hijo de la reina, haya incurrido en ¡°comportamiento impropio con una menor¡±. El escueto comunicado, con el que Isabel II intenta defender por en¨¦sima vez y sin ambages a su v¨¢stago favorito, alude a las graves acusaciones de una mujer estadounidense que alega haber sido forzada a mantener relaciones sexuales con el duque de York cuando todav¨ªa no hab¨ªa alcanzado la mayor¨ªa de edad. La denunciante implica de este modo a uno de los miembros m¨¢s controvertidos de la familia real brit¨¢nica como cliente de una red de ¡°esclavas sexuales¡± organizada por unos de sus grandes amigos, el financiero convicto Jeffrey Epstein.
La v¨ªctima, cuya identidad permanece en el anonimato, relata en una demanda presentada esta semana ante un tribunal de Florida c¨®mo se vio obligada a mantener relaciones sexuales ¡°en repetidas ocasiones¡± con personajes del entorno de Epstein, entre los que incluye a Andr¨¦s con nombres y apellidos, en una isla privada que el empresario posee en el Caribe, en Nueva York y tambi¨¦n en Londres. Los abusos se habr¨ªan producido entre 1999 y 2002. Seis a?os m¨¢s tarde, Epstein fue condenado en EE UU por delitos sexuales y cumpli¨® por ello una pena de 18 meses de c¨¢rcel. El pr¨ªncipe no se desmarc¨® de esa peligrosa amistad y prosigui¨® desde entonces su relaci¨®n con el financiero, de la que han sido publicados reiterados testimonios gr¨¢ficos.
El comportamiento del duque de York en los ¨²ltimos a?os ha supuesto un continuo dolor de cabeza para su madre, quien sin embargo se lo ha perdonado todo. Despu¨¦s de que el mism¨ªsimo Parlamento brit¨¢nico decidiera retirar al pr¨ªncipe su condici¨®n de representante especial del Reino Unido para el comercio exterior, por su uso indebido de ese cometido para cultivar sus aficiones personales (como jugar al golf en los mejores campos del mundo a costa del contribuyente) o cerrar negocios propios, la monarca decidi¨® imponerle la Gran Cruz de la Caballer¨ªa. Por aquel entonces, la prensa brit¨¢nica ya ve¨ªa aireando las relaciones de Andr¨¦s con Epstein, y el hecho de que el empresario incluso ejerciera de soporte econ¨®mico ocasional de la ex esposa del duque, Sarah Ferguson.
La presencia de Andr¨¦s en los actos de la familia real ha sido pr¨¢cticamente nula desde entonces, una ausencia enmascarada en la decisi¨®n de la reina de que la presencia oficial de los Windsor estuviera encarnada por supuesto en su propia persona y en la de su marido, el duque de Edimburgo, junto al heredero de la corona, Carlos, y su nieto mayor Guillermo, acompa?ados de sus respectivas consortes Camila y Catalina. El duque de York hab¨ªa sido en realidad borrado de la foto por su proclividad a generar titulares escandalosos, explicitando por ejemplo sus v¨ªnculos con personajes tan oscuros como el traficante de armas libio Tarek Kaituny o miembros del r¨¦gimen de Kazajst¨¢n (el cu?ado del presidente de ese pa¨ªs le compr¨® su residencia de Berkshire por un precio superior en 3 millones de libras a su cotizaci¨®n en el mercado). La propia Sarah Ferguson fue filmada por el hoy extinto dominical News of the World ofreciendo a un periodista disfrazado de empresario acceso a su ex marido a cambio de dinero. La cinta que registra la supuesta transacci¨®n, con los fajos de dinero encima de la mesa en una imagen de estilo mafioso, dej¨® at¨®nita al p¨²blico brit¨¢nico y de medio mundo.
Demasiado bagaje para Andr¨¦s que s¨®lo una intensa operaci¨®n de relaciones p¨²blicas emprendida por palacio en los ¨²ltimos a?os hab¨ªa logrado matizar. Hasta que ha estallado la bomba, aquella que trasciende de la imagen de un pr¨ªncipe juerguista y mujeriego, aunque muy simp¨¢tico, con don de gentes y dispuesto a participar en un sinf¨ªn de actos caritativos, para enclavarlo en el centro de una red de prostituci¨®n de menores. El duque de York no aparece en la demanda de Florida como acusado, puesto que el caso se centra en las actividades il¨ªcitas de su amigo Epstein, un magnate que en sus buenos tiempos alardeaba de su amistad con el ex presidente Bill Clinton. Pero las informaciones sobre su presencia en las depravadas fiestas del empresario estadounidense, y sobre todo de que aprovech¨® ese contacto para utilizar las servicios sexuales y forzados de una menor, han echado por tierra cualquier intento de rehabilitaci¨®n de su imagen a ojos de los brit¨¢nicos.
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