Sentido
El ben¨¦fico olvido sin el cual no se puede dar un solo paso, nos ayuda a vivir: por suerte o por desgracia
Sucede, sobre todo en los viajes, sobre todo a miles de kil¨®metros de casa. A veces es la forma en que una rama, al otro lado de la ventana de un cuarto de hotel, se mueve tristemente con el viento. O la rugosidad desagradable de una frazada vieja. O la m¨²sica que llega desde una casa en una calle a la que nunca vamos a volver. O la manera en que a las siete de la tarde, en una ciudad desconocida, todo el mundo parece saber d¨®nde va, menos uno. O un museo repleto de gente interesada en cosas en las que uno no logra interesarse aunque sabe que, en otra circunstancia, resultar¨ªan interesantes. A veces es el sonido lejano de un televisor, de una ri?a, de una risa. A veces es una habitaci¨®n demasiado grande que se vac¨ªa en bostezos de soledad bul¨ªmica hacia una playa arrasada por la lluvia. A veces es la lluvia. A veces es una temperatura perfecta, o un segundo de m¨¢s mir¨¢ndose en el espejo del ascensor, o la oscuridad alien¨ªgena de un set de televisi¨®n ¡ªen el que todos hablan espa?ol con acento extranjero¡ª sumido en un silencio mustio que se pega a los micr¨®fonos como un guante mortuorio. A veces es una voz querida, pixelada por las gran¨ªticas redes del Skype. A veces es todo eso. A veces no es nada de todo eso. Pero sucede. Sobre todo en los viajes, sobre todo a miles de kil¨®metros de casa: esa canci¨®n de hielo y fuego que nos llena de piedras la garganta y nos dice que, con estar vivos, no alcanza. Despu¨¦s, claro, pasa, y uno recuerda aquella frase de D.?H.?Lawrence ¡ª¡°Tenemos que vivir, no importa cu¨¢ntos cielos hayan ca¨ªdo¡±¡ª, y llega el ben¨¦fico olvido sin el cual no se puede dar un solo paso, ni respirar, ni mirar a alguien a los ojos sin ignorar su calavera. Por suerte o por desgracia. No se sabe.
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