Vive la France
Los electos espa?oles no se dan a la lectura, o al menos eso es lo que se nota en lo que dicen en sus alocuciones, que m¨¢s parecen pescado seco
Antes del atentado de Par¨ªs le preguntaron al presidente franc¨¦s Fran?ois Hollande (aqu¨ª lo recogi¨® Alex Vicente, cuando empez¨® la pol¨¦mica) por la ahora novela reciente de Michel Houellebecq. No la hab¨ªa le¨ªdo, pero iba a hacerlo, coment¨®, porque era un punto de vista a tener en cuenta. Ya se sabe que esa novela, en la que los socialistas de la ficci¨®n arruinan su porvenir, no iba a ser (no lo ser¨¢, seguramente), plato de gusto del atribulado mandatario franc¨¦s. Pero ¨¦l dijo que ese era un punto de vista a tener en cuenta.
Parece muy interesante esa postura; es natural que se ponga en paralelo lo que sucede entre nosotros cada vez que algo ocurre o se dice en el exterior. Espa?a es un pa¨ªs espejo. Recuerdo que hace m¨¢s o menos un siglo, cuando el Rey de entonces orden¨® que reemplazaran a Carlos Arias Navarro por Adolfo Su¨¢rez, este peri¨®dico me pidi¨® que recabara en Londres algunos juicios sobre el novato que se hac¨ªa cargo de los destinos de este pa¨ªs. Entonces entrevist¨¦ a algunos personajes notorios del Reino Unido (Michael Foot, Douglas Hurd...), que no ten¨ªan idea de qui¨¦n era Su¨¢rez, al que luego ungi¨® (con una visita a la embajada en Londres) Margaret Thatcher, cuando ya el presidente de la Transici¨®n era la gran esperanza de centro de la Espa?a que hu¨ªa de los extremos...
Esa cr¨®nica de las reacciones inglesas era parte de esa Espa?a especular en la que vivimos: queremos saber qu¨¦ se piensa por ah¨ª de lo que pasaba por aqu¨ª. Eso se public¨®, en EL PA?S, y al cabo de unos d¨ªas The Guardian recogi¨® lo que se dec¨ªa aqu¨ª que se dec¨ªa all¨ª. Y EL PA?S, de nuevo, lo public¨®, pero como algo que se dec¨ªa all¨ª de lo que suced¨ªa aqu¨ª. As¨ª ha sido, y en cierta medida es bueno que siga sucediendo: que veamos siempre por el ojo de una cerradura ancha lo que se dice de nosotros.
Que aprendan de Hollande, que lee hasta lo que no le gusta
Lo que dijo Hollande sobre leer un libro que no le va a gustar no va sobre los espa?oles, pero nos concierne. Veamos qu¨¦ sucede aqu¨ª: en primer lugar, que se acab¨® esa costumbre de leer que manifestaban los pol¨ªticos en ejercicio. Felipe Gonz¨¢lez (y su compa?ero, Alfonso Guerra) hicieron de la recomendaci¨®n de libros una costumbre, hasta el punto de que Felipe puso de moda a Marguerite Yourcenar, y sus Memorias de Adriano. Guerra reinvent¨® a Mahler, entre nosotros, y ¨¦l, tan mel¨®mano, y tan lector, con raz¨®n se queja de que parece que s¨®lo escuchaba a Mahler... Luego vino Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar; seg¨²n Manuel Vicent, que estuvo en su casa antes de que ¨¦l se arriscara por la pendiente del poder, ten¨ªa en su biblioteca una edic¨ª¨®n muy fatigada de las memorias de Manuel Aza?a. No s¨¦ si en la cr¨®nica de esa visita Vicent cuenta que supo entonces que esa era una edici¨®n de segunda mano, lo cual justificar¨ªa la fatiga de las cubiertas, pero lo cierto es que Aznar no s¨®lo citaba a Aza?a sino a poetas cuyos libros llevaba al hemiciclo. Es cierto que luego su car¨¢cter no era muy po¨¦tico, pero ¨¦l le¨ªa poes¨ªa, eso se vio.
?Y ahora? El discurso pol¨ªtico es vac¨ªo; los mandatarios actuales no s¨®lo no hablan de libros, sino que la experiencia de la lectura no se nota en lo que dicen. ?Y por qu¨¦? Pues porque no leen, o al menos eso es lo que se nota en lo que dicen en sus alocuciones que m¨¢s parecen pescado seco. Que aprendan de Hollande, que lee hasta lo que no le gusta.
jcruz@elpais.es
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