La aventura de ser Antonio Banderas
La estrella de cine pasa su vida entre hoteles y rodajes. Estrena nueva pel¨ªcula y a sus 54 a?os asegura que ha llegado el momento de parar y respirar: "Estoy ordenando la mesa".
Antonio Banderas abandona la Academia del Cine Espa?ol, esquiva el micr¨®fono de un periodista inc¨®modo, sube a la parte de atr¨¢s del coche y se enciende uno de sus American Spirit. El humo se escapa por la ventanilla. Vuela Madrid de fondo. Luce una barba hom¨¦rica que le confiere un aire al Capit¨¢n Haddock. Mira fijamente al interlocutor. Las ojeras son considerables. Los ojos, oscuros e incandescentes. En apenas 30 segundos de conversaci¨®n, se adentra en los desiertos de T¨²nez; cuando se baja del veh¨ªculo, 10 minutos despu¨¦s, en su relato acaba de contactar con su ¡°amigo¡± el expresidente Felipe Gonz¨¢lez para que asesore en una crisis internacional. Un buen resumen de Banderas. Un seductor con contactos en medio mundo y 93 pel¨ªculas a sus espaldas. Un vagabundo del cine. Y eso tiene un precio. ¡°Viajo mucho, y solo; vivo en hoteles, mi casa son los sets de rodaje¡¡±, ha dicho poco antes en la rueda de prensa organizada en la Academia para anunciar que este a?o se le concede el Goya de Honor. ¡°Esta profesi¨®n es como las estrellas de Navidad¡±, ha a?adido. ¡°Brillan, pero detr¨¢s son de cart¨®n¡±. Y ha esquivado con una sonrisa las insistentes preguntas de los plumillas sobre su divorcio de Melanie Griffith; cuando le han inquirido por el asunto, ha reconducido la cuesti¨®n con elegancia a Aut¨®mata, una pel¨ªcula que ha producido y protagonizado, y en la que comparte escenas con la actriz con la que ha estado casado 18 a?os.
Viajo mucho , y solo; vivo en hoteles, mi casa son los ¡®sets¡¯ de rodaje¡±
Se estrena el 23 de enero. Pero naci¨® en 2010. Y de Aut¨®mata ha comenzado a hablar en el coche. Reconstruir los pasos del ¨²nico malague?o con sitio reservado en el paseo de las estrellas de Hollywood, a medida que se va fraguando este largometraje, es una manera de contar su agitada existencia en los ¨²ltimos a?os. Su intenso d¨ªa a d¨ªa. Un viaje de Los ?ngeles a Doha, pasando por el Magreb, Cannes y Bulgaria, en el que se codea con el ya citado Gonz¨¢lez, con el actual presidente franc¨¦s, con Stallone y De Niro, con la familia real de Qatar; negocia con jud¨ªos, ¨¢rabes y chinos; le apuntan con fusiles; se ve envuelto en una revoluci¨®n; es condecorado; y as¨ª se suceden momentos delirantes que podr¨ªan conformar ¡°una perfecta obra de teatro¡±, prosigue Banderas. El actor recuerda a la locomotora de un mercanc¨ªas. A toda velocidad, de una ciudad a otra, de un proyecto a otro. Para pasar un tiempo a su lado hay que tomar impulso, igualar su ritmo y saltar al tren en marcha al modo de los forajidos en las pel¨ªculas del Oeste. Es finales de octubre, y le sigue un paparazi a lomos de una moto. La vida de este se?or de 54 a?os, ciudadano del mundo, afincado hoy en ninguna parte, no cabr¨ªa en ning¨²n guion de cine.
El 3 de enero de 2011 ¨Cvolvamos a T¨²nez¨C se encontraba en los desiertos de Tozeur, rodando Oro negro a las ¨®rdenes de Jean Jacques Annaud, cuando se acord¨® del cineasta espa?ol Gabe Ib¨¢?ez. Le llam¨®. ¡°Gabe¡±, le dijo, ¡°tienes que venirte para ac¨¢. Hay unas localizaciones que son la polla para la pel¨ªcula, con unos desiertos de sal¡ Muy espectacular. Me estoy imaginando a tus robots caminando por aqu¨ª¡±. En aquella regi¨®n, George Lucas hab¨ªa encontrado el hogar de Luke Skywalker. Y promet¨ªa. Ib¨¢?ez y Banderas, en cualquier caso, a¨²n no se hab¨ªan conocido en persona. Les un¨ªa su amistad con Elena Anaya. Y un par de meses antes, durante la filmaci¨®n de La piel que habito, de Pedro Almod¨®var, la actriz, con quien Ib¨¢?ez hab¨ªa rodado Hierro, le hab¨ªa hecho llegar a Banderas el guion que aquel acababa de terminar, una obra futurista y apocal¨ªptica llamada Aut¨®mata, para la que estaba buscando financiaci¨®n. El malague?o lo ley¨® tras dejar atr¨¢s ¡°el planeta Almod¨®var¡±, cuya ¡°gravedad es tan fuerte que resulta dif¨ªcil salirse de su ¨®rbita¡±. Se enfrent¨® al libreto al sol de una tarde de oto?o en la terraza de su casa de M¨¢laga. Antes de alcanzar la p¨¢gina 30 ya hab¨ªa llamado a Ib¨¢?ez: ¡°Si cuando llegue a la ¨²ltima hoja esto va como en la 28, voy a tener un problema terrible. Porque me voy a meter, y esto lo vamos a levantar¡±. Al acabarlo, volvi¨® a teclear su n¨²mero. Estaba dentro. Como protagonista. Y como productor. Tratar¨ªa de encontrar los ocho millones de euros en que Ib¨¢?ez estimaba el coste. ¡°D¨¦jame que mueva el guion entre los interlocutores que yo tengo¡±, dijo.
No estamos tir¨¢ndonos los ceniceros a la cabeza¡±, dice sobre Melanie Griffith
Luego pas¨® unos d¨ªas, pocos, en Los ?ngeles. Y vol¨® a T¨²nez para ser dirigido por ?Annaud en lo que iba a ser, te¨®ricamente, la primera superproducci¨®n de capital ¨¢rabe, con un presupuesto superior a los 40 millones de euros, procedente del Doha Film Institute de Qatar. Petrod¨®lares y celuloide. En eso hab¨ªa pensado Banderas para armar tambi¨¦n la cinta de Ib¨¢?ez mientras se paseaba vestido con t¨²nica, y barba hasta el pecho, metido en la piel de un emir de la pen¨ªnsula ar¨¢biga cuyas arenas esconden en su interior bolsas de aceite. En el desierto le hab¨ªa hablado de Aut¨®mata a Tarak Ben Ammar, productor de Oro negro, un tunecino afincado en Par¨ªs, asesor financiero de pr¨ªncipes saud¨ªes y sobrino de Habib Burguiba, padre de la independencia de T¨²nez, al que derroc¨® el hoy tambi¨¦n derrocado Zine el Abidine Ben Ali. ¡°Un tipo que todos conocen en el mundo del cine europeo¡±, seg¨²n Banderas, ¡°porque se mueve bien. ?Sabes qu¨¦ pel¨ªcula produjo? ?Te acuerdas de Piratas con Walter Matthau? Era una de Roman Polanski que no triunf¨®, pero m¨¢s tarde se convirti¨® en obra de culto. Y produjo a los Monty Python en La vida de Brian, usando los decorados que hab¨ªan quedado de una Pasi¨®n que hab¨ªa hecho sobre Jesucristo [el telefilme Nazareth]. ¡®?Como la vida de Cristo, pero se llama Brian?¡¯. Y se meti¨® en la producci¨®n. Un personaje¡±. Banderas hab¨ªa trabajado ya en una pel¨ªcula suya, Femme Fatale (2002), de Brian De Palma.
Ben Ammar mostr¨® inter¨¦s en Aut¨®mata. Decidieron que, mientras terminaban Oro negro, Ib¨¢?ez podr¨ªa comenzar a localizar para el nuevo proyecto. Cuando Banderas llam¨® al cineasta, este se sorprendi¨® de la propuesta: en los telediarios comenzaba a hablarse de revueltas en T¨²nez. ¡°Qu¨¦ va¡±, respondi¨® Banderas en el desierto. ¡°Aqu¨ª no pasa nada. Esto es supertranquilo. Un pa¨ªs anestesiado. T¨² vente para ac¨¢¡±. Un d¨ªa despu¨¦s muri¨® en el hospital un joven vendedor ambulante llamado Mohamed Buazizi, que se hab¨ªa quemado a lo bonzo. La mecha de la primavera ¨¢rabe acababa de prender. Ib¨¢?ez envi¨® un correo electr¨®nico a Banderas con v¨ªnculos a noticias para que comprobara qu¨¦ estaba pasando. Le respondi¨® la representante del malague?o: ¡°Qu¨¦ raro, no se cargan las p¨¢ginas¡±. ¡°?Censura?¡±, anot¨® Ib¨¢?ez en su diario. Aun as¨ª, decidi¨® viajar al norte de ?frica. El d¨ªa que aterriz¨® en T¨²nez, Ben Ali dio un discurso hist¨®rico y anunci¨® medidas de apertura. Aquella noche Banderas y el creador de Aut¨®mata se pusieron cara. Un d¨ªa despu¨¦s se decret¨® el toque de queda.
Ib¨¢?ez recuerda estar localizando mientras ve¨ªa cortinas de humo en el horizonte, saqueos, bancos quemados, protestas y luchas cuerpo a cuerpo con la polic¨ªa. Tras pasar unas jornadas en el desierto, puso rumbo a Hammamet, a unos 60 kil¨®metros de la capital, donde ten¨ªa previsto reencontrarse con Banderas. Al d¨ªa siguiente, Ben Ali abandon¨® T¨²nez y uno de los productores de Oro negro interrumpi¨® el rodaje al grito de ¡°?Hay que salir de aqu¨ª! ?Golpe de Estado!¡±. ¡°?Hostia!¡±, recuerda Banderas. ¡°All¨ª, quit¨¢ndonos las barbas y los turbantes¡ Nos metemos en un convoy y nos vamos con protecci¨®n del ej¨¦rcito, que no sab¨ªamos si nos estaba protegiendo o qu¨¦ co?o estaba pasando, y en direcci¨®n contraria por una autopista llegamos a Hammamet, que estaba en llamas: la gente en la calle, botes de humo, francotiradores¡ Y en esas llega el pobre Gabe. Le hab¨ªan apedreado, ven¨ªa sin cristales en el coche y con un ataque de nervios. ¡°Pero ?c¨®mo me traes aqu¨ª?¡±, recuerda que le grit¨®. ¡°?Estamos en medio de una revoluci¨®n!¡±.
En T¨²nez le sorprendi¨® la ¡®primavera ¨¢rabe¡¯. Le han acabado condecorando
Con el espacio a¨¦reo cerrado, estuvieron tres d¨ªas en un hotel al borde del mar, vac¨ªo y rodeado de militares. El productor Ben Ammar permaneci¨® con ellos. ¡°Es due?o de un canal que opera en todo el Magreb y en Egipto¡±, explica Banderas. ¡°Una televisi¨®n en una revoluci¨®n es un arma. Se la quer¨ªan apropiar el r¨¦gimen anterior y los revolucionarios. ?l estaba en medio. Y le digo: ¡®Mira, vamos a hacer una cosa, voy a contactar con un hombre que te puede ayudar¡¯. Y llamo a Felipe Gonz¨¢lez¡±.
El coche se detiene entonces en una callejuela de Madrid. Banderas se baja y se adentra en un garaje. Sube a un ascensor, mientras sigue narrando, y en la historia aparece ahora el diplom¨¢tico Bernardino Le¨®n. Se abre la puerta del ascensor y se despliega una planta di¨¢fana con j¨®venes tecleando en ordenadores. Banderas atraviesa una puerta, y en una esquina de la sala hay un robot con peluca azul, cintura de avispa y pecho sugerente. ¡°?Cleo!¡±, grita el actor. Ella es la coprotagonista de Aut¨®mata, una marioneta. ¡°Oye, ?le han crecido las tetas?¡±, dice palp¨¢ndole el busto. ¡°Y tiene un culito¡¡±.
Nos hallamos en la guarida de Ib¨¢?ez, donde se han cocinado el montaje y la posproducci¨®n de la pel¨ªcula. Aparece el director. Se dan un abrazo. Y enseguida dice el actor: ¡°Que te cuente aqu¨ª mi amigo la revoluci¨®n¡±. Ib¨¢?ez arranca con un ¡°Banderas, cabr¨®n, me dijiste que no pasaba nada¡±. El momento m¨¢s tenso lo vivieron de camino al aeropuerto, para huir finalmente, cuando ¡°un colega as¨ª de grande¡± introdujo una ametralladora por la ventanilla. ¡°Yo le dije en espa?ol: ¡®?Me vas a matar?¡¯. Ja, ja, ja¡±, se r¨ªe Banderas. ¡°Yo lo reconoc¨ª¡±, apostilla Ib¨¢?ez. ¡°Ese es el fusil del videojuego Call of Duty. Fue una reflexi¨®n absurda. He jugado con ¨¦l muchas veces: un fusil de asalto austriaco¡±. El pensamiento de Banderas fue: ¡°A ver si vamos a morir en este aeropuerto de mierda, con el presumido de Jean Jacques Annaud¡±.
Sobrevivieron. Y dice Ib¨¢?ez que de aquella haza?a se llev¨® ¡°una lecci¨®n vital¡±: ¡°Conocer a la gente en situaci¨®n de peligro es muy ¨²til. Ves c¨®mo reaccionan a los problemas. Y de qu¨¦ van. Antonio reaccion¨® muy bien, y eso te da mucha seguridad. No ten¨ªa miedo. Estaba sereno. No ten¨ªa esa sensaci¨®n de ¡®soy una estrella, van a venir a por m¨ª, tengo que largarme¡¯. Todo lo contrario. ¡®Tranquilos¡¯, dec¨ªa. ¡®Llamo a este y al otro. Vamos a esperar¡±. El director conserva una foto con el actor, una de las ¨²ltimas instant¨¢neas de la odisea. Aparecen sentados juntos en el avi¨®n privado que al fin los saca de T¨²nez, de camino a Par¨ªs. Ib¨¢?ez con un rictus en la cara y las manos crispadas. A su lado, Banderas se encuentra recostado en el asiento. Un sombrero de cowboy le cubre el rostro. Est¨¢ echando una apacible cabezada.
Ya en Par¨ªs, Ben Ammar se reuni¨® en persona con Felipe Gonz¨¢lez, que le ayud¨® a trazar una hoja de ruta para la transici¨®n pol¨ªtica en T¨²nez. Tambi¨¦n en Par¨ªs, Banderas fue invitado a un debate en televisi¨®n sobre la primavera ¨¢rabe, donde coincidi¨® con Fran?ois Hollande. (El actor acab¨® siendo condecorado en 2014 por el Gobierno tunecino, en agradecimiento a su apoyo). Ib¨¢?ez, por su parte, acab¨® aquel viaje volando de Par¨ªs a Madrid en un avi¨®n con el expresidente. Aterrizaron en un lugar raro, recuerda el cineasta. ¡°Esto no es Barajas¡±, balbuce¨®. ¡°Claro¡±, concedi¨® Gonz¨¢lez. ¡°Es Torrej¨®n¡±.
Aut¨®mata, sin embargo, qued¨® en el aire. Con la revoluci¨®n, se complic¨® el rodaje de Oro negro y se acab¨® armando una pel¨ªcula menor que no hizo un duro en taquilla. A Tarak Ben Ammar le cortaron ¡°el grifo¡± desde Qatar. ¡°Entonces yo me voy a hablar con la jequesa Mozah¡¡±, comienza Banderas. El siguiente cap¨ªtulo requiere una introducci¨®n para comprender la amistad del actor con la realeza ¨¢rabe. De ella hablar¨¢ en un segundo encuentro, esta vez en Barcelona, hace un mes. Ha viajado all¨ª para doblar los di¨¢logos de Aut¨®mata al espa?ol. Acaba de llegar de Los ?ngeles, donde ha pasado unos d¨ªas ¡°en casa¡±. La sombra de Griffith y el divorcio sobrevuelan sus palabras. ¡°No estamos tir¨¢ndonos los ceniceros a la cabeza¡±, aclara. ¡°Est¨¢ siendo civilizado. Estamos bien, simplemente cambiando de estatus¡±. La sombra vuelve a asomar cuando menciona un proyecto en el que est¨¢ a punto de embarcarse, 33 d¨ªas, dirigido por Carlos Saura, y en el que interpretar¨¢ a Picasso durante la creaci¨®n del Guernica. Se ve cercano a su compatriota malague?o, asegura: tiene casi su edad cuando pint¨® el mural y, como ¨¦l durante esos 33 d¨ªas, se encuentra en una ¨¦poca convulsa, entre varias mujeres. Ya antes de acudir a Barcelona nos hab¨ªan avisado: ¡°Estar¨¢ con su chica¡±. Y all¨ª, en la penumbra de una sala de doblaje, una treinta?era rubia y resplandeciente se eleva desde la butaca y extiende la mano: ¡°Encantada, soy Niki¡±.
Pero habl¨¢bamos de Qatar. Tal y como reconstruye Banderas en una pausa del doblaje, fumando y con Nicole Kimpel ¨Cese es su nombre¨C a su lado, conoci¨® a la jequesa Mozah en 2008. Se encontraba en Abu Dabi, buscando dinero para un proyecto llamado Boabdil que nunca lleg¨® a buen puerto. Por aquel mercado merodeaba Spike Lee. Y tambi¨¦n Bernardino Le¨®n. El diplom¨¢tico le coment¨® que la jequesa quer¨ªa conocerlo. Volaron a Doha. Y en el ?encuentro, ella pareci¨® entusiasmada con Boabdil. Meses despu¨¦s, estando el actor en Roma, recibi¨® una llamada. La jequesa quer¨ªa otra cita en Capri. Un helic¨®ptero recogi¨® a Banderas y aterriz¨® en la isla, donde lo esperaba un barquito que lo condujo hasta un yate ¡°como el Titanic¡±. All¨ª los recibi¨® Mozah; su esposo, el emir Hamad bin Jalifa al Thani, y una legi¨®n de chavales. ¡°Eran sus nietos. Y venga a hacerse fotos y selfies¡±. Hablaron de Boabdil, cenaron manjares y lo devolvieron en helic¨®ptero a Roma. Pero con las manos vac¨ªas.
El siguiente encuentro tuvo lugar en una fiesta ¡°de no cre¨¦rsela¡± a la que asisti¨® con Gabe Ib¨¢?ez, en los salones de un lugar que ¡°parec¨ªa construido por Julio C¨¦sar¡±: el palacio de verano de la familia real qatar¨ª, en medio del desierto. ¡°Todos los empleados del servicio eran europeos¡±. Entre invitados como Robert De Niro, esa noche la jequesa les concert¨® una entrevista con su hija Mayasa, directora del Doha Film Institute, que les recibi¨® al d¨ªa siguiente. Le hablaron de Aut¨®mata, una pel¨ªcula que Ib¨¢?ez suele definir como de ¡°ciencia-ficci¨®n seria¡±. ¡°?Qu¨¦ es la ciencia-ficci¨®n?¡±, replic¨® Mayasa. Citaron entonces referentes como Blade Runner. ¡°?Qu¨¦ es Blade Runner?¡±. Abandonaron Qatar at¨®nitos y sin nada en los bolsillos.
¡°?Fuck!¡±, grita ahora Banderas en el estudio. Se ha trabado. ¡°Una m¨¢s¡¡±, dice, e intenta encajar de nuevo las frases siguiendo sus labios en la pantalla: ¡°Bob, me he planteado apartarme de las calles una temporada, alejarme de toda esta basura. Dicen que las cosas est¨¢n mejor en la costa. Estoy quemado, no aguanto m¨¢s¡±. Sonr¨ªe. Con las gafas de ver de cerca en la punta de la nariz, el actor mira a Kimpel. ¡°?Est¨¢s contenta?¡±. ¡°No aguanto m¨¢s¡±, bromea ella con las palabras que ha cogido al vuelo. Poco despu¨¦s, Banderas aclara que domina cinco idiomas. Es holandesa. Y ella a?ade que trabaja como asesora financiera; se curti¨® en Merrill Lynch, y ahora vuela sola. Banderas la besa con naturalidad por los pasillos, la abraza por encima del hombro, le susurra al o¨ªdo. Se conocieron en el ¨²ltimo Festival de Cannes. Aunque la relaci¨®n, subraya el int¨¦rprete, empez¨® ¡°mucho m¨¢s tarde¡±. De comer pide ¨¦l por ella: bocadillo de jam¨®n con pan tumaca. Y en un receso Banderas har¨¢ notar la iron¨ªa: ¡°Ahora empezamos a doblar una escena con Mel¡±. Cuando regresa al estudio, viene con el m¨®vil en la mano. Le acaba de llamar su expareja, como si hubiera presentido el instante. En la pantalla, de hecho, se encuentra Griffith caracterizada como la doctora Dupr¨¦. Apunta a Banderas con una recortada y cara de pocos amigos. Kimpel presta atenci¨®n desde la butaca.
Aut¨®mata renaci¨® en la cola de un ba?o, en una fiesta en Hollywood. Era octubre de 2012. El 65? cumplea?os de Avi Lerner, productor israel¨ª con quien Banderas hab¨ªa rodado un par de veces. Por ah¨ª danzaban Sylvester Stallone y Jason Statham. A las puertas del aseo, un ejecutivo de Millennium, la compa?¨ªa de Lerner, pregunt¨® a Banderas: ¡°?Qu¨¦ hay de tus robots?¡±.
Esa noche se desatasc¨® un acuerdo alcanzado en Cannes meses antes, pero que parec¨ªa desvanecerse. En la costa francesa, Avi Lerner se hab¨ªa sentado a una mesa con Ben Ammar. ¡°Dos personajes parecidos, pero opuestos¡±, seg¨²n Ib¨¢?ez. ¡°Dos civilizaciones. Pero, digamos, ambos amantes del dinero¡±. All¨ª estaban Ib¨¢?ez y Banderas. Lerner pregunt¨®: ¡°Antonio, ?conf¨ªas en este hombre?¡±. El actor asinti¨®. ¡°Pues si t¨² te f¨ªas, yo me f¨ªo. Tienes siete millones para la pel¨ªcula. No me voy a meter creativamente. Pero tienes que rodarla en Bulgaria [m¨¢s tarde pidi¨® un papel para una exconejita de Playboy]¡±. Y le extendi¨® un m¨®vil al director. Al otro lado, el jefe de unos estudios en Sof¨ªa, donde se hab¨ªa filmado Los mercenarios, una franquicia de acci¨®n que dirige y protagoniza Stallone con viejas glorias del m¨²sculo, de Steven Seagal a Bruce Willis. En la tercera entrega, estrenada el pasado verano, aparece Banderas. Quid pro quo. Gran parte del atrezo de Aut¨®mata son restos de Los mercenarios. Helic¨®pteros, camiones¡ La pel¨ªcula, en el fondo, est¨¢ hecha de retales. Los desiertos se filmaron en canteras b¨²lgaras; pero los fondos salen de las fotos que Gabe tom¨® en T¨²nez. Se rod¨® en seis semanas. Echando horas extras. Con libertad absoluta. A Millennium y a los distribuidores chinos que adelantaron una parte les bastaba con saber que hab¨ªa robots y sal¨ªa Banderas.
Dice el actor y productor que nunca se ha sentido tan tranquilo en un estreno como en el de Aut¨®mata en el Festival de San Sebasti¨¢n. La pel¨ªcula recibi¨® all¨ª un palo considerable. El cr¨ªtico de EL PA?S Carlos Boyero dijo: ¡°Es un disparate. No se salva nada¡±. Luego se pas¨® en el festival de Austin (Texas). Y Harry Knowles, reputado cr¨ªtico de cine fant¨¢stico, escribi¨®: ¡°Amo esta pel¨ªcula¡±. En palabras de Ib¨¢?ez, ¡°es una peli muy polarizada¡±. Lenta, filos¨®fica, at¨ªpica. Eso fue lo que enganch¨® a Banderas, que vio en ella una ¡°reacci¨®n a esos dos mundos que el cine maneja¡±. El arte frente a la industria. ¡°Y yo de esto ¨²ltimo he hecho mucho. Los americanos producen muy bien coca-cola, cortan los picos a las cosas, para que salga muy dulce y sea muy bebible. Pero me apetec¨ªa un vino fuerte, distinto, con un sabor amargo¡±. Aut¨®mata cuenta la historia de unos robots que comienzan a automodificarse con la intenci¨®n de escapar del hombre y abrir paso a una civilizaci¨®n nueva. La suya. Banderas es el agente de seguros que intenta desvelar el misterio. En su b¨²squeda, llega al laboratorio de Melanie ?Griffith, que en este instante llena la pantalla de la sala de doblaje. Dice Banderas al micr¨®fono: ¡°Es una violaci¨®n del segundo protocolo¡±. Y ella replica: ¡°Vaya, est¨¢ empezando a asustarme¡±. Despu¨¦s, el actor pide auxilio: ¡°Va a ser la ¨²ltima, ya me patinan las neuronas¡±.
¡°El cansancio¡±, suele decir, ¡°es mi estado natural¡±. Al d¨ªa siguiente, si todo va bien, estar¨¢ de camino a M¨¢laga. De la costa. Y luego, ¡°Dios dir¨¢¡±. Ha oscurecido en el exterior del estudio. Quiz¨¢ Nueva York, o unos d¨ªas de esqu¨ª en Aspen. ¡°No he decidido d¨®nde voy a vivir. Hay muchas opciones. Tengo que contar tambi¨¦n con Niki [lo escucha atenta a su lado] y tomar una decisi¨®n. Anoche lo habl¨¢bamos. Estoy¡ limpiando la mesa. Ordenando mi vida. Tratando de mantener una buena relaci¨®n con mi mundo anterior. Llevo dos a?os de trabajo continuo. Y mi vida personal ha pegado ese tumbo. Es el momento de pararme y respirar¡±. Del American Spirit entre sus dedos queda ya solo la colilla. Banderas la apaga, se introduce con Kimpel e Ib¨¢?ez en una limusina. Y el veh¨ªculo desaparece en la noche barcelonesa.
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