Nadando desnudos
En Brasil ya no hay euforia popular. Las promesas electorales flotan en el espacio
En la ¨²ltima d¨¦cada, quienquiera preguntara sobre qui¨¦n crec¨ªa m¨¢s, si Brasil o Argentina, recibir¨ªa la respuesta, casi obvia, de que era el pa¨ªs de Lula y Dilma y no el problem¨¢tico y pol¨¦mico del matrimonio Kirchner. Sin embargo, no era as¨ª. Desde 2003 a 2013, los a?os de la gran bonanza del comercio exterior, Argentina mantuvo claramente un crecimiento superior, y no porque su manejo econ¨®mico fuera una maravilla, sino porque el gigante sudamericano crec¨ªa muy poco.
??Por qu¨¦ esa ilusi¨®n ¨®ptica? Porque lo brasile?o es mirado siempre con simpat¨ªa: su talante abierto, su esp¨ªritu festivo, su m¨²sica, su colorido, a?adida a la popularidad ganada por un presidente de origen obrero que guardaba equilibrios fiscales, le beneficiaban con una mirada benevolente. Sin embargo, la realidad era otra. El crecimiento basado en el consumo interno, la inversi¨®n muy baja, las devaluaciones forzadas para ganar competencia, la pesada carga tributaria (37% del PIB) y un mercado a¨²n relativamente cerrado, pasaban su factura. La bonanza disimulaba, pero cuando los precios internacionales de hierro y soja bajaron algo, todo qued¨® en evidencia. Como alguien ha dicho, ¡°cuando la marea baja es que descubrimos qui¨¦n estaba nadando desnudo¡±. Es el caso justamente.
La Dilma que inici¨® su primer periodo con la esperanza de una s¨®lida gesti¨®n de ¡°ingeniero¡±, gan¨® su reelecci¨®n con escaso margen y comienza su segundo mandato con otro clima. No hay euforia popular y ya se advierte que las promesas electorales han quedado flotando en el espacio. Se aument¨® el gabinete hasta 39 ministros, para aceitar una trabajosa mayor¨ªa parlamentaria, y se anuncia ya un ajuste econ¨®mico.
Sobre toda la gesti¨®n flota aun el tema de la corrupci¨®n administrativa
La presidenta fue a buscar a la banca a su nuevo ministro de Hacienda, Joaqu¨ªn Levy, un t¨¦cnico competente y ortodoxo que ya ha sido bien claro en la necesidad de reducir dr¨¢sticamente el gasto p¨²blico y equilibrar las cuentas del Estado. Aquel impulso estatista, con algo de sesentismo, que marc¨® su periodo anterior, se desvanece ante un ba?o de realidades.
Por aparte, sobre toda la gesti¨®n flota a¨²n el tema de la corrupci¨®n administrativa. El mensalao fue un episodio muy fuerte, que sacudi¨® el Gobierno de Lula, cuando se revel¨® que se lograba el apoyo de legisladores con dinero desviado de la gesti¨®n p¨²blica. Sin embargo, el episodio ha quedado peque?o ante las revelaciones que afectan a Petrobras, la mayor empresa latinoamericana, la perla de la corona. Se ha hecho judicialmente evidente que era usada para financiar campa?as electorales, que se detra¨ªa un 3% de su enorme facturaci¨®n para sobornos, que realiz¨® inversiones escandalosas con criterios pol¨ªticos y que impuso al Gobierno condiciones de restricci¨®n de la competencia, que le llevaron a fracasar en el desarrollo de la explotaci¨®n de las nuevas reservas del llamado pre-sal. El hecho es que en los ¨²ltimos seis a?os, el valor de mercado de la empresa ha ca¨ªdo hasta el 80%, sus acciones bajaron de 50 reales a 10 y para levantarla se requerir¨¢ de un muy s¨®lido manejo empresarial.
La elecci¨®n ha dejado el saldo de un pa¨ªs partido en dos, con un Norte y Noreste en que todo depende del Estado, las empresas y la gente, votando al PT, y un Sur y Sureste viviendo de su esfuerzo y reclamando una modernizaci¨®n de verdad, en que Brasil compita en el mundo, mejore su educaci¨®n y abandone esas complacientes explicaciones inspiradas en un apolillado discurso tercermundista.
Brasil? debe mejorar su educaci¨®n y abandonar esas complacientes explicaciones inspiradas en un apolillado discurso tercermundista
?Nos pone este panorama delante de un Brasil necesariamente en sombras? No es as¨ª. Depende de que el ajuste vaya en serio, que se mejore la productividad, que no se le tema a la competencia, que la justicia no se detenga en la erradicaci¨®n de la corrupci¨®n y que la presidenta no vuelva a quedar enredada en la telara?a de una pol¨ªtica fisiol¨®gica (inspirado neologismo que edulcora una realidad prebendaria, en que el voto parlamentario se cotiza al portador). En esa direcci¨®n, con un mundo en que nuevamente EE?UU reemprende la marcha y China que, pese a todo, no cede, Brasil bien puede generar un proceso de recuperaci¨®n. Y cubrir sus desnudeces. Para ello tendr¨¢ que lidiar con la naturaleza del brasile?o, a quien el te¨®rico de la independencia, el gran Jos¨¦ Bonifacio de Andrada e Silva (1763-1838), as¨ª defini¨®: ¡°Los brasile?os son entusiastas del bello ideal, amigos de su libertad pero que malsufren perder cualquier regal¨ªa que alguna vez adquirieron. Obedientes solo en lo justo, enemigos de lo arbitrario, soportan mejor el robo que el vilipendio. Ignorantes por falta de instrucci¨®n pero llenos de talento por naturaleza; de imaginaci¨®n brillante y por ello amigos de las novedades que prometen perfecci¨®n y ennoblecimientos; generosos aunque con arrogancia; capaces de grandes acciones, pero siempre que no se exija atenci¨®n exigente y que no requiera trabajo asiduo y mon¨®tono; apasionados del sexo por clima, vida y educaci¨®n. Emprenden mucho, acaban poco. Ser¨ªan los atenienses de Am¨¦rica si no fueran comprimidos y tiranizados por el despotismo¡±.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti es abogado y periodista, y fue presidente de Uruguay (1985-1990 y 1994-2000).
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