La crisis es pol¨ªtica
Los que provocaron las dos guerras mundiales del siglo XX, los complejos industrial y militar, estaban avergonzados de las consecuencias humanas de las mismas. Regularon primero sus excesos econ¨®micos (Bretton Woods, 1944), y poco despu¨¦s intentaron limitar sus excesos pol¨ªticos (ONU, 1948); adem¨¢s, el esfuerzo de reconstrucci¨®n posb¨¦lica exig¨ªa paz social, y permiti¨® estructurar las relaciones laborales como un pacto cotidiano entre capital y trabajo, con el Estado como ¨¢rbitro pol¨ªtico y garante ¨²ltimo del concierto de los intereses econ¨®micos de ambas partes.
Pero en la d¨¦cada de los setenta se rompi¨® la paridad d¨®lar-oro y se inici¨® la especulaci¨®n financiera globalizada. Adem¨¢s, la crisis energ¨¦tica (1973) y la dependencia estrat¨¦gica del petr¨®leo de Oriente Pr¨®ximo, hizo necesario nuevamente el ejercicio de la fuerza bruta neocolonial en el interior y el exterior de los mercados nacionales, para ocupar posiciones de ventaja en el mercado y el mundo. Y en esas estamos, enzarzados en Irak y Afganist¨¢n, despu¨¦s de destrozar Libia, T¨²nez, Egipto, etc¨¦tera. Las crisis capitalistas nunca han sido de escasez sino de acumulaci¨®n especulativa, es decir, de justicia social; hay que limitar el crecimiento y racionalizar el reparto. Estos asuntos est¨¢n demasiado vinculados a la dignidad humana como para dejarlos en manos del mercado y sus capitanes de empresa, que prefieren quemar la riqueza en guerras in¨²tiles antes que repartirla a trav¨¦s del trabajo.¡ª Luis Fernando Crespo Zorita.
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