Tambi¨¦n en el c¨¦sped
Los clubs de f¨²tbol tienen que impedir que sus jugadores practiquen la violencia gratuita y el desprecio a los rivales
No se ganan dos, tres o 15 millones al a?o solo por corretear en un c¨¦sped, marcar goles con frecuencia o hipnotizar a los aficionados con encantos de triunfador. Tiene que haber algo m¨¢s. Se llama ejemplaridad. Muchos futbolistas han perdido el respeto al juego, a su oficio y al papel pedag¨®gico que representan y por el que cobran; y las instituciones que deber¨ªan guiar el f¨²tbol o est¨¢n mediatizadas o quienes las dirigen son meros transmisores de los clubes. Hay botones para varias muestras, pero habr¨¢ que conformarse con dos muy recientes. En el partido entre el Atl¨¦tico de Madrid y el Barcelona (Copa del Rey), un jugador (Arda Turan) dispar¨® una de sus botas contra un auxiliar del ¨¢rbitro, quien, por cierto, no se enter¨® del incidente. En el partido C¨®rdoba-Real Madrid, Cristiano Ronaldo, despu¨¦s de ser expulsado por una patada alevosa a un contrario, sali¨® del campo puliendo chulescamente el bordado de la camiseta. Ni rubor ni contrici¨®n. Despu¨¦s recurri¨® al m¨¦todo Aguirre (pedir perd¨®n para presentarse limpio y aseado ante los jueces), y el cuento se cierra con una sanci¨®n de dos partidos. No es precisamente un correctivo que incentive al jugador a pens¨¢rselo mejor la pr¨®xima vez.
Es incoherente que mientras se activan todas las alarmas para extirpar la violencia y la brutalidad en las gradas, en el terreno de juego los actores principales desprecien con contumacia las reglas deportivas. Por supuesto, no es un problema del Atl¨¦tico de Madrid o del Real Madrid; abundan en todos los equipos los insultos a los contrarios, las patadas sa?udas en cualquier lance de juego que bordean la agresi¨®n, el acoso tumultuario a los ¨¢rbitros y la provocaci¨®n al p¨²blico. Son im¨¢genes t¨®xicas para los espectadores, sobre todo para los m¨¢s j¨®venes. Si estamos preocupados por la violencia, no miremos solo a las gradas.
Como en el caso de los ultras, aqu¨ª los clubes tienen casi todo que decir. Deben sancionar las conductas antisociales de sus jugadores, sean estrellas o peones. Tienen que dar ejemplo, porque los jugadores representan a los clubes y estos, directa o indirectamente, a los aficionados. Eso, o que se admita que el f¨²tbol sufre de una enfermedad grave en su ra¨ªz: los directivos est¨¢n a las ¨®rdenes de sus estrellas.
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