Buena sangre
En Brasil, una encuesta reciente revel¨® que el 58 por ciento de los entrevistados cre¨ªa que, si las mujeres nos comport¨¢ramos debidamente, habr¨ªa menos violaciones
Hace a?os, una astr¨®noma argentina me cont¨® que en los botiquines de los observatorios nunca hab¨ªa tampones: a nadie se le ocurr¨ªa que fueran necesarios. Una mujer pod¨ªa estudiar supernovas, pero si la sorprend¨ªa la menstruaci¨®n en el tr¨¢mite deb¨ªa arreglarse como pudiera. En los setenta, en la ciudad donde crec¨ª, las mujeres no se ba?aban ni hac¨ªan deportes si estaban menstruando, y el tamp¨®n era un objeto cochino que lesionaba el himen y pod¨ªa matar. Esos axiomas falsos ven¨ªan bien en una sociedad reaccionaria, en la que el mejor lugar para la hembra de la especie era la casa y su ¨²nico fin la parici¨®n. Una dama decente no ten¨ªa motivos para usar tampones. Perdonen ¡ªla indignaci¨®n nos hace exagerados¡ª, pero, para muchas, el tamp¨®n fue un viento de libertad: de acci¨®n, de movimientos. Pues bien. En la Argentina ¡ªseg¨²n las empresas, por trabas a los importados; seg¨²n el Gobierno, por imprevisi¨®n empresarial¡ª, no se consiguieron, este verano austral, tampones durante muchas semanas. La noticia fue cubierta por los diarios de forma burocr¨¢tica, en televisi¨®n s¨®lo produjo burlas escatol¨®gicas, y el Ministerio de Econom¨ªa declar¨®: ¡°No hay faltantes de productos sensibles¡±. ?Se puede vivir sin tampones? Claro. Pudimos vivir sin derecho a voto. Pero algo estamos haciendo mal si la salud femenina ¡ªent¨¦rense: un tamp¨®n es para eso¡ª todav¨ªa nos parece un tema menor o digno de burla. En Brasil, una encuesta reciente revel¨® que el 58% de los entrevistados cre¨ªa que, si las mujeres nos comport¨¢ramos debidamente, habr¨ªa menos violaciones. As¨ª pensamos: eso somos. El tamp¨®n es un s¨ªntoma. Preocupa lo que hay detr¨¢s: la convicci¨®n (estatal, privada) de que algo relacionado con la condici¨®n femenina es suntuario; la escatolog¨ªa y la indiferencia con que celebramos tama?a convicci¨®n.
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