De esos Hamlet este Tenorio
A d¨ªa de hoy, condenado el cine a adelgazar sus presupuestos hasta la anorexia y a medirse cara a cara con la taquilla, el teatro (a pesar de la espada de Damocles del IVA devastador) emerge como el gran lenguaje de la contestaci¨®n, el arma m¨¢s afilada para el desacato. Un instrumento de empoderamiento al que no es ajeno el sesgo feminista, que cual mancha de aceite se traduce ¨C?y que dure!- en un amplio espectro de manifestaciones (de las luchas contra la brecha salarial a la batalla por la paridad, incluidas por supuesto las nuevas masculinidades).
Dramaturgos/as, directores/as, actores y actrices se ponen al servicio de causas y empe?os varios con tanto af¨¢n como en los agitados a?os de La torna. Unos optan por revistar desde la falta de complacencia figuras intocables (como la Mar¨ªa Magdalena que Blanca Portillo encarna en El testamento de Mar¨ªa, dirigida por Agust¨ª Villaronga), otros por pisarle los pies a la actualidad desde la indignaci¨®n (como en Ruz-B¨¢rcenas, Alberto San Juan mediante, desde el Teatro del Barrio). A su vez, insistiendo en el sesgo feminista, recientemente apuestas teatrales de altura han optado por escoger a actrices para representar papeles masculinos. Y no hablamos de azarosos secundarios, sino de protagonistas la elecci¨®n de cuyo sexo se revela crucial. ?Ganas de epatar a la cr¨ªtica, voluntad de retorcerle el pescuezo a los textos cl¨¢sicos o de dar un impulso a una nueva manera de estar en el mundo desde el esp¨ªritu cr¨ªtico?
Vimos en su d¨ªa precisamente a esa gran actriz que es Portillo enfundada en la personalidad de un musculado Hamlet, en ese caso bajo la batuta de Tomaz Pandur; aunque antes ya hab¨ªa interpretado al inquisidor Bocanegra en Alatriste, pel¨ªcula dirigida por Agust¨ªn D¨ªaz Yanes. Despu¨¦s disfrutamos de su desgarrada interpretaci¨®n como pr¨ªncipe Segismundo en la adaptaci¨®n de Juan Mayorga de La vida es sue?o, que dirigi¨® Helena Pimenta. Y ahora va y se atreve a dirigir Don Juan Tenorio en la adaptaci¨®n del texto de Zorilla del mencionado Mayorga, quiz¨¢s nuestro dramaturgo m¨¢s valioso. Pero no para enfundarse en su piel, sino para darle la vuelta a la historia del Tenorio como a un calcet¨ªn, que no es cosa balad¨ª en lo que a los arquetipos y a la guerra de sexos se refiere.
Hacen falta agallas para presentarlo no como al heroico lig¨®n que nos han vendido hasta la saciedad sino como un tipo destructivo, que huye de su propio horror vacui exhibiendo una brutal falta de empat¨ªa hacia el pr¨®jimo, en especial si viste faldas. De modo que sin quitarse ella misma las faldas, le da una vuelta de tuerca m¨¢s a esa lucha por y contra los grandes personajes. Bien por este rotundo puente tendido hacia la corriente feminista dedicada a subvertir las lecturas primigenias de los personajes de ficci¨®n, que tantas lecturas iluminadoras ha dado.
Se dice que fue Sara Bernhardt, a finales del siglo XIX, la primera en travestirse de hombre en escena, aunque por su parte ellos se hab¨ªan pasado largos siglos travisti¨¦ndose de mujeres a causa de esa at¨¢vica prohibici¨®n de dejar que ellas pisaran las tablas, a riesgo de pisotear sus derechos. Ya sabemos que Judith, la supuesta hermana de Shakespeare que imagino la Woolf ni siquiera hubiera podido ser en su d¨ªa la m¨¢s insignificante actriz (¡°Como ¨¦l, ten¨ªa inclinaci¨®n por el teatro. Se par¨® en la puerta del teatro; dijo que quer¨ªa actuar. Los hombres se le rieron en la cara¡±). El mism¨ªsimo Calder¨®n de la Barca, haci¨¦ndose eco de ese pasado unisexuado, us¨® el recurso del travestismo de modo recurrente en su dramaturgia, aunque la cr¨ªtica no se pone de acuerdo en si lo hizo con fines vanguardistas, es decir para provocar al p¨²blico bienpensante, o bien ¨²nicamente para dejar constancia de su animadversi¨®n hacia el sexo femenino, l¨¦ase misoginia.
En los a?os 70, la estudiosa Carmen Bravo Villasante public¨® un estudio que se erige en referencia imprescindible sobre el asunto en lo que ata?e al siglo de Oro (de Lope de Vega a Tirso de Molina, pasando por Fernando de Rojas en su celeb¨¦rrima Celestina), donde analiza las obras m¨¢s significativas en las que aparece el disfraz varonil, no exento de un componente er¨®tico: ?una mujer disfrazada de var¨®n tir¨¢ndole los tejos a otra mujer no dejaba de tener su aquel! Ya entonces ese malabarismo que consist¨ªa en jugar con la identidad sexual desde el enga?o y la ocultaci¨®n, se traduc¨ªa en un efecto desestabilizador, que atacaba directamente las restricciones impuestas a las mujeres y las invitaba a salt¨¢rselas.
?Fue Tirso de Molina un protofeminista cuando escrib¨ªa en la comedia Don Gil de las calzas verdes estos versos: ¡°Ya soy hombre, ya mujer, / ya don Gil, ya do?a Elvira; / mas si amo, ?qu¨¦ no ser¨¦¡±? Intencionada o no, romper con los estereotipos era otra de las consecuencias claras de ese travestismo. Y la do?a Juana de Tirso (disfrazada de don Gil en un acto claro de rebeld¨ªa contra el gal¨¢n que hab¨ªa osado abandonarla), es un claro antecedente del Orlando de Virginia Woolf, ese ser que no es mitad hombre y mitad mujer, sino que es hombre y mujer en tiempos alternos y en su completud. Entrevistada a ra¨ªz de su Hamlet y preguntada sobre si el suyo iba a ser un personaje asexuado o claramente una mujer travestida, Portillo respond¨ªa: ¡°Todos tenemos dentro un hombre y una mujer. Cuando uno puede desarrollar ambas partes, eso confiere un poder enorme¡±.
A?adir que en este claro ejercicio de subversi¨®n que es el travestismo, a Portillo le ha salido competencia y no precisamente menor, pues otro grande de nuestra escena, Llu¨ªs Pascual, ha escogido a la inmensa N¨²ria Espert (quien ya en los a?os 60 se vistiera de Hamlet con gran pol¨¦mica) para interpretar al Rey Lear; el montaje puede verse estos d¨ªas en el Teatre Lliure de Barcelona, donde cosecha un enorme ¨¦xito. Toda una apuesta hacer que un airado Lear femenino desherede a una de sus hijas. Un discurso que entronca directamente con el que defendi¨® en su d¨ªa Virginia Woolf cuando escribi¨® que todas las mentes eran andr¨®ginas... incluidas las de la ficci¨®n.
M? ?ngeles Cabr¨¦, escritora y cr¨ªtica literaria, dirige el Observatorio Cultural de G¨¦nero (OCG). Acaba de publicar A contracorriente. Escritoras a la intemperie del siglo XX (Editorial Elba).
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