?Est¨¢n ustedes c¨®modos?
Como el problema radica en que Catalu?a no se siente a gusto en el marco constitucional, la respuesta es ofrecer una Espa?a acogedora y atractiva. Pero lo que importa es la igualdad, la libertad y la justicia
Las constituciones modernas, con sus luces y sus sombras, establecen unos procedimientos de decisi¨®n colectiva sometidos a la exigencia de respetar un conjunto de derechos. Los procedimientos, de inspiraci¨®n m¨¢s o menos democr¨¢tica, nos permitir¨ªan reconocer los problemas colectivos y abordarlos. Los derechos sistematizan principios que garantizar¨ªan la calidad normativa de las decisiones. Hay dudas acerca de si los procedimientos de decisi¨®n realmente sirven para reconocer y abordar los problemas y, tambi¨¦n, acerca de su plena compatibilidad con los principios. En todo caso, incluso cuando se retuercen, los principios democr¨¢ticos no dejan de honrarse. Quiz¨¢ no siempre se respetan, pero siempre se invocan.
Entre los principios que acotan las decisiones se incluyen, destacadamente, los de libertad e igualdad. No se puede, por ejemplo, votar el derecho a criticar al Gobierno ni la exclusi¨®n de la comunidad pol¨ªtica, de la condici¨®n de votantes, de una parte de los conciudadanos. Hay algunos principios m¨¢s, pero no muchos. Incluso algunas constituciones han llegado a mencionar el derecho a la b¨²squeda de la felicidad, que no es lo mismo, conviene a advertir, que el derecho a la felicidad.
Lo que no hab¨ªa hasta ahora era el principio de comodidad. Un principio puesto en circulaci¨®n por los nacionalistas y que, como es costumbre ¡ªsin que por ello deje de asombrarnos¡ª, ha comprado la izquierda, incluido Podemos, a la hora de defender los fueros. La apelaci¨®n a la comodidad ha permeado la ret¨®rica pol¨ªtica hasta convertirse en el guion b¨¢sico con el que abordar el llamado problema territorial. Aparece en el diagn¨®stico y en la soluci¨®n: el problema radica en que Catalu?a no se siente c¨®moda en el marco constitucional y la respuesta consiste en ofrecer una Espa?a acogedora y atractiva, resultona.
He consultado a amigos constitucionalistas y, hasta donde alcanzan sus conocimientos, que es mucho, me han confirmado lo que sospechaba: excluidos los te¨®ricos de la rep¨²blica de Ikea, ning¨²n cl¨¢sico del constitucionalismo ha desarrollado el principio de comodidad. Quiz¨¢, cabr¨ªa celebrar, los espa?oles estamos en vanguardia. No descarto esa posibilidad, pero, de momento, me inclino a pensar que si el principio no ha prosperado es por su falta de calidad. El problema, desde luego, no es de falta de concreci¨®n. De hecho, es muy f¨¢cil conseguir que los catalanes nos sintamos c¨®modos, incluso los que no nos sentimos c¨®modos en la atosigante Catalu?a nacionalista. Bastar¨ªa con atender a la conocida aspiraci¨®n expresada en 1918 por Francesc Pujols, en Concepte General de la Ci¨¨ncia Catalana: ¡°Llegar¨¢ un d¨ªa en que los catalanes, por el simple hecho de serlo, iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado¡±.
A los fundamentalistas isl¨¢micos les disgusta la libertad de prensa y a los ricos, pagar impuestos
Si juzgamos una extravagancia la ¡°soluci¨®n Pujols¡± es porque las consideraciones de comodidad est¨¢n subordinadas a lo que realmente importa: la igualdad, la libertad y, al final, la justicia. Las leyes aspiran a asegurar un trato justo a los ciudadanos. Algo que, con frecuencia, produce incomodidades. A los ricos les irritan los impuestos, la libertad de prensa disgusta a los fundamentalistas isl¨¢micos y el matrimonio homosexual pone de los nervios a los hom¨®fobos. Es su problema. En realidad, su incomodidad es un s¨ªntoma de buen funcionamiento institucional. Hasta se podr¨ªa establecer una suerte de ley: cuanto m¨¢s justas son las leyes, m¨¢s disgustan a poderosos y reaccionarios. Lo que importa, lo susceptible de ser discutido, es el trato justo: la vara de medir de la buena pol¨ªtica. Las reclamaciones justas han de ser atendidas y las otras se discuten y combaten pol¨ªticamente, produzcan incomodidades o no. En eso consiste la calidad democr¨¢tica de una sociedad.
Una versi¨®n desarrollada del principio de comodidad asoma en ciertas defensas de la llamada ¡ªy jam¨¢s precisada, porque no puede precisarse¡ª tercera v¨ªa. Seg¨²n ¨¦stas, el Gobierno ha errado en su estrategia porque, a la pol¨ªtica ¡°ilusionante¡± de los independentistas, solo contrapone amenazas y predicciones apocal¨ªpticas, la pol¨ªtica del miedo. Al futuro pa¨ªs de ensue?o (un pa¨ªs sin paro, sin corrupci¨®n, sin listas de espera, con helados para los ni?os, sin ej¨¦rcito, donde solo los besos nos tapen la boca, por citar la publicidad callejera del 9-N) de los independentistas, los cr¨ªticos opondr¨ªan un mundo sombr¨ªo: fuera de Europa, sin mercados ni ayudas, con los ahorros fundidos, sin aeropuertos internacionales, con deudas en euros y una moneda devaluada o sin acceso a BCE, etc¨¦tera. Los partidarios de la tercera v¨ªa aspirar¨ªan a superar ese dilema mediante una variante del principio de comodidad: Espa?a tendr¨ªa la obligaci¨®n pol¨ªtica de ilusionar y seducir, de resultar atractiva.
Me temo que, una vez m¨¢s, la tercera v¨ªa sustituye los buenos an¨¢lisis por los buenos deseos. Se podr¨¢ salvar el alma pero a riesgo de complicarnos la vida, que es lo que sucede cuando se eluden los retos. Y es que, para bien o para mal, no cabe escapar al dilema que los terceristas pretenden superar y, por eso mismo, la propuesta ¡°ilusionante¡± se revela un imposible.
El problema es de principio, de la naturaleza misma del dilema. Sencillamente, los contraf¨¢cticos, los mundos invocados, por unos y por otros, se sit¨²an en planos diferentes. El independentismo contrapone lo que hay a lo que puede ser; y lo que puede ser, abandonadas todas las restricciones emp¨ªricas, est¨¢ abierto a cualquier especulaci¨®n. El secesionismo puede dibujar un mundo de ensue?o porque no existe su mundo, la Catalu?a independiente. Como saben los amantes, en el territorio novelero de las promesas todo cabe. Por su parte, los antisecesionistas, como las parejas, solo pueden contraponer lo que hay con lo que dejar¨ªa de haber, lo que se perder¨ªa. Su mundo alternativo solo puede inventariar cosas reales, las que desaparecer¨ªan.
Al futuro pa¨ªs de ensue?o de los independentistas, los cr¨ªticos oponen un mundo sombr¨ªo
Basta con darle la vuelta a la situaci¨®n para comprobar lo que hay de inevitable en dilema y, por ende, en el papel de cada cual: si Catalu?a fuera independiente y se plantease su uni¨®n a Espa?a, los partidarios de la uni¨®n se podr¨ªan entregar a la barra libre del fantaseo y a los partidarios del statu quo no les quedar¨ªa otra que inventariar las perdidas.
Uno puede prometer, gratis y sin mentir, ¡°independencia para cambiarlo todo¡±, como las CUP. A los dem¨¢s, aparte de subrayar la naturaleza reaccionaria del mensaje etnicista sobre el que inevitablemente se levanta la idea de comunidad pol¨ªtica que est¨¢ en la base de su proyecto independentista, y asustarnos, porque eso, por imprescindible intelectualmente, s¨ª que es inexorable y real, no nos queda m¨¢s recordar que ese programa supone, para empezar, perder cosas importantes, como la idea de ciudadan¨ªa heredera de la Revoluci¨®n Francesa y, para seguir, nuestra condici¨®n de ciudadanos comunitarios.
Es mejor no enga?arse: el secesionismo tiene el monopolio de las ilusiones. Como los curas, puede prometer el cielo, sabedor de que no hay modo de tasar la verdad de la gloria eterna. Aunque s¨ª su probabilidad. Ah¨ª se instala el ejercicio de la racionalidad. Y algunas cosas, en cuesti¨®n de probabilidades, resultan bastante firmes. La m¨¢s rotunda: al morir uno pierde la vida. Todo lo dem¨¢s, incierto. El modesto realismo de recordar lo que nos jugamos, la certeza de las p¨¦rdidas. Reconocer la naturaleza desigual de esa disputa y su conclusi¨®n indeclinable, que lo ¨²nico seguro es lo que dejar¨¢ de ser, no quiere decir que no podamos evaluar el realismo de las promesas o de los proyectos. Lo que deja pocas dudas es lo que se pierde. Lo otro, a lo sumo, un ¡°si acaso¡±.
F¨¦lix Ovejero es profesor de la Universidad de Barcelona. Su ¨²ltimo libro publicado es El compromiso del creador (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores).
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