F¨®rmula I?¨¢rritu
Despu¨¦s ganar cuatro Oscar con ¡®Birdman¡¯, Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu sigue batallando su particular ¡°guerra a muerte por lograr una buena pel¨ªcula¡±. Ahora se enfrenta a su primera obra hist¨®rica con 'The Revenant'. M¨¢s sincero que nunca, en este encuentro el director mexicano deja claro que no le gusta darse por vencido.
Los barcos, a veces, albergan historias secretas. El Toluca, un carguero de la compa?¨ªa Transportaci¨®n Mar¨ªtima Mexicana, fue uno de ellos. Anclado en el puerto de Veracruz, enrol¨® en 1980 a un muchacho de 17 a?os y pelo negr¨ªsimo que buscaba poner un oc¨¦ano entre su pasado y su presente. Pocos meses antes se hab¨ªa escapado de casa con una mujer mayor que ¨¦l. La fuga termin¨® en desastre: el padre de la dama amenaz¨® al padre del so?ador; ella se sumi¨® en una crisis profunda, y ¨¦l perdi¨® el hilo, fue expulsado del colegio y, bajo el sol del tr¨®pico, acab¨® embarcado en el Toluca, donde daban comida y transporte a cambio de fregar el suelo y engrasar las m¨¢quinas. A bordo del buque, recorri¨® el curso del Misisipi, descubri¨® Barcelona y alcanz¨® la Toscana y Sicilia. Corr¨ªa 1980 y en Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu se hab¨ªa abierto el hambre de mundo. Dos a?os despu¨¦s volver¨ªa a embarcarse. Esta vez, arrib¨® a Bilbao, y desde all¨ª, con mil d¨®lares que le hab¨ªa dado su padre, vivi¨® un a?o a la deriva. Vendimi¨® en La Torre de Esteban Hambr¨¢n (Toledo), durante semanas durmi¨® al raso en el parque madrile?o del Retiro y, al final, salt¨® a Marruecos. Sin saberlo, en su interior se hab¨ªa dibujado la geograf¨ªa de su obra. La huella sobre la que andar¨ªa a lo largo de los a?os, la semilla de su cine. A la mujer, nunca la volvi¨® a ver.?
Han pasado casi 35 a?os, el Toluca hace ya mucho que fue desguazado y, a orillas del r¨ªo Bow, en la gran planicie de la canadiense Calgary el sol parece reci¨¦n salido del congelador. No es un lugar f¨¢cil para un rodaje. La temperatura rondar¨ªa los 30 grados bajo cero, si no fuera por el c¨¢lido chinook, el ¨²nico viento capaz de frenar las aterradoras masas de aire ¨¢rtico. Su aliento agita esta ma?ana de enero los ¨¢lamos desnudos, bajo cuya sombra se juega un simulacro de muerte.
Sobre la nieve hay sangre demasiado roja para ser sangre, un fantasma indio embadurnado de ceniza al que por las tardes le gusta escuchar la m¨²sica un poco empalagosa de Herbie Hancock y, sobre todo, un tipo de ojos acuosos y pelo rubio que se parece a Leonardo DiCaprio, act¨²a (o eso intenta) como ¨¦l, pero que no es Leonardo DiCaprio. S¨®lo un sosias, una imitaci¨®n, como la sangre o el fantasma, pero que hoy, bajo la brisa del chinook, sirve para moldear, en una incesante cadena de repeticiones y correcciones, las escenas que habr¨¢n de rodarse la semana siguiente, cuando llegue el verdadero DiCaprio.
Con los 50 entr¨¦ en una melancol¨ªa profunda. A¨²n sigo navegando en esa nube en donde se empiezan a apagar las luces de la fiesta¡±
¡°A cada paso, esculpo al animal que hay dentro de la piedra¡±. Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu es quien impone el orden a orillas del helado Bow. Tiene 51 a?os y sigue embarcado en su viaje interior. Bronc¨ªneo y de barbas velazque?as, su poderosa voz mueve los hilos de la trama. Todo gira a su alrededor. Y no es f¨¢cil. Sus pasos conducen con extrema rapidez de un universo a otro. Hoy le ha tocado una masacre en un poblado indio, un di¨¢logo entre dos tramperos de 1823 y una pesadilla con fantasmas y cabezas despellejadas. Tres escenas que forman parte de The Revenant, su pr¨®xima pel¨ªcula. Un prewestern de espacios abiertos y tensos silencios. Su primera obra hist¨®rica y rodada en condiciones extremas. ¡°Me excita poder fallar¡±, se?ala el realizador.
A su lado, siempre cerca, camina el director de fotograf¨ªa, su compatriota Emmanuel Lubezki (Ciudad de M¨¦xico, 1964), ganador de un Oscar por Gravity. Entre s¨ª se llaman por sus apodos. Negro (I?¨¢rritu) y Chivo (Lubezki). Dos viejos amigos del DF. Al equipo se dirigen en perfecto ingl¨¦s. Pero cuando tienen que decidir sobre aspectos fundamentales, ambos se apartan y, de pie en la nieve, deliberan en espa?ol, mientras los dem¨¢s integrantes del rodaje, est¨¢ticos, esperan la decisi¨®n que luego ejecutar¨¢n bajo el mando ¨²nico de I?¨¢rritu.
¡°Soy muy duro, muy militante, muy exigente; se me teme m¨¢s que se me quiere. La gente sabe que no va a haber tregua, pero logro conectar con ellos, porque no exijo nada de lo que no doy y porque la experiencia crea una catarsis, lleva a un conocimiento profundo de las capacidades de todos nosotros. Cualquiera puede hacer una pel¨ªcula, pero lograr una buena es abrir una guerra a muerte, principalmente contigo mismo. Por eso me da miedo cada vez que voy a empezar una, porque no la suelto¡±.
Tr¨¢iler de 'Birdman', dirigida por Gonz¨¢lez I?¨¢rritu. / Youtube
La afirmaci¨®n es emp¨ªricamente comprobable. I?¨¢rritu act¨²a como una centrifugadora. No para un segundo. En pocos minutos decide sobre la vestimenta del indio que hace de fantasma, el color de la sangre (¡°m¨¢s oscura, que han pasado 24 horas de la masacre¡±), la duraci¨®n de las tomas, la inclinaci¨®n de la c¨¢mara, la longitud de los pasos del falso DiCaprio, la perspectiva del poblado, el gesto triste de una anciana india¡ Todo tiene su huella. El universo gira aceleradamente a su alrededor. Pero en esta rutina, hoy es un d¨ªa distinto. Aunque nadie lo diga en voz alta, por superstici¨®n o modestia, todos saben que Birdman, la ¨²ltima pel¨ªcula de I?¨¢rritu, ha recibido la noche anterior nueve nominaciones a los Oscar y por los apartados m¨¢s codiciados: mejor pel¨ªcula, director, actor (Michael Keaton), actor y actriz de reparto (Edward Norton y Emma Stone), guion original, fotograf¨ªa, sonido¡ La gloria cinematogr¨¢fica aletea esta ma?ana entre los ¨¢lamos helados. No es la primera vez que I?¨¢rritu ve sus pel¨ªculas aclamadas, pero nunca con tanta fuerza.
¨C?C¨®mo vive la expectativa de los premios?
¨CLo vivo con distancia, porque, si no, te vuelves loco. En mi carrera me he vuelto un experto en pasar, en un segundo y sin haber hecho nada, de ser un exitoso nominado a un perdedor. No quiero decir que no tenga ninguna importancia, puedo sentir cierta excitaci¨®n, no nerviosismo; hay encanto, pero no es Santa Claus. A fin de cuentas, la competici¨®n en el arte es absurda. No quiero darle l¨®gica y decir: ¡°Es que soy el mejor y voy a ganar porque tengo estos m¨¦ritos¡±. Si piensas as¨ª, acabas perdiendo la cabeza.
La noche es clara en Calgary. En el centro de la ciudad, a la altura del piso 25 de un cortante edificio de cristal y acero, I?¨¢rritu, harto de hoteles, ha instalado su vivienda. Es un apartamento de tonos marrones, as¨¦ptico y funcional. Apenas hay detalles personales a la vista, aunque los muebles, sin estridencias, denotan una confortable provisionalidad, perfecta para un n¨®mada que ha bajado del todoterreno que le trae del rodaje, en calcetines y hablando de M¨¦xico y Octavio Paz. Ahora, ya en la estancia, I?¨¢rritu se ha servido un campari con mucho hielo, ha sacado un cigarrillo electr¨®nico que ha conectado al mac y se ha reclinado en un alero del sof¨¢ para responder a las preguntas del periodista. Sus frases son articuladas; la voz, grave y fuerte, arrastra una modulaci¨®n radiof¨®nica, pero suena sincera. A veces, antes de hablar, medita. Largos segundos hasta que cincela la idea. Y entonces la desgrana con seguridad.
¨C?C¨®mo explica su ¨¦xito?
¨CEs dif¨ªcil de explicarlo, yo no puedo ser objetivo. En un mundo donde la iron¨ªa reina, donde hay que separarse, protegerse y re¨ªrse de cualquier cosa que sea honesta o tenga una carga emocional, yo apuesto por la catarsis. Me gusta invertir emocionalmente en las cosas. Y la catarsis, cuando toca la vena emocional, tiene la posibilidad de abrir las puertas incluso de quienes se protegen.
¨CAunque Birdman desborda humor, sus personajes se mueven en la amargura. ?Es usted pesimista, est¨¢ desencantado?
¨CLa inteligencia puede definirse como la posibilidad de poseer dos ideas opuestas simult¨¢neamente y tener la capacidad de operar. Yo soy dos piernas con una contradicci¨®n constante cuyo resultado es mi obra. Me puedo drenar r¨¢pidamente y llenar de un vac¨ªo existencial. En ese sentido, soy un hombre que observa m¨¢s las p¨¦rdidas que las ganancias, estoy obsesionado con la p¨¦rdida, porque me duele perder lo que he tenido.
El vac¨ªo y la p¨¦rdida. I?¨¢rritu ha empezado a dar golpecitos con el dedo ¨ªndice al cigarrillo electr¨®nico, de aspecto gal¨¢ctico. Aspira, da otro golpecito, aspira. Pero nada. No funciona. Ri¨¦ndose de su fracaso, lo vuelve a conectar al mac y se toma un trago de campari. ¡°Probaremos luego¡±. I?¨¢rritu no parece darse f¨¢cilmente por vencido. Quienes le conocen dicen que nunca lo hace. Quiz¨¢ sea herencia de su padre, un banquero que se arruin¨® y se reh¨ªzo vendiendo fruta, o de su propia experiencia inici¨¢tica, en la que conjur¨® un amor cruzando el oc¨¦ano. Sea lo que sea, desde aquel instante no dej¨® de estar en movimiento. Tras sus aventuras por Europa y el norte de ?frica, regres¨® a la Ciudad de M¨¦xico para ensayar la carrera de Comunicaci¨®n, aunque muy pronto eligi¨® otros derroteros. Fue locutor de radio, dirigi¨® la estaci¨®n musical n¨²mero uno en el DF, y se volc¨® en la m¨²sica (¡°soy m¨¢s music¨®logo que cin¨¦filo¡±, dice). Pero ni tener banda propia ni componer para seis pel¨ªculas le dio paz. No era un virtuoso. El perfeccionismo, esa pulsi¨®n que le permite rodar a 30 grados bajo cero, choc¨® contra ¨¦l mismo. ¡°Tengo los dedos torpes¡±, confiesa.
El cine se le apareci¨® como ¨²nica salida. Anuncios, cortometrajes, televisi¨®n. Poco a poco descubri¨® que ten¨ªa un talento natural para un mundo en el que no exist¨ªan antecedentes familiares (¡°salgo de m¨ª mismo, soy una flor extra?a¡±). Las horas pasadas en la Cineteca Nacional empap¨¢ndose de neorrealismo italiano, el ADN de su cine, hicieron el resto. Estudi¨® direcci¨®n teatral con el legendario Ludwik Margules, un tir¨¢nico maestro que le inculc¨® la necesidad de tener bajo su bota cada mil¨ªmetro de la escena y de hacerlo con un esp¨ªritu renacentista. ¡°Nada puede escapar, todo es responsabilidad m¨ªa, de todo he de saber¡±. El demiurgo empezaba a despuntar. La alianza con el guionista Guillermo Arriaga culmin¨® este proceso. En 2000 se estren¨® la desgarradora Amores perros, luego vinieron 21 gramos (2003), Babel (2006), Biutiful (2010) y ahora Birdman. La escalera le llev¨® cada vez m¨¢s arriba. La huella del carguero Toluca iba por delante. Memphis, a orillas del Misisipi, Barcelona o Marruecos fueron el escenario de sus pel¨ªculas. ¡°Aquel viaje me marc¨® para siempre¡±.
Aupado por los premios, entre ellos el de mejor director en el Festival de Cannes por Babel, el mexicano se volvi¨® un artista codiciado por los gigantes de la pantalla, se erigi¨® en la cabeza visible de una camada que, junto con sus amigos Alfonso Cuar¨®n y Guillermo del Toro, ha pulverizado todos los techos para los creadores hispanos. ¡°Pero no es un boom, hay una sincron¨ªa, una generaci¨®n que comparte un espacio de la cinematograf¨ªa y que adem¨¢s es amiga. Lo del boom est¨¢ tan desgastado, el boom siempre trae un tum-tum-tum, como el final de una canci¨®n¡¡±. En este camino ascendente se fue a vivir a Los ?ngeles, rompi¨® sonoramente con Arriaga y avanz¨® en la madurez. En el camino tambi¨¦n cruz¨® la barrera de los 50 a?os. El tiempo empez¨® a agostarse. Su mirada volc¨¢nica se seren¨®. Pudo sentarse, como ¨¦l mismo explica, ¡°a la orilla del r¨ªo a ver el flujo desbordante de los pensamientos y sentimientos¡±.
Para m¨ª el ritmo es Dios. El arte es la palpitaci¨®n de ese ritmo y, si no lo tienes, es imposible crear algo. Yo lo poseo¡±
¨C?Le influy¨® mucho cumplir 50 a?os?
¨CDec¨ªan que los 40 eran duros, aunque yo ni me di cuenta cuando los pas¨¦. Pero con los 50 entr¨¦ en una melancol¨ªa profunda. A¨²n sigo navegando en esa nube en donde se empiezan a apagar las luces de la fiesta.
¨CTodo se vuelve pasado.
¨CLa fiesta se va a acabar. Pero no me preocupa el pasado, sino lo que voy a perder, nuevamente.
Birdman es hijo de ese crep¨²sculo. A medida que se acercaba al medio siglo de vida, I?¨¢rritu busc¨® puerto en la meditaci¨®n zen. Hizo un retiro. Observ¨® sus voces internas, sobre todo, esa que le convierte en el centro del universo en los rodajes, desde la que irradia el magnetismo que le reconocen sus amigos. ¡°Esa voz inquisidora¡±, explica el director, ¡°a la que llamo el Torquemada interno, un tipo al que le presentas cualquier caso y te mandar¨¢ al fuego, un terrorista con el que no hay negociaci¨®n posible¡±. Fue esa voz la que dio la clave de Birdman.
Sobre su huella construy¨® una pel¨ªcula casi experimental, asentada sobre gigantescos planos-secuencia, que se mueven continuamente al borde del precipicio. Una comedia agridulce (¡°a non funny comedy¡±, bromea el director) que tiene mucho de repaso vital: un actor que a?os atr¨¢s alcanz¨® el estrellato por interpretar a un superhombre lo apuesta todo con una obra de teatro en Broadway, pero a medida que se acerca la hora del estreno, ese hombre, de m¨¢s de 50 a?os, atormentado por su voz interior, se enfrenta a su pasado, a su familia, a s¨ª mismo. A la perplejidad del arte.
¡°Birdman es una pel¨ªcula que tiene alas que me han liberado. He cambiado la forma de abordar los temas, pero estos siguen siendo los mismos: qui¨¦n co?o somos, qu¨¦ significado tiene y de qu¨¦ trata esta vida. Es una pel¨ªcula para todos los que sentimos eso. Habla de la necesidad de reconocimiento, de confundir la admiraci¨®n con el amor; de entender ya demasiado tarde que era amor lo que tuvimos y que no lo supimos, y que eso era lo ¨²nico que necesit¨¢bamos tener. Los seres humanos somos criaturas pat¨¦ticas y adorables. Todos tenemos algo de Birdman¡±.
El director se ha puesto un segundo campari. Dice que le abre el apetito. Durante la conversaci¨®n han tra¨ªdo la cena. Solomillo con espinacas. Los platos aguardan a ser recalentados en el horno. A lo largo de la entrevista, I?¨¢rritu habla con convicci¨®n. No gesticula demasiado. S¨®lo en ciertos momentos, enfatiza sus palabras con un golpe de manos. Ocurre al tratar la crisis de los 50 a?os, los amores perdidos, al analizar los problemas de M¨¦xico y el cinismo de Estados Unidos, que vende las armas y compra las drogas a su vecino del sur. Pero tambi¨¦n sazona sus contestaciones de humor. Entonces sonr¨ªe abiertamente, busca la complicidad con la mirada. En ning¨²n momento parece cansado. Su voltaje es constante. No hay bajones. Ni siquiera cuando entra en los meandros de Birdman. En la obra no s¨®lo se representa otra obra (De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver), sino que, en un juego de espejos, el actor principal, Michael Keaton, que se hizo famoso por haber interpretado Batman, en la pel¨ªcula representa a Riggan Thompson, conocido por haber encarnado a Birdman. La ficci¨®n, la realidad y la metarrealidad se superponen, como mu?ecas rusas, en la cinta.
¨C?Qu¨¦ buscaba al escoger a Keaton/Batman para interpretar a Riggan Thompson/Birdman?
¨CLa metarrealidad que Michael Keaton agreg¨® a la pel¨ªcula era muy importante, pero tambi¨¦n un factor de alto riesgo. Y no fue el ¨²nico, Edward Norton tiene la misma reputaci¨®n que el personaje que interpreta, el actor de Nueva York que ha estado en la escena del teatro, pesado, dominante y sobreintelectualizado. En el plat¨® rein¨® eso: el gozo de poder representarse a uno mismo desnudo y sin verg¨¹enza. Se abord¨® de una forma honesta, no intelectual, no ir¨®nica. Esta pel¨ªcula es sincera. Yo estoy ah¨ª dentro y esas son mis miserias, mis realidades. Yo he sido todos esos personajes. O he sido yo o he trabajado con ellos o he sido v¨ªctima suya. Ese ha sido mi mundo. Esa fue la apuesta. Y son elecciones reales, no es el actor interpretando a los actores fallidos; no, es el actor que ha pasado por eso.
¨C?Y c¨®mo fue el rodaje con esos planos-secuencia tan largos?
¨CFue extremadamente meticuloso y arriesgado, porque si fallaba no hab¨ªa forma de esconder mi mierda. Iba a quedar expuesta. Pero curiosamente por la misma efervescencia e inseguridad del proceso, hubo un gozo que yo no hab¨ªa conocido. Por primera vez me re¨ªa a carcajadas en el plat¨®. E incluso sent¨ªa culpa. Me dec¨ªa: ¡°?C¨®mo puedo disfrutar en un set si esto es trabajo?¡±. Yo tengo un concepto protestante, en el trabajo no se r¨ªe uno. Pero en esta ocasi¨®n, fue una liberaci¨®n.
¨C?Improvisa o va con la idea ya totalmente fija?
¨CTengo dos virtudes. Una es el concepto. Veo con precisi¨®n todo lo que no debe ser y lo que debe ser. La segunda es el ritmo. Para m¨ª el ritmo es Dios. Sin ritmo no hay danza, ni arquitectura ni m¨²sica¡ Las estrellas tienen un ritmo, el universo est¨¢ r¨ªtmicamente ordenado, el arte es la palpitaci¨®n de ese ritmo y, si no lo tienes, es imposible crear algo. Ese ritmo lo poseo. Suena abstracto e idiota, pero cuando pongo una escena s¨¦ naturalmente cu¨¢ndo debe haber un espacio entre una palabra y la otra; s¨¦ cu¨¢nto tiene que estar separado un actor del otro y de la c¨¢mara, s¨¦ qu¨¦ lentes debe usar, s¨¦ si debe estar m¨¢s arriba o m¨¢s abajo, s¨¦ la velocidad¡
I?¨¢rritu habla, a veces, como filma. Se distancia, se eleva, vuelve en picado al punto original. Mira hacia delante. Al igual que otros autores, no es propenso a revisar su obra pasada. La primera vez que lo hizo fue en Los ?ngeles, en 2010. Alquil¨® un cine y prepar¨® tres d¨ªas de sesi¨®n para sus hijos, que acababan de cumplir 15 y 17 a?os y que nunca antes hab¨ªan visto sus pel¨ªculas. Proyector, sala oscura, negativos. ¡°Mis hijos han sufrido mis ausencias y me dije, ¡®por lo menos que vean que lo que hice merec¨ªa la pena¡±.
I?¨¢rritu se enfrent¨® entonces a su propio cine. Digiri¨® su ¡°perturbadora vitalidad¡±, se dej¨® arrastrar por su ¡°flujo sangu¨ªneo emocional¡±, pero tambi¨¦n advirti¨® que algo se hab¨ªa quebrado. ¡°Hay abuso en la construcci¨®n, en la fragmentaci¨®n, me averg¨¹enzo de ciertas cosas, me incomodan, pero tras Birdman soy un nuevo cineasta, cambi¨® mi perspectiva formal¡±.
¨C?Y sus hijos qu¨¦ dijeron?
¨CAmores perros les encant¨®. Se sorprendieron much¨ªsimo de que fuera una pel¨ªcula tan moderna. Les pareci¨® un poco hip, les asombr¨® que su pap¨¢, ese viejo, de pronto tuviese un aspecto medio moderno. 21 gramos les impresion¨®, no la articularon, pero les impact¨®. Y Babel les emocion¨®. Biutiful les dio un baj¨®n tremendo¡
Lo dice riendo, con un deje de orgullo por sus hijos. Cuando habla de la familia, se le nota pr¨®ximo, emerge una calidez profunda. Lo mismo ocurre al analizar su pa¨ªs. Ha filmado en todos los rincones del planeta; su obra, como ¨¦l mismo recuerda, busca una universalidad sin pasaporte, pero su punto de vista est¨¢ arraigado, embebido en M¨¦xico. De alg¨²n modo, sigue anclado en aquel puerto lejano de Veracruz: ¡°Puedo volar donde me d¨¦ la gana sin cortar esas ra¨ªces¡±.
Pero M¨¦xico, esa tierra negra y solar, le duele. La tragedia de Iguala, el b¨¢rbaro terremoto que ha sacudido al pa¨ªs, le recuerda a otros ¡°hartazgos¡± sufridos a lo largo de su existencia; como cuando vivi¨® de ni?o, junto a su padre, la salvaje devaluaci¨®n del peso con L¨®pez Portillo; o la abismal crisis de confianza de Salinas de Gortari¡
¡°Estoy acostumbrado a estos grandes derrumbamientos. Ahora, la diferencia radica en que la corrupci¨®n es tal que ha llegado a los niveles m¨¢s b¨¢sicos de la vida. Antes se secuestraba a los ricos, ahora el tipo que vende vegetales o refrescos en la calle, el que arregla llantas, la gente m¨¢s humilde, es extorsionada por bandas de narcos que han tomado los Ayuntamientos y que se reparten el dinero con el alcalde. Ya no es que los Gobiernos sean una parte de la corrupci¨®n, sino que el Estado es la corrupci¨®n. Esa impunidad no puede sostenerse; no s¨¦ en qu¨¦ forma va a cambiar, pero tiene que cambiar¡±, comenta I?¨¢rritu para, acto seguido, como en su propio cine, someter la cuesti¨®n al movimiento pendular de su c¨¢mara mental: ¡°?Qui¨¦n es el culpable de la corrupci¨®n? ?Somos nosotros, son ellos, o ellos somos nosotros? Eso me provoca mucho conflicto¡±.
¨C?Y siente miedo en M¨¦xico?
¨CEs un miedo como el que nos causa el lobo, le tememos porque no lo vemos. Sabemos de ¨¦l porque vivimos en el mismo espacio, por sus huellas, por sus rastros de sangre. Pero no tenemos ni idea de cu¨¢ndo va a aparecer. Ese es el miedo que se siente en M¨¦xico. La invisibilidad. Puedes llegar a una oficina a denunciar, y el lobo puede estar ah¨ª, pero no lo ves. El narco se perme¨®. Esa es la parte del v¨¦rtigo. Estamos en una estepa.
I?¨¢rritu ha terminado su segundo campari y parece dar por olvidado el cigarrillo electr¨®nico. La entrevista, despu¨¦s de m¨¢s de dos horas, ha llegado a su fin. El director se ha alejado un momento a su habitaci¨®n para atender una llamada. Luego, obsequioso, calienta la cena en el horno y abre una botella de vino tinto de Oreg¨®n para compartirla. A la ma?ana siguiente, volver¨¢ a la orilla del r¨ªo Bow. Enfundado en su ropa polar negra, buscar¨¢ la complicidad del Chivo mientras afinan nuevos simulacros. Ambos, bajo los ¨¢lamos deshojados, dejar¨¢n sus huellas en la nieve.
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